Rosette Rosette - La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosette Rosette - La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. ISBN: , Жанр: foreign_contemporary, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El encuentro de dos soledades en el contexto fascinante de una imaginaria aldea escocesa es el punto de partida de una gran historia de amor en la que nada es como siempre. La protagonista - Melisande Bruno - es la muchacha los arcoíris prohibidos, capaz de ver sólo en blanco y negro. Y su contrapunto, así como gran amor, es Sebastián McLaine, escritor relegado a una silla de ruedas.

La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Me aparté bruscamente los cabellos de la frente, lamentando no haberlos recogido en el habitual moño. Eran largos hasta la nuca, y ya estaban impregnados de sudor.

—Debo recoger rosas, para el señor Mc Laine —respondí lacónica.

Kyle sonrió, con su habitual sonrisa llena de segundas intenciones irritantes.

—¿Necesitas ayuda?

En esas palabras lanzadas al viento, vacías y ambiguas, descubrí una vía de salvación, un atajo inesperado, que cogí al vuelo.

—En realidad deberías hacerlo tú, pero no estabas en las proximidades. Como de costumbre —dije ácida.

Un temblor le cruzó el rostro.

—No soy un jardinero. Trabajo ya demasiado.

Al escuchar eso se me escapó una risa. Me llevé una mano a la boca, como para amortiguar la risa. Él me miró furibundo.

—Es la verdad. ¿Quién crees que lo ayuda a lavarse, vestirse, a moverse?

El pensamiento de Sebastián Mc Laine desnudo me provocó casi un cortocircuito. Lavarlo, vestirlo... Tareas que yo habría realizado con mucho gusto. Luego, el pensamiento de que nunca me habría tocado eso a mí, me hizo responder ácidamente.

—Pero la mayor parte del día estás libre. Ciertamente, a su disposición, pero raramente eres perturbado —le dije, azuzando el fuego—. Hey, ¡ven a ayudarme!

Se decidió, aún molesto.

Le aferré las cizallas, sonriendo.

—Rosas rojas —especifiqué.

—Así se hará —gruño, poniéndose manos a la obra.

Al final, cuando el ramo estaba listo, lo cortó en la cocina, en donde se encontraba el florero. Me pareció más práctico y fácil dividirnos la tarea. Él llevaría el jarrón de cerámica, yo las flores.

Mc Laine estaba aún escribiendo, enfervorizado. Se interrumpió cuando nos vio entrar, juntos.

—Ahora entiendo por qué se demoraron tanto —susurró en mi dirección.

Kyle se despidió rápidamente, mientras dejaba con rudeza el jarrón sobre el escritorio. Por un instante temí que se derramaría. Ya había salido cuando me apresuré a acomodar las rosas en el jarrón.

—¿Era tan difícil la tarea que tenías que hacerte ayudar? —me preguntó, dejando brotar de sus ojos destellos de ira incontrolable.

Braceé como un pez que ha mordido estúpidamente el anzuelo.

—El jarrón era pesado —me justifiqué—. La próxima vez no lo llevaré conmigo.

—Muy sabio. —Su voz era engañosamente angelical. Con el rostro ensombrecido por una barba de dos días, parecía verdaderamente un demonio maligno, ascendido directamente de los infiernos para tiranizarme.

—No encontré a la señora Mc Millian —insistí. Un pez que todavía se aferra al anzuelo, que aún no ha comprendido que se trata de un anzuelo.

—Ah, claro, es su día libre —admitió él. Pero luego su enojo resurgió, sólo había estado temporalmente calmado—. No quiero historias de amor entre mis empleados.

—¡Ni siquiera se me había cruzado por la cabeza! —dije impetuosamente, con una sinceridad que me hizo merecedora de una sonrisa de aprobación de parte suya.

—Me alegro de eso. —Sus ojos eran gélidos a pesar de su sonrisa—. Pero por supuesto que eso no sirve para mí. No tengo nada en contra de tener historias con los empleados, yo. —Enfatizó sus palabras, como para reforzar la tomadura de pelo.

Por primera vez tuve ganas de darle un puñetazo, y comprendí que no sería la primera. No libre para descargar mi ira con quien quería, mis manos apretaron más fuerte el manojo, olvidándose de las espinas. El dolor me cogió de sorpresa, como si me creyera inmune a las espinas, acostumbrada como estaba a combatir contra otras.

—¡Ay! —Retiré de golpe la mano.

—¿Te has hincado?

Mi mirada fue más elocuente que cualquier respuesta. Extendió su mano, para buscar la mía.

—Hazme ver.

Se la mostré, como una autónoma. La gota de sangre resaltaba en la piel blanca. Oscura, negra para mis ojos anómalos. Roja carmín para los suyos, normales.

Traté de retirar mi mano, pero la tenía apretada con fuerza. Lo observé, sorprendida. Su mirada no abandonaba mi dedo, como si estuviera secuestrado, hipnotizado. Luego, como de costumbre, todo acabó. Su expresión cambió, al punto que no sabría descifrarla. Pareció tener náuseas y retiró su mirada deprisa y corriendo. Mi mano quedó libre, y me llevé el dedo a la boca, para chuparme la sangre.

Giró su cabeza de nuevo en mi dirección, como guiado por una fuerza imparable y poco grata. Su expresión era agonizante, sufriente. Pero sólo por un instante. Sobrecogedora e ilógica.

—El libro prosigue bien. He recobrado mi vena —dijo, como si respondiera a una pregunta mía nunca formulada—. ¿Te incomoda traerme una taza de té?

Me agarré de sus palabras, como un cable echado a un náufrago.

—Voy enseguida.

—¿Podrás hacerlo sola, esta vez?

Su ironía fue casi agradable, tras la terrible mirada de antes.

—Trataré —respondí, siguiendo el juego.

Esta vez no encontré a Kyle, y fue un alivio. Me moví por la cocina con mayor seguridad que en el jardín. Dado que consumía todas las comidas allí, en compañía de la señora Mc Millian, conocía todos sus escondrijos. Encontré sin esfuerzo el hervidor de agua en el mueble colgante al lado del frigorífico, y los sobres de té en una lata de hojalata, en otro. Volví arriba, con la fuente entre las manos.

El señor Mc Laine no levantó la mirada cuando me vio entrar. Evidentemente sus oídos, como antenas de radar, habían captado que estaba sola.

—He traído azúcar y miel, ya que no sabía cómo prefiere beberlo. Y también leche.

Rio con sarcasmo, cuando miró la fuente.

—¿No era demasiado pesada para ti?

—Me las he arreglado —dije dignamente.

Defenderse de sus bromas verbales estaba convirtiéndose en una costumbre irrenunciable, sin duda preferible a la expresión trágica de pocos minutos antes.

—Señor...

Había llegado el momento de abordar una cuestión importante. El me mando una sonrisa llena de sincera benevolencia, como un monarca bien dispuesto hacia un súbdito leal.

—¿Sí, Melisande Bruno?

—Quisiera saber cuál será mi día libre —dije de un solo golpe, intrépida.

Él abrió los brazos y se estiró, voluptuosamente, antes de responder.

–¿Día libre? ¿Apenas has llegado, y ya quieres deshacerte de mí?

Pasé el peso de un pie a otro, mientras lo miré servirse una cucharada de leche y una cucharada de azúcar en el té, y luego sorber despacio.

—Hoy es domingo, señor, el día libre de la señora Mc Millian. Y mañana será exactamente una semana de mi llegada. Quizás es el momento de hablar de eso, Señor.

Por su expresión parecía que no quería darme ningún día libre.

—Melisande Bruno, ¿estás quizá pensando que no quiero concederte días libres? —preguntó burlón, como si me hubiera leído la mente. Estaba ya mascullando que no, que nunca se me hubiera pasado por la mente una cosa similar, absurda por lo demás, cuando añadió—: …Porque tendrías perfectamente razón.

—Quizás no he entendido bien, señor. ¿Es otra de sus bromas? —Tenía la voz débil, y me esforzaba por controlarla.

—¿Y si no lo fuera? —refutó, con unos ojos insondables como el océano.

Lo miré con la boca abierta.

—Pero la señora Mc Millian...

—Tampoco Kyle tiene días libres —me recordó, con una sonrisa socarrona. Tuve la ligera sensación de que se estuviera divirtiendo a más no poder.

—Él no tiene un horario fijo como el mío —dije fastidiada.

Tenía una ganas locas de explorar el pueblo y los alrededores de la casa, y me molestaba tener que luchar por un derecho. Él no movió una pestaña.

—Está siempre a mi disposición.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos»

Обсуждение, отзывы о книге «La Muchacha De Los Arcoíris Prohibidos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x