Jessica Hart. - Paraíso Tropical

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Paraíso Tropical: краткое содержание, описание и аннотация

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Paraíso tropical Martha Shaw era una madre soltera que acababa de convertirse en la niñera de la sobrina del guapísimo Lewis Mansfield… y estaba a punto de pasar seis meses en una isla tropical con él y con los niños. Martha no tardó en enamorarse locamente de su atractivo jefe, pero él parecía feliz en su condición de soltero despreocupado y sin planes de pasar por el altar. ¿Sería capaz de arriesgarlo todo y decirle lo que sentía por él?
Su nuevo jefe era realmente irresistible…

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Martha tuvo que recordarle que era la hora de dormir de Noah.

Rory trató de consolarse jugando con Noah, pero era evidente que se aburría. Una vez Martha acostó al niño, ambos se sentaron a la luz de la única bombilla del salón y hablaron de muchas cosas.

«Es un buen chico», pensó Martha. «Es inteligente, guapo y divertido. Además, es el padre de Noah. Seguro que nos llevaremos bien.»

En el fondo de su corazón, sabía que se estaba equivocando. Rory no era Lewis.

Martha oyó que Viola estaba llorando cuando llamó a la puerta. Después de unos minutos, Lewis abrió.

– ¿Sí? -dijo Lewis sin mirar. De repente, advirtió que era Martha y se quedó petrificado.

Llevaba a Viola en brazos, envuelta en una toalla.

_La niña lloraba con fuerza. Era maravilloso volver a verlos otra vez, pensó Martha, y sonrió satisfecha.

Noah también parecía contento de ver a Lewis y a Viola.

– ¡Martha! -dijo Lewis dando un paso hacia ella. En su rostro había una expresión de felicidad que Martha supo reconocer, pero enseguida Lewis trató de disimularla.

Podía disimular cuanto quisiera. Martha sabía que también estaba feliz de volver a verla.

– ¿Puedo ayudar? -sugirió Martha, y dando un paso hacia él, tomó a Viola en brazos a la vez que le entregaba a Noah.

Lewis deseó estrecharla entre sus brazos y asegurarse que no se trataba de un sueño, que era cierto que Martha estaba frente a él.

– Venga, vamos a secarte -dijo Martha a Viola, y se dirigió al cuarto de baño.

Lewis no supo qué decir al ver pasar a Martha a su lado. Se fijó en las maletas que un taxista estaba dejando en el porche y después miró a Noah y le sonrió. El niño golpeó su frente contra Lewis a modo de saludo.

– Bienvenido -le dijo en voz baja-. Me alegro de verte otra vez.

Dio media vuelta y se dirigió al cuarto de baño.

– Martha, ¿qué sucede? -dijo tratando de mantener el control-. ¿Qué haces aquí?

– He venido a cumplir mi contrato -contestó sin molestarse en mirarlo.

Lewis cerró los ojos. Había deseado tanto oír aquellas palabras que temió que fueran parte de un sueño. Cuando volvió a abrirlos, allí seguía ella.

– ¿Qué ha sido de Rory? -preguntó Lewis.

Martha se quedó quieta y lo miró directamente a los ojos.

– Me equivoqué. Creí que lo que necesitaba Noah por encima de todo era un padre y una familia pero, ¿y si la familia no es feliz? -dijo, y continuó poniendo el pañal a Viola-. He estado pensando mucho estos dos días y he cambiado de opinión. Lo que realmente necesita Noah es tener unos padres felices, tanto si estamos juntos como si estamos separados. ¿Hay leche?

El brusco cambio de tema dejó a Lewis sin habla. Tras unos instantes, contestó.

– Sí, en la cocina.

Lewis preparó dos biberones y cada uno se sentó en un lado del sofá para dárselo a los bebés.

– ¿Qué le dijiste a Rory? -preguntó Lewis.

– Le dije que no iba a funcionar, que pasara lo que pasara, él seguiría siendo el padre de Noah y que confiaba en que mantuviéramos el contacto para que Noah pueda conocerlo cuando sea mayor. Pero que era mejor que cada uno siguiera con su vida. Así que me fui.

– ¿Cómo reaccionó?

– Creo que fue un alivio para él -dijo Martha reflexionando-. Rory estaba dispuesto a intentarlo, pero después de estos días se ha dado cuenta de que no está preparado para asumir compromisos. También me ha dicho que vendrá de vez en cuando para ver a Noah.

– ¿Y qué pasa contigo? -dijo Lewis mientras incorporaba a Viola.

– Yo intentaré ser feliz.

– ¿Cómo?

– Para empezar, espero que me dejes volver a mi trabajo.

– ¿Aunque me haya comportado como un estúpido?

– No eres ningún estúpido -contestó Martha mientras le daba unos golpecitos en la espalda a Noah-. Echaba de menos a Viola y Noah también. Así que decidimos hacer un esfuerzo y soportarte para poder estar con ella.

Lewis la miró. No sabía si estaba bromeando hasta que Martha lo miró y estalló en carcajadas. Aquello lo tranquilizó.

No hablaron más hasta que pusieron a los dos bebés a dormir, pero era como si todo estuviera dicho.

Se sentaron en el porche. Martha respiró los aromas de la noche. Disfrutó de la brisa y del familiar sonido de las olas. A su lado estaba Lewis. Cerró los ojos y recordó la expresión de su cara cuando la vio llegar. Sólo había estado tres días fuera, pero sentía como si hubiera vuelto a casa tras un largo viaje.

– ¿Así que has regresado para estar con Viola? -preguntó Lewis.

– Sí, en parte -contestó Martha sin abrir los ojos.

– ¿Hay algún otro motivo?

Martha abrió los ojos y contempló la buganvilla.

– Este es el lugar donde más feliz he sido en toda mi vida. Nunca hubiera sido feliz con Rory. Es una gran persona pero… -giró la cabeza y mirándolo, añadió-: Él no es como tú.

Por fin lo había dicho. Tomó aire y se relajó.

Se hizo una larga pausa.

– ¿Has vuelto por mí? -pregunto Lewis en un tono de voz que la hizo estremecer.

– Sé que lo nuestro no durará eternamente. Sé que no quieres tener una familia. Pero pensé que podíamos aprovechar estos dos meses y pasar el tiempo que nos queda juntos -dijo Martha, y suspiró antes de continuar-. No pido nada más. Sólo dos meses, sin compromisos ni obligaciones.

– Nuestras obligaciones son hacia Viola y Noah.

– Sí, pero me refiero a nosotros.

– ¿Será eso suficiente para que seas feliz? ¿Dos meses y adiós?

– Quiero disfrutar de este tiempo contigo y pensar sólo en el presente.

– ¿Por qué? -preguntó Lewis suavemente.

– Sabes perfectamente por qué.

– Quiero que lo digas -dijo él, y la atrajo para que se sentara sobre su regazo-. Ven aquí y siéntate.

– Te quiero, te necesito -dijo Martha. Fue más fácil pronunciar aquellas palabras de lo que había imaginado.

Lewis sonrió y acarició su espalda, haciéndola estremecer.

– Dilo otra vez -susurró él.

– Te quiero con pasión. Te deseo como nunca antes había deseado a ningún hombre. No me siento completa si no estoy contigo. Te he echado tanto de menos…

– ¡Vaya cambio! -exclamó Lewis sonriendo-. Antes tenías otra idea del amor, mucho más práctica.

– Es cierto que he cambiado -dijo Martha mientras le daba suaves besos-. Me gusta verte sonreír, cómo me acaricias y me haces estremecer. Me gusta dormir junto a ti y sentir que mi corazón…

– Yo también te quiero -la interrumpió Lewis.

– ¿De verdad?

– No te sorprendas -dijo él mientras acariciaba su melena. Se puso serio antes de continuar-. Yo también te he extrañado. Cuando te fuiste… no sé cómo explicar lo que sentí. Fue como si mi mundo se hubiera quedado a oscuras. Cuando te vi esta tarde en la puerta, todo volvió a resplandecer -la miró profundamente a los ojos y añadió-: Te quiero, Martha.

Él se inclinó y la besó. Martha se entregó al placer de corresponderlo, y lo atrajo hacia sí, mientras se fundían en un largo y cálido abrazo. Se sentía amada e inmensamente feliz. Todo lo que deseaba era acariciarlo, besarlo y sentir su calor.

Se pusieron de pie y Lewis la llevó a su habitación. Cayeron juntos sobre la cama y se entregaron el uno al otro.

Pasó un largo rato hasta que volvieron a hablar. Estaban tumbados, con sus cuerpos entrelazados, disfrutando del momento que acababan de compartir.

– No será ésta una manera de convencerme para que te readmita en tu trabajo, ¿verdad? -dijo Lewis mientras ella acariciaba su pecho.

Martha rió y besó su hombro.

– ¿Y crees que funciona? -dijo ella divertida.

– No lo sé. Hay un pequeño problema. Creo que no voy a necesitar una niñera. He hablado con Savannah -explicó Lewis ante la atónita mirada de Martha-. Ha dejado la clínica y está dispuesta a rehacer su vida.

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