La marcha nupcial empezó a sonar y Polly sintió un nudo en la garganta al ver la cara de orgullo y amor con la que Charlie miraba a la novia. ¡Si Simon la mirara a ella de aquella manera!
La ceremonia, tal vez por la presencia de Simon, le resultó a Polly insoportable. Las lágrimas le brotaron de los ojos y su madre, con una mirada de alarma, le dio un pañuelo.
Mientras se tomaban las fotografías, no fue difícil evitar a Simon, pero durante el banquete, Polly empezó a pensar que él también estaba intentando esquivarla. Siempre parecía estar al otro lado de la sala. Ella intentaba no mirarlo, pero podía registrar todos y cada uno de sus movimientos mientras, con una brillante sonrisa en el rostro, Polly charlaba con todo el mundo y bebía champán.
¿Por qué no vendría él a saludarla? Eran amigos ¿no? Ella no le había avergonzado y se había marchado cuando él se lo pidió. ¿Es que no merecía siquiera un saludo?
– ¿Qué está pasando entre tú y Simon? -le preguntó Emily, apartando a Polly de repente del resto de los invitados.
– ¿A qué te refieres?
– No dejáis de miraros, pero sólo cuando os creéis que el otro no está mirando.
Involuntariamente, Polly miró hacia donde él estaba, justo en el momento que él hacía lo mismo. Cuando se dieron cuenta de que los dos estaban haciendo lo mismo, a la vez, apartaron rápidamente la mirada.
– ¿Ves lo que te decía? -insistió Emily.
– No pasa nada -dijo Polly, con una sonrisa-. Probablemente, Simon está esperando a venir a hablar conmigo para decirme que no le gusta mi traje.
– Ni siquiera Simon podría decir nada de cómo vas vestida -replicó Emily alzando las cejas al contemplar el traje azul oscuro, con una pamela a juego, que Polly llevaba puesto-. ¡Te estás volviendo muy comedida! Creo que estás creciendo… De hecho, parece que tu estancia en Francia te ha hecho cambiar. ¿Qué te ha pasado allí?
– Tal vez toda esa clase francesa de la que todo el mundo habla se haya apoderado de mí -explicó Polly, por no decir que era porque estaba enamorada de Simon.
– Tal vez.
– Yo me estaba preguntando dónde estaría Helena -dijo Polly rápidamente, para no darle tiempo a Emily a reaccionar.
– ¿Qué Helena?
– Helena, la novia de Simon.
– ¡Ah, ella! ¡Pero si hace un montón de tiempo que no están juntos!
– ¿Cómo? ¿Estás segura?
– Claro que estoy segura -replicó Emily, algo ofendida-. Creo que rompieron en… junio, supongo. Antes de que Simon se fuera a Francia. No puedo decir que lo sienta. Nunca me cayó nada bien. ¿Y a ti?
– Tampoco -replicó Polly, con la boca seca-. Entonces -añadió, esperando con todo el anhelo que le era posible una respuesta negativa-, ¿no está saliendo con nadie ahora?
– ¡No lo sabemos! -exclamó Emily, mirando a su alrededor, como para decirle una confidencia-. Pero, creemos que sí. Sea quien sea, debe de ser muy especial. Simon está muy misterioso. Le dijo a nuestra madre que estaba enamorado, pero luego se cerró en banda y no quiso hablar más del tema. Lo que nos tememos es que está seguro de que no nos caerá nada bien cuando nos la presente. Es lo único que se me ocurre para justificar tanto secreto -añadió, frustrada por no saber nada más-. Bueno, ya sabes que para nosotros no habría nadie lo suficientemente bueno para él, pero haríamos un esfuerzo por querer a la mujer que él eligiera, ¿no te parece?
– Sí. Claro que sí.
Por la tarde, hubo una gran fiesta y para cuando acabó el banquete, sólo quedaba tiempo para cambiarse de ropa. Como la boda se celebraba en un hotel, Polly tenía su propia habitación para refugiarse si las cosas se ponían mal.
Sentada en la cama, reflexionaba sobre la noticia de que Simon ya no estaba con Helena, sin entender por qué él la había mentido. Sin embargo, se dio cuenta de que, si no hubiera querido que ella se fuera de la casa, le habría dicho la verdad. Tal vez, seguía enamorado de Helena y esperaba volver con ella… Por eso la había llamado y le había pedido que fuera a la casa con él cuando Polly se fue.
Cuando descubrió que las cosas con Helena no iban bien, lo dejaron y encontró otra mujer de la que se había enamorado realmente.
Polly se puso de pie. Tenía que afrontar los hechos. Simon no la amaba ni lo haría nunca. Mecánicamente, se cambió de vestido, poniéndose uno rojo, y se maquilló. No podía estropearle la boda a Charlie. Tenía que pasar unas pocas horas más antes de poder ponerse a llorar.
Y así fue. Intentó por todos los medios sonreír, bailar… pero debía de haber algo raro en su sonrisa y en los brillantes ojos ya que, casi todas las personas que hablaban con ella le preguntaban si se encontraba bien.
Justo cuando Polly había perdido la esperanza de que Simon viniera a hablar con ella, él se acercó. Ella estaba con Emily y uno de sus primos, un corredor de bolsa llamado Giles.
– Hola, Polly -dijo Simon.
– Hola. ¿Qué tal estás? -preguntó Polly, con la voz rota, mientras los otros dos la miraban muy sorprendidos.
– Bien, ¿y tú?
– Bien.
Emily los miraba a los dos alternativamente, pero Giles, más torpe, le dijo a Simon con una palmada en el hombro:
– Ya es hora de que te vayas casando, Simon. No puedes consentir que tus hermanos pequeños lo hagan antes que tú. Estoy seguro de que te podríamos encontrar una buena chica para que sea tu esposa. ¿Qué te parece Polly? Está libre, ¿no es así Polly? ¡Así dejáis las cosas en familia y nos ahorráis a todos un regalo de boda!
Emily miró a Polly y se sorprendió al ver una expresión crispada en la cara de su amiga.
– ¿Qué te pasa, Polly? ¿Te encuentras mal? -preguntó, preocupada.
– ¿Por qué todo el mundo tiene que preguntarme si me encuentro bien? -gritó Polly, casi al borde de la histeria-. ¡No me pasa nada! ¡Estoy bien!
Horrorizada, Polly vio que le empezaba a temblar la boca y se la cubrió con la mano para ocultarlo. Se produjo un silencio, crispado, que Simon rompió, tomándola de la mano para sacarla a bailar.
– Ven conmigo -le dijo, sacándola a la pista sin esperar respuesta, mientras Emily y Giles se quedaban boquiabiertos.
La fiesta estaba en todo su apogeo y los invitados bailaban frenéticamente. Simon tomó una de las manos de Polly y se puso la otra sobre el hombro, con la excusa de que debía confortarla. Polly necesitaba a alguien que le sacara de aquella situación.
Fue un regalo del cielo tenerla de nuevo entre sus brazos. Simon no se había atrevido a acercarse a ella en todo el día por temor a caer en la tentación de tomarla entre sus brazos. Polly tenía un aspecto sofisticado y desconocido para él con aquel traje azul. Sin embargo, con aquel vestido rojo y el pelo suelto era la Polly que él recordaba y no había podido resistirse más.
También notó que ella estaba más delgada de lo que a él le gustaba y había perdido el brillo en los ojos que era tan característico de Polly. Había sabido desde un principio que Philippe no la haría feliz.
Para Polly, era una bendición sentirse de nuevo en los brazos de Simon y le estaba muy agradecida por haberla sacado de una situación bastante embarazosa. Aunque fuera durante unos pocos minutos, se daría el gusto de sentirle cerca de ella, notar sus manos fuertes, imaginarse que, si inclinaba un poco la cabeza, él la besaría en el cuello…
Estuvieron bailando en silencio, sin darse cuenta de que el resto de las parejas saltaban al son de la música. Simon sintió que la tensión iba saliendo poco a poco del cuerpo de Polly y se tomó la libertad de apoyar la mejilla en la de ella y respirar su aroma. Había demasiado ruido como para hablar, así que, al menos durante un rato, podía abrazarla.
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