• Пожаловаться

Ursula Le Guin: El ojo de la garza

Здесь есть возможность читать онлайн «Ursula Le Guin: El ojo de la garza» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1988, ISBN: 978-84-350-2212-5, издательство: Edhasa, категория: Социально-психологическая фантастика / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Ursula Le Guin El ojo de la garza

El ojo de la garza: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El ojo de la garza»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“El ojo de la garza” es la historia de dos comunidades de proscritos que, expulsados de la Tierra, viven en un remoto planeta. Una de estas comunidades, los violentos y ambiciosos habitantes de la Ciudad, trata de oprimir a la otra, heredera del movimiento pacifista que comenzara tiempo atrás en la Tierra. La heroína de la novela, Luz, abandona los privilegios y la seguridad doméstica de la Ciudad e intenta buscar su identidad personal, la libertad y el amor, entre esas gentes pacíficas que viven en los límites del mundo. Por último, decide encabezar una expedición a las tierras salvajes (enfrentada a la indiferencia de la naturaleza y a sus propios miedos) para fundar una nueva colonia y empezar una nueva vida en tierras desconocidas.

Ursula Le Guin: другие книги автора


Кто написал El ojo de la garza? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El ojo de la garza — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El ojo de la garza», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Era una noche nublada, pero seca y muy oscura. El frío arrancó a Luz del largo trance de la espera y contuvo el aliento. Había varias personas a su alrededor, un puñado de voces quedas en la oscuridad.

—¿Están las dos? Entonces, adelante.

Partieron rodeando la casa y atravesaron el patatal hacia la loma baja que se extendía detrás, al este. Cuando los ojos de Luz se adaptaron a la oscuridad, descubrió que a su lado caminaba Sasha, el padre de Lev. El hombre percibió su mirada en la negrura y preguntó:

—¿Qué tal la mochila?

—Está bien —respondió en un murmullo apenas audible.

No debían hablar, no debían producir el menor ruido, pensó Luz, todavía no, no hasta que salieran del asentamiento, hasta que superaran la última aldea y la última granja y cruzaran el Río Molino: un camino largo. Debían moverse deprisa, en silencio y sin detenerse. ¡Oh, Dios, Señor, por favor, que no nos detengan!

—La mía está fabricada con lingotes de hierro o con pecados no perdonados —susurró Sasha y siguieron adelante en silencio, una docena de sombras en la penumbra del mundo.

Aún era de noche cuando llegaron al Río Molino, pocos kilómetros al sur del punto donde se unía con el Songe. La canoa los esperaba y Andre y Grapa estaban junto a ella. Hari cruzó a remo a los seis primeros y a continuación a los otros seis. Luz iba en el segundo grupo. Al aproximarse a la orilla oriental, la sólida negrura del mundo nocturno se tornaba insustancial, un velo de luz difuminaba el entorno, la bruma se espesaba sobre el agua. Temblorosa, Luz pisó la orilla lejana. A solas en la canoa, que Andre y los otros habían vuelto a desatracar, Hari los despidió discretamente:

—¡Buena suerte, buena suerte! ¡Que la paz les acompañe!

La canoa se perdió en la bruma como un fantasma y los doce se quedaron en la arena espectral y difusa.

—Por aquí arriba —surgió la voz de Andre de la niebla y la palidez—. Nos están esperando para desayunar.

Formaban el último y más reducido de los tres grupos que partieron, uno por noche. Los otros esperaban más lejos, entre las escarpadas colinas del este del Molino, territorio que sólo hollaban los tramperos. En fila india, detrás de Andre y Grapa, abandonaron la orilla del río y partieron a tierras ignotas.

Llevaba horas y horas, paso tras paso, pensando que en cuanto hiciera un alto se dejaría caer sobre la tierra, el barro o la arena, se hundiría y no volvería a moverse hasta la mañana. Pero cuando hicieron un alto vio que Martin y Andre discutían en la primera fila y siguió adelante, paso tras paso, hasta alcanzarlos; ni siquiera entonces se hundió, sino que siguió de pie para oír lo que decían.

—Martin opina que la brújula no funciona correctamente —dijo Andre.

Con expresión vacilante, le ofreció el instrumento a Luz, como si de un vistazo ella fuera capaz de evaluar su precisión. Lo que Luz vio fue su delicadeza, la caja de madera lustrada, la anilla de oro, el cristal, la aguja frágil y bruñida que titubeaba entre los puntos delicadamente grabados: Es algo maravilloso, milagroso, improbable, pensó. Martin miraba la brújula desaprobadoramente y dijo:

—Estoy seguro que se desvía al este. En aquellas colinas debe haber masas de mineral de hierro que la desvían. —Inclinó la cabeza hacia el este.

Hacía un día y medio que avanzaban por un territorio extraño y cubierto de maleza que no ofrecía árboles anillados ni árboles del algodón, sino una broza rala y enmarañada que no superaba los dos metros de altura; no era bosque ni terreno abierto y casi nunca se divisaba una extensa panorámica. Pero sabían que hacia el este, a su izquierda, continuaba la hilera de elevadas colinas que por primera vez habían visto seis días atrás. Cada vez que coronaban una elevación de las tierras cubiertas de maleza veían el perfil rocoso y de color rojo oscuro de las cumbres.

—Bueno, ¿es muy importante? —preguntó Luz y oyó por primera vez su voz desde hacía muchas horas.

Andre se mordió el labro inferior. Parecía agotado y sus ojos estaban casi cerrados y exánimes.

—Para seguir adelante, no. Siempre y cuando veamos el sol o, por la noche, las estrellas. Pero para trazar el mapa…

—Podríamos girar de nuevo al este y atravesar esas colinas. No se han vuelto más bajas —opinó Martin.

Como era más joven que Andre, a Martin no se lo veía tan cansado. Era uno de los pilares del grupo. Luz se sentía cómoda con él; se parecía a un hombre de la Ciudad, corpulento, moreno, musculoso, bastante lacónico y sombrío; hasta su nombre era corriente en la Ciudad. Pese a la reconfortante fortaleza de Martin, fue a Andre a quien Luz dirigió la pregunta:

—¿Todavía no podemos señalar el camino?

Poco dispuestos a dejar huellas que pudieran seguirse, habían intentado trazar el mapa de su recorrido. Un par de años después, unos pocos mensajeros podrían llevar el mapa al Arrabal a fin de guiar al segundo grupo hasta la nueva colonia. Ése era el único motivo explícito para su confección. Andre, el cartógrafo del viaje al norte, estaba a cargo del trazado y esa responsabilidad le pesaba como una lápida ya que el propósito implícito del mapa siempre ocupaba sus mentes. Era su único vínculo con el Arrabal, con la humanidad, con su pasado; la única certeza de no estarse perdiendo en la inmensidad, sin propósito, sin objetivo y, puesto que no podían jalonar el camino, sin esperanza de retorno.

En ciertos momentos Luz se aferraba a la idea del mapa y en otros se impacientaba. Martin estaba muy interesado, pero su máxima preocupación consistía en cubrir las huellas. Italia comentó que Martin se inquietaba cada vez que alguien pisaba una rama y la rompía. En los diez días de travesía habían dejado tan pocas huellas de su paso como las que pueden dejar sesenta y siete personas.

Martin meneaba la cabeza ante la pregunta de Luz.

—La elección de nuestra dirección ha estado clara desde el principio: el camino más fácil.

Andre sonrió. Fue una sonrisa agrietada y seca, como una grieta en la corteza de un árbol, que entrecerró sus ojos hasta convertirlos en dos grietas aún más pequeñas. Ésa era la razón por la que a Luz le gustaba estar con Andre, sacaba fuerzas de él, esa sonrisa paciente y graciosa, como si un árbol sonriera.

—¡Martin, evaluemos las opciones! —exclamó Andre.

Luz vio lo que el hombre imaginaba: un destacamento de hombres de la Ciudad, los matones de Macmilan con armas, látigos, botas y demás pertrechos, de pie en los acantilados del Songe, mirando hacia el norte, hacia el este y hacia el sur, contemplando la enorme inmensidad gris, teñida con anillo de óxido, ascendente y descendente, oscurecida por la lluvia, interminable y sin pistas ni voces, e intentando adivinar cuál de los cien rumbos posibles habían escogido los fugitivos.

—De acuerdo, crucemos las colinas —dijo Luz.

—Ascender no será mucho más duro que arrastrarnos entre los matorrales —opinó Andre.

Martin asintió y preguntó:

—¿En este punto volvemos a torcer hacia el este?

—Da lo mismo aquí que en cualquier otra parte —replicó Andre y sacó, a fin de tomar notas, su apunte cartográfico sucio y con las esquinas dobladas.

—¿Ahora? —quiso saber Luz—. ¿No acampamos?

Generalmente no acampaban hasta la caída del sol, pero hoy habían recorrido un largo trecho. Luz miró las malezas espinosas y broncíneas que le llegaban a los hombros y que crecían a una distancia de uno o dos metros entre sí, por lo que millones de senderos serpenteantes que no conducían a ningún sitio se abrían entre y alrededor de las matas. Sólo divisaba a unos pocos integrantes del contingente; la mayoría se había sentado a descansar en cuanto se dio la voz de alto. Cubría sus cabezas un cielo gris plomizo, monótono, con una única nube uniforme. Hacía dos noches que no llovía, pero cada hora que pasaba la temperatura descendía un poco.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El ojo de la garza»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El ojo de la garza» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Ursula Le Guin: Ciudad de ilusiones
Ciudad de ilusiones
Ursula Le Guin
Chistopher Priest: El mundo invertido
El mundo invertido
Chistopher Priest
Ángeles Caso: Contra El Viento
Contra El Viento
Ángeles Caso
Cassandra Clare: Ciudad de cenizas
Ciudad de cenizas
Cassandra Clare
Отзывы о книге «El ojo de la garza»

Обсуждение, отзывы о книге «El ojo de la garza» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.