Louise Cooper - Infanta

Здесь есть возможность читать онлайн «Louise Cooper - Infanta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Infanta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Infanta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Infanta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Infanta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Macee murmuró un juramento en davakotiano, que ahogó inmediatamente al recordar dónde se encontraba. Luk y Grimya se veían incapaces de hacer otra cosa que mirar, mudos de asombro; mientras que Índigo y Phereniq sentían la emoción del éxito y el resarcimiento recorría sus cuerpos como un vino embriagador.

—Estaba aquí —musitó Phereniq—. Estaba aquí, pero nadie lo sabía. Y tú... —Dirigió una rápida mirada a Índigo—. Cómo pu... —no pudo terminar la pregunta.

Índigo ni siquiera intentó responderle. Sus manos estaban aún unidas, ella sujetaba el Tridente, Phereniq aferraba la Red; y pensó: los Tres Regalos están juntos. ¿Pero ahora qué? Diosa, ayúdame, ¿qué hemos de hacer ahora?

En lo alto, por encima de sus cabezas, un suave sonido rompió el silencio, pero nadie le prestó la menor atención, Índigo cerró los ojos, con un afán desesperado de obligar a su confundida mente a pensar con claridad. Tenían los Regalos, los talismanes protectores de la Madre del Mar. Pero ¿cómo utilizarlos? En el interior del templo empezaba a despertarse el poder. Lo sentía como electricidad contenida en el aire; por el momento ya se había abierto paso a través del letargo de muchísimos años para sacar el Áncora de su antiquísimo escondite. Pero algo lo contenía aún. Faltaba algo.

El sonido que había escuchado antes pero sin prestarle atención se repitió. Un suspiro, como si algo enorme hubiera exhalado débilmente en lo alto. Sin querer, Índigo levantó la cabeza, más allá de la enorme masa del casco de la nave-altar hasta donde las blancas velas se alzaban fantasmagóricas en dirección a la cúpula. Había una luz en el palo mayor; no el resplandor de las lámparas del templo sino algo más apagado, frío; un brillo difuso y remoto. Unos reflejos apenas perceptibles jugueteaban sobre la tela de las velas y se dio cuenta de que se movían con agitación pese a que no había la menor brisa que pudiera balancearlas.

Y sin previo aviso, una voz habló en su mente. Una voz enorme, amable pero a la vez feroz, e impresionantemente poderosa, que pronunció una sola palabra:

ARRIBA.

El grito involuntario de Índigo colisionó con un aullido inarticulado procedente de algún lugar a su espalda. Aturdida, se volvió en redondo, y vio que todo el templo parecía brillar con el mismo resplandor frío y difuso que había vislumbrado entre las velas de la nave. De pie y totalmente rígida frente a la proa, su figura espectral bajo aquel brillo nacarado, Macee la contemplaba con ojos desorbitados.

¡Ha hablado! —En la voz de la menuda mujer había terror puro—, ¡Índigo, ha hablado! ¡No lo he podido oír, pero lo he visto, he visto cómo la boca se movía! —Y al ver que Índigo no comprendía, se tambaleó hacia adelante y señaló por encima del hombro de la muchacha—. ¡El mascarón! ¡La imagen de la Madre del Mar... oh, que la Diosa se apiade de mí, he visto cómo sus labios se movían.

Presa del pánico había abandonado la lengua khimizi por la suya propia, y ni Phereniq ni Luk entendieron lo que decía. Pero Índigo sí. Sintió como si se le revolviera el estómago, y volvió a dirigir la mirada a toda prisa hacia las blancas velas que se alzaban sobre ellas. Se hinchaban, la luz que relucía a través de ellas aumentaba y, como en definitiva confirmación de la insensata e imposible idea que había penetrado violentamente en su cerebro, se escuchó un fuerte crujido procedente de uno de los viejos maderos bajo su corteza de piedras preciosas.

¡Corred !—gritó con toda la fuerza de sus pulmones—. ¡Las escaleras... corred!

Y sin esperar a ver si los otros la seguían, corrió en dirección a la escalera que conducía a la cubierta de la nave-altar. Mientras corría sintió que el aire se espesaba, se cargaba de poder estático a medida que el poder latente en el interior del Templo de los Marineros empezaba a agitarse. Todo estaba rodeado de una aureola del frío resplandor azul verdoso; centelleaban las chispas en sus cabellos y en el pelaje de Grimya que corría a su lado; y el Tridente que Índigo sujetaba en su mano brillaba con una potente y deslumbrante luz, como si estuviera al rojo vivo.

Llegaron a la escalera y Grimya se le adelantó, con más aspecto de un fantasma de color azul-gris que de un ser vivo mientras se precipitaba escaleras arriba hasta la cubierta. Al llegar a la batayola, que brillaba con una corona de colores en movimiento, Índigo miró hacia atrás y vio a Luk que la seguía y ayudaba a Phereniq con la Red. Sólo Macee se había quedado atrás, mirando hacia arriba con el rostro lívido y atemorizado y apareciendo de repente muy vulnerable desde el suelo del templo, Índigo sintió que la embargaba un tórreme de simpatía y cariño, y la llamó, extendiendo una mano como si pudiera coger la de Macee y darle confianza.

—Macee, ¿no te das cuenta? ¿No ves lo que la Madre del Mar nos ha concedido, y lo qué quiere que hagamos? ¡Te necesitamos, Macee!: necesitamos tus conocimientos ahora más que nunca!

La menuda mujer vaciló por un instante; pero una emoción más fuerte y profunda empezaba a reemplazar al temor de sus ojos. Entonces el barco crujió de nuevo y Macee se puso en movimiento: se lanzó hacia adelante y subió los peldaños de tres en tres, para saltar sobre cubierta y a los brazos de Índigo, Índigo la abrazó como si se tratara de una hermana largo tiempo perdida, luego se vio apartada con cariño pero con energía mientras Macee se giraba y examinaba la cubierta con una rápida mirada. Su expresión seguía siendo frenética, pero ahora, además, excitada.

—¡A las velas! —aulló, indicando las cuerdas que aseguraban la parte inferior de las velas en medio del barco—, Índigo, tú sabes lo que hay que hacer: enséñaselo al muchacho,

y...

El resto de sus palabras quedaron ahogadas cuando el viento penetró como un aullido a través del templo surgiendo de alguna parte y las enormes velas sobre sus cabezas se llenaron e hincharon con su fuerza, crujieron como titánicos látigos. Unos relámpagos atravesaron la proa de la nave, y con ellos llegó el sonido de la piedra al partirse, al tiempo que las enormes pilastras sobre las que descansaba el altar se derrumbaban. La cubierta dio una sacudida bajo los pies de Indigo; aferrada a la barandilla, con los cabellos ondeando al fuerte viento, se dirigió a trompicones a cumplir la orden de Macee tras llamar a Luk para que la ayudara. Macee, su cuerpo sorprendentemente iluminado por el resplandor azul-verdoso que brotaba ahora de las paredes del templo, parecía estar en todas partes al mismo tiempo: gritaba órdenes, chillaba palabras de ánimo... Incluso Phereniq, con su falda que ondeaba enloquecida bajo el vendaval, estaba de pie y manejaba con habilidad las cuerdas, con una energía que jamás hubiera creído poseer. Y el mismo barco empezaba a cambiar. Los mástiles perdían su antiguo brillo y adquirían el aspecto de maderos saturados y casi petrificados por años de exposición a los efectos del mar; las cuerdas y las jarcias se volvían más gruesas, convirtiéndose en maromas ásperas y alquitranadas y terriblemente poderosas; las velas ya no eran de seda sino de resistente lona, manchadas por la sal del mar y tensándose con atronador ruido contra sus amarras. Por todas partes, las joyas y los metales preciosos y las delicadas maderas talladas se transformaban en latón y bronce y hierro y maderos resistentes, al tiempo que el altar y las incontables miles de ofrendas que la adornaban se metamorfoseaban, una bestia dormida que se despertaba por fin, para convertirse en una auténtica nave. Y llenando los oídos de Índigo por encima del aullido del viento y el crepitar y crujir de las hinchadas velas llegó un nuevo sonido: el incesante y estimulante rugido del mar.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Infanta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Infanta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - El Proscrito
Louise Cooper
Louise Cooper - El Iniciado
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - Nocturno
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - Troika
Louise Cooper
Louise Cooper - Nemesis
Louise Cooper
Отзывы о книге «Infanta»

Обсуждение, отзывы о книге «Infanta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x