Louise Cooper - Espectros
Здесь есть возможность читать онлайн «Louise Cooper - Espectros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Espectros
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Espectros: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Espectros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Espectros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Espectros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
«¡ Grimya!»
Índigo lanzó una rápida llamada telepática, y la loba cruzó la plaza a grandes saltos. Tenía la boca llena de serpentinas y una, enredada en sus cuartos traseros, colgaba tras ella como una nueva y exótica cola.
—Ya vienen, cariño. Ellani y Sessa. —Índigo sentía una excitación equiparable a la de Koru—. La jugada funcionó, Grimya; me parece que funcionó... Sessa supo qué hacer, lo sintió en su interior...
Las dos pequeñas figuras entraron corriendo en la plaza, y se detuvieron en seco. Sessa lanzó una exclamación de sorpresa, y paseó la mirada a su alrededor para contemplar aquella refulgente maravilla. Pero Ellani sólo tenía ojos para el carromato.
—¿Elli... ? —llamó Koru, vacilante. Y el rostro de su hermana se iluminó.
—¡Koru! ¡Eres tú, lo eres! —Corrió hacia él a la vez que el niño saltaba del asiento; ambos se fundieron en un abrazo e iniciaron una enloquecida danza—. ¡Oh, Koru, Koru, pensé que estabas muerto!
—Elli... —Él se detuvo entonces, con una expresión maravillada en los ojos—. Eres diferente. ¡Eres tal y como eras antes, tal y como yo lo recuerdo! ¡La magia funcionó! ¡Todo vuelve a estar bien!
Ellani miró a su alrededor con la expresión de una criatura a quien se ha devuelto la visión de forma repentina y milagrosa.
—¡Oh! —exclamó la niña en voz baja—. ¡Es todo tan precioso!
—¡Nosotros lo hicimos! Yo y mis amigos. Elli, vamos a hacer que todos lo vean, todos ellos: mamá y papá, y los ancianos...
—¡Papá! —Por primera vez en varios años Ellani utilizó el antiguo y cariñoso diminutivo para referirse a su padre, aunque ni siquiera se dio cuenta de ello—. Nos seguirá. Nos vio correr, a Sessa y a mí; vendrá a buscarnos. ¡Todos vendrán!
Al escuchar estas palabras, Índigo se dio cuenta de que Ellani no quería que vinieran. Por vez primera, sus padres y los ancianos de Alegre Labor no representaban para la niña la adecuada y deseable seguridad del convencionalismo sino un poder despiadado e insensible que amenazaba con arrebatarle su recién encontrada alegría.
—¡Ellani! —llamó, al tiempo que se inclinaba para recoger algo que descansaba a sus pies—. No te preocupes, Ellani. Podemos hacer que también lo vean. Tenemos ese poder, todos nosotros.
En una ventana situada a su espalda, sin que nadie se diera cuenta, una lámpara se iluminó temblorosa. Alegre Labor empezaba a despertar.
Ellani levantó los ojos hacia Índigo, y contempló el excéntrico vestido multicolor y el carro. En otra ventana, se encendió una segunda luz.
—¿Nosotros... ? —musitó la niña.
—Sí. Tomad, cogedlas. —Otras tres brillantes esferas revolotearon fuera de la mano de
Índigo; una fue a Ellani, otra a Koru, y la tercera a Sessa—. La magia volverá a funcionar.
Ellani sostuvo la pelota que había cogido en el hueco de ambas manos y la contempló maravillada, mientras la comprensión se iba abriendo paso en su cerebro.
—Oh... —murmuró, incapaz de articular nada más—. Oh...
—Ayúdanos, Elli. —Koru se volvió hacia su hermana, con los azules ojos relucientes y llenos de fervor—. ¡Cuantos más seamos, más seremos! —Sin darse cuenta, repetía las palabras del Benefactor; casi lo último que había dicho a Índigo antes de que el carro abandonara el mundo fantasma para iniciar el juego.
—Sí —susurró Ellani, también con ojos relucientes—. Sí, lo haré. Lo haré.
En ese momento se encendió la tercera luz en la plaza. Brillaba en una ventana del último piso de la Casa del Comité, donde los ancianos de más categoría poseían aposentos privados para utilizar cuando estaban de guardia, y a los pocos segundos resonó en la plaza el chirrido de una bisagra reseca al abrirse de par en par dicha ventana.
—¿Qué es esto? —La voz procedente de la elevada aguilera era débil y quejumbrosa; bajo la luz de la nueva lámpara, la banda violeta que denotaba la más alta categoría de Alegre Labor destacó con fuerza—. ¡Alguien está creando un alboroto! ¿Qué es lo que os proponéis, por favor?
En los tejados y los portales, los niños con los brazos cargados de serpentinas permanecieron inmóviles y silenciosos, y durante unos instantes no se escuchó ni un sonido en la plaza. Entonces, bruscamente, la voz de Índigo rompió el tenso silencio.
—¡Niños! ¡Una canción! —Tomó el arpa que descansaba a su lado sobre el asiento, la colocó sobre el regazo con un gesto teatral y tocó un acorde, un acorde que ahora todos conocían bien—. ¡Cantad, pequeños! ¡Cantad!
Y un coro de voces hizo añicos la melancólica paz de Alegre Labor, elevándose en el aire como un himno rítmico y alegre para dar la bienvenida al nuevo día.
Canna mho ree, mho ree, mho ree.
¡Canna mho ree na tye!
Koru cogió a Ellani de las manos y empezó a bailar con ella describiendo entusiastas círculos. Sessa, riendo a carcajadas, se puso a girar y saltar, y los otros niños, con Mimino entre ellos, se acercaron corriendo y saltando para unirse a la diversión. De la ventana del último piso de la Casa del Comité surgió un grito; un alarido de indignación, de incredulidad, de horror.
Entonces Índigo, ataviada con sus ropas de bufón y haciendo volar los dedos sobre las cuerdas del arpa, llamó a Némesis, a su gemela, a su propio ser:
—¡Hermana, ha llegado el momento! ¡Trae a los niños! ¡Reúnete con nosotros, reúnete con nosotros!
El arco de luz situado sobre la bomba de agua centelleó de improviso con renovada energía para luego llamear con glorioso resplandor. Y a través del portal penetró en Alegre Labor toda la horda de niños del mundo fantasma como un torrente vivo que reía, gritaba y saltaba, con Némesis a la cabeza.
Nas alcanzó a Hollend en las puertas del enclave, pero cuando ambos llegaron a la carretera no se veía ni rastro de Ellani y Sessa. Se detuvieron con un ligero resbalón, y Nas farfulló toda una retahíla de juramentos scorvianos.
—¿Por dónde fueron? ¿Dentro de la ciudad o fuera? ¡No lo vi!
—Yo tampoco. —Hollend dirigió una rápida ojeada a la negra mole de la Oficina de Tasas situada unos metros más allá—. Voy a despertar al Comité de Extranjeros.
—Yo lo haré —interpuso Nas al instante, aprovechando la oportunidad de hacer algo útil—. Tú corres más rápido que yo. Ve a la plaza; a lo mejor las. chicas fueron allí. Si no, despierta a gritos a los ancianos de la Casa del Comité. —Frunció el entrecejo—. Vamos a necesitar toda la ayuda que podamos tener.
Unas voces los llamaron desde el enclave y vieron a otros tres hombres que corrían hacia ellos. La esposa de Nas los seguía acompañada de Calpurna, que se había recuperado de su desmayo.
—De acuerdo —asintió Hollend—. Di a Calpurna adonde he ido. —Y se alejó a la carrera en dirección al centro de la ciudad mientras Nas se desviaba hacia la Oficina de Tasas.
Quien fuera que hubiera llevado a cabo aquella broma estúpida en el enclave al parecer no había quedado satisfecho con lo realizado allí, pues, mientras se apresuraba hacia el centro de la ciudad, Hollend se encontró corriendo —vadeando casi en ocasiones— por entre más y más de las absurdas serpentinas centelleantes. Cubrían el suelo que pisaba, agitándose y enredándose a sus tobillos, y varias veces se vio obligado a detenerse y arrancarlas de sus pies para evitar un tropezón. Aturdido y nervioso, no prestó atención a los sonidos que se escuchaban más allá hasta que llegó a pocos metros de la plaza del mercado. Pero, cuando finalmente penetraron en su conciencia, se detuvo con repentina consternación.
«¿Música?». Sí..., sí que lo era. ¡No había confusión posible! Y voces que cantaban. Y gritos, que la rabia o el temor o ambas cosas volvían agudos. Totalmente confundido ahora pero con una creciente sensación de alarma, Hollend recorrió a la carrera los últimos metros y salió a la plaza.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Espectros»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Espectros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Espectros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.