– Lizzy nos llevará por el buen camino -aseguró-. No he tenido una rastreadora mejor. Es capaz de detectar una patata a cien metros y una trufa a kilómetro y medio. No existe perro capaz de igualarla, os doy mi palabra.
– Bueno, si es lo mejor que podéis conseguir… -replicó Ethel con cara de pocos amigos.
– Lizzy es la mejor, sin duda alguna.
– En tal caso, no debemos perder el tiempo -repuso ella-. Mostradle el rastro, señor Scattergood.
Diez minutos después, tras varios sobornos en forma de manzanas y patatas, Lizzy la Gorda olisqueó el sobretodo desechado de Nat Parson y avanzó con decisión, tensando la correa. Los ojos le relucían y arrugaba el hocico mientras profería pequeños gruñidos de excitación. Sólo le faltaba hablar y Dorian jamás había visto un cerdo tan cerca de hacerlo.
– Ha olfateado el rastro -afirmó él-. Escuchad, señora Parson, ella nunca me ha fallado. Propongo que la sigamos, y si me equivoco…
– …mi esposo y vuestro sobrino quizá se conviertan en comida para lobos en poco tiempo.
– Soy consciente de eso, pero conozco a mi Lizzy. No es una cerda cualquiera, desciende del linaje de Nell la Negra, y jamás he tenido un cerdo de esa prole que no haya sido el doble de listo que la carnada anterior. Propongo darle una oportunidad… De todos modos, es más de lo que tenemos sin ella.
Y así fue como Ethel Parson y Dorian Scattergood siguieron a Lizzy la Gorda por el camino y cruzaron los campos en dirección a la colina del Caballo Rojo, donde, tras encender una lámpara para alumbrar la senda, avanzaron por un túnel inclinado y se adentraron en lo desconocido.
Loki y Maddy se enfrentaban a la hora más breve de sus vidas en el umbral de otro mundo. Las aguas del río Sueño se extendían hasta donde alcanzaba la vista, pues el caudal era tan vasto que ni siquiera resultaba posible atisbar la otra orilla. Únicamente se veía una desdibujada línea salpicada de islotes, islas y rocas, algunas fijas y otras a la deriva, y en una de estas últimas se hallaba la Fortaleza Negra del Averno.
En lo alto, unas nubes púrpura se arremolinaban como la lana alrededor del huso…
…y a sus pies yacía la Fortaleza Negra, que no tenía nada de fortificación tal y como podía ver Maddy, pues era un enorme cráter abastionado por unos salientes de hierro en cuyas paredes se abrían como bocas vociferantes miles y miles de galerías, cada una de las cuales estaba llena de puertas de barrotes, celdas, mazmorras, cámaras, huecos horadados para las escaleras, pasajes olvidados, grutas malsanas y húmedas, corredores inundados, recovecos cavernosos y colosales maquinarias de excavación, ya que el Averno es el cubil de todos los pensamientos malignos, los pavores refrenados, las neurosis, los crímenes de guerra y las ofensas contra todo cuanto simboliza la esperanza y el bien, razón por la cual constantemente ha de estar expandiendo su territorio, ahondando más y más en las oscuras entrañas del mundo hacia la inagotable veta madre de la repulsión.
Los sonidos de los artilugios del cráter parecían el runrún de un ejército de gigantes masticando piedras con los dientes, por encima del cual se oían las voces de un sinnúmero de muertos, que emitían un sonido muy semejante al martilleo de la forja de Jed Smith, pero infinitamente superior.
– Dioses, esto es mucho más de lo que imaginaba… -se lamentó Maddy.
– Ya, ni siquiera tu imaginación puede abarcar todo esto -repuso Loki al tiempo que metía las manos en los bolsillos-. Ahora, intenta hacerte una idea de lo que vieron mis ojos en los días posteriores al Ragnarók, y si visto desde aquí arriba te parece que tiene mal aspecto, deberías intentar ir más abajo, digamos unos mil y pico niveles. Créeme, ahí abajo las cosas empiezan a ponerse imaginativas de verdad…
– No te entiendo -admitió Maddy.
Pero daba la impresión de que Loki estaba buscando algo y cada vez con mayor ansiedad. Registró los nuevos bolsillos de su cinto y alrededor de las muñecas, y se puso a maldecir cuando no logró encontrar lo que buscaba.
– ¿Qué te ocurre? -inquirió ella-. ¿Qué has perdido?
Empero Loki ya volvió a esbozar una ancha sonrisa de alivio. Había rebuscado dentro de su camisa y acababa de sacar lo que parecía ser un reloj colgado de una cadena que llevaba alrededor del cuello.
– Esto es un reloj del Hel, pues aquí el tiempo no se rige por las pautas normales -le explicó-. Los minutos pueden equivaler a horas o incluso a días del mundo exterior, y debemos estar seguros de cuánto tiempo hemos estado.
La muchacha examinó el objeto con curiosidad. Tenía el aspecto de un pequeño reloj de bolsillo, aunque no se parecía a ninguno que hubiera visto antes. La esfera negra no tenía marcadas las horas y las manecillas rojas mostraban únicamente los minutos y los segundos. Detrás del cristal y la carátula plateada giraban y rodaban engranajes muy complejos.
– ¿Qué clase de reloj es ése? -preguntó Maddy.
– Un cronófago -respondió Loki con una gran sonrisa.
El ingenio ya había empezado la cuenta atrás. Ella se descubrió incapaz de apartar la vista de la marcación de los segundos por parte de las manecillas carmesíes.
– ¿De veras crees que Hel va a cumplir su palabra? ¿Qué le impide dejarnos aquí?
– Su palabra es lo que mantiene esto en equilibrio. Romperla equivaldría a abandonar su posición neutral y todo quedaría al borde del Caos, que es lo último que ella puede permitirse. Créeme, si ella dice que tenemos una hora…
Loki echó una ojeada de soslayo a la superficie del cronófago. La cuenta atrás indicaba ya cincuenta y nueve minutos.
Maddy le miró con manifiesta curiosidad.
– Pareces diferente -observó Maddy.
– Eso no importa -repuso él.
– Pero tanto tu rostro como tus ropas…
Ella se devanó los sesos para materializar en palabras lo que veía. Era como si contemplase el reflejo de Loki en unas aguas refulgentes. La imagen adquiría nitidez cada vez que ella la miraba y Loki continuaba siendo reconocible con su pelo rojizo y las cicatrices de los labios, pero era como si le hubiera dibujado un artista de otro mundo con una paleta de colores desconocida para la madre naturaleza.
– ¡Tu energía mágica…! -exclamó cuando de pronto cayó en la cuenta-. ¡Ya no está invertida!
– Es cierto -admitió él-. Eso se debe a que estoy aquí con mi verdadero aspecto y no con la forma que he de adoptar en el Supramundo.
– ¿Tu verdadero aspecto? -inquirió la muchacha.
– Mira, esto es el Averno -contestó Loki con impaciencia-. No es un lugar que pueda visitarse en persona. De hecho, mientras hablamos, nuestros cuerpos siguen a la espera de nuestro regreso en el Hel, sujetos a la vida por el más fino de los hilos, y me atrevería a sugerir que si deseamos reunimos con ellos…
– ¿Pretendes decir que esto…? -Maddy bajó los ojos para contemplarse y se quedó sorprendida al verificar que también ella ofrecía un aspecto diferente-. ¿Que esto no soy yo?
Ella llevaba el pelo suelto en vez de recogido en cómodas coletas y ahora vestía una cota de malla, tan corta que rozaba la desvergüenza, en vez de sus ropas de costumbre. No había restos de su chaqueta ni de la mochila.
– ¡Nuestras mochilas! -exclamó con súbito desmayo-. ¡El Susurrante!
Le había olvidado en los dominios de Hel, pero ahora la idea la aterraba. Maddy comprendió que no había sentido su llamada desde su encuentro con Hel en los yermos. Su compañero lo llevaba en aquel momento, pero no era capaz de recordar haberlo visto en ningún momento desde que entraron en los atrios de Hel.
Se giró hacia él, presa de una repentina sospecha.
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