Margaret Weis - El río de los muertos

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - El río de los muertos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El río de los muertos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El río de los muertos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una fuerza misteriosa tiene sometido a todo Krynn. Una joven, protegida por su regimiento de caballeros negros, invoca el poder de un dios desconocido para que su ejército salga victorioso de todas las batallas. Los espíritus de los muertos roban la magia a los vivos. La hembra de dragón Beryl amenaza con destruir la amada tierra de los elfos.
En medio del caos, un puñado de héroes valientes y generosos lucha contra un poder inmortal que parece desbaratar todos sus planes. La creciente oscuridad amenaza con sumergir en su negrura toda esperanza, toda fe, toda luz.
La guerra de los espíritus prosigue.

El río de los muertos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El río de los muertos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tasslehoff seguía argumentando, mientras esperaban en el umbral de la Torre, que ésa no era la que buscaban, que Goldmoon quería ir a la de Dalamar, a la Torre de la Alta Hechicería de Palanthas y, en consecuencia, no era la correcta.

—No vas a encontrar a nadie ahí dentro. —La voz de Tasslehoff empezaba a tener un timbre desesperado—. No encontrarás a Dalamar, y tampoco a Palin, dicho sea de paso. Y no es que haya alguna razón para pensar que Palin podría estar ahí —se apresuró a añadir—. No he visto a Palin hace muchísimo tiempo, desde que Beryl atacó la Ciudadela de la Luz. Él se marchó un día y yo me fui al siguiente. Él llevaba el ingenio mágico de viajar en el tiempo, sólo que lo perdió. Les lanzó piezas a los draconianos. El ingenio se ha perdido, se ha destruido. Ni señal de él por ninguna parte, así que no lo busques porque no lo encontrarás...

—Dalamar —sonó la voz de Goldmoon—. ¡Déjame pasar!

—Te lo estoy diciendo —insistió Tasslehoff—. Dalamar no se ene... ¡Ah, hola, Dalamar! —El kender se esforzó por parecer sorprendido—. ¿Qué haces en esta Torre extraña? — Tas guiñó un ojo varias veces al tiempo que señalaba a Goldmoon con la cabeza.

—Bienvenida, Goldmoon, sanadora, sacerdotisa de Mishakal —saludó gentilmente Dalamar, utilizando el antiguo título de la mujer—. Tu visita me honra.

Mientras hacía pasar a su invitada con la innata cortesía elfa, Dalamar susurró en un aparte:

—¡Majere! ¡No dejes escapar al kender!

Palin agarró a Tasslehoff, que se había quedado en el umbral. El mago humano iba a meterlo de un tirón en la Torre cuando se quedó muy desconcertado al ver a un gnomo plantado en la puerta. El gnomo tenía metidas las manos en los bolsillos y miraba en derredor. Aparentemente, por su expresión, no le gustaba mucho lo que veía.

—¿Quién eres? —preguntó Palin.

—Mi nombre, en la versión corta, es Acertijo. Vengo con ella. —El gnomo señaló a Goldmoon con un dedo mugriento—. Me robó el sumergible. Los sumergibles cuestan un montón de dinero. ¿Y quién va a pagarlo? Eso es lo que quiero saber. ¿Lo pagarás tú? ¿Por eso hemos venido aquí? —Acertijo levantó su pequeño puño—. Acero frío y duro, eso es lo que quiero, nada de material de hechiceros, como ojos de murciélago. —El gnomo aspiró por la nariz con gesto desdeñoso—. Tenemos toda una cámara llena de ésos. Una vez excluidos como bolas para cojinetes, ¿para qué sirven?

Sin aflojar los dedos con los que agarraba el cuello de la camisa de Tas, Palin arrastró al kender, que lanzaba patadas y se retorcía, al interior. Acertijo entró por propia voluntad; sus penetrantes ojillos abarcaron de un vistazo todo y descartaron todo de entrada.

Goldmoon no respondió a la bienvenida de Dalamar. Apenas miró a él y a Palin; sus ojos escudriñaron la Torre y se detuvieron en la escalera espiral que ascendía hacia la oscuridad. Recorrió con la mirada la estancia en la que se encontraban, y entonces sus ojos se desorbitaron. Su semblante, ya pálido, se tornó ceniciento.

—¿Qué es lo que percibo? —preguntó en voz baja y llena de temor—. ¿Quién está aquí?

Dalamar lanzó a Palin una mirada que significaba «te lo dije».

—Palin Majere y yo somos los únicos que nos encontramos aquí, sanadora —contestó.

Goldmoon miró a Palin y pareció que no lo reconocía, ya que de inmediato sus ojos pasaron sobre él, más allá de él.

—No —musitó—. Hay alguien más. Tengo que reunirme con alguien aquí.

Los ojos de Dalamar centellearon; acalló la sorprendida exclamación de Palin con una dura mirada.

—La persona que esperas no ha llegado aún. ¿Quieres esperar en la biblioteca, sanadora? La estancia está caldeada y hay ponche caliente y comida.

—¿Comida? —El gnomo se animó, pero un instante después recobró su aire sombrío—. No serán sesos de murciélago, ¿verdad? ¿O dedos de mono? No ingeriré comida de hechiceros. Se hace muy mal la digestión. Unas buenas cortezas de cerdo y té fuerte y oscuro. Eso es otra cosa.

—Ha sido estupendo verte de nuevo, Palin, y a ti también, Dalamar —intervino Tasslehoff mientras se retorcía para soltarse—. Ojalá pudiera quedarme a almorzar, porque los dedos de mono parecen un plato delicioso, pero tengo que continuar...

—Te conduciré a la biblioteca dentro de un momento, sanadora —dijo Dalamar—, pero antes he de acomodar a nuestros otros huéspedes. Si me disculpas...

Goldmoon no pareció oírlo, ya que siguió recorriendo con la mirada la Torre, buscando algo o a alguien. Su actitud era inquietante.

Dalamar se acercó a Palin y le dio un tirón de la manga.

—En cuanto a Tas...

—En cuanto a mí, ¿qué? —demandó el kender, mirando a Dalamar con recelo.

—¿Recuerdas lo que Mina te dijo, Majere? Sobre el ingenio.

—¿Quién dijo qué? —demandó Tas—. ¿Qué ingenio?

—Sí, lo recuerdo —contestó Palin.

—Llévalos a él y al gnomo a una de las habitaciones de estudiantes, en el ala norte. La primera del corredor servirá. Es un cuarto que no tiene chimenea —añadió el elfo en tono enfático—. Registra al kender, y cuando encuentres el ingenio, guárdalo a buen recaudo, por lo que más quieras. No vayas a tirar piezas por ahí. Ah, por cierto. Seguramente querrás quedarte escondido en esa ala del edificio. El huésped que esperamos no debería encontrarte aquí.

—¿Por qué es necesario andar con tantos misterios? —preguntó Palin, irritado por el tono petulante del elfo—. ¿Por qué no decirle simplemente a Goldmoon que la persona que viene a verla es su hija adoptiva, Mina?

—Humanos —dijo, desdeñoso, Dalamar—. Siempre ansiosos de soltar cuanto antes todo lo que sabéis. Los elfos conocemos bien el poder que tienen los secretos, sabemos el valor de guardar secretos.

—Pero ¿qué esperas sacar con...?

—No lo sé. —Dalamar se encogió de hombros—. Tal vez algo. Tal vez nada. Me contaste que las dos estuvieron muy unidas. Podría salir mucho del impacto de un encuentro inesperado, de la impresión al reconocerse. En tales circunstancias, la gente dice cosas que no tenía intención de decir, sobre todo los humanos, que tanto se dejan dominar por las emociones.

—Puede que Goldmoon parezca joven, pero sólo es una apariencia. Hablas con mucho desparpajo sobre la impresión que será para ella ver a la chiquilla a la que tanto amó, pero esa impresión podría resultar fatal. —La expresión de Palin se había endurecido—. Quiero estar presente.

—Demasiado peligroso... —empezó a decir el elfo, sacudiendo la cabeza.

—Puedes arreglarlo —insistió firmemente Palin—. Sé que tienes recursos.

Dalamar vaciló, y después accedió de mala gana.

—De acuerdo, si insistes. Pero la responsabilidad es enteramente tuya. Recuerda que la tal Mina te vio aunque te escondías detrás de una pared. Si te descubre, no podré hacer nada para salvarte.

—No contaba con ello —replicó, cortante, Palin.

—Entonces, reúnete con nosotros en la biblioteca una vez que tengas encerrados a esos dos. —Dalamar movió el pulgar señalando al kender y al gnomo.

El elfo oscuro se dio media vuelta y después se paró y miró hacia atrás.

—Por cierto, Majere. Supongo que se te habrá pasado por la cabeza la importancia de la presencia del gnomo, ¿verdad?

—¿El gnomo? —Palin estaba sorprendido—. No. ¿A qué...?

—Acuérdate de la historia de tu tío —dijo Dalamar, cuya voz era sombría.

Regresó junto a Goldmoon y la condujo escaleras arriba. Se mostraba gentil y encantador, como podía serlo cuando quería. La mujer lo siguió, moviéndose como si caminara en sueños, sin ser consciente de dónde se encontraba ni hacia dónde se dirigía. El cuerpo joven y hermoso caminaba y la llevaba consigo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El río de los muertos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El río de los muertos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El río de los muertos»

Обсуждение, отзывы о книге «El río de los muertos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x