"Si el núcleo de Muirio se escinde a ochenta quintillones de ergos por microgramo, lo que proporcionaría energía suficiente para acelerar rápidamente la T -veintidós hasta una velocidad superior a la de la luz, si no tenemos en cuenta la teórica limitación que impide superarla.
Gaines parecía vacilar.
– Es demasiada aceleración para la carga humana -observó-. El límite es de diez u once Gs, aun con un abdomen envasado a presión.
– Es un problema interesante -admitió el Cerebro-. Tal como la congelación lenta, unas cuantas Gs podrían quebrar y destruir la célula viva. Pero, por el contrario, unos cuantos millones de Gs, administrados ab initio y sin transición de baja a alta aceleración, podrían ser comparables a la congelación rápida que preserva las células vivas. Sin embargo a eso se reduce la analogía, pues el congelamiento inhibe el cambio celular y la gravedad en cambio, lo estimula. Observe usted el efecto de sólo una Gs en las plantas: hace que ciertas células vegetales se vayan acumulando lentamente hacia el cielo a fin de constituir el tallo y que otras se acumulen en dirección al centro de la tierra, formando la estructura del rizoma. Indudablemente, varios millones de Gs causarían transformaciones geotrópicas micro y macropatológicas impredictibles. Sólo puedo sugerirle que someta a varios conejillos de Indias a las condiciones del viaje antes de ensayarlo con seres humanos.
– Probablemente usted está en lo cierto. Instalaré una propulsión Muir, con el sistema de conversión adecuado, a ochenta millones de grados.
Así teminó la conversación. Gaines saludó al grupo con una reverencia y se retiró. Shey volvió hacia Haze-Gaunt su rostro entusiasta.
– Un ser notable, el Cerebro, ¿verdad?
– ¿Le parece? También yo podría hacer otro tanto si mezclara algunos informes de periódicos viejos con un poco de supuesta ciencia y de charlatanería. Me pregunto qué haría si yo lo interrogara sobre algún tema que sólo yo conozco. Mi pequeña mascota, por ejemplo.
Y acarició al simio encaramado a su hombro. Aunque no se había dirigido en realidad al Cerebro, éste replicó de inmediato con voz monocorde:
– La mascota de Su Excelencia parece ser un tarsero espectral.
– ¿Parece? Ya has perdido al vacilar.
– Sí, parece ser un Tarsius spectrum. Presenta ojos grandes, orejas largas y sensibles y los dedos prolongados que ayudan al tarsero a atrapar los insectos nocturnos. También tiene hocico pequeño y platirrino. Estructuralmente parece, como el tarsero espectral, más evolucionado que los lémures y menos que los monos, los antropoides y el hombre. Pero las apariencias engañan. El Tarsius es principalmente un cuadrúpedo arbóreo. Este animalillo puede bracear, como los primates; tiene pulgares prehensiles y es capaz de erguirse sobre los miembros traseros para cubrir distancias cortas.
– Todo eso es obvio para cualquier observador minucioso -replicó Haze-Gaunt-. Supongo que lo tomas por un fémur en mutación que evoluciona hacia los primates.
– Nada de eso.
– ¿No? ¿Pero sí por animal terrestre?
– Es muy probable.
El Canciller se aflojó en el asiento, mientras pellizcaba distraídamente las orejas de su mascota.
– En ese caso puedo enseñarle un par de cosas -dijo, con voz ominosamente fría-. Esta criatura fue rescatada de las ruinas de una nave cuyo origen, es casi seguro, era el espacio exterior. Es la prueba viviente de una raza en evolución, notablemente parecida a la nuestra.
Y agregó, volviéndose lánguidamente a Shey:
– Ya ve usted, este hombre no puede ayudarme. Es un fraude. Debería hacerlo matar.
– Sé del naufragio al que usted se refiere -intervino el Cerebro, siempre calmo-. A pesar de su funcionamiento extraño, desconocido aún en la Tierra, con la posible excepción del mecanismo que acabo de explicar a Gaines para el T-veintidós, hay otras pruebas que indican un origen terráqueo de esa nave.
– ¿Cuáles son esas pruebas? -preguntó Haze-Gaunt.
– Su mascota. No es un tarsioide evolucionado hacia el primate, sino una especie humana que ha degenerado hacia el tarsioide.
Haze .Gaunt no replicó palabra. Se limitó a acariciar la frágil cabeza del animalillo, que echaba temerosas miradas hacia el Cerebro por encima de su hombro.
– ¿De qué habla el Cerebro? -susurró Shey.
Haze-Gaunt, sin prestarle atención, bajó nuevamente la vista hacia el Cerebro.
– Como comprenderás -le dijo-, no puedo permitir que me contradigas sin pedirte explicaciones.
El tono de su voz se estaba tornando más áspero. El Cerebro respondió, sin apresurarse:
– Piense en la ballena y la marsopa. Parecen estar tan adaptadas a la vida en el mar como el tiburón, o quizá más que él. Sin embargo sabemos que no son peces, sino mamíferos, puesto que tienen sangre caliente y respiran aire. Por medio de tales remanentes evolucionarlos sabemos que sus antepasados conquistaron la tierra seca para regresar más tarde al agua. Lo mismo ocurre con su mascota. En otros tiempos sus antecesores fueron humanos, tal vez más que eso, y habitaron la Tierra… ¡Porqué habla inglés!
Haze-Gaunt apretó los labios hasta convertirlos en una delgada línea blanca. El Cerebro continuó sin pausa:
– Sólo habla cuando está a solas con usted, y entonces le ruega que no se vaya. Es todo cuanto dice.
Haze-Gaunt se volvió hacia Keiris sin girar la cabeza, preguntando:
– ¿Lo has oído, por casualidad? -No -mintió ella.
– Tal vez tienes algún extraordinario poder de síntesis de hechos -reconoció Haze-Gaunt, dirigiéndose al Cerebro-. Supongamos, por lo tanto, que te pregunto por qué esta bestezuela me niega que no me marche, si no tengo intenciones de abandonar el Imperio.
– Porque puede prever el futuro hasta ese punto -afirmó el Cerebro, con su voz monocorde.
Haze-Gaunt no dio señales de creerlo ni de rechazarlo; se frotó el labio inferior con el pulgar y contempló pensativamente al esclavo.
– No descarto la posibilidad de que seas un fraude. Sin embargo hay un asunto que me preocupa desde hace tiempo. Tal vez mi futuro y hasta mi vida dependan de la respuesta a esa pregunta. ¿Puedes decirme tanto la pregunta como su respuesta?
– ¡Oh, vamos, Bern! -protestó Shey- Después de todo…
Pero el Cerebro lo interrumpió a su vez:
– El gobierno de la América Imperial -entonó- querría lanzar un ataque sorpresivo a la Federación Oriental en un plazo de seis semanas. El Canciller desea saber si habrá factores desconocidos para él que le obliguen a postergar ese ataque.
Haze-Gaunt se inclinó hacia adelante, con el cuerpo en tensión. Shey ya no sonreía.
– Tal es la pregunta -admitió el Canciller-. ¿Y su respuesta?
– Existen en verdad factores que podrían requerir la postergación de ese ataque.
– ¿De verás? ¿Cuáles son?
– Uno de ellos me es desconocido. La respuesta depende de datos al presente ignorados.
– Conseguiré esos datos -dijo Haze-Gaunt, con interés creciente- ¿Qué te hace falta?
– Un análisis bien realizado de cierta sección de la carta estelar. Hace cuatro años la Estación Lunar comenzó a enviarme películas microfílmicas de ambos hemisferios celestes tomados por segundo exacto. Una de estas placas es de especial interés, y opino que lo que muestra puede tener importancia para las civilizaciones futuras. Debería ser inmediatamente analizada.
– ¿Importancia en qué sentido? -preguntó HazeGaunt.
– No lo sé.
– ¿Eh? ¿Por qué no?
– Su conciencia no puede profundizar en el subconsciente -explicó Shey , manoseando sus ricas vestiduras-. Sólo puede sacar a luz las impresiones del subconsciente.
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