Carl Sagan - Contacto

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Contacto: краткое содержание, описание и аннотация

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La novela trata sobre lo que podría ser el contacto con una cultura extraterrestre inteligente, sobre cómo se vería afectada la especie humana al conocer que no estamos solos en el universo, lo que sería un gran cambio en la historia de la humanidad. La protagonista, Eleanor
Arrowayw, dirige el proyecto Argus del SETI, dedicado a captar emisiones de radio provenientes del espacio.
Un día, sus radiotelescopios captan una señal compuesta por una serie de números primos, lo que se considera evidencia de una inteligencia extraterrestre. La señal, además, contiene instrucciones para construir una compleja máquina. Una vez construida, cinco tripulantes, incluida la propia Ellie, son transportados a través de varios agujeros de gusano (ellos creen que es por medio de agujeros negros) a un punto en el centro de la Vía Láctea, específicamente en la constelación de Lyra y en Vega donde se reúnen con extraterrestres que adoptan la forma de un ser querido para cada uno de ellos.
Al volver a la Tierra, descubren que su viaje apenas ha durado veinte minutos de tiempo real, y que no quedan pruebas grabadas, por lo que son acusados de fraude y sometidos a frecuentes interrogatorios.
En una especie de epílogo, Ellie actuando según una sugerencia de los emisores de la señal, trabaja en un programa para encontrar patrones ocultos en los decimales del número pi. Finalmente encuentra oculto en la representacion en base 11 un patrón especial en el que los números dejan de variar de forma aleatoria y comienzan a aparecer unos y ceros en una secuencia. La única forma de ocultar semejante mensaje en pi es que el propio creador del universo lo hubiera hecho. Por lo que Ellie empieza una nueva búsqueda análoga al SETI en el aparente ruido de los números irracionales. Esta parte de la trama fue completamente omitida en el film realizado sobre la novela.

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Primero se pensó realizar un funeral en la catedral de San Juan el Divino, de Nueva York, por ser la única iglesia del país de tamaño adecuado, pero la mujer de Drumlin ganó una pequeña victoria al lograr que se efectuara al aire libre, en Missoula (Montana), la ciudad natal de su marido. Las autoridades aceptaron la decisión porque Missoula les simplificaba los problemas vinculados con la seguridad.

A pesar de que Valerian no resultó herido con heridas graves, los médicos le aconsejaron no asistir el entierro; no obstante, desde un sillón de ruedas pronunció uno de los discursos de despedida. El genio de Drumlin, dijo Valerian, residía en saber qué preguntas debía formular. Había encarado escépticamente el problema de SETI, porque el escepticismo yacía en el corazón de la ciencia. Una vez que quedó claro que se estaba recibiendo un Mensaje, no hubo nadie más dedicado ni más imaginativo que él, para emprender la decodificación. En representación de la Presidenta, el subsecretario de Defensa Michael Kitz puso de relieve las cualidades de Drumlin, su calidez, la importancia que daba a los sentimientos de los demás, su inteligencia, su notable habilidad para los deportes. De no haber mediado ese cobarde y trágico atentado, Drumlin habría pasado a la historia como el primer norteamericano que llegó a otra estrella.

Ellie no quería ser uno de los oradores, le advirtió a Der Heer. Nada de entrevistas.

Quizás algunas fotos porque sabía lo importantes que eran las fotografías. No se tenía confianza como para decir lo que correspondía. Si bien durante años había oficiado de vocero de SETI, de Argos y luego del Mensaje y la Máquina, esto era distinto. Necesitaba tiempo para poner sus pensamientos en orden.

Estaba convencida de que Drumlin había muerto para salvarle la vida. Él advirtió la explosión antes que los demás, vio los cientos de kilos de erbio que se abalanzaban sobre ellos y, con sus rápidos reflejos, dio un salto para empujarla detrás de la columna.

Cuando Ellie le mencionó esa posibilidad a Der Heer, éste respondió:

— Lo más probable es que Drumlin haya saltado para salvar su propia vida, y tú estabas en el camino. — El comentario le resultó muy poco feliz. Al apercibir su desagrado, agregó Ken —: Lo que lo lanzó por el aire quizás haya sido la sacudida al chocar el erbio contra el andamiaje.

Sin embargo ella estaba absolutamente segura puesto que vio la preocupación de Drumlin por salvarle la vida. Y lo consiguió. Gracias a él, sólo tuvo rozaduras. A Valerian, que se hallaba en un lugar más resguardado, se le cayó encima una pared, que le quebró ambas piernas. Ellie había tenido suerte en más de un sentido, puesto que ni siquiera perdió el conocimiento.

Apenas comprendió lo que había pasado, el primer pensamiento de Ellie no fue dirigido a su antiguo profesor Drumlin, que acababa de sufrir una muerte horrible ante sus ojos; tampoco sintió asombro por el hecho de que Drumlin hubiese ofrendado su vida para salvarla ni pensó en los daños ocasionados a la Máquina. No. Con una marcada nitidez, lo que le pasó por la mente fue Voy a ir, van a tener que mandarme a mí, no puede ir nadie más que yo.

Al instante se arrepintió, pero ya era tarde. Se despreciaba a sí misma por el egoísmo puesto de manifiesto en tan lamentable situación. No importaba que Drumlin hubiese tenido en vida el mismo defecto, y le consternaba haberlo encontrado en ella, aunque sólo fuera por un momento. Cómo pudo planificar el futuro sin tomar en cuenta a nadie más que a su propia persona, se reprochó.

Cuando arribaron los investigadores al lugar del hecho, Ellie no fue con ellos muy comunicativa.

— Perdónenme, pero no es mucho lo que puedo aportar, íbamos caminando los tres por el andamiaje, cuando de pronto se produjo una explosión y todo salió volando. Siento no poder ayudarlos más.

A sus colegas les advirtió que no deseaba hablar del tema, y se recluyó en su departamento durante tanto tiempo, que fue preciso enviar a alguien a averiguar si le pasaba algo. Ellie trató de recordar hasta el más mínimo detalle del incidente. Procuró reconstruir la conversación que mantuvieran antes de ingresar en la zona de montaje, de qué habían hablado Drumlin y ella en aquel viaje a Missoula, qué impresión le había causado Drumlin cuando lo conoció al comenzar sus estudios superiores. Poco a poco se dio cuenta de que una parte de ella le había deseado la muerte, aun antes de que compitieran por el puesto de tripulante de la Máquina. Lo detestaba por haberla ridiculizado delante de sus compañeros de clase, por oponerse a Argos, por lo que le dijo apenas se reconstruyó la película de Hitler. Deseó que se muriera, y ya estaba muerto.

Según cierto razonamiento — que de inmediato le pareció rebuscado y falso —, podía considerarse culpable.

¿Habría estado él allí de no haber sido por ella? Por supuesto, se dijo. Cualquiera habría descubierto el Mensaje, y Drumlin, por decirlo de alguna manera, se habría metido igual. Pero acaso — y quizá por su propia negligencia científica —, ¿no lo había provocado ella para que se comprometiera más con el proyecto de la Máquina? Fue analizando punto por punto todas las posibilidades, dedicándoles mas atención a las más desagradables. Pensó en todos los hombres a quienes, por una razón u otra, había admirado. Drumlin, Valerian, Der Heer, Hadden… Joss, Jesse… ¿Staughton…? Su padre.

— ¿La doctora Arroway?

Ellie no tomó a mal que interrumpiera su meditación una mujer rubia y corpulenta, con un vestido de flores azules. La cara le resultaba familiar. Sobre su voluminoso busto, una tarjeta de identificación donde se leía: «H. Bork, Göteborg».

— Doctora, lamento el dolor que debe de sentir usted… y yo también. David me habló mucho de usted.

¡Pero claro! La legendaria Helga Bork, la compañera de buceo de Drumlin en aquellas insoportables sesiones de diapositivas. ¿Quién — se preguntó por vez primera — había tomado esas fotos? ¿O acaso los acompañaba siempre un fotógrafo en sus citas románticas subacuáticas?

— Me comentó el afecto que se tenían.

¿Qué me está diciendo esta mujer? ¿Drumlin no le habrá insinuado…? Se le llenaron los ojos de lágrimas.

— Discúlpeme, doctora Bork, pero no me siento bien.

Se alejó de prisa, con la cabeza gacha.

Le hubiera gustado estar con muchos de los asistentes al sepelio: Vaygay, Arkhangelsky, Gotsridze, Baruda, Yu, Xi, Devi. También con Abonneba Eda, cuyo nombre se mencionaba con insistencia como posible quinto tripulante. Sin embargo, no tenía ánimo para el trato social, y tampoco podría soportar reuniones largas. Además, no se tenía confianza. Si se atrevía a hablar, ¿en qué medida sus palabras servirían para beneficio del proyecto o para satisfacer sus propias necesidades? Todos la comprendieron. Al fin y al cabo, era ella la que había estado más cerca de Drumlin cuando la clavija de erbio le ocasionó la muerte.

Capítulo dieciséis — Los antepasados del ozono

El Dios que reconoce la ciencia debe ser un Dios de leyes universales exclusivamente, un Dios que se dedique a un negocio mayorista, no al por menor. Él no puede adaptar sus procesos a la conveniencia de cada individuo.

WILLIAM JAMES Las variedades de la experiencia religiosa (1902)

Desde una altitud de pocos cientos de kilómetros, la Tierra ocupa la mitad de nuestro cielo, y la franja azul que se extiende desde Mindanao hasta Bombay, que nuestros ojos pueden abarcar de una sola mirada, conmueve por su infinita belleza. Ése es mi mundo, piensa uno. Es el lugar de donde provengo, donde se encuentran todas las personas que conozco; allí es donde me crié, bajo ese exquisito e inexorable azul.

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