Carl Sagan - Contacto

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Contacto: краткое содержание, описание и аннотация

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La novela trata sobre lo que podría ser el contacto con una cultura extraterrestre inteligente, sobre cómo se vería afectada la especie humana al conocer que no estamos solos en el universo, lo que sería un gran cambio en la historia de la humanidad. La protagonista, Eleanor
Arrowayw, dirige el proyecto Argus del SETI, dedicado a captar emisiones de radio provenientes del espacio.
Un día, sus radiotelescopios captan una señal compuesta por una serie de números primos, lo que se considera evidencia de una inteligencia extraterrestre. La señal, además, contiene instrucciones para construir una compleja máquina. Una vez construida, cinco tripulantes, incluida la propia Ellie, son transportados a través de varios agujeros de gusano (ellos creen que es por medio de agujeros negros) a un punto en el centro de la Vía Láctea, específicamente en la constelación de Lyra y en Vega donde se reúnen con extraterrestres que adoptan la forma de un ser querido para cada uno de ellos.
Al volver a la Tierra, descubren que su viaje apenas ha durado veinte minutos de tiempo real, y que no quedan pruebas grabadas, por lo que son acusados de fraude y sometidos a frecuentes interrogatorios.
En una especie de epílogo, Ellie actuando según una sugerencia de los emisores de la señal, trabaja en un programa para encontrar patrones ocultos en los decimales del número pi. Finalmente encuentra oculto en la representacion en base 11 un patrón especial en el que los números dejan de variar de forma aleatoria y comienzan a aparecer unos y ceros en una secuencia. La única forma de ocultar semejante mensaje en pi es que el propio creador del universo lo hubiera hecho. Por lo que Ellie empieza una nueva búsqueda análoga al SETI en el aparente ruido de los números irracionales. Esta parte de la trama fue completamente omitida en el film realizado sobre la novela.

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— ¡Shhh! Estoy pensando — respondió Valerian —. Aplico una técnica de silenciación.

Procuro eliminar las distracciones de mi campo visual, y viene usted a interferir en mi espectro de audio. Si me pregunta por qué no me basta con mirar un papel en blanco, le contesto que el papel es demasiado pequeño, que seguiría percibiendo las cosas con mi visión periférica. De todos modos, lo que me planteaba era esto: ¿por qué seguimos recibiendo el mensaje de Hitler y las Olimpíadas? Han pasado años. A esta altura ya deberían haber recibido la transmisión de la coronación británica. ¿Por qué no hemos visto primeros planos del cetro real, y una voz que anuncie que se ha «coronado a Jorge VI por la gracia de Dios, rey de Inglaterra e Irlanda del Norte, y, emperador de la India»?

— ¿Estás seguro de que Vega se hallaba sobre Inglaterra cuando se efectuó la transmisión de la coronación? — preguntó Ellie.

— Sí; eso lo verificamos al poco tiempo de recibir la emisión de las Olimpíadas. Y la intensidad fue muy superior a la del episodio de Hitler. No me cabe duda de que se podría haber captado en Vega.

— ¿Temes que ellos no quieran que sepamos cuánto saben sobre nosotros?

— Están apresurados. — Valerian solía a veces emitir expresiones ambiguas.

— Lo más probable — conjeturó Ellie —, es que quieran hacernos recordar que saben sobre la existencia de Hitler.

— Eso no es muy distinto de lo que he dicho yo — sostuvo Valerian.

— Bueno, no perdamos el tiempo con fantasías — protestó Drumlin, a quien ponían muy impaciente las especulaciones respecto de los posibles móviles de los extraterrestres.

Para él, de nada valía esbozar teorías puesto que pronto habrían de conocer la verdad.

Propuso que todos se dedicaran de lleno al Mensaje, con sus datos precisos, abundantes, expuestos con maestría —. A ustedes dos les vendría muy bien tomar un poco de contacto con la realidad. ¿Por qué no vamos a la zona de montaje? Creo que ya se comenzó la integración de los sistemas con las clavijas de erbio.

El diseño geométrico de la Máquina era sencillo pero los detalles eran sumamente complejos. Las cinco butacas para los tripulantes se hallaban en el sector medio del dodecaedro. No había un lugar especial para comer, dormir, ni para las necesidades fisiológicas, pero sí se indicaba expresamente el máximo peso permitido para la tripulación y sus pertenencias. En la práctica, dicha limitación beneficiaba a las personas de baja estatura. Eso quería decir, en opinión de algunos, que cuando se la activara, la Máquina remontaría vuelo para ir a reunirse con algún vehículo espacial interestelar, en las proximidades de la Tierra. El único problema era que, mediante una minuciosa exploración óptica y con radar, no se hallaba el menor indicio de dicha nave. No parecía muy posible que a los extraterrestres se les hubiera pasado por alto algo tan humano como las necesidades fisiológicas. A lo mejor la Máquina no iba a ninguna parte sino que les haría algo a los tripulantes. En la cabina central no había instrumento alguno, nada con qué guiar la Máquina, ni siquiera una llave de encendido; sólo los cinco sillones orientados hacia adentro, para que cada tripulante pudiera observar a los demás.

Encima y debajo de la cabina, en la parte más angosta del dodecaedro, estaban los elementos orgánicos, con su intrincada y desconcertante arquitectura. En el interior de ese sector, aparentemente ubicadas al azar, se encontraban las clavijas de erbio, y por fuera se hallaban las tres cápsulas esféricas concéntricas, cada una de las cuales representaba una de las tres dimensiones físicas. Se suponía que las cápsulas colgaban por suspensión magnética puesto que la cartilla incluía un potente generador de campo magnético, y el espacio entre las cápsulas y el dodecaedro debía ser un riguroso vacío.

En el Mensaje no se nombraba ningún componente. Al erbio se lo identificaba como el átomo con sesenta y ocho protones y noventa y nueve neutrones. También se describían en forma numérica las diversas partes de la Máquina; por ejemplo, el Componente 31.

Fue así como a las cápsulas esféricas comenzó a denominárselas «benzels», por Gustav Benzel, un técnico checoslovaco que, en 1870, había inventado la calesita.

El diseño y la función de la Máquina eran incomprensibles; fue necesario apelar a nuevas tecnologías para fabricarla, pero estaba hecha de materia, la estructura podía representarse con diagramas, y ya era posible visualizar su formato final. Debido a todo eso, reinaba un notable optimismo en el plano tecnológico.

Drumlin, Valerian y Arroway debieron cumplir con los pasos de rutina para identificarse — exhibir credenciales, dejar huellas digitales y de voz —, y pudieron así acceder a la amplia playa de montaje. En ese momento, unas imponentes grúas colocaban las clavijas de erbio dentro de la matriz orgánica. De unas guías elevadas colgaban varios paneles pentagonales para revestir el dodecaedro. Si bien los soviéticos habían tenido algunas complicaciones, los subsistemas norteamericanos aprobaron todos los controles de calidad, y poco a poco se iba configurando la Máquina. «Esto va cobrando forma», pensó Ellie. Miró hacia el sitio donde se trabajaba con los benzels. Cuando estuviera terminada, la Máquina presentaría un aspecto exterior semejante al de las esferas armilares de los astrónomos renacentistas. ¿Qué hubiera pensado Johannes Kepler de todo eso?

Técnicos, funcionarios del gobierno y representantes del Consorcio Mundial se apiñaban en las vías circulares, instaladas a diversas alturas, en el edificio de montaje.

Mientras observaban el panorama, Valerian comentó que su mujer había recibido varias cartas de la Presidenta, pero que no quería contarle de qué se trataban.

Ya casi se había terminado de colocar las clavijas, y por primera vez se haría una prueba de la integración de los sistemas. Algunos opinaban que el dispositivo de monitoreo era un telescopio de gravedad. Cuando estaba por comenzar la prueba, se situaron del otro lado de una columna para poder ver mejor.

De pronto Drumlin salió volando por los aires. Todo parecía volar, como por efecto de un tornado. Al igual que en una película de cámara lenta, Drumlin se abalanzó sobre Ellie con los brazos abiertos, y la derribó al piso. «Después de tantos años», pensó ella, «¿ésta es la forma que elige para una proposición sexual?» Drumlin todavía tenía mucho que aprender.

Nunca se pudo determinar quién lo hizo. Numerosas organizaciones se adjudicaron públicamente la autoría del atentado; entre ellas, la Facción del Ejército Rojo, el Jihah islámico, la Fundación para la Fusión de la Energía — que había pasado a la clandestinidad —, los separatistas sikh, el Khmer Vert, el Renacimiento Afgano, el ala radicalizada de las Madres Contra la Máquina, la Iglesia de la Reunificación, Omega Siete, Los Milenaristas del Juicio Final (aunque Billy Jo Rankin negó toda relación con el hecho, aduciendo que se culpaba a las diversas religiones en un intento de desacreditar a Dios), El Catorce de Febrero, el Ejército Secreto del Kuomintang, la Liga Sionista, el Partido de Dios y el recientemente resucitado Ejército Simbionés de Liberación. La mayoría de esas organizaciones no contaban con los medios para haber perpetrado el sabotaje; pero lo largo de la lista daba la pauta de cómo se había extendido la oposición a la Máquina.

El Ku Klux Klan, el Partido Nazi Norteamericano, el Partido Nacionalsocialista Democrático y varios organismos de similares tendencias se abstuvieron de realizar declaraciones, y no se atribuyeron la responsabilidad. Una influyente minoría de sus integrantes tenía la convicción de que el Mensaje había sido enviado por Hitler mismo.

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