• Пожаловаться

Robert Silverberg: Por el tiempo

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg: Por el tiempo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Madrid, год выпуска: 1990, ISBN: 84-7813-064-0, издательство: Miraguano Ediciones, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Robert Silverberg Por el tiempo

Por el tiempo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Por el tiempo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una novela de atmósfera ciber-punk sobre los viajes por el tiempo, un tema apasionante que en este libro queda reflejado de una manera bastante decente, en especial todo lo relacionado con las paradojas espacio-temporales. Además, el libro nos aporta una minilección de historia sobre Constantinopla que ameniza la acción. En definitiva un libro agradable, entretenido y rápido de leer cuya única falta estribaría en algunas caracterizaciones de algunos personajes. Aparte de esto, solo mencionar lo deplorable de la edición española, plagada de errores tanto lingüísticos como de traducción. Aún así, es muy recomendable para todos aquellos amantes de los viajes temporales.

Robert Silverberg: другие книги автора


Кто написал Por el tiempo? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Por el tiempo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Por el tiempo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando me di cuenta de la actitud real de aquellos hombres, casi tuve ganas de llamar a la Patrulla Temporal, confesar mis crímenes y pedir que me suprimieran. Mi mente se encogió. Mi virilidad se me pegó al culo. Yo, que fornicaba con emperatrices, que seducía a las mujeres de la nobleza, que charlaba con los emperadores, yo, el último de los Ducas, yo, el brillante Guía, el igual a Metaxas, yo… no era, para aquellos Guías veteranos que me rodeaban, nada más que una masa andante de imbecilidad. Un excremento que andaba como un hombre. Es decir, una mierda.

53

Metaxas, que llevaba sin decir palabra quince minutos, opinó finalmente:

—Si los que tienen que partir están preparados, mandaré buscar un carro que les lleve a la ciudad.

Kolettis hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Todavía no hemos determinado las zonas en que tenemos que buscar. No nos llevará más que un minuto.

Por encima del mapa tuvo lugar una zumbante conversación. Decidieron que Kolettis cubriera el período 700-725, Plastiras el 1150-1175 y que yo inspeccionara los años 725-745. Pappas llevaba una escafandra especial y miraría en los años de la peste, 745-747, en caso de que Sauerabend hubiera aterrizado, accidentalmente, en aquel período prohibido.

Me quedé sorprendido de que confiasen en mí lo suficiente como para dejarme saltar solo; yo ya sabía lo que opinaban de mi persona. Pero supongo que se dijeron que llegados a aquel punto yo ya no podía hacer nada peor. Nos dirigimos a la ciudad en una de las carrozas de Metaxas. Cada uno de nosotros llevaba una reproducción —pequeña pero excepcionalmente fiel— de Conrad Sauerabend pintada en una placa de madera barnizada, obra de un artista bizantino contratado por Metaxas. El artista trabajó a partir de un holograma; me pregunté lo que pensaría.

Tras llegar a la ciudad nos dispersamos y saltamos uno por uno a las épocas que debíamos vigilar. Me materialicé en 725 y me di cuenta en el acto de la broma que me estaban gastando.

Era a comienzos de la iconoclastia, el momento en que el emperador León III denunció la adoración de las imágenes pintadas. En aquella época la mayor parte de los bizantinos eran fervientes iconólatras —adoradores de imágenes— y León intentó acabar con el culto a los iconos, primero hablando y advirtiendo en su contra, luego destruyendo una imagen de Cristo en la capilla del Chalke, la Casa de Bronce, ante el Gran Palacio. A continuación las cosas empeoraron; las imágenes y los fabricantes de imágenes fueron perseguidos y el hijo de León declaró, en una proclama, que “Toda imagen hecha en cualquier material mediante el satánico arte de los pintores deberá ser proscrita, retirada y expulsada de la Iglesia cristiana”.

Y yo tenía que ir de calle en calle, con un retrato de Conrad Sauerabend, preguntando a la gente si le había visto.

El retrato no era un icono exactamente. Mirándolo nadie podría tomar a Sauerabend por un santo. Pero con todo tuve mis líos.

—¿Ha visto a este hombre? —preguntaba sacando el dibujillo.

En el mercado.

En las termas.

En la escalinata de Santa Sofía.

Ante el Gran Palacio.

—¿Ha visto a este hombre?

En el Hipódromo durante un partido de polo.

En la distribución gratuita anual de pan y peces entre los pobres el 11 de mayo, ceremonia que celebraba el aniversario de la fundación de la ciudad.

Ante la iglesia de San Sergio y San Baco.

—Busco a este hombre.

La mitad de la veces ni siquiera podía sacar la pintura del todo. Pensaban que yo era un hombre que ocultaba un icono bajo la ropa y huían gritando:

—¡Iconólatra! ¡Adorador de imágenes!

—Pero si esto no es… Sólo busco… No se vayan a creer que la pintura es… ¡Eh, vuelvan!

Me echaron, me empujaron, me escupieron. Fui vapuleado por los guardias imperiales y mirado con insistencia por sacerdotes iconólatras. Me invitaron varias veces a sus reuniones secretas.

Pero no conseguí información alguna sobre Conrad Sauerabend.

Sin embargo, pese a todas las dificultades, siempre había alguien que miraba el retrato. Ninguno de ellos había visto a Sauerabend, aunque algunos pensaban haberse encontrado con un hombre parecido al del cuadro. Pasé dos días buscando a uno de aquellos eventuales sosias, pero la verdad es que cuando lo encontré no tenía el más mínimo parecido.

Seguí saltando de año en año. Espié grupos de turistas pensando que Sauerabend podría preferir encontrarse entre gente de su propia época.

Nada. Ni el menor indicio.

Finalmente, descorazonado, con los pies doloridos, volví a 1105. En casa de Metaxas no encontré más que a Pappas que parecía todavía más sucio y agotado que yo.

—Es inútil —dije—. No le encontraremos. Es como buscar… como buscar…

—Una aguja en un pajar de tiempo… —terminó Pappas.

54

Tenía derecho a un corto descanso antes de volver a la larga noche de 1204 y liberar a mi alter ego para que siguiera buscando. Tomé un baño, dormí, me eché dos o tres polvos con una esclava y medité profundamente en todo aquello. Volvió Kolettis: ni rastro. Volvió Plastiras: ni rastro. Descendieron por la línea para reintegrarse a sus trabajos como Guías. Gompers, Herschel y Metaxas, tomando vacaciones, llegaron y se pusieron a buscar a Sauerabend en el acto. Cuantos más Guías ayudaban peor me sentía.

Decidí consolarme en brazos de Pulcheria.

Quiero decir una cosa: puesto que estaba en la buena época y ya que Jud B no la vio, no veía razón alguna para que no fuese a reunirme con ella. Y, además, quedamos citados. Una de las últimas cosas que Pulcheria me dijo en la famosa noche fue: “Nos veremos dentro de dos días. ¿de acuerdo? Lo arreglaré todo”.

¿Cuándo lo dijo?

Según la base de 1105, al menos dos semanas atrás, me dije. Quizá tres.

Me tenía que enviar un recado a casa de Metaxas para decirme cuándo y cómo podríamos vernos de nuevo en secreto. Con todos los problemas que me había causado Sauerabend me olvidé. Corrí por toda la villa preguntando a los servidores de Metaxas y a su mayordomo si tenían algún recado para mí.

—No —dijeron— ningún mensaje.

—¿Estáis seguros? Espero un mensaje importante del palacio de los Ducas. De Pulcheria Ducas.

—¿De quién?

—Pulcheria Ducas.

—Ningún mensaje señor.

Me vestí lo más elegantemente que pude y cabalgué hasta Constantinopla ¿Me atrevería a presentarme en el palacio de los Ducas sin haber sido invitado? Sí me atreví. Mi falsa identidad de campesino palurdo justificaría un eventual ataque a la etiqueta.

Una vez ante el palacio de los Ducas llamé a los servidores y salió un viejo criado, el que me llevó a la habitación la noche en que Pulcheria se entregó a mí. Le sonreí de un modo amistoso pero él me devolvió una mirada impasible. Me ha olvidado, conjeturé.

—Saludo al señor León y a la dama Pulcheria; ¿podríais decirles que Jorge Markezinis de Epira está aquí y quedaría feliz si pudiera verles?

—¿Al señor León y a la dama…? —repitió el servidor.

—Pulcheria —dije—. Me conocen. Soy primo de Temístocles Metaxas y…—Dudé. Me sentía más idiota que de costumbre dándole todas aquellas referencias a un simple criado—. Ve a buscar al mayordomo —pedí secamente.

El criado desapareció.

Tras un buen rato un individuo de aspecto arrogante, vestido con el equivalente bizantino de una librea, salió y me examinó.

—¿Sí?

—Saludo al señor León y a la dama Pulcheria; ¿podríais anunciarles que…?

—¿Dama que?

—Dama Pulcheria, esposa de León Ducas. Soy Jorge Markezinis de Epira, primo de Temístocles Metaxas; estuve presente en la fiesta que dieron hace unas semanas…

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Por el tiempo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Por el tiempo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Gabriel Márquez: Vivir para contarla
Vivir para contarla
Gabriel Márquez
Carlos Fuentes: Instinto De Inez
Instinto De Inez
Carlos Fuentes
David Baldacci: Buena Suerte
Buena Suerte
David Baldacci
Daniel Pennac: Como una novela
Como una novela
Daniel Pennac
John Connolly: Los amantes
Los amantes
John Connolly
José Saramago: Levantado Del Suelo
Levantado Del Suelo
José Saramago
Отзывы о книге «Por el tiempo»

Обсуждение, отзывы о книге «Por el tiempo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.