Robert Silverberg - Muero por dentro
Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg - Muero por dentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1988, Издательство: Martínez Roca, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Muero por dentro
- Автор:
- Издательство:Martínez Roca
- Жанр:
- Год:1988
- Город:Barcelona
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Muero por dentro: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muero por dentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Nombrado para el premio Nebula a la mejor novela en 1972.
Nombrado para el premio Hugo a la mejor novela en 1973.
Nombrado para el premio Locus en 1973.
Muero por dentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muero por dentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Entre —le dice el guardia de seguridad.
¿Cushing? Un nombre muy apropiado para un decano. ¿Quién es él? Se]ig entra cojeando, se mueve con torpeza debido a las heridas, tiene la rodilla hinchada y le molesta. Frente a él, detrás de un lustroso y muy ordenado escritorio, está sentado un hombre de aspecto juvenil, hombros anchos, patillas bien afeitadas, el modelo del ejecutivo joven con un clásico traje oscuro. Lo primero en lo que piensa Selig es en las mutaciones que produce el paso del tiempo: siempre había considerado a los decanos como distinguidos símbolos de autoridad, necesariamente mayores o al menos de edad madura, pero aquí está el decano de la universidad que parece tener la misma edad que Selig. De pronto se da cuenta de que este decano no es sólo un contemporáneo anónimo, sino que efectivamente es un compañero de promoción. Ted Cushing, año 56, por aquel entonces una figura de cierta reputación, presidente de la promoción, estrella de fútbol y un estudiante de nivel 8, a quien Selig había conocido simplemente de vista. Selig siempre se sorprende cuando le recuerdan que ya no es joven, que ha llegado a una época en la que es su generación la que controla los mecanismos de poder.
—¿Ted? —dice de repente—. ¿Ahora eres decano, Ted? ¡Dios Santo, jamás me lo habría imaginadoj ¿Cuándo…?
—Siéntate, Dave —le dice Cushing con cortesía pero sin demostrar excesiva cordialidad—. ¿Te hicieron mucho daño?
—En el hospital me han dicho que no tengo nada roto, pero me encuentro bastante mal. —Mientras se acomoda en una silla señala las manchas de sangre de su ropa, las magulladuras en su cara. Hablar es un esfuerzo; las articulaciones de las mandíbulas le crujen—. ¡Oye, Ted, ha pasado mucho tiempo! Debe de hacer veinte años que no te veo. ¿Te acordabas de mi nombre, o me identificaron por los documentos que llevaba encima?
—Nos hemos encargado de pagar los gastos del hospital —dice Cushing, que parece no haber oído las palabras de Selig—. Si hay más gastos médicos también nos ocuparemos de eso. Si quieres, te doy la seguridad esa por escrito.
—Me basta con tu palabra. Y si te preocupa que presente cargos, o demande a la universidad, puedes estar tranquilo, no pienso hacer nada semejante. Los chicos son chicos, se dejan llevar un poco por sus sentimientos, pero…
—De hecho no nos preocupa demasiado si decides o no presentar cargos, Dave —dice Cushing con voz queda—. En realidad, la cuestión es si nosotros vamos a presentar cargos contra ti.
—¿Contra mí? ¿Por qué? ¿Porque tus jugadores de baloncesto me molieron a palos? ¿Por dañar sus valiosas manos en mi cara?
Intenta esbozar una sonrisa dolorosa. El rostro de Cushing permanece grave. Hay un instante de silencio. Selig trata de interpretar la broma de Cushing. Al no encontrarle ninguna razón de ser, decide aventurarse a hacer un sondeo. Pero choca contra una pared. De repente le da miedo ejercer presión; teme no poder abrirse paso.
—No entiendo qué quieres decir —dice por fin—. ¿Presentar cargos por qué?
—Por esto, Dave.—Por primera vez Selig se da cuenta del montón de hojas mecanografiadas que hay sobre el escritorio del decano—. ¿Los reconoces? Toma, echa un vistazo.
Selig pasa las hojas con tristeza. Son los trabajos, todos son obra suya. Odiseo como símbolo de la soc¿edad. Las novelas de Kafka. Esquilo y la tragedia aristotélica. Resignación y aceptación en la filosofía de Montaigne. Virgilio como mentor de Dante. Algunas tienen calificaciones: 8, 7, 8, 9 y comentarios al margen, casi todos favorables. Algunos están intactos, salvo por pequeñas manchas o borrones; éstos son los que iba a entregar cuando Lumumba le atacó. Con muchísimo esmero ordena el montón alineando los bordes de las hojas con precisión, y se lo devuelve a Cushing deslizándolos sobre el escritorio.
—De acuerdo —dice—. Me has atrapado.
—¿Tú has escrito eso?
—Sí.
—¿Por dinero?
—Sí.
—Eso es triste, Dave. Muy triste.
—Necesitaba ganarme la vida, a los ex alumnos no les dan becas.
—¿Cuánto te pagaban por estas cosas?
—Tres o cuatro dólares por hoja mecanografiada.
Cushing sacude la cabeza y dice:
—Debo reconocer que lo hacías muy bien. Debe de haber ocho o diez tipos que hacen el mismo trabajito aquí, pero sin duda tú eres el mejor.
—Gracias.
—Pero has tenido un cliente descontento, al menos. Le preguntamos a Lumumba por qué te golpeó. Dijo que te había contratado para que le hicieras un trabajo y lo que hiciste era algo pésimo, que le estafaste, y que luego no le quisiste devolver su dinero. A nuestro modo de ver y por nuestra cuenta, nos estamos ocupando de él, pero también debemos ocuparnos de ti. Hace mucho tiempo que estamos tratando de encontrarte Dave.
—¿De veras?
—En el último año hemos hecho circular fotocopias de tu trabajo por una docena de departamentos, advirtiéndole a la gente que prestara atención para descubrir tu máquina de escribir y tu estilo en los trabajos que recibían. No hubo mucha cooperación. A una gran cantidad de profesores no les importaba que los trabajos que recibían fueran falsos o no. Pero a nosotros sí nos importaba, Dave. Nos importaba mucho.
Cushing se inclina hacia adelante. Sus ojos, terriblemente serios buscan los de Selig. Selig aparta la vista, no puede soportar el calor de esos ojos escudriñadores.
—Comenzamos a acercarnos hace unas semanas —continúa Cushing—. Reunimos a un par de tus clientes y les amenazamos con la expulsión. Aunque nos dieron tu nombre, no sabían dónde vivías, y no teníamos forma de localizarte. Así que esperamos. Sabíamos que tenías que aparecer de nuevo para entregar los trabajos y buscar más. Luego recibimos un informe sobre un disturbio en los escalones de la Biblioteca Baja, unos jugadores de baloncesto que estaban golpeando a alguien, y te encontramos con una pila de trabajos sin entregar bajo el brazo, y ahí terminó todo. Te has quedado sin trabajo, Dave.
—Debería llamar a un abogado —dice Selig—. No debería permitirte que sigas adelante. Cuando me mostraste esos trabajos debí haber negado todo.
—No necesitas ser tan técnico con respecto a tus derechos.
—Necesitaré serlo cuando me lleves a los tribunales, Ted.
—No —dice Cushing—. No te vamos a poner un pleito, no a menos que te atrapemos escribiendo más trabajos. Por un lado, no nos interesa meterte en la cárcel y por otro no sé si lo que hiciste es un delito. Lo que en realidad queremos hacer es ayudarte. Estás enfermo, Dave. Que un hombre de tu inteligencia, de tus posibilidades, haya caído tan bajo, que haya terminado falsificando trabajos para chicos de la universidad es algo triste, Dave, muy triste. El decano Bellini, el decano Tompkins y yo mismo hemos estado discutiendo tu caso, y hemos decidido ofrecerte un plan de rehabilitación. Es posible que te encontremos trabajo en la universidad, a lo mejor como asistente de investigación. Hay muchos candidatos al doctorado que necesitan asistentes, y tenemos un pequeño fondo que podríamos utilizar para pagarte un sueldo, no mucho, pero por lo menos sería equivalente a lo que estabas ganando con esos trabajos. Y podríamos admitirte en el servicio de asesoramiento psicológico que hay aquí. Aunque no fue creado para ex alumnos, no veo por qué tenemos que ser tan rígidos con respecto a eso, Dave. Personalmente debo decir que me parece vergonzoso que un hombre de la promoción del cincuenta y seis esté metido en este tipo de líos, y aunque sólo sea por lealtad a nuestra promoción quiero hacer todo lo posible para ayudarte a que vuelvas al buen camino y a cumplir la promesa que hiciste cuando…
Cushing continúa divagando, adornando sus temas, dándole mil y una vuelta para decir siempre lo mismo, ofreciendo piedad sin censurar, prometiéndole ayuda a su compañero de promoción que sufre. Mientras Selig le escucha, pero sin prestarle mucha atención, descubre que la mente de Cushing está comenzando a abrirse para él. La pared que antes había separado sus conciencias, quizá un producto del temor y la fatiga de Selig, ha comenzado a desintegrarse. Ahora Selig puede percibir una imagen general de la mente de Cushing: es enérgica, fuerte, capaz, pero también convencional y limitada, una insensible mente republicana, una mente prosaica. En primer lugar se ve que dentro de ella no se encuentra su preocupación por Selig, sino la satisfacción consigo mismo: el brillo intenso surge de la conciencia que tiene Cushing de su afortunada posición en la vida, adornada por una casa de dos pisos en las afueras, una rubia y robusta esposa, tres hermosos hijos, un perro peludo, un Lincoln Continental nuevo y brillante. Al penetrar un poco más, Selig ve que es totalmente falsa la preocupación de Cushing por él. Detrás de esos ojos serios y de esa sincera y compasiva sonrisa que parece salir de lo más profundo, se esconde un gran desdén. Cushing lo desprecia. Cushing piensa que es inmoral, inútil, inservible, una deshonra para la humanidad en general y para la promoción del 56 de la universidad de Columbia en particular. Cushing le encuentra física y moralmente repugnante, le ve sucio e impuro, posiblemente sifilítico. Cushing sospecha que es homosexual. Cushing siente por él el desprecio de un miembro del cuerpo antidroga por un drogadicto. Para él es totalmente imposible de comprender por qué alguien que ha tenido la suerte de educarse en Columbia se dejaría caer en las degradaciones que Selig ha aceptado. La repugnancia de Cushing hace estremecer a Selig. ¿Soy tan despreciable, se pregunta, soy una basura tan grande?
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Muero por dentro»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muero por dentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Muero por dentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.