Pero, en todas esas categorías explicadas, descubrí algunos hombres que no podía explicar. ¿Primera clase? Sí, todos ellos comen en el Salón Ambrosía. ¿Viajantes de negocios? Quizá… pero según el primer ayudante del sobrecargo, los viajantes de negocios van en segunda clase, no tan ostentosa pero igual de confortable, y a mitad de coste.
Veamos: cuando Jerry Madsen me llevó al Agujero Negro con sus amigos, ahí estaba ese tipo solitario haciéndole la corte a su bebida en un rincón. A la mañana siguiente Jimmy López me llevó a nadar; el mismo tipo estaba en la piscina. En la sala de juegos estoy jugando una partida de cartas con Tom… mi sombra está haciendo un solitario en el rincón mas alejado.
Una o dos veces puede ser coincidencia… pero al cabo de tres días puedo estar segura de que, apenas salgo de la suite BB, alguien de entre cuatro hombres está en algún lugar a la vista. Normalmente permanece tan alejado de mí como lo permite la geometría del espacio… pero ahí está.
El señor Sikmaa me había hecho ver que llevaba «el más valioso cargamento jamás transportado». Pero no esperaba que considerara necesario mantener guardias a mi alrededor dentro de aquella nave. ¿Pensaba que alguien podía deslizarse junto a mí y robarme lo que llevaba detrás del ombligo?
¿O las sombras no procedían del señor Sikmaa? ¿Se había difundido el secreto antes de que yo abandonara la Tierra? El señor Sikmaa parecía profesionalmente cuidadoso… ¿pero qué decir de Mosby y su celosa secretaria? Simplemente no lo sabía… y no sabía lo suficiente de la política en El Reino como para hacer ninguna suposición.
Más tarde: las dos mujeres jóvenes formaban parte del ojo vigilante que estaba clavado sobre mí, pero sólo se me acercaban allá y cuando los hombres no podían hacerlo… los lavabos, los vestidores, la sauna para mujeres, etc. Nunca me molestaban, pero empezaban a hacerse pesadas. Pensé en que me alegraría entregar el paquete y poder disfrutar al fin completamente de ese maravilloso viaje. Afortunadamente, la mayor parte de él se produciría después de que abandonáramos El Reino. Frontera es un lugar tan helado (¡literalmente!) que no hay prevista ninguna excursión al planeta. Botany Bay se dice que es muy agradable, y debía verlo porque es un lugar al que más tarde puedo emigrar.
El Reino es descrito como rico y hermoso y deseo verlo como turista… pero nunca me trasladaré a él. Aunque es considerado como un lugar absolutamente bien gobernado, es una completa dictadura como el Imperio de Chicago… y ya tenía bastante de ello. Pero había otra razón más poderosa que me desanimaba de pedir un visado de inmigrante: sé demasiado acerca de él. Oficialmente no sé nada, pues el señor Sikmaa nunca lo ha admitido y yo no he preguntado… pero no voy a tentar mi suerte pidiendo vivir allí.
Intermedio es otro lugar que deseo ver pero donde no deseo vivir. Dos soles en su cielo son suficientes para convertirlo en algo especial… pero es el Papa-en-el-exilio lo que lo hace tan especial… para visitar, no para quedarse. ¡Es realmente cierto que allí celebran la misa en público! El capitán van Kooten lo afirma, y Jerry me dijo que él lo había visto con sus propios ojos y que yo podía verlo también… sin pagar entrada, sólo dando una amable y generosa contribución para las obras de caridad.
Estoy tentada de hacerlo. Realmente no es peligroso, y probablemente nunca tenga otra oportunidad como esa en toda mi vida.
Por supuesto, estudiaré tanto Halcyon como Fiddler’s Green. Cada uno de ellos debe ser algo extra-especial o de otro modo no exigirían tan altos precios para inmigrar… pero he de estudiar todos los aspectos, como en el caso de Edén; odiaría pedirle a Gloria que pagara una alta contribución para enviarme allí… y luego descubrir que odiaba el lugar.
Bosque se supone que no tiene nada atractivo para un turista — no hay diversiones —, pero quiero echarle una buena mirada. Es la colonia más reciente, por supuesto, aún en el estadio de las cabañas de troncos y totalmente dependiente de la Tierra y/o de El Reino para herramientas e instrumentos.
¿Pero no es este precisamente el estadio en que unirse a una colonia a fin de conseguir que todos los minutos sean alegremente emocionantes?
Jerry se limita a exhibir una expresión ácida al respecto. Me dice que le eche una buena mirada… y que aprenda por mí misma que la vida en los bosques primigenios ha sido muy sobreestimada.
No lo sé. Quizá pueda hacer uso del privilegio de la parada provisional; dejar esta nave y tomar una de sus hermanas cuando llegue al planeta dentro de unos meses. Debo preguntárselo al capitán.
Ayer pasaron un holo en el teatro Polvo de Estrellas que realmente deseaba ver, una comedia musical, El yanki en la corte del Rey Arturo y la reina Ginebra. Se suponía que era muy divertida, con romántica música de revival y llena de hermosos caballos y grandes decorados. Les di esquinazo a mis galantes caballeros y fui sola. O casi sola; no pude evitar a mis guardias.
El hombre — el «número tres» en mi calificación mental, aunque la lista de pasajeros decía que era «Howard J. Bullfinch, San Diego» — me siguió y se sentó directamente detrás de mí… cosa desacostumbrada, pues normalmente permanecía tan alejado de mí como le permitía el tamaño de la habitación. Quizá pensó que podía perder mi rastro cuando bajaran las luces; no lo sé. Su presencia a mis espaldas me distrajo. Cuando la reina clavó sus garras en el yanki y lo arrastró a su boudoir, en vez de estar atenta a la diversión que brotaba del holotanque, estaba intentando captar y analizar todos los olores que llegaban hasta mí… cosa no demasiado fácil en un teatro lleno.
Cuando acabó la obra y se encendieron las luces, alcancé el pasillo lateral al mismo tiempo que lo hacía mi sombra; me dejó pasar. Le sonreí y le di las gracias, luego me dirigí hacia la puerta delantera; él me siguió. Esa puerta conduce a una corta escalera, cuatro peldaños. Tropecé, caí hacia adelante, y él me sostuvo.
— ¡Gracias! — dije —. En agradecimiento, le invito al Bar Centauro a tomar una copa.
— ¡Oh, en absoluto!
— Oh, no puede negarse. Va a explicarme por qué me ha estado siguiendo todo el tiempo y por cuenta de quién lo ha hecho y algunas otras cosas.
Vaciló.
— Creo que se equivoca.
— En absoluto, Mac. Vayamos hacia allá tranquilamente… o va a tener que darle explicaciones al capitán.
Exhibió una curiosa sonrisa (¿o era cínica?).
— Sus palabras son aún más persuasivas por el simple hecho de que son erróneas.
Pero insisto en invitarla yo a usted.
— De acuerdo. Me lo debe. Y algo más aún.
Elegimos una mesa en un rincón donde no podíamos ser oídos por otros clientes…
aunque sabía que podíamos ser escuchados por un Oído. Pero, a bordo de una nave, ¿quién puede evitar un Oído? Yo no.
Nos sirvieron, luego dije casi silenciosamente:
— ¿Puede usted leer en los labios?
— No muy bien — admitió, en el mismo tono bajo.
— De acuerdo, entonces hable tan bajo como le sea posible, y esperemos que el ruido ambiental confunda a los Oídos. Mac, dígame una cosa: ¿Ha violado ya a algunas otras indefensas mujeres últimamente?
Se echó hacia atrás. No sé de nadie que sea golpeado tan bruscamente y no se eche hacia atrás. Pero pagó mi cortesía respetando mi cerebro y demostrándome que él tenía cerebro también. Respondió:
— Señorita Viernes, ¿cómo me ha reconocido?
— Por el olor — respondí —. Al principio por el olor; se sentó demasiado cerca de mí.
Luego, cuando abandonamos el teatro, lo forcé a una comprobación de voz. Y tropecé en las escaleras y lo obligué a tocarme. Eso fue todo. ¿Hay algún Oído enfocado en nosotros aquí?
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