Robert Heinlein - Viernes

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Viernes: краткое содержание, описание и аннотация

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Viernes es su nombre. Es una mujer. Y es un mensajero secreto. Está empleada por un hombre al que únicamente conoce como "Jefe". Operando desde y a través de una Tierra de un futuro próximo, en la cual Norteamérica ha sido balcanizada en docenas de estados independientes, en donde la cultura ha sido extrañamente vulgarizada y el caos es la norma feliz, se enfrenta a una sorprendente misión que la hace ir de un lado para otro bajo unas órdenes aparentemente absurdas. De Nueva Zelanda al Canadá, de uno a otro de los nuevos estados desunidos de América, mantiene ingeniosamente su equilibrio con rápidas y expeditivas soluciones, de una calamidad y embrollo a otro. Desesperada por la identidad y las relaciones humanas, nunca está segura si se halla un paso por delante, o un paso por detrás, del definitivo destino de la raza humana. Porque Viernes es una Persona Artificial… la mayor gloria de la ingeniería genética.
Una de las mejores obras de Heinlein, lo cual es lo mismo que decir una de las mejores de toda la ciencia ficción…

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Viernes, ¿qué debo hacer para convencerte de que eres única e inapreciable para esta organización? Con anticipación a los acontecimientos señalados como el Jueves Rojo…

— ¡Jefe! ¿Estamos nosotros en eso? — Me estremecí.

— ¿Qué te hace pensar en una idea tan obscena? No. Nuestro personal de inteligencia lo previó, en parte a partir de los datos que tú trajiste de Ele-Cinco… y empezamos a tomar disposiciones precautorias a su debido tiempo, según parecía. Pero los primeros ataques se produjeron antes de nuestras previsiones más pesimistas. Al comienzo del Jueves Rojo aún estábamos moviendo efectivos; fue necesario abrirnos camino por la frontera. Con sobornos, no por la fuerza. Los avisos de cambio de domicilio y de códigos de llamada salieron antes, pero no fue hasta que estuvimos aquí y nuestro centro de comunicaciones fue restablecido que me avisaron de que tú no habías enviado el acuse de recibo de rutina.

— ¡Por la maldita razón de que no recibí ninguna noticia de rutina!

— Por favor. Al saber que tú no habías enviado tu acuse de recibo, intenté llamarte a tu casa en Nueva Zelanda. Posiblemente sepas que ha habido una interrupción en el servicio del satélite…

— Lo he oído.

— Exactamente. Pudimos hacer la llamada aproximadamente unas treinta y dos horas más tarde. Hablé con la señorita Davidson, una mujer de unos cuarenta años, de rasgos más bien angulosos. ¿La esposa mayor de tu grupo-S?

— Sí. Anita. Lord Alto Ejecutor y Lord Alto Todo lo Demás.

— Esa es la impresión que recibí. Recibí también la impresión de que habías sido declarada persona non grata.

— Estoy segura de que fue más que una impresión. Adelante, Jefe; ¿qué dijo de mí el viejo murciélago?

— Casi nada. Habías abandonado de repente la familia. No, no habías dejado ninguna dirección ni código. No, no iba a aceptar ningún mensaje para ti y retenerlo por si llamabas. Estoy muy ocupada; Marjorie nos ha dejado con un lío terrible. Adiós.

— Jefe, ella tenía tu dirección en el Imperio. También tenía la dirección en Luna City del Ceres & South África porque yo le efectuaba los pagos mensuales a través de él.

— Entiendo la situación. Mi representante en Nueva Zelanda — ¡la primera vez que oía que tenía alguno! — obtuvo para mí la dirección comercial del marido mayor de tu grupo-S, Brian Davidson. Fue más educado y colaboró un poco más. Por él supimos qué lanzadera habías tomado desde Christchurch, y eso nos llevó a la lista de pasajeros del semibalístico que tomaste de Auckland hasta Winnipeg. Allí te perdimos brevemente, hasta que mi agente allí estableció que habías abandonado el puerto en compañía del capitán del semibalístico. Cuando conseguimos comunicarnos con él, con el capitán Tormey, se mostró dispuesto a colaborar, pero tú te habías ido. Me complace poder decirte que pudimos devolverle al capitán Tormey el favor. Pudimos decirle que él y su esposa estaban a punto de ser detenidos por la policía local.

— ¡Por los clavos de Cristo! ¿Por qué?

— La acusación nominal es alojar a un enemigo extranjero y alojar a un súbdito no registrado del Imperio durante una emergencia declarada. De hecho la oficina de Winnipeg de la policía provincial no está interesada ni en ti ni en el doctor Perreault; eso es una excusa para arrestar a los Tormey. Son buscados por acusaciones mucho más serias que no se hallan registradas. Falta un tal teniente Melvin Dickey. El único rastro de él es un informe verbal hecho por él cuando abandonó el cuartel general de la policía de que iba al domicilio del capitán Tormey para arrestar al doctor Perreault. Se sospecha juego sucio.

— ¡Pero no hay ninguna prueba contra Jan e Ian! Contra los Tormey.

— No, no la hay. Es por eso por lo que la policía provincial pretendía detenerlos bajo una acusación menor. Hay más. El VMA del teniente Dickey se estrelló cerca de Fargo, en el Imperio. Estaba vacío. La policía se muestra muy ansiosa por investigar los restos en busca de huellas dactilares. Posiblemente esto es lo que están haciendo en estos momentos, puesto que hace aproximadamente una hora un boletín de noticias informó de que la frontera entre el Imperio de Chicago y el Canadá Británico había sido abierta.

— ¡Oh, Dios mío!

— Tranquilízate. En los controles de ese VMA había por supuesto huellas dactilares que no eran del teniente Dickey. Se correspondían con las huellas del capitán Tormey registradas en los archivos de las Líneas Aéreas ANZAC. Observa que he utilizado el pasado; eran sus huellas; ya no lo son. Viernes, aunque he considerado prudente trasladar nuestra sede de operaciones fuera del Imperio, tras tantos años sigo teniendo contactos allí. Y agentes. Y pasados favores que pueden serme devueltos. No hay ahora ninguna huella que se corresponda con las del capitán Tormey en esos restos, pero hay huellas de las más diversas procedencias, vivas y muertas.

— Jefe, ¿puedo besar tus pies?

— Contén tu lengua. No hice esto para frustrar a la policía britocanadiense. Mi agente de campo en Winnipeg es un psicólogo clínico además de poseer nuestro habitual entrenamiento. Su opinión profesional es que o bien el capitán Tormey o su esposa pudieron matarlo en defensa propia, pero por supuesto debieron producirse condiciones extremas para que cualquiera de ellos matara a un policía. El doctor Perreault es descrito como menos dispuesto todavía a adoptar soluciones violentas.

— Yo lo maté.

— Eso es lo que supuse. Ninguna otra explicación encajaba con los datos. ¿Quieres que hablemos de ello? ¿Me concierne de algún modo?

— Oh, quizá no. Excepto que sí te concierne desde el momento en que borraste esas huellas dactilares. Lo maté porque estaba amenazando a Janet, Janet Tormey, con una pistola. Simplemente hubiera podido inutilizarlo; tuve tiempo de darle un buen puñetazo.

Pero deseaba matarlo, y lo hice.

— Me hubiera sentido, y me sentiré, muy decepcionado si alguna vez simplemente hieres a un policía. Un policía herido es más peligroso que un león herido. He reconstruido los hechos tal como los has descrito excepto que he asumido que estabas protegiendo al doctor Perreault… puesto que parecías encontrar en él a un aceptable marido sustituto.

— Lo es, por supuesto. Pero fue ese loco estúpido amenazando la vida de Janet lo que me hizo saltar. Jefe, hasta que ocurrió no me di cuenta de cuánto quería a Janet. No sabía que pudiera querer tan intensamente a una mujer. Sabes más que yo como estoy diseñada, o al menos así lo has dado a entender. ¿Tan mezcladas están mis glándulas?

— Sé bastante sobre tu diseño, pero no voy a discutirlo contigo; no tienes ninguna necesidad de saberlo. Tus glándulas no están más mezcladas que las de cualquier otro ser humano sano… específicamente, no tienes un cromosoma Y redundante. Todos los seres humanos normales tienen soi-disant glándulas mezcladas. La raza está dividida en dos partes: aquellos que lo saben y aquellos que no lo saben. Dejemos esta estúpida charla; es propia de los genios.

— Oh, así que ahora soy un genio. Muchas gracias, Jefe.

— De nada. Eres un supergenio, pero estás a mucha distancia de darte cuenta de tu potencial. Los genios y los supergenios siempre crean sus propias reglas en sexo y en todo lo demás; no aceptan las costumbres de mono de sus inferiores. Volvamos a nuestros asuntos. ¿Es posible que ese cuerpo sea encontrado?

— Apostaría todo mi dinero en contra.

— ¿Hay algún problema en discutirlo conmigo?

— Oh, creo que no.

— Entonces no necesito saberlo, y supongo que los Tormey podrán volver tranquilamente a su casa tan pronto como la policía llegue a la conclusión de que no pueden establecer corpus delicti. Aunque el corpus delicti no requiere un cadáver, es enormemente difícil establecer una acusación de asesinato y mantenerla sin ninguno. Si son arrestados, un buen abogado puede tener a los Tormey fuera en cinco minutos… y tienen un muy buen abogado, puedo asegurártelo. Quizá te alegre saber que tú les ayudaste a escapar del país.

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