No soy la única persona que haya viajado por el tiempo. Fort dio una lista de demasiados casos que no pueden ser explicados de otra manera, y lo mismo Ambrose Bierce. Y hubo aquellas dos damas de los jardines del Trianón. Y tengo el presentimiento de que también el doctor Twitchell cerró aquel interruptor más veces de las que quiso admitir… sin decir nada de otros que pudieron haberlo aprendido en el pasado o en el futuro. Pero dudo que tenga grandes consecuencias. En mi caso solamente lo saben tres personas, y dos de ellas no lo creen. No se puede hacer mucho si se viaja por el tiempo. Como dijo Fort, solamente se hacen ferrocarriles cuando ha llegado la hora de los ferrocarriles.
Pero no me es posible sacarme a Leonard Vincent de la cabeza. ¿Fue Leonardo da Vinci? ¿Se las arregló para pasar a través del continente y regresó con Colón? La enciclopedia dice que su vida fue de tal manera, pero a lo mejor la había revisado. Yo sé como son esas cosas: he tenido que hacerlo un poco yo mismo. En la Italia del siglo XV no tenían números de seguridad social, cartas de identidad ni huellas digitales: podía haberlo conseguido.
Pero pensando en él, apartado de todo aquello a que estaba acostumbrado, consciente del vuelo, de la potencia, de un millón de cosas más, intentando desesperadamente representarlas para que pudiesen hacerlas; pero condenado al fracaso sencillamente porque no es posible hacer las cosas que hacemos hoy sin siglos de arte anterior en los cuales basarnos.
Fue más fácil para Tántalo.
He estado pensando en lo que podría hacerse con el viaje por el tiempo, si fuese desclasificado, haciendo pequeños saltos, montando maquinaria para regresar, llevándose consigo los componentes. Pero algún día saltaría uno una vez en exceso, y no podría regresar porque no era la hora del «ferrocarril». Algo muy sencillo, como una aleación especial, te haría fracasar. Y es verdaderamente un riesgo espantoso no saber en qué dirección se va. Imaginemos que sería ir a parar a la corte de Enrique VIII con un cargamento de cajas subflexoras destinadas al siglo XXV. Más valdría quedarse encalmado en las latitudes de calma chicha.
No; no se debe nunca poner en el mercado un aparato hasta que se han superado todas las dificultades.
Pero no me preocupan las «paradojas» ni «determinar anacronismos»: si un ingeniero del siglo XIII soluciona en realidad las dificultades y consigue instalar estaciones de transferencia y comercio, será porque el Arquitecto lía diseñado así el universo. Nos dio ojos, dos manos, un cerebro; cualquier cosa que hagamos con ellos no puede ser una «paradoja». No necesita entremetidos que «impongan» sus leyes; se imponen por sí mismas. No existen los milagros, y la palabra «anacronismo» no es sino un vacío semántico. ~
Pero la filosofía no me preocupa a mi más de lo que preocupa a
Pet. Este mundo me gusta, sea cual fuere la verdad acerca de él. He encontrado mi Puerta al Verano, y no volvería a viajar por el tiempo por miedo a equivocarme de estación. Quizá mi hijo viaje, pero en tal caso le instaré para que vaya hacia delante, y no hacia — atrás. «Atrás» es para casos de apuro; el futuro es mejor que el pasado; a pesar de los lloraduelos, los románticos y los antiintelectuales, el mundo se hace cada vez mejor porque la mente humana, aplicándose, lo mejora. Con manos… con herramientas… con intuición, ciencia e ingeniería.
La mayor parte de ésos que quitan importancia a todo son incapaces de clavar un clavo y de utilizar la regla de cálculo. Me gustaría invitarles a la jaula del doctor Twitchell y devolverlos al siglo XII y dejarles que lo disfrutasen.
Pero no estoy furioso con nadie, y me gusta el ahora. Salvo que Pet se está haciendo viejo y engordando algo, y que no se siente inclinado a elegir oponentes más jóvenes; muy pronto tendrá que tomar el Sueño Demasiado largo. Deseo de todo corazón que su pequeña alma valiente encuentre su Puerta al Verano, donde abunden los campos de calentamiento y las gatas sean complacientes, y los competidores robot estén diseñados de modo que peleen furiosamente pero pierdan siempre, y las gentes tengan regazos y manos —cariñosas contra los cuales rascarse, pero nunca pies que den patadas.
Ricky también está engordando, pero es por una razón temporal y más feliz. No ha hecho sino embellecerla todavía más, y su dulce y eterno ¡sí! no ha variado; aunque no le resulta cómodo.
He estado trabajando con dispositivos que le faciliten las cosas. No resulta muy cómodo ser mujer; se debería hacer algo, y estoy convencido de que pueden hacerse algunas cosas. Hay la cuestión del agacharse, y también los dolores de espalda —estoy trabajando en ello, y le he construido una cama hidráulica que pienso patentar. También debería ser más fácil entrar y salir de una bañera. Pero no he resuelto eso todavía…
Para el viejo Pet he construido un «Cuarto de baño gatuno» automático, que se llena por si solo, sanitario e inodoro, para uso durante el mal tiempo. No obstante, Pet, como es un gato de verdad, prefiere salir afuera, y no ha abandonado nunca su convicción de que si pruebas todas las puertas, por fuerza tiene que haber una que sea la Puerta al Verano.
Y la verdad es que creo que tiene razón.
FIN