Se sentía ahogado dentro de su traje.
— Un mes — insistió Selene—. Había pasado media Tierra cuando llegaste, y ahora ha vuelto a pasar media Tierra. — Señaló la brillante curva de la Tierra en el cielo meridional.
— Bueno, pero espera. Aquí fuera no soy tan valiente como abajo. ¿Qué pasa si me caigo?
—¿Qué quieres que pase? La gravedad es escasa para ti, la pendiente es suave, tu traje es fuerte y resistente. Si te caes, limítate a resbalar y a rodar. Es casi más divertido que andar.
Denison miró en torno suyo con suspicacia. La Luna aparecía muy hermosa a la fría luz de la Tierra. Era negra v blanca; un blanco tenue y delicado en comparación con el viaje de inspección a las baterías solares que se extendían de un lado a otro del horizonte a lo largo del Mare Imbrium. Y el negro también era algo más suave, por la falta del fuerte contraste del verdadero día. Las estrellas brillaban con intensidad y la Tierra (la Tierra) parecía infinitamente atractiva con sus remolinos de blanco sobre azul, y alguna que otra estría parda.
— De acuerdo — dijo—, pero, ¿te importa si me apoyo en ti?
— De acuerdo. — Denison se sentó cuidadosamente, con un gruñido. Optó por colocarse de cara al Norte, de espaldas a la Tierra—. ¡Mira esas estrellas!
Selene estaba sentada frente a él. Podía verle la cara vagamente, a través de la visera, cuando la luz de la Tierra la iluminaba desde cierto ángulo.
—¿No veis las estrellas desde la Tierra
— No así. Incluso cuando no hay nubes, el aire que rodea la Tierra absorbe algo de luz. Las diferencias de temperatura en la atmósfera las hace titilar, y las luces de las ciudades, aunque estén distantes, las extinguen.
— Suena triste.
—¿Te gusta estar aquí, Selene? ¿En la superficie?
— No es que me entusiasme, pero tampoco me disgusta, de vez en cuando. Claro que forma parte de mi trabajo traer aquí a los turistas.
— Y ahora tienes que hacerlo por mí.
—¿Es que no puedo convencerte de que no es en absoluto lo mismo, Ben? Para los turistas hay una ruta prefijada. Es muy monótona, muy poco interesante. No creerás que vamos a traerles a esta pendiente, ¿verdad? Esto es para los selenitas… y para los inmis. En realidad, para éstos en especial.
— No puede ser un sitio muy popular. Estamos completamente solos.
— Verás, hay días en que es distinto. Tendrías que ver este lugar los días de las carreras. Pero quizá no te gustaría.
— No estoy seguro de que me guste ahora. Resbalar debe ser un deporte casi exclusivo de los inmis.
— Sí. A los selenitas no suele gustarles la superficie.
—¿Y qué me dices del doctor Neville?
—¿Te refieres a si le gusta la superficie?
— Sí.
— Francamente, no creo que haya estado nunca aquí. Es un auténtico hombre de ciudad. ¿Por qué lo preguntas?
— Porque cuando pedí permiso para ir con la inspección de rutina de las baterías solares, accedió en seguida, pero él no quiso acompañarme. Creo que expresé mi deseo de que viniera para tener a alguien que contestara mis preguntas, si se me ocurría alguna, y su negativa fue categórica.
— Espero que hayas encontrado a alguien que contestara tus preguntas.
—¡Oh, sí! Ahora que lo pienso, era un inmi como yo. Quizá esto explica la actitud del doctor Neville respecto a la Bomba de Electrones.
—¿Qué quieres decir?
— Verás… — Denison se apoyó sobre los codos y levantó alternativamente las piernas, mirando muy divertido cómo subían y caían con lentitud—. ¡Eh, esto no está mal! Verás, Selene…, lo que quiero decir es que Neville está tan ansioso por instalar una Estación de la Bomba en la Luna que parece olvidar la efectividad de las baterías solares. En la Tierra no podríamos usarlas, porque el sol no es nunca tan infalible, tan prolongado, tan brillante, tan radiante en todas las longitudes de onda. No hay un solo cuerpo planetario en el sistema solar, de cualquier tamaño, que sea más apropiado que la Luna para el uso de las baterías. Incluso Mercurio es demasiado caliente. Pero es cierto que su uso os ata a la superficie, y si la superficie no os gusta…
Selene se levantó de improviso y declaró:
— Bueno, Ben, ya has descansado bastarte. ¡Arriba! ¡Arriba!
El obedeció torpemente y dijo:
— En cambio, una Estación de la Bomba significaría que ningún selenita tendría que salir a la superficie, a menos que lo deseara.
— Vamos a subir un poco más, Ben. Iremos hasta aquella cresta. ¿la ves, donde la luz de la Tierra traza una línea horizontal?
Ascendieron aquel trozo final en silencio. Denison se fijó en una cuesta más suave que dejaban a un lado; una ancha franja que, a fuerza de ser transitada, apenas si tenía polvo.
— Aquello es demasiado resbaladizo para un principiante — dijo Selene, como respuesta a sus pensamientos—. No te sientas tan atrevido o pronto vas a pedirme que te enseñe el salto del canguro.
Practicó aquel salto mientras hablaba y dio media vuelta en el aire para alunizar de cara a él.
— Ya hemos llegado. Siéntate y ajustaré…
Denison se sentó y contempló la pendiente con expresión dubitativa.
—¿De verdad podéis deslizaros por aquí?
— Claro que sí. La gravedad es menor en la Luna que en la Tierra, de modo que rozas el suelo con mucha menos fuerza, lo cual implica menos fricción. Todo es más resbaladizo en la Luna que en la Tierra; éste es el motivo de que los pavimentos de nuestros corredores y viviendas te parezcan mal acabados. ¿Te gustaría oír mi pequeña conferencia sobre el tema? ¿La que doy a los turistas?
— No, Selene.
— Además, naturalmente, vamos a usar deslizadores.
Llevaba en la mano un pequeño cartucho al que iban enganchados unas chapas y un par de tubos delgados.
—¿Qué es esto? — preguntó Ben.
— Una pequeña provisión de gas líquido. Emitirá un chorro de vapor debajo de tus botas. La fina capa de gas entre las botas y el suelo reducirá la fricción prácticamente a cero. Te moverás como en el aire.
Denison objetó con aprensión:
— Lo desapruebe. Es un despilfarro usar el gas para estas cosas en la Luna.
— Vamos, Ben. ¿Qué clase de gas te imaginas que usamos para deslizarnos? ¿Bióxido de carbono? ¿Oxígeno? Este gas no vale nada. Es argón, que el suelo de la Luna produce a toneladas, formado por billones de años de descomposición del potasio-40. Esto también forma parte de mi conferencia, Ben… El argón sólo tiene escasas aplicaciones en la Luna. Podríamos usado para deslizarnos durante un millón de años sin agotarlo… Muy bien. Ya tienes colocados los deslizadores. Ahora espera a que me ponga los míos.
—¿Cómo funcionan?
— Es enteramente automático. En cuanto empieces a deslizarte, se disparará el contacto y saldrá el vapor. Tu provisión sólo dura unos minutos, pero ya es bastante.
Selene se levantó y le ayudó a él a hacer lo propio.
— Ponte de cara a la pendiente. Vamos, Ben, es una pendiente suave. Mírala, parece plana.
— No, a mí no me lo parece — se defendió Denison—. Tiene el aspecto de un acantilado.
— Tonterías. Ahora escúchame y recuerda bien o que te diga. Mantén los pies separados unos quince centímetros, y uno de ellos un poco más adelantado que el otro. Puedes adelantar cualquiera de los dos. Dobla las rodillas. No te apoyes en el viento porque no hay viento. No intentes mirar arriba ni atrás, pero si quieres puedes mirar hacia los lados. `¿ lo principal: cuando llegues a la llanura, no quieras detenerte demasiado pronto, porque irás a más velocidad de la que crees. Limítate a esperar que se acabe el gas del deslizador y entonces la fricción te irá frenando lentamente.
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