— De una manera negativa, sí. ¿Por qué ha de ser sólo el parauniverso el que pueda iniciar una Estación de la Bomba? ¿Por qué no nosotros?
— Según tengo entendido nos faltan los conocimientos necesarios para tomar la iniciativa.
— Y continuaremos sin esos conocimientos mientras esté prohibida la investigación en este sentido.
—¿Está prohibida? — preguntó Denison, algo sorprendido.
— En efecto. Si al trabajo necesario para adquirir esos conocimientos no se le conceden las prioridades indispensables, en el protón sincrotón o en cualquiera de las grandes instalaciones (todas controladas por la Tierra y todas bajo la influencia de Hallam), la investigación puede considerarse efectivamente prohibida.
Denison se restregó los ojos.
— Creo que tendré que volver a dormir dentro de poco rato. Lo siento, no he querido darle la impresión de que me está aburriendo. Pero, dígame: ¿tan importante es la Bomba de Electrones para la Luna? Las baterías solares son eficaces y suficientes.
— Nos hacen depender del sol, doctor. Nos atan a la superficie.
— Siendo así… Pero, según su opinión, ¿por qué Hallam se opone a este proyecto, doctor Neville?
— Usted lo sabe mejor que yo, si le conoce en persona. Prefiere que el público en general no se entere de que la creación de la Bomba de Electrones es exclusivamente obra de los parahombres y de que nosotros sólo somos sus criados. Y en caso de que en la Luna nosotros avancemos hasta el punto de saber con exactitud lo que estamos haciendo, el nacimiento de la verdadera tecnología de la Bomba de Electrones se deberá a nosotros, no a él.
Denison interrogó:
—¿Por qué me cuenta todo esto?
— Para no perder tiempo. Solemos dar la bienvenida a los físicos que llegan de la Tierra. Nos sentimos muy aislados en la Luna, víctimas de una política terrestre hostil a nosotros, y un físico puede sernos útil, aunque sólo sea para darnos la sensación de un menor aislamiento. Un físico — inmigrante es aún más útil, y nos gusta explicarle la situación y animarle a que trabaje con nosotros. Siento que, después de todo, usted no sea físico.
— Pero Yo no he dicho que lo sea objetó Denison, con impaciencia.
— Y sin embargo, quiere ver el sincrotón. ¿Por qué?
—¿Le preocupa realmente? Mi querido amigo, permítame que se lo explique. Mi carrera científica fue abortada en sus comienzos. He decidido buscar alguna forma de rehabilitación, algún nuevo significado para mi vida, tan lejos de Hallam como fuera posible…, lo cual me ha traído a la Luna. Estudié para radioquímico, pero este hecho no me ha paralizado hasta el punto de no profundizar en otros campos de la ciencia. La parafísica es la ciencia de la actualidad y yo he hecho lo posible para adentrarme en ella, con la convicción de que me ofrecerá la mejor esperanza de rehabilitación.
— Comprendo — asintió Neville, con evidente escepticismo.
— A propósito, ya que ha mencionado la Bomba de Electrones… ¿Ha oído usted algo acerca de las teorías de Peter Lamont?
Neville miró con fijeza a su interlocutor.
— No, creo que no he oído hablar de ese hombre.
— Claro, no es famoso. Y probablemente no lo será nunca; en gran parte por la misma razón que no lo se yo. Se cruzó con Hallam… Su nombre circuló no hace mucho y he estado pensando en él. Ha sido un `nodo de ocuparme durante el insomnio de esta noche. — Y bostezó.
Neville preguntó, impaciente
—¿Y qué, doctor? ¿Qué hay de ese hombre? ¿Cómo se llama?
— Peter Lamont. Tiene unas ideas muy interesantes sobre la parateoría. Sostiene que con el uso continuado de la Bomba, la fuerte interacción nuclear se intensificará gradualmente en el espacio del sistema solar, que el sol se irá calentando más y que en un punto crucial sufrirá un cambio de fase que producirá un:, explosión.
—¡Tonterías! ¿Se imagina usted el cambio, a una escala cósmica, que puede producir cualquier utilización ce la Bomba a escala humana? Aun teniendo en cuenta que su educación en física no es completa, no ha de resultarle difícil comprender que la Bomba no puede causar un cambio apreciable en las condiciones generales del universo durante toda la existencia del sistema solar.
—¿Lo cree usted así?
— Naturalmente. ¿Usted no?
— No estoy seguro. Lamont está esgrimiendo un arma personal. Le conozco poco, pero me dio la impresión de ser un hombre muy reconcentrado y emocional. Considerando lo que le ha hecho Hallara, es probable que le impulse una irresistible cólera.
Neville frunció el ceño. Inquirió
—¿Está seguro de que odia a Hallara?
— Soy un experto en la materia.
—¿No se le ocurre pensar que la circulación de esta clase de duda (que la Bomba es peligrosa) podría ser utilizada como otro argumento para que la Luna no instale Estaciones propias?
—¿A costa de crear una alarma y desazón universales? Por supuesto que no. Esto sería como romper nueces con explosiones nucleares. No, estoy con — vencido de que Lamont es sincero. De hecho, de;panera un poco vaga, yo también tuve una vez ideas similares.
— Porque a usted también le impulsa el odio hacia Hallara.
— Yo no soy Lamont. Me imagino que no reacciono del mismo modo que él. Tenía la esperanza de poder investigar el asunto en la Luna, lejos de la afluencia de Hallan y de la impresionabilidad de Lamont.
—¿Aquí en la Luna?
— Aquí en la Luna. Pensé que tal vez se me permitiría utilizar el sincrotón.
—¿Esta es la razón por la cual está interesado en él?
Denison asintió.
Neville dijo:
—¿De verdad cree que podrá usar el sincrotón?
Está enterado de la enorme acumulación de peticiones como la suya?
— Pensaba poder lograr la cooperación de algunos científicos lunares.
Neville meneó la cabeza, riendo.
— Tenemos casi las mismas posibilidades que usted… No obstante, le diré lo que podemos hacer. Hemos montado laboratorios propios. Le haremos sitio; quizá incluso podamos conseguirle algunos pequeños instrumentos. No sé si nuestra ayuda le será útil, pero por lo menos podría estar haciendo algo.
—¿Cree que dispondría de algún medio para hacer observaciones útiles acerca de la parateoría?
— Supongo que eso dependería, en parte, de su habilidad. ¿Espera probar las teorías de ese hombre, de Lamont?
— O rebatirlas, tal vez.
— Las rebatirá. No tengo dudas al respecto.
Denison añadió
—¿Queda claro, verdad, que no tengo el título de físico? ¿Por qué me ofrece un puesto de trabajo con tanta facilidad?
— Porque viene de la Tierra. Ya le he dicho que valoramos esta circunstancia, y quizá el hecho de que sea un físico autodidacta resultará de un valor adicional. Selene responde de usted, un factor al que acaso yo conceda más importancia de la debida. Además, todos somos víctimas en manos de Hallam. Si desea rehabilitarse, le ayudaremos.
— Perdone si le parezco cínico. ¿Qué espera sacar de esto? y
— Su ayuda. Hay cierta incomprensión entre los científicos de la Tierra y los de la Luna. Usted es un terrestre que ha venido a la Luna voluntaria mente y podría servir de puente entre nosotros para beneficio de todos. Ya ha entrado en contacto con el nuevo Comisionado, y es posible que, al tiempo que usted se rehabilita, nos rehabilite a nosotros.
—¿Se refiere a que si lo que hago debilita la influencia de Hallam, estaré beneficiando a la ciencia lunar?
— Todo lo que haga nos será útil… Y ahora, tal vez sea mejor que le deje dormir un poco más. Venga a verme dentro de dos días y me encargaré de colocarle en un laboratorio. Y también — añadió, mirando en torno suyo— de buscarle una vivienda más cómoda.
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