— Puede ser cierto — dijo Denison—. No lo sé.
— Puede ser cierto — repitió Gottstein, pensativo—. Si lo es, ¿no se le ocurre que esto puede ser un inconveniente para su propósito? Haga lo que hada, los hombres pueden decir y pensar que ha sido realizado a través de la estructura científica lunar. Usted, personalmente, podría ganar muy poca celebridad, por valiosos que fueran los resultados que presentase. Lo cual, por supuesto, sería una injusticia.
— Estoy cansado de esta carrera por la celebridad, Comisionado Gottstein. Yo quiero algún interés en la vida, más interés del que puedo encontrar como vicepresidente de los Depilatorios Ultrasónicos. Lo encontraré si vuelvo a dedicarme a la ciencia. Si consigo algo valioso a mis propios ojos, estaré satisfecho.
— Digamos, pues, que Yo lo consideraría insuficiente. Sus méritos han de ser reconocidos, y seria muy posible para mí, como Comisionado, presentar los hechos a la comunidad terrestre de modo que usted recibiera lo que le pertenece. Estoy seguro de que es usted lo bastante humano para querer lo que le pertenece.
— Muy bondadoso por su parte.; Y a cambio?
— Muy cínico por la suya. Pero tiene razón. A cambio, necesito su ayuda. El Comisionado saliente, señor Montes, no conoce con exactitud las vertientes de la investigación científica que se está realizando en la Luna. La comunicación entre los pueblos de la Tierra y la Luna no es perfecta, y el esfuerzo coordinado de ambos mundos resultaría muy beneficioso para todos. Es comprensible que exista la desconfianza, supongo, pero si usted puede hacer algo que elimine esta desconfianza, será tan valioso para nosotros como lo serían sus descubrimientos científicos.
— Seguramente, Comisionado, no se imaginará usted que soy el hombre ideal para convencer a los selenitas de la bondad y la justicia de la ciencia terrestre.
— No debe usted confundir a un científico vengativo con la totalidad de los habitantes de la Tierra, doctor Denison. Planteémoslo de la siguiente manera: yo le agradecería que me tuviese al corriente de sus descubrimientos científicos para que pueda ayudarle a obtener su justa parte del mérito; y con el fin de comprender sus descubrimientos en todo su valor (recuerde que no soy un científico profesional), sería conveniente que usted me los explicase en el contexto del actual estado de la ciencia en la Luna. ¿De acuerdo?
Denison contestó:
— Me pide algo muy difícil. Los resultados preliminares, revelados prematuramente, ya sea por descuido o por un exceso de entusiasmo, pueden perjudicar en grado sumo una reputación. Detestaría hablar de algo a alguien antes de estar seguro del terreno que piso. Mi anterior experiencia con el comité del que usted formaba parte, me aconseja ser precavido.
— Lo comprendo perfectamente — declaró Gottstein, con tono sincero—. Dejo a su discreción el momento apropiado para informarme… Pero ya le he retenido demasiado y me temo que usted necesite dormir.
Era una despedida. Denison se fue y Gottstein le siguió con la mirada pensativa.
Denison abrió la puerta con la mano. Había un contacto que la hubiese abierto automáticamente, pero como acababa de despertarse, no pudo encontrarlo.
El hombre de cabellos negros, cuyo ceño parecía fruncido sin estarlo, preguntó
— Lo siento. ¿Llego demasiado temprano?
Denison repitió la última palabra para tener tiempo de comprender la situación.
—¿Temprano? No, yo… creo que me despierto tarde.
— Le llamé. Concertamos una cita.
Y entonces Denison se acordó.
— Sí. Usted es el doctor Neville.
— El mismo. ¿Puedo entrar?
Cruzó el umbral al tiempo que lo preguntaba. La habitación de Denison era pequeña y la cama ocupaba la mayor parte de su extensión. El ventilador funcionaba en silencio.
Neville dijo, con superflua cortesía:
— Espero que haya dormido bien.
Denison echó una mirada a su pijama y se pasó una mano por los cabellos en desorden.
— No — repuso, bruscamente—. He pasado una noche abominable. ¿Puedo pedirle que me disculpe mientras me pongo algo más presentable?
— Por supuesto. ¿Le gustaría que entretanto prepare el desayuno? Tal vez usted no esté familiarizado con los instrumentos.
— Sería un gran favor — dijo Denison.
Apareció veinte minutos después, bañado y afeitado. con pantalones y una camiseta. Observó:
— Espero no haber estropeado la ducha. El agua ha dejado de salir y no ha vuelto a funcionar.
— El agua está racionada. Recibe una cierta cantidad. Esto es la Luna, doctor. Me he tomado la libertad de preparar huevos revueltos y sopa caliente para los dos.
— Huevos revueltos…
— Nosotros lo llamamos así. Los terrestres no le darían este nombre, me imagino.
—¡Oh! — exclamó Denison.
Y se sentó con muy poco entusiasmo ante una mezcla amarilla y pastosa que debían ser los huevos revueltos. Intentó no hacer ninguna mueca cuando tomó el primer bocado, y después lo tragó con valentía y volvió a colmar el tenedor.
— Se acostumbrará con el tiempo — dijo Neville—. Es altamente nutritivo. Le advierto que el gran contenido en proteínas y la escasa gravedad disminuirán su necesidad de comer.
— Tanto mejor — comentó Denison, carraspeando.
Neville dijo
— Selene me ha dicho que proyecta quedarse en la Luna.
— Tal era mi intención — repuso Denison, después de lo cual se restregó los ojos—. Pero he pasado una noche terrible, y esto pone a prueba mi resolución.
—¿Cuántas veces se ha caído de la cama?
— Dos. Veo que es algo corriente.
— Para los terrestres, es una situación invariable. Despierto. puede aprender a caminar siempre que recuerde la gravedad de la Luna. Dormido, se mueve como lo haría en la Tierra. Menos mal que caerse no es doloroso cuando la gravedad es poco densa.
— La segunda vez he dormido un rato en el suelo antes de despertarme No recordaba haberme caído. ¿Qué diablos puedo hacer?
— No descuidar sus exámenes periódicos del corazón v de la tensión arterial, vara asegurarse de que el cambio de gravedad no le está perjudicando demasiado.
— Ya me lo han advertido — dijo Denison, un poco de mal talante—. De hecho, ya me han dado horas fijas para el mes próximo. Y píldoras.
— Bueno, dentro de una semana ya lo habrá superado — observó Neville, como descartando algo trivial—. Y necesitará ropa adecuada. Estos pantalones no le sirven y esta prenda fina no tiene ninguna utilidad.
— Supongo que habrá algún lugar donde pueda comprar ropa.
— Naturalmente. Si logra que le acompañe cuando no tenga trabajo, Selene le ayudará con gusto, estoy seguro. Me ha dicho que es usted una buena persona, doctor.
— Celebro que piense así.
Denison, después de tragar una cucharada de sopa, la miró como preguntándose qué podía hacer con el resto. Con gesto sombrío, continuó la tarea de engullirla.
— Cree que usted es físico, pero estoy convencido de que se equivoca.
— Estudié para ser radioquímico.
— Tampoco ha trabajado como tal durante mucho tiempo, doctor. Es posible que estemos separados de la Tierra, pero no estamos tan lejos. Usted es una de las víctimas de Hallam.
—¿Tantas hay que habla de ellas en grupo?
—¿Por qué no? La Luna entera es una de las víctimas de Hallan.
—¿La Luna?
— En cierto modo.
— No le comprendo.
— En la Luna no tenemos Estaciones de la Bomba de Electrones. No se ha establecido ninguna porque no ha habido cooperación con el parauniverso. No han aceptado las muestras de tungsteno.
— Seguramente, doctor Neville, usted no pretenderá insinuar que esto es obra de Hallam.
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