James BeauSeigneur - Los actos de Dios

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Los actos de Dios: краткое содержание, описание и аннотация

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Tras las catástrofes que diezmaron a la población mundial, esta se encuentra dividida entre los seguidores del nuevo Mesías y los fundamentalistas que parecen no entender que la humanidad se encuentra en un nuevo paso evolutivo. Pero todo lo que hasta ese momento se ha desvelado como cierto es en realidad una profunda decepción que impulsará inexorablemente a la comunidad internacional a enfrentarse al mayor reto de la historia: el Apocalipsis, la batalla final entre el bien y el mal, una batalla que todavía no ha sido escrita…

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«Christopher y la Nueva Era predican que la Humanidad se encuentra al borde de un gran avance evolutivo. Pero ¿dónde está la prueba? ¿Han dejado las personas de odiarse unas a otras? ¿Han cesado los celos y la envidia? Y del crimen mejor no hablar, porque son ya tan pocas cosas las que se consideran crímenes hoy en día. Salvo las peores ofensas, los delitos han sido todos legalizados o han pasado a ser considerados una cuestión de elección personal. Los parques de las grandes ciudades son escenarios donde se practican el nudismo y el sexo sin importar cómo ni con quién. No hay límites, sexo con niños, incluso el bestialismo es común y se considera normal. Y lo que ahora llaman arte de performance tiene como meta principal revolver hasta a los estómagos a prueba de bombas.

»Los que no participan vuelven la mirada hacia otro lado, ignorando cuanto les rodea, y han acabado por ser inmunes a la depravación. Las que antes eran clasificadas como sórdidas películas X, ahora se emiten en televisión a todas horas y en pleno día. El aborto se considera poco más que un medio de control de natalidad. Las drogas, ahora legales y al alcance de cualquiera, son consumidas regularmente por más de un treinta por ciento de la población. La gente ha caído en la glotonería, y sacia todos sus apetitos.

»Dígame, señor Hawthorne, ¿han sido eliminados el orgullo, la avaricia y el egoísmo cuando la Humanidad se encuentra ya preparada para entrar en la Nueva Era? ¿De verdad han descendido tanto el asesinato y la violencia? ¿Es ésa la razón de que los medios rara vez se hagan eco de este tipo de casos? ¿O es que, más bien, están tan al orden del día que han perdido todo interés mediático? Y los poderes psíquicos que Christopher ha identificado como señales de la llegada de la Nueva Era, ¿se emplean para ayudar a otros? ¿O se utilizan casi exclusivamente para beneficio personal de quienes los detentan?

Rosen meneó la cabeza.

– Dejada a su libre albedrío, sin el influjo de Dios, resulta absolutamente asombroso el nivel de degradación y vicio al que se ha llegado en la Tierra. ¿Es todo ello la evidencia que debería de convencernos de que la humanidad está lista para la divinidad o, por el contrario, viene a demostrar que estamos todos perdidos sin un Dios que ama y perdona? -Rosen no esperó a recibir una respuesta-. Dios sabía -continuó- que sólo cuando todo vaya mal se darán cuenta algunas personas de esa necesidad y se volverán hacia él. Los que lo han hecho son aquellos a los que usted llama fundamentalistas.

»Pero creo que puede que hubiera otra razón para el Rapto -añadió Rosen-. Admito que no conocía a muchos cristianos antes del Rapto, pero dadas las enormes diferencias que existían entre ellos, sospecho que de haberlos dejado aquí, muchos estarían desperdiciando su energía en polemizar sobre leyes eclesiásticas y doctrinas triviales en lugar de hacer llegar su voz a los extraviados.

»En cuanto a nuestras tácticas, que según usted nos convierten en fanáticos chiflados, he de decir en nuestra defensa que hacer que la gente haga frente a sus pecados y llamarles al arrepentimiento no difiere mucho de lo que Jesús hizo en la parábola de la samaritana. [25]

– Todo esto es muy entretenido -le interrumpió Decker con una risa forzada-. Pero sé lo que le ocurrió a mi familia y no tiene nada que ver con tus fantasías religiosas. -Entonces, y aunque estaba convencido de que era una pérdida de tiempo, intentó razonar con Rosen-. ¿No ves lo que has hecho? -insistió-. Te sientes culpable por lo que les hiciste a tus padres y te has inventado toda esta historia absurda para autoconvencerte de que tus padres no murieron en realidad y no tener así que cargar con la culpa.

Scott Rosen no parecía estar en disposición de entrar en razón.

– Hablaremos después -dijo, y sin más explicación, se levantó para marcharse.

– ¡Estás enfermo! -gritó Decker mientras Rosen cerraba la puerta tras él.

8

SOBRE LA FE Y LOS HECHOS

Al poco de marcharse Rosen, regresó el carcelero con una fregona. Echó un vistazo al agua derramada y sacudió la cabeza.

– Entiendo que no haya podido evitar golpear a Scott, pero ¿hacía falta ponerlo todo perdido de agua? -preguntó.

– Lo siento -dijo Decker. Era sincero, algo sí que lo sentía. Ya fuera porque se había quedado a gusto después de pegarle a Rosen o por la amabilidad y sentido del humor del carcelero, el caso era que Decker se dio cuenta de que empezaba a sentir cierta simpatía hacia aquel hombre. Recordó la conversación que habían mantenido esa misma mañana sobre el maná y sonrió-. ¿Canelones de maná? -rió.

El carcelero, que estaba fregando el suelo, se detuvo.

– ¿Así que le apetecen?

Decker sonrió y afirmó con la cabeza.

– ¿De verdad tienen una receta para eso?

El carcelero meneó la cabeza. Luego, después de recapacitar unos instantes apoyado en la fregona, añadió:

– Pues no sé por qué no iba a dar con ella. Es más, me pondré a ello después de servirle el almuerzo. Puede que incluso pueda tenérsela lista para la cena. -La idea hizo que el carcelero sonriera para sí-. Le apuesto lo que quiera a que sería todo un éxito en este lugar.

Después de almorzar, Decker acercó una de las sillas hasta la ventana, para observar las idas y venidas en torno a la cabaña. No había mucho más que hacer, y aunque podía haber llamado al carcelero para charlar, resistió la tentación, pensando que era mejor no intimar demasiado con nadie. Quién sabe quién podía resultar herido si se presentaba la oportunidad de escapar. Y no podía permitirse el lujo de que su apego hacia el carcelero interfiriera en sus planes.

Decker empezó a cavilar sobre si en realidad había alguna posibilidad de escape. Presumiendo que Rosen no quisiera solamente hablar con él, tal y como decía, sólo se le ocurrían otras dos posibilidades: o bien Rosen confiaba en conseguir convertirle -después de lo cual lo matarían para que no pudiera cambiar de opinión después-, o bien tenía pensado utilizarle de alguna forma para sabotear los planes de Christopher. Decker estaba atrapado en todo un dilema. Aparentar que lo habían convencido y que creía lo que Rosen decía era un arma de doble filo. O bien conseguía así su libertad, o bien su sentencia de muerte. A decir verdad, no eran más que burdas hipótesis. Había una remota posibilidad de que pudiera engañar a Rosen el tiempo suficiente como para conseguir que lo mataran; embaucarle y que éste le dejara en libertad era impensable.

Mientras miraba por la ventana fue cayendo en la cuenta de que parecía haber muchos más KDP que el día anterior. Era imposible saberlo con seguridad, la zona que alcanzaba a ver era demasiado reducida. Podía ser que ese día hubiese más KDP en esta parte del campamento, o podía tratarse de otra cosa.

* * *

Eran las dos y media cuando Rosen regresó. Decker sonrió para sus adentros cuando vio que llevaba un ojo amoratado y la mejilla hinchada. Colgando del hombro llevaba una bolsa de cuero, que apoyó en el suelo, junto a la puerta.

– ¿Ha ido alguna vez a clase de religión comparativa, señor Hawthorne? -preguntó Rosen.

Decker no contestó, pero tampoco pareció que Rosen buscara una respuesta.

– De haberlo hecho, habría salido del curso con conocimientos básicos sobre las enseñanzas, ceremonias y tradiciones de cada religión, y puede que también algo familiarizado con las culturas que las engendraron. Sin embargo, no tendría forma de saber cuáles, de haberlas, están en lo cierto y cuáles no. Es más, lo más probable es que saliera de clase con la clarividente conclusión de que, mientras ninguna de las religiones es del todo cierta, todas valen en tanto en cuanto proporcionan consuelo y orientación moral a sus seguidores. Todo le parecería bien, siempre y cuando dichos seguidores no intentasen imponerle sus creencias.

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