***
– ¡THOMAS!
La voz de Chelise era débil, tensa; se le había paralizado la garganta. Antes había visto ambas clases de ahogamiento, desde la plataforma y desde la torre, y si había alguna medida de alivio en esta sentencia, era que Qurong escogiera misericordiosamente la plataforma. En un ataque de indignación, su madre finalmente había exigido eso al menos, y su padre concordó al instante.
– La fortaleza de Elyon -susurró Thomas.
– Como Elyon ha demandado, así ustedes morirán ahora -dijo Ciphus, luego gritó-. ¡Mueran ahora!
Una mano empujó a Chelise por la espalda y súbitamente no hubo nada bajo sus pies.
Ninguno de ellos hizo ningún sonido al caer. Woref tocó primero el agua. Chelise vio la salpicadura del hombre por la esquina del ojo, exactamente antes de que la helada agua le tragara los pies, y luego el pecho, a la joven. Thomas se sumergió a la izquierda de ella.
Entonces ella estaba bajo el agua.
Cayó directo, halada por las cadenas atadas a los tobillos. De manera instintiva luchó contra las ligaduras en las muñecas… que, como era la costumbre, solo estaban ligeramente atadas para prevenir algún episodio en el último instante sobre la plataforma. Le sorprendió que se soltaran, lo que le envió un rayo de esperanza a la mente. Abrió los ojos.
Tinieblas. Oscuridad absoluta.
Cerró de nuevo los ojos, y al hacerlo atrancó la puerta a lo último de su esperanza.
¡ Elyon! Tómame. Tómame como tu novia igual que has tomado a Thomas . Sus pensamientos nacieron del pánico, no de la razón. En algún momento los pies le irían a caer sobre un montón de huesos.
¡Elyon! Justin, ¡te lo ruego!
El agua alrededor de los pies, y después de las piernas, cambió de fría a tibia. Chelise abrió los ojos y miró hacia abajo sorprendida. Había esperado un tenebroso fondo del lago debajo de ella: demonios negros gritando en ansia de muerte.
Lo que vio fue un estanque de luz roja, débil y neblinosa, ¡pero definitivamente luz! Ella miró a la izquierda, luego a la derecha, pero no había señal de Thomas o de Woref.
Chelise entró luego al agua roja tibia. Flotaba. Serena. Silenciosa. Sobrenatural y fantasmagórica. Lograba oír el suave palpitar de su propio pulso. Encima de ella, Qurong y Ciphus observaban las aguas buscando indicios de la muerte de la joven, burbujas, pero aquí en este fluido ella se hallaba momentáneamente a salvo.
Y entonces pasó el momento, y la realidad de su aprieto le atiborró la mente. El agua era más caliente y más profunda de lo que había esperado, y era roja, pero igual se iba a ahogar. Los ojos le comenzaron a arder y parpadeó en el agua caliente, pero no obtuvo alivio. Sintió opresión en el pecho y por un instante pensó en patalear hacia la superficie para tomar una bocanada más de aire.
Ella abrió la boca, sintió el agua cálida en la lengua. La cerró.
¿Es esta el agua de Justin?
¿Pero quién se llenaría voluntariamente de agua los pulmones? Ella había entrado deseando morir. Sabía que Thomas tenía razón: ¡la enfermedad le había arruinado la mente! Pero morir por voluntad propia había parecido algo profano.
Flotó inerte, intentando hacer caso omiso de los pulmones, que le empezaban a arder. Pero así era… no se pudo dar el lujo de contemplar su decisión por más tiempo.
Una ola de pánico le recorrió el cuerpo, sacudiéndola en su horrible puño con una desesperación que Chelise nunca antes había sentido.
Abrió la boca, luego cerró los ojos. Empezó a sollozar. Un último grito le llenó la mente, que le prohibía tomar esta agua. Thomas se había ahogado una vez, pero ese era Thomas,
Luego se le acabó el aire. Chelise extendió ampliamente la mandíbula y succionó con fuerza como un pez engullendo oxígeno.
El dolor le golpeó los pulmones como un golpe de carnero.
Intentó exhalar. Dentro, fuera. Los pulmones se le habían endurecido. Iba a morir. Su empapado cuerpo comenzó a hundirse más.
No luchó contra el ahogamiento. Thomas había querido que ella lo siguiera en la muerte, y esto es lo que estaba haciendo. De todos modos, sobre la superficie no había vida.
La falta de oxígeno le asoló el cuerpo por interminables segundos, y ella no intentaba detener la muerte.
Entonces lo intentó. Trató con todas las fuerzas de revertir este terrible curso.
Elyon, te ruego. Tómame. Tú me formaste, tómame ahora.
Sombras le invadieron la mente. Chelise empezó a gritar.
Entonces todo fue oscuridad.
Nada.
Estaba muerta. Lo sabía. Pero había algo más aquí, más allá de la vida.
Un sollozo desde las tinieblas comenzó a inundarle los oídos, reemplazando sus propios gritos. El sollozo aumentó su volumen hasta convertirse en un gemido y luego en un alarido.
¡Ella conocía la voz! No sabía cómo le era conocida, pero se trataba de Elyon. ¿Justin? Era Justin, y estaba gritando de dolor.
Chelise se presionó las manos contra ¡os oídos y comenzó también a gritar, pensando ahora que esto era peor que la muerte. Su cuerpo se arrastraba con fuego como si hasta la última célula se sublevara ante el sonido. Y mientras lo hacía, una voz le susurró en el cráneo. ¡Su Hacedor estaba gritando de dolor!
Una voz suave y atrayente reemplazó de repente el grito.
– Recuérdame, Chelise -expresó la voz.
Elyon le hablaba. Justin le hablaba.
Los bordes de su mente se inundaron de luz. Una luz roja. Chelise abrió los ojos, asombrada por este súbito giro. Se le había desvanecido el ardor en el pecho. El agua estaba más caliente, y la luz abajo parecía más brillante.
¿Estaba viva?
Aspiró el agua roja y la exhaló. ¡Respiraba! ¡Estaba viva!
Chelise gritó de asombro. Bajó la mirada hacia las piernas y los brazos. ¡Las cadenas habían desaparecido! Movió las piernas. Libres. De verdad. Ella estaba aquí, flotando en el lago, no en ninguna otra realidad aparte.
Y su piel… Se la frotó con el pulgar. ¡La enfermedad se había ido! ¡Thomas había tenido razón! Ella era albina. Aquí en las entrañas de este lago rojo era ahora una especie asombrosa, y el pensamiento la llenó de una emoción que difícilmente podía comprender.
Giró alrededor, buscando a Thomas, pero él no estaba aquí.
Chelise giró una vez mis en el agua y lanzó el puño por encima (¿o por debajo?) de la cabeza. Se zambulló en la profundidad, luego serpenteó hacia atrás y se lanzó hacia la superficie. ¿Qué dirían ellos?
¡Tenía que encontrar a Thomas! Justin había cambiado el agua.
En el momento en que la mano de ella tocó el agua helada por encima de la caliente le empezaron a arder los pulmones. Trató de respirar pero descubrió que no podía. Entonces pasó la experiencia y salió a la superficie.
Los pensamientos le aparecieron en la mente mientras el agua aún le caía del rostro. El primero fue que salía a la superficie en el mismo instante que lo hacía Thomas a su izquierda. Como dos delfines que rompían la superficie en saltos coordinados, las cabezas arqueadas hacia atrás, agua escurriéndoseles del cabello, sonriendo tan ampliamente como el cielo.
El segundo pensamiento fue que podía sentir el fondo del lago debajo de los pies. Se estaba parando.
El tercero fue que aún no podía respirar.
Salió del agua hasta la cintura, se dobló, y expulsó de los pulmones un litro de agua. El dolor se fue con el agua. Boqueó una vez, descubrió que podía respirar con facilidad y se volvió lentamente.
Agua y saliva en chorritos salían de la sonriente boca de Thomas. Ella no estaba segura de qué le había ocurrido a él, pero se hallaba vivo.
Chelise levantó el brazo y lo miró. La piel le había cambiado. Un tono de carne oscura. Muy bronceada. Suave como la piel de un bebé. Y sabía sin ninguna duda que sus ojos eran color esmeralda, como los de Thomas,
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