– Tal vez sí. Fascinante. Podríamos estar al borde de todo un mundo de entendimiento.
– Está bien, Gains tiene razón -intervino Grant meneando la cabeza-. De ahora en adelante debemos hablar lo menos posible de estos sueños. Mantenemos la historia directa y sencilla. Usted tiene un don. Ve cosas que aún no han sucedido. Eso es bastante difícil de creer, pero al menos existe ese precedente. A la luz de nuestra situación, bastantes personas le darán al menos una posibilidad de profeta. Pero el resto de ellas: su esposa, Rochel o como se llame, su consejo de guerra, las hordas, la fruta que no comió, todo eso, es estrictamente confidencial para cualquiera excepto Gains y yo.
– ¿Quiere usted considerarme como una especie de profeta místico? – preguntó Thomas-. No soy tan optimista como usted. No haré nada para influir en la comunidad internacional. Fuera de este salón solo soy una persona sencilla que podría saber más respecto de la situación a la mano que cualquier otro en este gobierno, debido a mi asociación con Monique. Fui el último en hablar con ella antes de que la raptaran. Soy el único que ha contactado con los terroristas y soy el único que ha previsto por anticipado el próximo movimiento de ellos. Considerando todo eso, soy un hombre a quien deberían tomar en serio. A juzgar por la más bien… cálida recepción que obtuve de los demás en la reunión de hoy, creo que eso podría tener más sentido.
– No discreparé -expresó Grant-. ¿Está usted previendo la necesidad de influir en la comunidad internacional?
– ¿Quién sabe? -inquirió Thomas pasando delante de él, su sensación de urgencia había crecido-. De un modo u otro tenemos que superar este asunto. ¡No puedo creer que los libros de historias aún existan! Si pudiera conseguirlos…
Se detuvo.
– Tengo que saber algo -continuó Thomas enfrentándoseles con ojos bien abiertos-. Tengo que saber si este corte en mi hombro vino de Carlos o de las hordas. En mis sueños, quiero decir.
Lo miraron sin ofrecerle ninguna afirmación de apoyo.
– De Carlos -contestó finalmente Karla.
– Pero no viste que él me cortara, ¿correcto? Yo ya sangraba cuando entraste a la habitación. No, necesito saber de verdad. Ellos están insistiendo en que las hordas me hicieron el corte.
– ¿Cómo… puedes probarlo de algún modo?
– Sí. Córtenme -enunció, y extendió el brazo-. Háganme una pequeña incisión y veré si la tengo cuando despierte.
Los tres parpadearon.
– Denme entonces una navaja.
Bancroft fue hasta un cajón, lo abrió y sacó unas tijeras.
– Bien, yo tengo estas…
– Usted no habla en serio, ¿verdad? -exclamó Grant. Thomas agarró las tijeras y se acercó la afilada punta a lo largo del brazo. Debía entender las reglas del caso.
– Solo un pequeño rasguño. Por mí. Tengo que saberlo.
Hizo un gesto de dolor y devolvió las tijeras.
– ¿Está usted sugiriendo que entre las realidades se ha transferido más de lo que está en su mente? -quiso saber el doctor.
– Por supuesto -contestó él-. Estoy aquí y allá. Físicamente. Eso es más que conocimiento o habilidades. Mis heridas aparecen en ambas realidades. Mi sangre. Vida. Nada más. Mi mente y mi vida. Por otra parte, mi edad no aparece aquí. Aquí soy más joven.
– Esto… esto es absolutamente increíble -titubeó el doctor.
Thomas miró a Grant.
– ¿Cuál es nuestra posición?
El director se tomó un rato para responder.
– Bueno… el presidente ha ordenado a la FEMA, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias, que dirija todos sus recursos a trabajar con los Centros para el Control de Enfermedades y ha hecho intervenir a la Organización Mundial de la Salud. Ahora han confirmado el virus en treinta y dos aeropuertos.
– ¿Qué hay de la búsqueda de Monique? El resto podría ser vano a menos que la hallemos.
– Estamos trabajando en eso. Los gobiernos de Inglaterra, Alemania, Francia, Tailandia, Indonesia, Brasil… una docena más están haciendo todo lo posible.
– ¿Suiza?
– Naturalmente. Quizás yo no pueda predecir un virus, o pelear contra las hordas, pero sí sé cómo buscar fugitivos en el mundo real.
– Svensson se ha metido en un hueco en algún lugar preparado desde hace mucho tiempo. Uno en que nadie pensaría buscar. Como el de las afueras de Bangkok.
– ¿Cómo encontró usted ese lugar?
Thomas miró a Kara.
– ¿Podrías volver a hacerlo? -preguntó ella-. El mundo ha cambiado, pero eso no significa que Rachelle no esté conectada de alguna manera con Monique, ¿de acuerdo?
Thomas no respondió. ¿Y si él estuviera equivocado? Todavía era Thomas Hunter, el escritor fracasado de Denver. ¿Qué derecho tendría de informar a la CÍA? Las posibilidades eran gigantescas.
Por otra parte, él había tenido razón más de una vez. Y había peleado triunfalmente con las hordas durante quince años. Eso le había hecho ganar algo, como le dijera el presidente.
– ¿Me podría explicar alguien? -indagó Grant.
Kara lo miró.
– Rachelle, la esposa de Thomas en sus sueños, lo dirigió sin querer a Monique la primera vez. Ella parecía saber dónde la tenían prisionera. Pero se puso celosa de Monique porque se dio cuenta de que Thomas se estaba enamorando de ella aquí. Así que no quiso volver a ayudarlo. Por eso él acordó no soñar durante quince años.
– Debí haberme tomado más tiempo -opinó Bancroft-. Usted está enamorado de dos mujeres diferentes, ¿una en cada realidad?
– Aquello fue en un período continuo -enunció Thomas.
Eso era algo que Thomas había estado tratando de acallar desde que despertara del sueño de quince años, pero que perduraba en el fondo de su mente. Parecía absurdo que tuviera en absoluto ningún sentimiento hacia Monique. Sí, habían enfrentado juntos la muerte y ella lo había besado como un asunto de supervivencia. Él encontró encantador el impetuoso espíritu de ella y parecía como si estuviera viéndole el rostro en todo momento. Pero quizás los celos de Rachelle le motivaron desde el principio los sentimientos románticos hacia Monique. Tal vez él no hubiera empezado a enamorarse de ella si Rachelle no se lo hubiera sugerido.
Ahora, después de quince años con Rachelle, había desaparecido cualquier idea romántica que una vez pudo haber sentido por Monique.
– Todo el asunto es más que un período continuo -formuló Grant-, empezando con su predicción de la variedad Raison. Pero ahora se trata de realidades, ¿no es así? Por tanto, consiga sus libros de historias, vaya donde Rachelle y convénzala de que nos ayude aquí. Quiero decir que se ponga a dormir y sueñe.
Él movió la cabeza de lado a lado y empezó a ir hacia la puerta.
– Con algo de suerte usted tendrá algo más sensato qué decirle al presidente cuando se reúna con él mañana.
***
LA HABÍAN vuelto a mudar. Dónde, ella no tenía ninguna pista.
Monique de Raison miró el monitor, la mente confrontada, los ojos ardiéndole.
Habían pasado menos de veinticuatro horas desde que por segunda vez en muchos días le pusieran un saco en la cabeza y la metieran en un vehículo y después en un avión. El vuelo había durado varias horas… podía estar en cualquier lugar. Hawái, China, Argentina, Alemania. Habría podido imaginarse la región por alguna vaga conversación que alcanzara a oír, pero le metieron cera en los oídos y se los taparon. Ni siquiera podía determinar el clima o la humedad, porque habían aterrizado durante un temporal de lluvias que le humedeció la capucha antes de que la metieran a la fuerza a otro auto y la trajeran aquí.
Un individuo de ascendencia alemana o suiza totalmente desconocido para ella le había quitado la bolsa de la cabeza y destapado los oídos. Sin hablar, la dejó en este salón.
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