Un tipo alto y canoso con una nariz propia de una niña de un año entró al escenario y se sentó ante una mesa larga dispuesta con micrófonos. Lo siguieron otros tres que se sentaron. Luego el presidente Robert Blair entró y se dirigió a la silla de la mitad. La reunión tenía el aura de una conferencia de prensa.
– Ese es Ron Kreet, jefe de personal, a la izquierda -informó Bob-. Luego Graham Meyers, ministro de defensa. Creo que conoces a Phil Grant, CÍA. Y esa sería Barbara Kingsley, ministra de salud.
Thomas asintió. Los poderosos. La fila del frente estaba repleta de rostros vagamente conocidos. Otros miembros del gabinete. Senadores. Miembros del Congreso. El director del FBI.
– No muy a menudo consigues tan amplio espectro de poder en un salón -comentó Bob.
Ron Kreet aclaró la garganta.
– Gracias por venir. Como todos ustedes saben, el Departamento de Estado recibió un fax hace más o menos catorce horas en que se amenazaba a nuestra nación con un virus ahora conocido como «Variedad Raison».
Encontrarán una copia de este fax y de todos los documentos pertinentes a||
la carpeta que se les ha entregado.|'
Era evidente que no todos ellos habían leído el fax. Unos cuantos abrieron las carpetas y revolvieron los papeles.
– El presidente ha pedido hablarles personalmente de este asunto – anunció Kreet dirigiéndose al gobernante-. Señor.
Robert Blair siempre había hecho a Thomas pensar en Robert Redford. Sin tantas pecas, pero por lo demás era un vivo retrato del actor. El presidente se inclinó hacia delante y ajustó su micrófono, con el rostro relajado y serio pero sin tensión.
– Gracias por acudir a tan repentino aviso -empezó, la voz se oía un poco grave; movió la cabeza de lado a lado y se aclaró la garganta-. He pensado en una docena de maneras diferentes de proceder y decidí ser totalmente franco. He invitado un panel para que en un momento conteste sus preguntas, pero permítanme resumirles una situación que ahora se ha expuesto a ustedes.
Hizo una profunda respiración.
– Un grupo de terroristas poco convencionales, que creemos están asociados con un suizo, Valborg Svensson, ha soltado un virus en numerosas urbes en todo el mundo. Estas ciudades incluyen ahora seis de las nuestras, y creemos que la cantidad aumentará con cada hora que pase. Hemos verificado la variedad Raison en Chicago, Nueva York, Atlanta, Los Angeles, Miami y Washington.
El salón estaba muy tranquilo para distinguir exclamaciones particulares.
– La variedad Raison es un virus transmitido por vía aérea que se extiende a un ritmo sin precedentes. Es letal y no tenemos cura. Según nuestros mejores cálculos, en las dos semanas siguientes trescientos millones de estadounidenses serán infectados por el virus.
El salón mismo pareció exclamar, así de general fue la reacción.
– Eso es… ¿qué está usted diciendo?
– Estoy diciendo, Peggy, que aunque todos los presentes en este salón no hubieran estado infectados hace diez minutos, probablemente ahora usted lo esté. También estoy diciendo que a menos que descubramos una manera de tratar con este virus, todas las personas vivas entre Nueva York y Los Angeles habrán muerto en cuatro semanas.
Silencio.
– ¿Se expuso usted deliberadamente a este virus? -preguntó alguien.
– No, Bob. Es muy probable que usted se expusiera antes de poner un pie en este edificio.
Siguió un griterío. Mucho griterío. Una disonancia de desconcierto e indignación. Un anciano se puso de pie a la izquierda de Thomas.
– Sin duda usted no está seguro de esto. La afirmación causará pánico.
Una docena más ofreció ligera conformidad un poco menos refrenada.
– Por favor -declaró el presidente levantando una mano-. Cállense y Réntense, ¡Charles, y todos ustedes!
El hombre titubeó y se sentó. Se hizo silencio en el salón.
– La única manera en que vamos a superar esto es centrándonos en el problema. Ya me extrajeron sangre. Resulté positivo con la variedad Raison. Tengo tres semanas de vida.
Tipo inteligente, pensó Thomas. Logró paralizar eficaz aunque temporalmente al salón.
El presidente estiró la mano hacia un lado, levantó una resma de papel y la mantuvo en alto usando ambas manos.
– Las noticias no mejoran. El Departamento de Estado recibió un segundo fax hace menos de dos horas. En él tenemos una exigencia muy detallada y extensa. La «Nueva Lealtad», como ellos dicen llamarse, entregará un antivirus que neutralizaría la amenaza de la variedad Raison. A cambio han exigido, entre otras cosas, nuestros sistemas clave de armamentos. Su lista es muy específica, tanto que estoy sorprendido. Exigen que las armas sean llevadas en catorce días a un destino que ellos elegirán.
Bajó el papel haciendo un suave ruido.
– Se ha dado el mismo ultimátum a todas las potencias nucleares. Este, damas y caballeros, no es un grupo de escolares, ni estamos tratando con algunos terroristas imbéciles. Se trata de un grupo muy organizado que tiene toda la intención de cambiar radicalmente el equilibrio del poder mundial en los próximos veintiún días.
Se detuvo y examinó el salón. Todos estaban helados.
Un hombre en la parte delantera expresó el pensamiento que gritaba en la mente de cada uno.
– Eso es… eso es imposible.
El presidente no respondió.
– ¿Es posible eso? -preguntó el hombre.
Bob se inclinó hacia Thomas.
– Jack Spake, dirigente de los demócratas -le susurró.
– ¿Es posible qué?
– Que enviemos nuestros armamentos en dos semanas.
– Ahora estamos analizando eso. Pero ellos han sido… selectivos. Parece que han considerado todo.
– ¿Y nos está diciendo usted que con los científicos más brillantes y los mejores profesionales de la salud pública en el mundo, no tenemos manera de tratar con este virus?
– ¿Barbara? -exclamó el presidente dirigiéndose a su ministra de salud.
– Naturalmente, estamos trabajando en eso -contestó ella; se oyó un ruido de retroalimentación de sonido y ella se echó para atrás antes de acercarse otra vez al micrófono-. Apenas hay en nuestra nación tres mil virólogos cualificados para trabajar en un desafío de esta magnitud y nos estamos asegurando su… este… su ayuda mientras hablamos. Pero ustedes deben entender que tratamos aquí con una mutación de una vacuna creada de manera genética… literalmente miles de millones de pares de ADN y ARN. Investigar y hallar un antivirus podría tomar más tiempo del que tenemos. Farmacéutica Raison, creadores de la vacuna de la cual se adaptó el virus, nos está proporcionando todo lo que tiene. Solo revisar su información llevará una semana, incluso con la ayuda de sus propios genetistas. Por desgracia, su principal genetista encargada del proyecto ha desaparecido. Creemos que fue secuestrada por los mismos terroristas.
Se estaba empezando a comprender la magnitud del problema.
Brotó una docena de preguntas a la vez y el presidente insistió en cierta apariencia de orden. Las preguntas sobre el virus eran lanzadas en descargas simultáneas y contestadas en conformidad.
¿Hay otras maneras de tratamiento? ¿Cómo funciona el virus? ¿Con qué rapidez se extiende? ¿En cuánto tiempo empiezan a morir las personas?
Barbara los manejó a todos con un profesionalismo que Thomas encontró admirable. Les mostró la misma simulación computarizada que él había visto en Bangkok y, cuando la pantalla se volvió azul al final, terminaron las preguntas.
– Así que básicamente, este… este asunto no va a desaparecer y no tenemos manera de tratar con él. En tres semanas todos habremos muerto. No hay nada… absolutamente nada que podamos hacer. ¿Es eso lo que estoy oyendo?
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