– No, Pete, no estamos diciendo eso -enunció el presidente-. Estamos diciendo que no sabemos de ninguna forma de tratarlo. No todavía.
– ¿Y qué pasa si cedemos a las demandas de ellos? -preguntó poniéndose en pie un hombre a la derecha con cabello negro y rostro perfectamente redondo.
Bob se inclinó.
– Dwight Olsen. Líder de la mayoría en el senado. Detesta al presidente.
El presidente dio la palabra al ministro de defensa, Graham Meyers.
– Como hemos visto, es imposible ceder a sus demandas -respondió Meyers-. No hacemos tratos con terroristas. Si entregamos los sistemas de armamentos que han exigido, Estados Unidos quedaría indefenso Suponemos que estas personas están trabajando al menos con una nación soberana. A través de amenazas por la fuerza, en el transcurso de tres semanas esa nación tendría suficiente poder para manipular a quien deseara. En esencia, esclavizarían al mundo.
– Tener poder militar no le da a una nación el control del mundo – objetó Olsen-. La Unión Soviética tenía poder militar y no lo utilizó.
– Los soviéticos tenían un oponente con tantas armas nucleares como ellos. Estos individuos pretenden desarmar a todo el que tenga voluntad para disuadirlos. Ustedes deben entender que ellos están exigiendo la entrega de sistemas, las bombas nucleares, incluso nuestros portaaviones, ¡por amor de Dios! Quizás no tengan el personal para dirigir un grupo de batalla, pero no lo necesitarán si tienen nuestros sistemas. También están exigiendo evidencia, muy detallada podría añadir, de que hayamos inutilizado todos nuestros sistemas de advertencia anticipada y nuestros radares de largo alcance. Como dijo el presidente, no estamos tratando aquí con niños exploradores. Ellos parecen saber de qué están hablando.
– ¿Y si uno de los otros países entrega sus armas? -preguntó alguien.
– Estamos haciendo lo posible para asegurarnos de que eso no ocurra.
– Pero la alternativa de entregar nuestras armas es la muerte, ¿correcto? -volvió a preguntar Dwight Olsen.
– Lo uno o lo otro es muerte -reafirmó el presidente mismo-. La única alternativa que tiene algún mérito en mi mente es vencerlos antes de que el virus haga su daño.
– Ya lo está haciendo.
– No si logramos encontrar tanto a ellos como al antivirus en las próximas tres semanas. Ese es el único curso de acción que tiene algún sentido.
– En lo cual les puedo asegurar que estamos trabajando mientras hablamos -se anticipó a decir el director de la CÍA, Phil Grant-. Hemos suspendido temporalmente todos los demás casos, más de nueve mil, y hemos enfocado todos nuestros esfuerzos en localizar a esta gente.
– ¿Y cuáles son sus posibilidades de lograrlo? -inquirió Olsen.
– Los encontraremos. El truco será hallar el antivirus con ellos.
El presidente se inclinó sobre su micrófono.
Mientras tanto, creo que es importante que confrontemos esto con la más estricta cautela. Necesitamos algunas ideas. Algo que se les pueda ocurrir… soy todo oídos. Por absurdo que parezca.
Cierta clase de caos mental se apoderó del salón en la hora siguiente. Todos parecían actuar dentro de ese caos, pero sería erróneo decir que lo controlaran, pensó Thomas. El caos los controlaba.
Observó la pelea verbal, sorprendido. No era muy diferente a la de su propio Consejo. Aquí había una civilización avanzada comportándose exactamente como los suyos; estos exploraban y defendían ideas con mucha energía, no con espadas sino con lenguas igual de afiladas.
Dejó de seguir la pista a quién hacía preguntas y quién las contestaba, pero reflexionó con cuidado en cada pregunta y cada respuesta. En realidad, los estadounidenses tenían una clase de recursos poco común cuando de presionar se trataba.
– Parece que ralentizar la extensión del virus al menos nos podría dar un poco de tiempo -observó una hermosa mujer de vestido azul marino-. El tiempo es nuestro mayor enemigo y nuestro mejor aliado. Deberíamos paralizar los viajes.
– ¿Y ocasionar un pánico generalizado? Una amenaza de esta magnitud sacaría lo peor de la gente.
– Entonces brindémosles otra razón -respondió la mujer-. Hagamos pública una alerta creciente de terrorismo basada en información que no podemos revelar. Supondrán que estamos tratando con una bomba o algo así. Detengamos los viajes por tierra y cerremos los aeropuertos. Suspendamos todo viaje interestatal. Todo lo que podamos para disminuir el ritmo de extensión del virus. Incluso un día o dos podría ser determinante, ¿correcto?
– Estrictamente hablando, sí -contestó Barbara, la ministra de salud.
Nadie objetó.
– Francamente, más bien podríamos concentrarnos en el antivirus y en los medios de distribuirlo en poco tiempo. Vacunar a seis mil millones de personas no es una tarea fácil.
¿Está usted diciendo entonces que supuestamente todos aquí estamos infectados? -objetó alguien-. ¿No deberíamos aislar cualquier mando y control que no haya sido afectado? Mantenerlos en aislamiento el tiempo que sea necesario.
– ¿Puede usted aislar a las personas de esta cosa? -preguntó alguien más.
– Debe haber una manera. Espacios desinfectados. Ponerlas en el trasbordador espacial y enviarlas a la estación espacial, hasta donde yo sé.
– ¿Con qué fin? ¿De qué sirven doscientos generales en la estación espacial si el resto del mundo se está muriendo?
– Entonces aislemos a los científicos que trabajan en el antivirus. O si es necesario demos a la estación espacial los códigos para lanzar unas cuantas bombas nucleares bien apuntadas a las gargantas de quienquiera que haya causado esto.
¿Con qué fin?, se preguntó Thomas. La retaliación se siente hueca frente a la muerte. El debate se paralizó.
– Dirigimos esta nación, morimos con esta nación si es necesario – comentó finalmente el presidente-. Pero no creo que se pierda nada con aislar a los elementos de mando y control, y a tantos científicos como sea posible.
El caos dio gradualmente paso a una tensión moderada. A veces la crisis divide y a veces une. Ahora unía. Al menos por el momento.
***
LA REUNIÓN llevaba dos horas cuando finalmente se pronunció la pregunta que hizo comparecer a Thomas.
La mujer vestida de azul. La inteligente.
– ¿Cómo sabemos que ellos tienen de verdad el antivirus?
No hubo respuesta.
– ¿No es posible que estén embaucándonos? Si se necesitan meses para crear una vacuna o un antivirus, ¿cómo es que ellos tienen uno? Usted afirmó que la variedad Raison es un virus nuevo, de menos de una semana de antigüedad, una mutación de la vacuna Raison. ¿Cómo consiguieron un antivirus en menos de una semana?
El presidente miró hacia Thomas en la parte trasera, luego asintió al ministro encargado Gains, que se puso de pie y fue hasta un micrófono encendido. Gains había hablado solo algunas veces durante toda la discusión, sometiéndose a su superior, el secretario de estado Paul Stanley, a modo de cortesía política, supuso Thomas.
– Hay más en esto. Nada que cambie lo que han oído, pero algo que creo podría ayudarnos de una manera más… original. Titubeo porque estoy punto de abrir una caja de Pandora, pero, considerando la situación que lo mejor es seguir adelante.
A Thomas lo abandonó de repente cualquier deseo que le quedara de hablar ante este grupo. Él no era más político de lo que sería una rata.
Hace aproximadamente dos semanas un hombre llamó a uno de nuestros funcionarios y afirmó estar teniendo sueños extraños.
Thomas cerró los ojos. Allí van.
– Él llegó a la conclusión de que los sueños eran reales, porque en ellos había libros de historias que registraban hechos de la Tierra. Logró tener acceso a esos libros y enterarse de quién ganó el Derby de Kentucky de este año, por ejemplo. Lo cual hizo, antes de que se corriera el Derby, imagínense. Y tuvo razón. Resumiendo, ganó de veras más de trescientos mil dólares. La información en los libros de historias de su mundo de sueños resultó real. Exacta.
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