Si los dos amigos de Billy supieran de su búsqueda, habrían dejado su refugio en Colorado, y lo hubieran capturado y encerrado en una jaula; porque habrían supuesto que Billy iba por más, ¿verdad? Más que solamente lo comprensible, más que solé conectarse con su pasado, más que tan solo ir tras la verdad, más que…
– Ellas lo atenderán ahora, señor -anunció con un fuerte acento francés e' encargado de la recepción, un individuo llamado Williston.
Billy se volvió, sorprendido cuando menos lo esperaba. ¿Ellas? Él solo había pedí' do ver a Monique de Raison.
Observó su imagen en un espejo de tres por tres metros enmarcado en pesado herraje negro. Aún vestía la misma camisa blanca que se pusiera antes de aterrizar solo ocho horas atrás. Las mechas rubias auto aplicadas en la melena roja parecían demasiado ostensibles, y no se había pasado un cepillo por la cabeza desde el despegue en Washington D.C., un día antes. He aquí Billy Rediger, uno de los tres célebres sabios superdotados que convirtieron a Paradise, Colorado, en una casa de renombre. La apariencia desaliñada tendría que ver.
Tenía veintinueve años, y estaba a punto de cumplir diecinueve. Si ellas supieran…
Billy se secó las sudadas palmas en los pantalones, se puso en la boca un poco de refrescante de canela, se enderezó el cuello, y se dirigió a paso rápido hacia la puerta mientras el pelinegro Williston se quedó mirando inexpresivamente.
– Gracias, Williston. Muchas gracias, señor. Y por supuesto, deshágase de la rubia francesa. Decídase por la chica local. Es lo que usted desea.
– ¿Perdón? -cuestionó el hombre pestañeando de sorpresa.
– Deshágase de Adel. Usted cree que ella es una ramera, y tal vez tenga razón. Vaya tras la doncella… ¿cómo se llama? Betty. Sí, Betty.
El hombre se quedó estupefacto… probablemente no todos los días un extraño le decía lo que estaba pensando. Tan lejos de casa, no muchos sabían de la facultad única de Billy. Y si la sabían, solamente la asociaban con un rostro lejano visto en la Red, no con un ser humano vivo y real andando ante ellos en tres dimensiones.
Billy atravesó las puertas de tres metros y entró a una oficina blanca con coloniales ventanas enrejadas por las que se veía al fondo la espesa selva verde. En el centro del salón había un enorme escritorio de madera con una lámpara color crema que irradiaba luz ámbar sobre un inmaculado cristal.
La mujer de cabello oscuro que se hallaba detrás del escritorio parecía tener menos de los sesenta años que se le atribuían… todo debido a esos fármacos que ella fabricaba, pensó Billy. Tras seis meses de investigar todo indicio de información que pudiera recoger en registros de todas partes, Billy sentía como si ya conociera a Monique de Raison.
Ella había aceptado que su padre, Jacques de Raison, le entregara el control total de Farmacéutica Raison después de que la vacuna Raison destruyera casi por completo la infame compañía. Reconstruir la despedazada imagen de la empresa no fue una tarea fácil, pero Monique se había puesto a la altura de las circunstancias y logró salir airosa.Los sagaces ojos oscuros que lo analizaban mientras él caminaba hacia ella se abrían a una mente que no dejaba escapar nada.
Billy lo sabía, porque su don era saber lo que alguien pensaba mirándole a los ojos.
Esto es lo que Monique estaba pensando en ese instante: Más joven de lo que yo esperaba, vestido como un rufián juvenil. ¿Me estará leyendo de veras la mente en este mismo momento? ¿Sabe que lo rechazaré a pesar de lo que él espera conseguir? ¿Sabe él que es un fenómeno?
– Sí, sé que soy un fenómeno -expresó Billy extendiendo la mano.
Monique lo miró por un instante, luego levantó del escritorio un par de lentes oscuros y se los puso, bloqueándose así la mente de la mirada inquisitiva del joven.
– Así que usted puede hacer lo que dicen -contestó ella correspondiendo al saludo.
– Gracias a Thomas Hunter -manifestó él, y le soltó la mano. Sí, porque sin Thomas Hunter nunca habría habido libros mágicos que lo convirtieran en el fenómeno que Billy era. Pero todo eso pertenecía al pasado. Él estaba aquí para cambiar el futuro.
Una mujer rubia como de la misma edad de Monique estaba sentada a la derecha de él, con una pierna cruzada sobre la otra y las manos sobre los muslos. Ya llevaba gafas oscuras para no arriesgarse a una exposición a los curiosos ojos de él, que inmediatamente reconoció a Kara Hunter. La hermana de Thomas Hunter, guardiana de muchos secretos relacionados con la sangre que Billy estaba buscando.
Kara y Monique en una misma reunión. Había tenido mucha suerte.
Billy giró hacia Kara, que se levantó y extendió la mano.
– Sr. Rediger.
– Y usted debe de ser Kara Hunter. Ella asintió.
– Tome asiento, por favor -comunicó Monique, señalando la silla de invitados frente al escritorio.
Billy se sentó, y las dos mujeres se acomodaron en sus asientos. Las miradas fijas en él, supuso, aunque no podía estar seguro de lo que los ojos femeninos estuvieran haciendo detrás de esos cristales oscuros.
– Un día radiante, ¿no es así? -comentó él sin poder aliviar el ambiente.
– ¿Qué podemos hacer por usted? -inquirió Monique.
– ¿Así nada más, eh? Usted conoce a uno de los pocos seres vivos hoy día cuya vida fue profundamente impactada por el legado Hunter, ¿y eso es todo lo que se le ocurre preguntar?
– Todo ser vivo en este planeta fue profundamente impactado por mi hermano -terció Kara-. Por no decir menos. Usted tiene este interesante don porque manifiestamente entró en contacto con…
– ¿Manifiestamente? ¿Qué tal concluyentemente?
– ¿Concluyentemente? -intervino Monique-. ¿Y qué más ha concluido usted?
– Que hace treinta y seis años Thomas Hunter afirmó haber soñado con otra realidad. Que esta otra realidad era, de veras, real. Que los libros de historias, libros mágicos que convertían palabras en sustancia, nos llegaron de esa realidad. Debo saberlo. Los usé. Ellos me dieron mi don.
– Evidentemente.
– Concluyentemente. ¿ Sabían ustedes que escribí acerca de Thomas en los libros? Tal vez por eso él soñó lo que soñó y despertó en este otro mundo suyo. Si yo no lo hubiera escrito, él no habría ido allá, y si él no hubiera ido allá no habría sabido cómo alterar la vacuna Raison y convertirla en un virus de transmisión por aire que hizo lo que hizo. Ustedes podrían decir que yo fui quien lo inició todo. Que todo fue culpa mía, no suya, Monique.
Por el silencio de ellas, Billy supo que el papel de él en estos sucesos era nuevo para las mujeres, y continuó mientras aún giraban la cabeza.
– Por eso estoy aquí. Billy, el único que tiene un don para ver más de lo que la mayoría de personas puede ver, exactamente como Thomas Hunter tuvo un don para ver, o en su caso para soñar, lo que la mayoría no sueña. Eso me hace único, ¿no creen? Hasta podrían decir que eso me da ciertos derechos.
Kara se puso de pie y se dirigió a la ventana, con los brazos cruzados. Se volvió poco a poco, analizándolo a través de los oscuros cristales.
– Su caso es fascinante, Sr. Rediger…
– Billy. Llámeme Billy, por favor.
– Fascinante, Billy. Pero no es más de lo que ninguna de nosotras ha enfrentado. Estoy segura que usted puede apreciar eso. Como es obvio que sabe, ambas tuvimos una relación singular con Thomas. Usted salió de su experiencia con esta habilidad exclusiva de leer los pensamientos de las personas mirándolas a los ojos. Eso parece como un beneficio neto. Yo perdí un hermano. Mucha gente perdió la vida.
– ¿Beneficio neto? -objetó él bruscamente, intentando conservar la calma, Pero no era tan experto en controlar sus estados de ánimo como antes-. ¿Llama usted beneficio a esta maldición? ¡Soy un bicho raro! El alma me persigue. No puedo vivir en la misma ignorancia feliz como el resto de ustedes cuando todo pensamiento malévolo está abierto para mí. Me estoy volviendo loco, y debo cortar de raíz el significado de todo esto. Acabar con ello por completo.
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