Ted Dekker - Verde

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TAL COMO PREDIJERON LOS ANTIGUOS PROFETAS, un apocalipsis destruyó el planeta en el siglo XXI. Pero, dos mil años después, Elyon puso en el mundo a un nuevo Adán. Sin embargo, esta vez Dios otorgó una ventaja a la humanidad. Lo que una vez fue invisible, ahora se podía ver. Era algo bueno y recibía el nombre de… Verde.
Pero el maligno Teeleh aguardaba su oportunidad en un Bosque Negro.
Entonces, en el momento menos esperado, un joven de veinticuatro años conocido como Thomas Hunter se durmió en nuestro mundo y despertó en ese futuro Bosque Negro. Se había abierto una puerta para que Teeleh arrasara la tierra. Desolados por esa desgracia, Thomas Hunter y su Círculo juraron luchar contra el tenebroso azote hasta su último aliento.
Pero ahora el Círculo ha perdido la esperanza. Samuel, el amado hijo de Thomas Hunter, ha abandonado a su padre. Se ha unido a las fuerzas oscuras para iniciar una guerra final. Thomas se siente destrozado y busca desesperadamente la manera de regresar a nuestra realidad para dar con una esquiva esperanza que podría salvarlos a todos.
Entra en este relato apocalíptico, distinto a todo lo que has leído. Una historia que enlaza con la nuestra de una manera tan ¡impactante que te hará olvidar que estás en otro mundo.

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Las conexiones no le habían pasado desapercibidas a Thomas en todos estos años, pero nunca lo había comprendido de manera tan explícita.

– Los lagos tojos -comentó.

– ¿Qué lagos?

– Vinieron después. Los lagos se volvieron rojos por la sangre de Elyon. Al ahogarnos en ellos nos mantenemos libres de la enfermedad.

– ¿Ahogándose? ¿Ahogándose de veras?

– Sí, morimos. Pero en realidad es vida, porque Elyon pagó ese precio para que podamos escapar a la muerte.

– ¿Precio por qué?

– Por el coste de nuestra adhesión al mal: La muerte. Elyon no puede vivir con la maldad; esta debe morir. O por consiguiente nosotros también.

– ¿Así que es como un bautismo?

– Quizás -asintió Thomas-. Solo Elyon conoce la magnitud total de estas conexiones.

– Por desgracia, como tú dices, Elyon parece haberse callado -comentó Monique-. En ambas realidades. Y tú podrías habernos traído lo peor.

– ¿Cómo?

– Qurong -advirtió Monique bajando la copa y dirigiéndose a la ventana-.

Existe otra conexión que me gustaría considerar.

– ¿La vacuna Raison? -preguntó Kara-. No creerás que la enfermedad de las costras sea lo mismo que la vacuna Raison.

– ¿Te sorprendería? -objetó Monique volviéndose.

El salón quedó en silencio, y Thomas empezó a sentirse extrañamente desorientado aquí en este mundo de medicinas y máquinas. ¿Y si no pudiera regresar? Miró los libros, aún atados y manchados con la sangre de Qurong y la de él. ¿Qué sabía él en realidad acerca de las reglas que operaban a estos libros perdidos?

– Por favor, Thomas -suplicó Kara, que lo miraba de manera seria, y él se volvió hacia ella-. Llévame contigo.

– Nunca fuiste de los que se rinden, ¿verdad? -declaró él sintiendo que ofrecía una ligera sonrisa con el rostro.

Pero él no podía prometerle nada, no adquirir más conocimiento.

– Yo nunca podría ir -expuso Monique en voz baja entrecortada por la tristeza, volviendo a mirar por la ventana, pensativa.

Thomas comprendió una pequeña parte de lo que ella debió haber estado sintiendo.

Monique nunca podría entrar al mundo en que Chelise vivía. Ambos sabían que Thomas le había entregado el corazón y el alma a otra mujer que lo esperaba ahora, enfrentando cualquier peligro por él.

El recuerdo de Chelise entrando a toda prisa a la biblioteca subterránea de Qurong sorbió a Thomas por un momento, y debió desechar la compulsión de abalanzarse sobre los libros y volverlos a utilizar. Mientras él permanecía a buen recaudo, Chelise estaba… ¿qué estaba haciendo ella?

Pues sí, así era. El no pondría nada más allá de su novia del desierto. Por lo general, el espíritu de su esposa no la llevaba por la senda más peligrosa. Ella podría estar corriendo hacia Eram para rescatar a Samuel, o volviendo al círculo para advertirles. Suponiendo que hubiera escapado de Ciudad Qurongi.

Mientras tanto, él se había vuelto a meter de pronto en una aventura amorosa que nunca había muerto.

– Pero esa es la cruz que debo llevar -opinó Monique volviéndose-. Y, para ser sincera, no es insoportablemente pesada.

Entonces ella respiró hondo y dejó que una sonrisa le jugueteara en la boca.

– Aunque debo decir que te ves como un bocado delicioso. El aire del desierto te debe de sentar bien.

– Es la fruta -contestó él con timidez, luego se dio cuenta de que podría estar pasando por engreído-. Y soy más joven. Con toda sinceridad, precisamente estaba pensando en lo hermosa que te ves.

Se miraron, y la atmósfera se volvió pesada.

– Esto es más bien embarazoso -dijo Monique rescatándolo, luego se le acercó, lo besó en una mejilla y se alejó-. La realidad es que, por fantástico que nos pudiera parecer este giro de acontecimientos, todos sabemos que estamos representando un papel en un gran escenario que decide las vidas de millones de personas. Debo a este mundo mi trabajo y mi vida. Y por otro lado, Thomas…

Ahora los miró a los dos.

– …tu mundo te está esperando. Por consiguiente, ¿qué podemos hacer para ayudarte?

Aún estaba la solicitud de Kara, pensó Thomas. ¿Adónde pertenecía ella?

– Siempre recordaré tu gentileza -expresó él, asintiendo.

Monique hizo una reverencia con la cabeza.

Thomas suspiró.

– Como dije, lo que sé es que en primer lugar el círculo se está destruyendo a causa de discusiones doctrinales. Aún nos aferramos a los mismos principios básicos, pero estos ahora están siendo puestos en duda. Lo que una vez fue sagrado se está colando rápidamente en las tinieblas. Y muchas más personas de las que yo alguna vez pudiera haber sabido están abandonando el más fabuloso de todos los fundamentos que nos guían, nuestro amor por las hordas.

– Resulta familiar -consideró Kara.

– ¿Cómo es eso?

– ¿Crees que este mundo es diferente?

Thomas no había pensado en eso; tenía la mente en el desierto.

– Es como si otra clase de enfermedad, esta tendencia al olvido, les hubiera estado royendo el corazón durante años como un cáncer -continuó él después de pasarse los dedos por los largos mechones-. Ahora es demasiado tarde para dar marcha atrás. Nunca nos hemos acostumbrado a vivir en el desierto, porque sabíamos que se trataba solo de una transición. Tan solo a la vuelta de la esquina vislumbrábamos un mundo mejor. Soportamos terrible persecución y muerte, motivados por la esperanza. Pero ahora esa esperanza de un mundo mejor está perdiendo su atractivo. Olvidada por completo.

– Esto también resulta familiar.

– Eso no me ayuda.

– ¿Qué necesitas entonces, Thomas? -preguntó Monique.

– Una manera en que el círculo satisfaga su esperanza.

Las dos mujeres lo miraron.

– Tal vez unas cuantas armas de fuego resolverían el problema -declaró, observando aún esas miradas vacías-. Pero yo no podría hacer eso, desde luego. No vine a buscar una forma de matar.

– ¿Y qué más podría ser? -presionó Monique.

– Qurong. Traje al comandante supremo de nuestro más grande enemigo con la esperanza de ayudarlo a acabar con esa obstinación imposible que lo ha acosado todos estos años.

– No debiste haberlo traído -declaró ella.

– ¿Por qué?

– Está muerto.

25

QURONG APESTA a pescado muerto, pensó Billy. El fuerte y sulfúrico olor le resultaba inexplicablemente atrayente, y comprender esto le produjo un poco de náuseas. Janae andaba de un lado al otro como animal enjaulado, al parecer sin tener en cuenta a Qurong, que hasta el momento se encontraba tan fuera de su espacio que lo único que podía hacer era permanecer de pie y sudar.

Billy se apoyó en la camilla, examinando rápidamente las opciones que tenían, que a las claras eran limitadas. La sangre había detenido al virus de la vacuna Raison B; esto era bueno. Después de más de una década de preguntarse, finalmente se había encontrado consigo mismo: Sus demonios internos, su propósito, todo lo que lo hacía palpitar. Esto era aún mejor.

Pero la única forma de reconectarse con quien realmente era requería de los libros perdidos. Ahora mismo Billy se hallaba en el mundo equivocado.

– Debe haber alguna manera de salir de esta prisión -comentó.

– ¡Está construida para mantener a las personas adentro, idiota! -exclamó furiosa Janae, mirándolo-. ¡Estamos atrapados!

– ¿Así que ahora también soy tu enemigo? -objetó Billy irguiéndose.

Ella cerró los ojos, respiró fuertemente por la nariz y exhaló aire entre los labios fruncidos. El sudor le humedecía el largo cabello oscuro hasta las mejillas, y se le había corrido el rímel, pero aun así parecía tan seductora como lo fue cuando era Jezreal.

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