Matt estaba sentado en el emparrado con la cabeza entre las maños, meditando profundamente. Saco de la mochila el fragmento de cráneo de neandertal que le había regalado Kellicut y dejo que la cadena de plata resbalase entre sus dedos como si fuera arena. Fue en una vida anterior, en aquella excavación en el sur de Francia, hacia ya muchos años.
Hizo inventario de lo que habían traído del mundo exterior. Estaba la navaja, la grabadora, las bengalas de Van, el botiquín, dos sacos de dormir, unos metros de sedal de pesca, unas latas de comida, un plato de aluminio que también servía de cacerola y otros artículos. En la mochila de Susan había mas comida, tabletas de chocolate, cuadernos de notas, varias herramientas de arqueólogo y un cojín inflable.
Al verlo sonrió; era su única concesión al lujo y aun no lo había utilizado.
La imagen de Susan sola y asustada le estaba volviendo loco. No sabia adonde la habían llevado, y se imaginaba lo peor. Quizá pudiera intentar que lo secuestrasen también a el; por lo menos estarían juntos. Pero ¿y si no los encerraban juntos? Tal vez debía enviar a Sergei al exterior en busca de refuerzos, que no podían estar muy lejos. Pero ¿y si la expedición nunca había existido? Sergei y el quizá pudieran fabricar otro arco y mas flechas e intentar colarse en la caverna. No, no llegarían demasiado lejos.
Tenia que idear una estrategia. Susan y el habían conseguido rescatar a Van, pero entonces contaban con el factor sorpresa. Ahora no disponían de esa ventaja porque los renegados posiblemente esperaban el contraataque. ¿Y quien podía ayudarles, aparte de Sergei y uno o dos homínidos?
La tribu había sido diezmada durante la incursión y algunos de los mejores guerreros-cazadores, como Levítico y Lanzarote, habían muerto. Esta vez seria imposible escabullirse furtivamente por los túneles secundarios. Seguro que los renegados habrían apostado centinelas, no eran tan ingenuos ni incapaces de cazar planes como los humanoides del valle, y en tanto que buenos cazadores, eran expertos en distintas técnicas ofensivas y defensivas. Además, si apostaban centinelas, su poder los haría virtualmente infalibles.
Mientras reflexionaba, Matt recorrió con la mirada las sombras del bosque, las copas de los árboles, la penumbra del ocaso. Vio la luna hacia el oeste, un disco pálido casi completamente redondo. De repente se sobresalto, al recordar la teoría de Van sobre la luna llena.
Susan apoyó la cadera contra un saliente de la roca y consiguió enganchar la orilla del bolsillo. Lo desgarro con un brusco tirón y el espejo cayo al suelo, aunque en el ultimo momento consiguió amortiguar su caída con un pie. Se puso de rodillas y, cogiendolo por detrás, busco una rendija en la pared donde ocultarlo. Cuando se convenció de que el espejo estaba a buen recaudo, giro sobre si misma. Lo había dejado exactamente donde le convenía.
Después empezó a pascarse -como Van, pensó con un escalofrío-, y dejo vagar sus pensamientos. Si hubiera visto a Matt cuando bajaba de la montaña, si le hubiera podido contar lo que había averiguado en la cueva de Ojo Oscuro… Con toda seguridad, la lección del retablo era la clave de todo; era la piedra de Rosetta que iluminaba de pronto el periodo mas oscuro de la prehistoria. Pensó en las batallas entre ambas especies, Homo sapiens sapiens contra Homo sapiens neanderthalensis, y recordó la patética figura del neandertal del ultimo panel y la rabia que expresaba, tan perceptible como si la mismísima roca resplandeciera.
Matt había visto el boceto, pero ¿había entendido el mensaje? Si tuviera alguna forma de comunicarse con el… Se sentó, recostó la espalda contra la pared, cerró los ojos y se concentro.
Parecía imposible. Quizás estaba demasiado aterrorizada para concentrarse. Respiro hondamente cinco veces y se repitió que debía relajarse. Intento dejar la mente en blanco, como si borrase una pizarra. Primero se imagino a Matt, evocando una imagen de hacia muchos años. Después pensó en como era ahora, tal como lo vio en el instituto: las sienes plateadas, las arrugas alrededor de los ojos, las novedades con las que empezaba a familiarizarse. Recordó cuando hicieron el amor. Entonces intento evocarlo intentando utilizar regiones del cerebro que nunca antes había empleado. Repitió su nombre una y otra vez, mientras se imaginaba su rostro. Cuando creyó que lo tenia bien interiorizado, como si atesorara un diamante en un joyero, le habló en silencio. Repetía constantemente la misma idea, intentaba proyectarla como si transmitiera una señal de radio. Simplifica, se dijo. Una sola palabra, nada mas, repítela una y otra vez como un mantra: engaño, engaño, engaño. Lo llamaba por su nombre en silencio y cuando le parecía que llegaba hasta el volvía a repetir: engaño, engaño, engaño. Y así una vez, y otra, y otra, durante horas.
Matt cogió el dibujo del enigma y lo miro. Dejo que se le escurriera de entre los dedos, se llevo las maños a la nuca y contempló el cielo. Entonces tuvo la inspiración. Había dejado volar la imaginación, que era la manera de discurrir las mejores ideas. Repaso mentalmente toda la aventura, reviviéndola, pero esta vez redistribuyo las piezas en orden cronológico, no tal como le venían a la mente. Era como rehacer el enigma Khodzant para que tuviera sentido, reflexiono.
Al principio desaparece gente del Pamir. El gobierno de Estados Unidos se entera. Capturan a un humanoide. El instituto se ocupa de el, legitimado como centro de investigación. Realizan experimentos con el homínido, clasificados al máximo nivel, y bautizan el asunto con el nombre de operación Aquiles. Descubren que la criatura tiene unos poderes especiales. El instituto envía a Kellicut para que localice a la tribu. Este les manda pruebas y desaparece. Después envían a Matt y a Susan en busca de Kellicut, y Van los acompaña como guardián y para que avise a Eagleton cuando se produzca el contacto. Todo lo demás encaja.
De todos modos, Aquiles es un nombre muy raro para una operación, pensó Matt. El mítico guerrero griego. Rebusco en su memoria. La madre de Aquiles, Tetis, era una ninfa. Los hados habían predicho que su hijo moriría joven y que su desaparición estaba marcada por el destino, como los hombres de Neandertal. Cuando era pequeño, Tetis lo sumergió en el río Aqueronte, confiando en que sus mágicas aguas lo protegerían de todo mal. Pero lo sujeto por el talón y el agua no toco esa parte de su cuerpo. ¿Acaso era, eso una pista? ¿Acaso el gobierno buscaba el punto débil del hombre de Neandertal a fin de controlarlo? ¿O era el talón el punto débil que los condujo a la extinción? Cuando estallo la guerra de Troya, Aquiles fue un destacado guerrero, hasta que discutió con el rey Agamenon y se negó a acudir al combate. Presto su armadura a su amigo Patroclo, que murió a manos de Héctor. Aquiles mato a Héctor, pero la flecha envenenada que le tiro Paris encontró su punto débil, el talón.
Matt se puso en pie de un brinco. ¡Pues claro! Esa era la estratagema. Estaba allí desde el principio, esperando que la desvelasen: la historia de la batalla mas famosa, la historia de la derrota mas famosa.
El viento amaino durante la noche y por la mañana, la luz era radiante y la tormenta había cesado. Al amanecer, el aire era tan limpio y claro que los hombres podían ver a gran distancia. Cuando salio el sol, el azul del cielo se hizo mas intenso y aporto un matiz dorado al hielo que se había formado sobre la ventanilla del helicóptero que retenía a Kane atrapado desde el accidente.
Se sentía aliviado; habían logrado establecer contacto por radio con Sodder, que había regresado al campamento base en el otro helicóptero, y ahora que la tormenta había amainado, irían a rescatarlos. Cuando se desvaneció el miedo enfermizo que había sentido hasta ese momento pudo darse cuenta de que había sido tan atroz que le había calado hasta los huesos.
Читать дальше