En el túnel del tiempo, las dos tribus de guerreros son muy distintas. Una tribu es robusta, musculosa, con la cabeza prominente y unas protuberancias óseas encima de la frente aplanada. Proceden de las montañas del norte y hablan en silencio. La otra tribu es ágil y esbelta, diseñada para correr, de huesos delgados y frente lisa. Hablan con sonidos y proceden del bosque del sur. Ambas tribus han aprendido a distinguir que antílope esta débil o herido y que tigre con dientes de sable esta a punto de atacar. La naturaleza ha sido una buena maestra en su jardín de infancia. La supervivencia consiste en reconocer diferencias y elegir bandos, y por eso las dos tribus están en guerra, una lucha primordial entre especies.
Flotando mentalmente como un ave, Susan mira hacia abajo desde las alturas y contempla a las tribus en combate.
Se pavonean y fanfarronean con sus porras y lanzas. Avanzan a la carrera y retroceden, puntos cambiantes sobre la llanura rocosa. Un bando ataca y el otro huye; después intercambian los papeles. El penetrante olor a almizcle y hojas húmedas, orina y humo no desaparece.
Susan ve que el ojo sano la perfora; tiene la sensación de que se esta contemplando a si misma, viendo la roca que hay detrás de su cabeza y después flotando de nuevo por el túnel. Una vez mas, las tribus se enfrentan. Blandiendo las porras, chocan como dos olas que se estrellan una contra otra.
Las armas aplastan cráneos y columnas vertebrales. Algunos caen de rodillas. La sangre salpica las rocas. Una cabeza se raja de un golpe y los sesos se desparraman. Los bandos se separan con grandes aullidos y mas baladronadas.
Los muertos son enterrados en árboles tras sacarles los ojos.
Después, con nuevos gritos y amagos, el combate vuelve a empezar. Se abalanzan unos contra otros y chocan, dos oleadas que se estrellan con el sonido de las porras al machacar la carne y los huesos. Desde lejos, cerca del monte en forma de puno, las acometidas parecen extrañamente irreales y el sonido llega amortiguado. Las dos tribus se reúnen en la llanura y se separan por tercera vez, dejando atrás cadáveres tendidos en el suelo, como olas que lamen la orilla haciendo rodar los guijarros y de pronto abandonándolos inmóviles en la playa.
El tiempo pasa, se impone la paz. Ahora las dos tribus se aproximan cautelosamente, pero no en pie de guerra. Avanzan lentamente hacia la otra desde extremos opuestos de la llanura rocosa con las armas bajas. Se miran nerviosamente a medida que se acercan. Se detienen a unos diez metros de distancia y dejan caer sus armas. Despacio, se incorporan sin despegar la vista de los otros y muestran sus maños vacías con las palmas hacia arriba. Caminan entre las porras y siguen avanzando lentamente con gestos de nerviosismo. De repente se produce una brusca agitación que levanta una gran polvareda. La tierra se abre y se traga a todo un bando; desaparecen por docenas en fosas que aparecen bajo sus pies.
Aullando de alegría, los mas ágiles atacan, dejando caer una lluvia de piedras y tierra sobre el enemigo con la intención de enterrarlo. Apresados en las trampas, los de la frente prominente chillan de terror, pero la tierra les llueve encima hasta que ahoga sus gritos y los envuelve como un alud. Los cubre a todos por completo, lenta e inexorablemente, hasta que solo queda una zanja, y en ella se revuelve enloquecido el líder, que aporrea las paredes con los puños echando la cabeza hacia atrás. A pesar de la tierra que cae pesadamente sobre el, se mantiene erguido y alza la barbilla. Muestra los dientes, abre la boca y prorrumpe en un largo alarido gutural de rabia, impotencia y angustia por la traición que ha cometido con el y con su tribu el nefasto enemigo de cráneo estrechó. Su aullido se eleva por la montaña y se prolonga retumbando como un eco en el valle y a través del bosque hasta mucho después de que la tumba este cubierta hasta el borde.
Susan salio de la cueva y se lleno los pulmones con el fresco aire, contemplando desde arriba las copas de los árboles.
Todo se ha aclarado, pensó mientras seguía a Ojo Oscuro por la senda. Los mitos sobre el origen y la supervivencia tienen una finalidad de largo alcance: son la historia atesorada y refundida en lección objetiva. La epopeya de Noe y el diluvio, una leyenda oral relatada con variantes por toda Eurasia, advierte del castigo divino que cosecha la decadencia moral. Adan y Eva es la historia del pecado de pasarse de listo que provoco la caída de la humanidad de su estado de gracia inicial. Cain y Abel habla del primer derramamiento de sangre y de lo que reporto.
Ojo Oscuro iba ahora muy por delante de Susan y se perdía de vista al tomar las curvas del camino que serpenteaba junto a la pared de roca. De modo que aquel había sido el acontecimiento mas singular de la época prehistórica de los homínidos, el punto de inflexión que los había condenado a una existencia miserable en las frías y yermas regiones del techó del mundo. Era la historia de como se perdió una batalla. Y la perdieron no por inferioridad numérica o por falta de armamento, de organización o de valor, sino por ignorancia, por ingenuidad, por una confianza que era incapaz de reconocer la insondabilidad del traicionero enemigo. Era claramente una información que merecía la pena conservar para el futuro en una maquina del tiempo. Quizá fue pintada en la pared de la caverna por un puñado de supervivientes de la batalla original que contaban con la bendición de un extraordinario artista entre ellos. Iba dirigido a las generaciones futuras que inevitablemente se enfrentarían al enemigo como un mensaje de capital importancia: Cuidado con el ágil y alto, pues tiene una capacidad que nosotros no poseemos.
Susan llego a una bifurcación del camino a la misma altura que las copas de los árboles. Ojo Oscuro iba muy por delante y ella no supo que camino había seguido. Eligio uno; al tomar una curva vio que el sendero se ensanchaba ante una grieta oculta, y justo mas allá, una maraña de gruesas lianas le cerraban el paso; tuvo que pisar entre ellas con cuidado para no resbalar.
De pronto noto que el suelo cedía bajo sus pies y las lianas se enrollaron en su tobillo. Era como pisar un nido de víboras. Cayo de bruces y alzo los brazos instintivamente para amortiguar la caída; la tierra y las piedras le despellejaron las maños. Las lianas seguían atrapando sus pies y la presión era ahora mas fuerte. Susan oyó un rumor sordo detrás de ella, en la dirección de la grieta, y una piedra se estrello contra su muslo. Antes de que pudiera volverse, noto que unas maños de hierro le sujetaban los brazos a la espalda; luego unos dedos gruesos y muy fuertes la cogieron por los hombros y otros similares aferraron sus piernas.
Indefensa, fue izada por detrás. Intento resistirse, pero le inmovilizaron las maños con un cepo de madera tan apretado que sintió un agudo dolor en los hombros. Después noto que algo le rozaba la espalda y la nuca. Se estremeció al comprender que era: el duro hueso que cruzaba una frente rígida.
Matt necesitaba decirle a Susan que su vía de escape estaba bloqueada. Al ver que no regresaba al poblado al caer la tarde, salio a buscarla siguiendo el camino del lago y llamándola a gritos. Fue bordeando la orilla hasta llegar al lugar discreto donde Susan se había bañado. Vio rastros de burbujas de jabón entre los residuos flotantes de la orilla, y en tierra firme encontró la delgada esquirla de pedernal con restos de pelos negros pegados al borde afilado. A partir de allí, la pista se perdía.
Volvió al poblado y busco a Sergei. Al anochecer habían inspeccionado la mitad del valle entre los dos, dividiéndolo en sectores y recorriéndolo sistemáticamente en zigzag.
Cuando regresaron con las maños vacías, Matt estaba desesperado. Le echó un vistazo a su emparrado y registro la mochila de Susan, pero no encontró ninguna pista; todo parecía estar en orden.
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