Dimitri Bilenkin - Operación «Dios cósmico»
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- Название:Operación «Dios cósmico»
- Автор:
- Издательство:Editorial «Mir»
- Жанр:
- Год:1984
- Город:Moscú
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Operación «Dios cósmico»: краткое содержание, описание и аннотация
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No todos los reclusos se comportaban de la misma manera. Unos cayeron y así quedaron acostados, protegiendo la cabeza. Pero el núcleo principal actuó con rapidez y organización. Hacia Polynov se lanzó un muchacho alto y moreno con el uniforme desgarrado de la tripulación del «Antinoo».
— ¡Soy Mauricio! — se puso firme, como preparándose para dar el parte—. ¡El grupo clandestino de Resistencia está listo para el combate! Como en los campos de concentración…
No pudo contenerse y guiñó bizarramente el ojo. Su segundo ojo lo tenía hinchado, por lo visto había pasado por la cámara de torturas.
— Le conozco por la nota de Cris — Polynov estrechó apresuradamente la mano tendida—. ¿Cuál es su plan?
— Planeamos obstruir la marcha del proceso y aumentar la presión en las tuberías. En este caso la planta volará. ¿Su opinión?
— Sólo atacar. Si no, aquí nos aplastarán como moscas.
— ¡Son muchos! ¿No sería mejor volar la planta?
— Ya han sido volados, allí se dará cuenta.
Atacar con tres grupos. He aquí el esquema del combate…
— ¿Y los que no tienen armas?
— Que vayan también. Tomarán las armas de los muertos. Y que griten lo más alto posible. Pero no «hurra». Cualquier tontería. Cuanta más algarabía, mejor.
— No lo comprendo.
— Lo comprenderá en el lugar de acción. No olvide: cada uno debe gritar siempre «¡infierno verde!». De este modo reconoceremos a los nuestros. La victoria está cercana. ¡Adelante!
Los grupos de asalto de los reclusos se zambulleron en la oscuridad y comenzó el combate, un combate absurdo, desesperado y extraño. Era una pelea en la más profunda oscuridad, desgarrada por las fulguraciones de los lightings, alaridos y rayos de las linternas. Una pelea en la cual el enemigo disparaba al enemigo y el amigo perdía a los amigos, en la cual no había ni frente ni retaguardia y todo se decidía en fracciones de segundo, en la cual la desesperación luchaba contra la destreza y el miedo contra la resolución. Los atacantes tenían a su favor el factor sorpresa, la acción del mixonal que aún no se había extinguido, la comprensión de lo que acontecía y un conocimiento preciso de la finalidad. En el campo enemigo cada uno luchaba por sí mismo, apenas dándose cuenta de quiénes eran los asaltantes, de dónde aparecieron y cuántos eran. Pero, por su parte, los guardias poseían una rica experiencia de refriegas y su número era mayor… E inconmensurablemente mejor conocían su base. Allí donde los guardias tuvieron tiempo de agruparse y organizar el mando su respuesta resultó terrible. Los rayos de sus lightings segaron a todos los que tenían en frente, a los suyos y a los ajenos, sin hacer diferencias.
Polynov y Cris ya tenían cierta experiencia de errar a ciegas. Esquivando grescas, se colaron arriba, al compartimiento energético. A Polynov le instigaba una desesperada premura: comprendía perfectamente que si se daba la luz a la base, exterminarían a los reclusos en un dos por tres.
Miró cautelosamente de detrás de una esquina. Por el compartimiento se deslizaban dos rayos de luz procedentes de unas linternas iluminando ora los planos de las paredes de hormigón, ora la blancura marmórea del tablero de distribución, ora las destrozadas entrañas del pupitre de mando. En silencio y nerviosamente se realizaba un trabajo apresurado, brillaban las herramientas y unas gigantescas sombras se agitaban tras las espaldas de los hombres agachados sobre el pupitre.
Cris, por descuido, enganchó algo con el codo. Las linternas se apagaron al instante. Un brillo insoportable cegó a Polynov. Un rayo fulminador lanzado casi a quemarropa le chamuscó el cabello, pero a Cris le dio tiempo disparar al tercer guardia que estaba al acecho, al ojo que vomitaba fuego, y éste se apagó.
En fracción de segundo el estruendo y el ruido de los fragmentos de hormigón fue sustituido por un silencio perturbado tan sólo por el eco del lejano combate. Los adversarios, habiéndose perdido de vista unos a otros, se agazaparon. Los lightings, a tientas, buscaban en la lobreguez el blanco. Cada uno contenía la respiración comprendiendo que el primer susurro podía tornarse el último.
De repente, algo tintineó sobre la cabeza de Polynov. Instintivamente levantó el lighting y, en seguida, un ruido detrás del pupitre reveló el ardid del adversario. Arrojaron una herramienta para distraer la atención y escapar. Polynov, apresuradamente, apretó el gatillo. Demasiado tarde: el rayo dio en la puerta que se cerraba con violencia, haciendo brotar de ésta un chorro purpúreo. Los enemigos huyeron dejando a Polynov y Cris el campo de batalla.
Polynov encendió la linterna que por el camino quitó a un guardia muerto y adosó a la segunda puerta una mesa.
— ¡Vigila la entrada, Cris!
Se inclinó sobre el pupitre. Los instrumentos habían sido destruidos con entendimiento. El autor de la avería no sólo estropeó las transferencias del bloque de mando del sistema energético: se las ingenió conectar a éstas una tensión tal que éstos se pegaron entre sí formando una masa verdosa homogénea y adhiriéndose a los paneles cerámicos. No se podían sacar ni sustituir sin extraer previamente el monolito formado, así como sin limpiar y poner en orden los contactos. Los guardias cogidos por sorpresa estaban ocupados precisamente en este trabajo. Aquí mismo, en el pupitre, se hallaban las transferencias de repuesto.
Polynov pasó el círculo de luz hacia el bloque autónomo del alumbrado de emergencia. Una mano hábil también había trabajado aquí, sin embargo, ya sea que le estorbaron, o bien, deliberadamente, las transferencias sólo estaban rotas y los cables cortados y enredados. Este ya estaba casi restablecido. Polynov y Cris llegaron a tiempo. Diez minutos más y por todas partes se hubieran encendido las lámparas de emergencia. Polynov, mientras fijaba en las células los monocristales de las transferencias, con ansia trataba de captar los sonidos extenuantes de la batalla. De vez en cuando hasta él llegaba el grito de «¡infierno verde!» ¿Pero quién vencía? Si vencían los suyos, era necesario conectar la luz. Y si vencían los enemigos… No era posible formarse una idea de quién ganaba.
— Oye, Cris…
Polynov trasladó la luz de la linterna. La muchacha estaba de pie apoyada contra una de las jambas, manteniendo con ambas manos la pistola delante de sí. En su hombro derecho se esparció una mancha oscura.
— ¿Te han herido?
— Una futileza… Sólo me rozó.
Polynov examinó rápidamente el hombro y suspiró con alivio. Nada grave. Pero había perdido mucha sangre y Polynov se asombró de cómo podía aguantar habiendo sido herida y pasando por tantos sufrimientos. Se arrancó la manga de la camisa y le vendó fuertemente el hombro. Lo que tenía que hacer ahora aterraba a Polynov, pero no veía otra salida.
— Óyeme, pequeña… — procuraba que la voz no revelase su zozobra—. Tendrás que aguantar un poco más. Una media hora…
— ¿Sola?
— Todo depende de ello. Yo iré a la estación de radio. Fíjate en este contacto. En cuanto lo enchufes habrá luz… Tú debes, comprendes, debes resistir, y conectar la corriente dentro de quince minutos, conectar la comente… En este caso, sea quien sea el vencedor, podré enviar la comunicación al cosmos. ¿Lo comprendes?
Sí, ella lo comprendía todo, ella asentía con la cabeza, trataba de no caer, daba su palabra de honor que no tenía miedo, que aguantaría.
Polynov le tomó a uno de los guardias muertos el lighting y la linterna. «No me hacen falta — susurró Cris—. No los podré sostener… La pistola… Y sentarme…» Polynov proyectó el círculo luminoso en varias direcciones buscando una silla. El foco de la linterna deslizó por un cuerpo caído de bruces. Polynov puso el cadáver de espaldas y levantó lentamente la mano como si descubriera la cabeza.
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