J. Robb - Una muerte inmortal

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Una top model muere brutalmente asesinada Para investigar el caso la teniente Eve Dallas debe sumergirse en el clamoroso mundo de la pasarela y no tarda en descubrir que no es oro todo lo que reluce. Tras la rutilante fachada de la alta costura los desfiles y las fiestas encuentra una devoradora obsesión por la eterna juventud y el éxito, rivalidades encarnizadas, profundos rencores y frustraciones. Un excelente caldo de cultivo para el asesinato en especial si se añade a la mezcla un desenfrenado consumo de las mas sofisticadas drogas.

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– Un suicidio. -Peabody cogió los hilos y los tren?zó-. La combinación que tomó era letal. Si pudo pensar con claridad suficiente para entrar en el almacén, tam?bién pudo pensar en eso. ¿Para qué enfrentarse al escán?dalo y a la cárcel si podía salir del apuro de manera rápi?da y limpia?

– No es la primera vez -dijo él-. En mi trabajo, es bastante normal. La gente no puede vivir con la droga y tampoco sin ella. La utilizan para quitarse de en medio.

– Ninguna nota -dijo Eve con tozudez-. Ningún mensaje.

– Estaba desanimada. Y como usted ha dicho antes, desesperada. -Casto jugueteó con su café-. Si fue un im?pulso, algo que ella creyó que debía hacer y rápido, qui?zá no quiso reflexionar el rato suficiente para dejar un mensaje de despedida. Nadie la obligó, Eve. No hay se?ñales de violencia ni de forcejeo en el cadáver. Pudo ha?ber sido un accidente o pudo ser deliberado. No es pro?bable que se pueda determinar cuál.

– Eso no resuelve los homicidios. Ella no actuó sola.

Casto intercambió una mirada con Peabody.

– Tal vez no. Pero el hecho es que la influencia de la droga puede explicar por qué lo hizo así. Usted podrá seguir machacando a Redford y a Young. Ninguno de los dos debería salir impune de esto, claro está. Pero va a tener que cerrar este caso tarde o temprano. -Dejó la taza sobre la mesa-. Dése un respiro, Dallas.

– Vaya, qué bonito. -Justin Young se aproximó a la mesa. Sus ojos, hundidos y con un cerco rojo, se clava?ron en Eve-. ¿Nada le quita el apetito, maldita zorra?

Casto empezó a levantarse de la silla pero Eve levantó un dedo indicándole que se sentara. Decidió dejar a un lado la compasión.

– Sus abogados han conseguido sacarle, ¿eh, Justin?

– Exacto, sólo ha hecho falta que muriese Jerry para empujarles a conceder la fianza. Mi abogado me ha di?cho que con los últimos acontecimientos (así lo expresó el muy hijoputa) el caso está prácticamente cerrado. Jerry es una asesina múltiple, una drogadicta, una muer?ta, y yo quedo como inocente. Qué fácil, ¿verdad?

– ¿Le parece? -dijo Eve sin alterarse.

– Usted la mató. -Justin se inclinó sobre la mesa, ha?ciendo saltar los cubiertos-. ¿Por qué no le rajó el cuello con un cuchillo? Jerry necesitaba ayuda, comprensión, un poco de compasión. Pero usted siguió pinchándola hasta que ella se vino abajo. Y ahora está muerta. ¿Se da usted cuenta? -Sus ojos se llenaron de lágrimas-.Ella ha muerto y usted ha conseguido una bonita estrella por atrapar al asesino. Pero tengo noticias para usted, te?niente. Jerry no mató a nadie. Usted, en cambio, sí. Esto no se ha terminado. -Barrió la mesa con un brazo, lan?zando platos al suelo con la consiguiente rotura de loza-. Esto no terminará aquí, no señor.

Eve suspiró mientras.Young se alejaba.

– No, supongo que no -dijo.

Capitulo Veinte

Nunca había vivido una semana tan rápida. Y se sentía brutalmente sola. Todo el mundo consideraba ce?rrado el caso, incluidos la oficina del fiscal y su propio jefe, el comandante Whitney. El cadáver de Jerry Fitzgerald fue incinerado, y archivado su último interroga?torio.

Los media, como era de esperar, se pusieron las bo?tas. La vida secreta de una top model. La asesina de la cara perfecta. La búsqueda de la inmortalidad deja una estela de muertos.

Eve tenía otros casos, también otras obligaciones que cumplir, pero pasaba todos los momentos libres revisan?do el caso, repasando las pruebas y tratando de pergeñar nuevas teorías hasta que incluso Peabody le dijo que lo dejara.

Intentó solucionar los pequeños detalles de la boda que Roarke le había pedido que arreglara. Pero ¿qué sabía ella de menús, surtido de vinos y disposición de asientos? Finalmente, se tragó el orgullo y le endilgó la tarea a un re?funfuñante Summerset.

Y tuvo que oír, en tono didáctico, que la esposa de un hombre de la posición de Roarke tendría que apren?der las bases de la vida social.

Ella le dijo que la dejara en paz, y ambos se pusieron a hacer lo que mejor sabían. En el fondo, lo que más te?mía Eve era que estuvieran empezando a caerse bien.

Roarke fue al despacho de Eve y meneó la cabeza. Iban a casarse al día siguiente. Dentro de menos de veinte ho?ras. ¿Estaba la novia probándose el traje de boda, bañán?dose en fragantes perfumes o fantaseando sobre su vida futura?

En absoluto, estaba encorvada sobre el ordenador, hablando sola, con el pelo alborotado de tanto rascarse con los dedos. Tenía una mancha de café en la camisa. Un plato con lo que había sido un emparedado había quedado en el suelo. Hasta el gato lo evitaba.

Él se acercó por detrás y vio, como ya esperaba, el archivo de Fitzgerald en pantalla.

Su tenacidad le fascinaba y le seducía a la vez. Se pre?guntó si Eve habría dejado que alguien más viera que su?fría por la muerte de Fitzgerald. Hasta a él mismo se lo habría ocultado, de haber podido hacerlo.

Roarke sabía que sentía culpa, y compasión. Y senti?do del deber. Todo eso mantenía a Eve atada al caso. Era una de las razones por las que él la quería; esa enorme capacidad para la emoción dentro de una mente lógica e inquieta.

Empezó a inclinarse para besarle la cabeza justo cuando ella la levantó. Ambos maldijeron cuando su ca?beza chocó con la mandíbula de él.

– Santo Dios. -Entre divertido y dolido, Roarke se secó la sangre del labio-. Contigo, hasta el amor es peli?groso.

– No deberías espiarme de esa manera. -Eve se frotó la cabeza. Otro sitio más que le dolía-. Creía que Feeney y tú y algunos de tus amigos hedonistas estabais dedica?dos al pillaje.

– Una despedida de soltero no es una invasión vikinga. Aún me queda tiempo antes de que empiece la barba?rie. -Se sentó en la esquina de la mesa y la miró detenida?mente-. Eve, necesitas descansar.

– Voy a tomarme tres semanas de permiso, ¿no? -dijo entre dientes mientras él levantaba las cejas-. Per?dona, soy insoportable. No puedo pasar de esto, Roarke. Lo he dejado una docena de veces durante la semana pasada, pero no para de venirme a la cabeza.

– Dilo en voz alta. A veces ayuda.

– Está bien. -Eve se apartó de la mesa, a punto de pi?sar al gato-. Jerry pudo ir al club. Hay gente elegante que va a esa clase de sitios.

– Pandora, por ejemplo.

– Exacto. Y se mezclaban con el mismo tipo de per?sonal. Así que ella pudo ir al club, pudo ver a Boomer allí. Incluso puede que algún contacto le dijera que él estaba en el club. Suponiendo, claro es, que ella le cono?ciera, lo cual no está probado. Y que trabajaba con él, o a través de él. Jerry le ve allí, comprueba que se está yendo de la lengua. Boomer es un cabo suelto, alguien que ha dejado de ser útil para convertirse en una contin?gencia.

– Hasta aquí tiene lógica.

Ella asintió, pero sin dejar de pasearse.

– Bien, Boomer la ve cuando sale del cuarto privado con Hetta Moppett. Jerry está preocupada por lo que Boomer haya podido decir. Puede que él haya fanfarro?neado, hinchado incluso su relación con el negocio para impresionar a Hetta. Boomer es lo bastante listo para sa?ber que está en un aprieto, se larga, se esconde. Hetta es la primera víctima porque podría saber algo. Es asesina?da rápida y brutalmente, para que parezca una cosa for?tuita, producto de un arrebato. Hetta tiene ficha. Eso significa que se tardaría más en relacionar a Jerry con el club y con Boomer. Si es que a alguien se le ocurría rela?cionarla, cosa improbable.

– Sólo que no contaban contigo.

– Exacto. Boomer tiene una muestra, tiene la fórmu?la. Era rápido cuando le daba la gana, y tenía talento para robar. La inteligencia no era su fuerte. Tal vez exigió más dinero, una tajada más grande. Pero en su especiali?dad era muy bueno. Nadie sabía que era un soplón apar?te de algunas personas relacionadas con el departamento de policía y seguridad de Nueva York.

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