J. Robb - Una muerte inmortal

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Una muerte inmortal: краткое содержание, описание и аннотация

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Una top model muere brutalmente asesinada Para investigar el caso la teniente Eve Dallas debe sumergirse en el clamoroso mundo de la pasarela y no tarda en descubrir que no es oro todo lo que reluce. Tras la rutilante fachada de la alta costura los desfiles y las fiestas encuentra una devoradora obsesión por la eterna juventud y el éxito, rivalidades encarnizadas, profundos rencores y frustraciones. Un excelente caldo de cultivo para el asesinato en especial si se añade a la mezcla un desenfrenado consumo de las mas sofisticadas drogas.

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– Y esas personas no podían saber hasta qué punto uno se toma en serio una asociación comercial. -Roarke ladeó la cabeza-. En otras circunstancias, supongo que su muerte habría sido atribuida a un conflicto entre tra?ficantes, un acto de venganza por parte de uno de los so?cios, y ya está.

– Cierto, pero Jerry no actuó con suficiente rapidez. Encontramos la droga en casa de Boomer y empezamos a trabajar desde ahí. Al mismo tiempo, pude ver perso?nalmente a Pandora en acción. Ya sabes lo que pasó, y has oído el resumen sobre las circunstancias que se die?ron en la noche de su muerte. Colgarle el crimen a Mavis fue un golpe de suerte, buena y mala. Eso daba tiem?po a Jerry, y de paso le proporcionaba un chivo expiatorio.

– Un chivo expiatorio que casualmente era muy que?rido del primer investigador.

– Por eso he dicho mala suerte. ¿Cuántas veces voy a tener un caso cuyo primer sospechoso sé que es absolu?tamente inocente? Pese a las pruebas, pese a todo. No creo que eso vuelva a ocurrir.

– Quién sabe. A mí me pasó hace unos meses.

– Yo no sabía, sólo lo presentía. Pero después tuve la certeza. -Eve metió las manos en los bolsillos y volvió a sacarlas-. Con Mavis lo supe desde el primer momen?to. De modo que enfoqué el problema desde otro án?gulo. Ahora veo tres posibles sospechosos, todos ellos, a decir verdad, con móvil, oportunidad y medios. Empiezo a creer que uno de estos sospechosos es adicto a esa misma droga que lo echó a rodar todo. Y cuando piensas que ya puedes empezar a hacer cabalas, un camello del East End es asesinado. El mismo modus operandi. ¿Por qué? Algo no encaja, Roarke, y no consigo aclararlo. No necesitaban a Cucaracha. Las desventajas de que Boomer le confiara algún dato son tantas que llegan a la es?tratosfera. Pero a él se lo cargan, y en su organismo ha?bía rastros de la droga.

– Una estratagema. -Roarke sacó un cigarrillo y lo encendió-. Una maniobra de distracción.

Ella sonrió por primera vez en horas.

– Es lo que me gusta de ti. Tu mente criminal. Poner una pista falsa para confundirnos. Que la poli se las vea y se las desee para buscar una conexión lógica con ese Cucaracha. Mientras, Redford está fabricando una va?riedad propia de Immortality, y se la da a probar a Jerry. Junto con unos suculentos honorarios. Pero él recuperó el dinero, desplumándola por todas y cada una de las botellas. Es un negociante avispado; se tomó la moles?tia y el riesgo de procurarse un espécimen de la colonia Edén.

– Dos -dijo Roarke y tuvo el placer de ver que aque?lla cara se volvía blanca.

– ¿Dos qué?

– Encargó dos especímenes. Pasé por Edén de regre?so al planeta y charlé con la hija de Engrave. Le pedí si podía buscar un hueco para hacer una verificación. Red?ford encargó su primer espécimen hace nueve meses, bajo otro nombre y con una licencia falsificada. Pero los números de identificación son los mismos. Lo hizo en?viar a una floristería de Vegas II que tiene una reputación dudosa por contrabando de flora. -Hizo una pausa para echar la ceniza en un bol de mármol-. Creo que de allí la mandaron a un laboratorio a fin de destilar el néctar.

– ¿Por qué diablos no me lo has dicho antes?

– Te lo estoy diciendo ahora. Me lo han confirmado hace cinco minutos. Probablemente podrás contactar con seguridad en Vegas II y hacer que interroguen a la florista.

Eve estaba sudando cuando aporreó su enlace y dio órdenes al respecto.

– Aunque consigan arrestar a Redford, llevará sema?nas hacer los trámites burocráticos para que lo manden al planeta y yo pueda hablar con él. -Pero se frotó las manos, anticipando el placer que eso le reportaría-. Po?drías haberme dicho que estabas en esto.

– Si no sacaba nada te hubieras decepcionado. En cambio, deberías agradecérmelo. Mira, Eve, esto no cambia mucho las cosas.

– Pero significa que Redford trabajó por su cuenta más de lo que nos insinuó. Y significa… -Se dejó caer en una silla-. Sé que ella pudo hacerlo, Roarke. Ella sola. Pudo salir del apartamento de Young sin ser detectada. Pudo dejarle durmiendo, volver después. Cuando le diera la gana. O puede que él lo supiera. Él se habría sa?crificado, y además es actor. Habría arrojado a Redford a las fieras, pero no si con eso involucraba a Jerry.

Apoyó un momento la cabeza en las manos, frotán?dose la frente.

– Sé que ella pudo hacerlo. Pudo ver la ocasión y pudo entrar en el almacén. Pudo haber decidido acabar a su manera, eso encaja con su carácter. Pero no me gusta la idea.

– No puedes culparte de su muerte -dijo Roarke con voz queda-. Por la sencilla razón de que tú no tienes la culpa, y por otra razón que has de aceptar: la culpa em?paña la lógica.

– Sí, lo sé. -Se levantó otra vez, intranquila-. No he estado a la altura de las circunstancias. Primero Mavis, recordándome lo de mi padre. Se me han escapado deta?lles. Y luego todo lo demás.

– ¿Incluida la boda? -sugirió él.

Ella esbozó una débil sonrisa.

– He tratado de no pensar demasiado en eso. No te lo tomes a mal.

– Considéralo una formalidad. Un contrato, si lo prefieres, con unos cuantos accesorios.

– ¿Has pensado que hace apenas un año ni siquiera nos conocíamos? ¿Que vivimos en la misma casa, pero que la mayor parte del tiempo estamos separados? ¿Que todo esto que sentimos el uno por el otro podría no ser realmente algo que dure mucho tiempo?

Él la miró largamente.

– ¿Vas a hacer que me enfade la noche antes de que nos casemos?

– No intento hacer que te enfades. Tú has sacado el tema y puesto que ésa ha sido una de las cosas que me han distraído estos días, me gustaría dejarlo claro. Son preguntas razonables y merecen respuestas razonables.

La mirada de Roarke se ensombreció. Ella lo advir?tió y se preparó para la tormenta. Pero él se puso en pie y habló con una calma tan glacial que ella casi se estre?meció.

– ¿Te estás echando atrás, teniente?

– No. Dije que me casaría. Yo sólo creo que debería?mos… pensarlo -dijo ella, odiándose a sí misma.

– Pues piensa tú, busca tus respuestas razonables. -Consultó su reloj-. Se me hace tarde. Mavis te está es?perando abajo.

– ¿Para qué?

– Pregúntale a ella-dijo él mientras se disponía a salir.

– Maldita sea. -Eve dio una patada a la mesa hacien?do que Galahad la mirase malévolamente. Dio otra pa?tada, porque el dolor a veces tenía sus recompensas, y luego bajó renqueando a encontrarse con Mavis.

Una hora después, la estaban arrastrando al Down amp; Dirty. Había soportado las órdenes de Mavis para que se cambiara de ropa, para que se arreglara el pelo, la cara. Incluso la actitud. Pero cuando la música y el ruido la impactaron como un gancho largo, Eve se plantó.

– Caray, Mavis, ¿por qué aquí precisamente?

– Porque es feo, por eso. Las despedidas de soltero se supone que son feas. Eh, mira a ese del escenario. Con esa polla tan grande hasta podría clavar clavos. Menos mal que le dije a Crack que nos reservara una mesa bue?na. Esto está hasta los topes, y apenas son las doce de la noche.

– Mañana he de casarme -dijo Eve, encontrando por primera vez que era una excusa buena.

– Exactamente. Por Dios, Dallas, tranquilízate. Mira, ahí llegan.

Eve estaba acostumbrada a los sustos. Pero aquello era el no va más. No podía creer que estuviera sentada a una mesa justo debajo de un meneapollas con Nadine Furst, Peabody, una mujer que debía de ser Trina y, San?to Dios, la doctora Mira.

Antes de poder cerrar la boca, Crack apareció por detrás y la hizo levantarse.

– Qué tal, rostro pálido. Esta noche hay fiesta. Te traeré una botella de champán de la casa.

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