– ¿Y mañana?
– Lo pensaré -respondió Siobhan sin poder contener una sonrisa al pensar que volando a mil pies sobre Edimburgo estaría a salvo de Gill Templer.
– Le encantará, se lo prometo.
– Ya veremos.
– Pero estará fuera de servicio, ¿no? Es decir, que podrá permitirse llamarme Doug. -Aguardó a que ella asintiera con la cabeza-. ¿Y cómo me permitiré llamarla yo, sargento Clarke?
– Siobhan.
– ¿Es un nombre irlandés?
– Gaélico.
– Su acento no…
– No he venido aquí para hablar de mi acento.
Brimson levantó las manos en gesto de conciliación.
– ¿Por qué no se presentó usted? -preguntó ella, pero Brimson no pareció entenderlo-. Después del suceso hubo amigos del señor Herdman que nos llamaron por si queríamos hablar con ellos.
– ¿Ah, sí? ¿Por qué?
– Por un sinfín de razones.
Brimson reflexionó un instante.
– Yo no lo consideré necesario, Siobhan -dijo.
– Dejemos los nombres de pila de momento, ¿de acuerdo?
Él inclinó la cabeza hacia un lado a modo de disculpa. En ese momento se oyeron de repente ruidos de parásitos y voces transistorizadas.
– La torre de control -dijo él agachándose para bajar el volumen de la radio-. Es Charlie pidiendo un hueco. -Consultó el reloj-. A esta hora no habrá problema.
Siobhan oyó una voz que advertía al piloto que fuera con cuidado con un helicóptero que sobrevolaba el centro de la ciudad.
– Roger, control.
Brimson bajó aún más el volumen.
– Me gustaría volver en otro momento con un colega para que hable con usted -dijo Siobhan-. ¿Le parece bien?
Brimson se encogió de hombros.
– Ya ve lo poco ocupado que estoy. Sólo hay movimiento los fines de semana.
– Ojalá pudiera yo decir lo mismo.
– No me diga que no está ocupada los fines de semana. Una mujer guapa como usted…
– Me refería…
Él se echó a reír de nuevo.
– Lo decía en broma. Aunque veo que no lleva alianza -añadió señalando con la cabeza la mano izquierda de ella-. ¿Cree que yo estaría a la altura del DIC?
– Yo también me he fijado en que no lleva usted anillo.
– Soy soltero y sin compromiso. Mis amigos dicen que es porque tengo la cabeza en las nubes y allí no hay muchos bares para solteros -añadió señalando hacia arriba.
Siobhan sonrió y se dio cuenta de que estaba disfrutando de la conversación. Mala señal. Sabía que tenía que hacerle ciertas preguntas pero no acababa de centrarse.
– Entonces, hasta mañana quizá -dijo levantándose.
– ¿Para su primera lección de vuelo?
– Para que hable con mi colega -replicó ella negando con la cabeza.
– Pero ¿vendrá usted también?
– Si puedo.
Brimson pareció conforme y dio la vuelta a la mesa con la mano tendida.
– Encantado de conocerla, Siobhan.
– Encantada, señor… -titubeó al ver que él levantaba un dedo-. Encantada, Doug.
– La acompaño -añadió él.
– No hace falta -replicó ella abriendo la puerta y deseando que entre ambos hubiera un poco más de distancia de la que él dejaba.
– ¿En serio? Ah, entonces se le da bien abrir candados, ¿eh?
– Bastante bien -replicó ella recordando el de la puerta y siguiendo a Doug Brimson en el momento en que el aparato de Charlie llegaba al final de la pista y sus ruedas se despegaban del suelo.
* * *
– ¿Te ha localizado ya Gill? -preguntó Siobhan por el móvil en el camino de vuelta a Edimburgo.
– Positivo -contestó Rebus-. Pero no me he escondido.
– Vale, ¿y en qué ha quedado la cosa?
– Estoy suspendido de servicio activo, pero Bobby no lo ve así. Quiere que continúe ayudándole.
– Lo que significa que sigues necesitándome, ¿no?
– Creo que ya puedo conducir si no hay más remedio.
– Pero no tienes por qué…
Rebus se echó a reír.
– Lo decía en broma, Siobhan. Sigue de chófer, si quieres.
– Estupendo, porque acabo de localizar a Brimson.
– Estoy impresionado. ¿Quién es?
– Tiene una escuela de vuelo en Turnhouse. -Hizo una pausa-. Fui a verle. Sí, ya sé que habría debido decírtelo, pero tu teléfono comunicaba.
– Ha ido a ver a Brimson -oyó que Rebus le decía a Hogan, que musitó algo en respuesta-. Bobby dice que habrías debido pedir permiso antes -añadió Rebus para Siobhan.
– ¿Son exactamente ésas sus palabras?
– En realidad, ha puesto los ojos en blanco y ha proferido ciertas palabrotas. He preferido darte mi versión.
– Gracias por no ofender mi candidez de doncella.
– Bueno, ¿qué le has sacado?
– Que era amigo de Herdman porque tienen un pasado en común, el Ejército y la RAF.
– ¿Y de qué conoce a Robert Niles?
Siobhan se mordió el labio inferior.
– Se me olvidó preguntárselo, pero dije que volveríamos.
– Sí, claro, habrá que volver. ¿Qué te ha dicho en concreto?
– Que no sabía que Herdman tuviera armas ni se imagina por qué hizo eso en el colegio. ¿Y qué tal la visita a Niles?
– No ha servido para nada.
– ¿Y ahora qué hacemos?
– Nos veremos en Port Edgar. Tenemos que hablar largo y tendido con la señorita Teri. -Se hizo un silencio y Siobhan creyó que había perdido la cobertura, pero oyó que Rebus añadía-: ¿Hay algún mensaje más de nuestro amigo?
Se refería a las cartas, pero en presencia de Hogan no quería ser específico.
– Esta mañana me ha llegado otro.
– ¿Ah, sí?
– Muy parecido al primero.
– ¿Lo has enviado a Howdenhall?
– No lo he creído necesario.
– Bien. Quiero echarle un vistazo cuando nos veamos. ¿Cuánto tardarás?
– Quince minutos. ¿Apuestas algo?
– Cinco libras a que llegamos antes.
– Hecho -dijo Siobhan pisando el acelerador.
Unos instantes después se percató de que no sabía desde dónde hablaba Rebus.
Y tal como se imaginaba, se lo encontró esperándola en el aparcamiento del colegio Port Edgar recostado en el Passat de Hogan con los brazos cruzados.
– Has hecho trampa -dijo bajándose del coche.
– Tienes que ser cauta. Me debes cinco libras.
– Ni hablar.
– Aceptaste la apuesta, Siobhan. Una dama siempre paga.
Ella negó con la cabeza y metió la mano en el bolsillo.
– Por cierto, aquí está la carta -añadió sacando el sobre.
Rebus tendió la mano-. Pero leerla cuesta cinco libras.
Él la miró.
– ¿Por el privilegio de darte mi opinión de experto? -preguntó con el brazo estirado sin que ella le entregara el sobre-. De acuerdo, trato hecho -añadió al fin vencido por la curiosidad.
La leyó varias veces en el coche mientras ella conducía.
– Cinco libras tiradas -dijo al fin-. ¿Quién es Cody?
– Creo que significa Come On, Die Young, una canción sobre pandilleros americanos.
– ¿Cómo lo sabes?
– Está en un disco de Mogwai. Te presté dos.
– Puede ser un nombre. Buffalo Bill, por ejemplo.
– ¿Qué relación existe?
– No lo sé -contestó Rebus doblando la nota, examinando los pliegues y mirando dentro del sobre.
– Vaya Sherlock Holmes que estás hecho -comentó Siobhan.
– ¿Qué más quieres que haga?
– Admitir tu derrota -replicó ella tendiendo la mano.
Rebus metió la nota en el sobre y se lo devolvió.
– Alégrame el día… ¿Será una referencia a Harry el Sucio?
– Eso creo -concedió Siobhan.
– Harry el Sucio era policía.
– ¿Tú crees que es alguien del cuerpo? -preguntó ella mirándole.
– No me digas que no lo has pensado.
– Sí que lo he pensado -respondió Siobhan finalmente.
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