Después de irse Maddox, Jack lió un último cigarrillo y dio un paseo por la calle. Los jardines olían intensamente a jazmín. Se detuvo para mirar un rectángulo de luz en el tejado de un garaje. Fue cuando advirtió dónde estaba.
Malpen es una bocacalle de South Road. Habían llegado por una dirección distinta, pero de pronto se dio cuenta de que se encontraba solamente a cuatro o cinco portales de la tienda de segunda mano.
Una valla baja bordeaba los jardines que daban a la calle y desde donde se encontraba alcanzaba a ver las fachadas posteriores de las casas, cortadas en diagonal por el techo de un garaje. Una ventana iluminada estaba ligeramente abierta para dejar entrar el aire de la noche.
La cocina de Rebecca.
Volvió sobre sus pasos y, apartándose de las farolas, se apoyó contra el coche para sacar el móvil del bolsillo de su chaqueta. El sonido del teléfono de Rebecca se oyó en la noche.
– ¿Oiga? -Pero la línea crepitó y Jack se dio cuenta de que estaba hablando con un contestador.
«Sentimos que te molestes y gastes tu dinero llamándonos cuando no tenemos la decencia de quedarnos en casa esperando tu llamada», decía la voz de Joni.
Caffery juró por lo bajo.
– Escucha, sé que hay alguien en casa. Soy Jack, el inspector Caffery. Coge el teléfono. -Esperó. Nada. Suspiró. Rebecca, Joni, escuchadme, por favor. Debéis tener mucho cuidado, esto todavía no ha terminado. Mantened vuestras ventanas y la puerta bien cerrada. Y, Rebecca… llámame cuando puedas.
Colgó y se quedó en la oscuridad mirando la ventana. Unos momentos después, la luz de la cocina se apagó y una silueta se acercó a cerrar la ventana. Caffery no distinguió quién era. Se puso el móvil en el bolsillo y subió al Jaguar.
Con la ayuda de media botella de whisky consiguió dormir durante tres horas antes de despertarse sobresaltado por un pensamiento.
Susan Lister no había sido abierta en canal.
Suspiró y se dio la vuelta tapándose los ojos con las manos.
Ningún pájaro cosido dentro. Ningún pájaro.
¿Por qué? ¿Por qué esta vez no encerraste ningún símbolo?
Jack se estremeció. Se incorporó sobre los codos y parpadeó con el corazón palpitándole.
Si no es un símbolo, ¿qué es?
Susan Lister estaba viva. Ningún pájaro. ¿Y las seis lastimosas carroñas del depósito de cadáveres? Un pájaro vivo, debatiéndose. Debatiéndose con tanta fuerza que llegó a desgarrar el tejido. El trabajo de Harteveld parecía ir incluso más allá de la muerte.
El claro de luna y Caffery acostado boca arriba respirando lentamente, escuchando su corazón. Creía saber qué significaba el pájaro. Y creía saber cómo encajaba exactamente en el rompecabezas. Ya sabía adónde se dirigía.
El equipo F, algunos de cuyos miembros ya se habían llevado sus pertenencias, recibió aviso de que acudiera a la reunión matutina. Caffery se reunió una hora antes con Maddox, Essex y Kryotos. Estaban cansados y desmoralizados. Caffery se quedó de pie durante unos minutos en medio de la oficina de investigación con las gafas en la mano: pensando, poniendo sus ideas en orden, mientras Maddox le observaba desde la esquina donde estaba sentado con la cabeza apoyada en las manos.
Marilyn Kryotos estaba en la cocina preparando café. Oyeron el sonido de las cucharillas chocando contra las tazas cuando se acercaba por el pasillo. Al entrar con el café, canturreaba como se esperara aliviar el ambiente depresivo que flotaba en el aire.
Maddox suspiró.
– Bien. -Se pasó las manos por la cara y miró a Essex y Kryotos. Supongo que ya estáis al corriente de lo que pasó ayer por la noche.
– Sí.
– Y que ha aparecido un pelo desconocido en Peace Jackson. Debe de pertenecer a otra víctima… así que me importa un rábano lo cansados que estéis, pensad «mierda» y os la tragáis. Jack, ¿estás listo?
– Sí.
– Adelante -agitó una mano en el aire. Anda, empieza, cuéntales lo que me dijiste.
– De acuerdo.
Con los ojos clavados en el suelo, pareció titubear. Luego su cara se iluminó. Se puso las gafas y los miró.
– Ha sido el Hombre Pájaro -dijo simplemente.
Essex y Marilyn intercambiaron una mirad.
– ¿Un imitador? -preguntó Essex.
– No. Quiero decir que éste es el Hombre Pájaro. La prensa no se cansa de buscar imitadores. Harteveld era el asesino. El Hombre Pájaro es el mutilador. Harteveld está muerto. El Hombre Pájaro sigue actuando.
Marilyn dejó se servirse azúcar y le miró de hito en hito. Essex tenía el ceño fruncido y movía su taza de café en círculos sobre la almohadilla del ratón del ordenador. Maddox apoyó su barbilla en la mano para observar sus reacciones. Luego sus ojos se dirigieron a Caffery.
– Vas a tener que convencerlos
– Puedo hacerlo. -Abrió su maletín y le tendió a Marilyn las notas que había tomado en el Instituto Anatómico Forense.
Jane Amedure opina que las heridas infligidas a Peace Nbidi Jackson se habían producido como en el resto de las víctimas… tres días después de la muerte.
– ¿Lo que significa?
– Que Harteveld ya estaba o bajo vigilancia o muerto. Quinn y Logan no pudieron encontrar ninguna evidencia en Halesowen Street porque no fue Harteveld el que practicó las mutilaciones. Fue otra persona.
– Como un pequeño club. -Marilyn le tendió las notas a Essex y volvió a revolver el azúcar de su café. Un club de necrófilos. Reglamento, el habitual: no se permiten negros, ni judíos ni zapatillas en la sede del club…
– Alto ahí. -Maddox levantó una mano. Dejadle continuar. Ya nos reiremos cuando presente su plan de trabajo.
– Perfecto. -Caffery se sentó enfrente de ellos. Extendió las manos sobre la mesa. Creo que sucedió lo siguiente: Harteveld es necrófilo, ninguna duda sobre esto. Pero es alguien inhabitual dentro de este tipo de parafílicos porque es un hombre instruido: sabe en qué mierda puede meterse, así que lo guarda en secreto, no actúa como tal: si cayera dentro de la estadística de los perversos, hubiera podido incubarlo durante años. Así pues, hace unos siete meses algo hizo que estallara… Le ocurre algo crucial, tal vez una decepción, un trastorno profesional, tal vez nunca sepamos exactamente qué, pero empieza a manifestarse. Actúa sin pensar, se divierte, y entonces, cuando todo ha pasado, se da cuanta del lío en que se ha metido. Se encuentra con un cadáver. Y le da pánico deshacerse de él. Pero puede arreglárselas porque conoce a alguien que puede ayudarle. No se trata de otro necrófilo, sino de un oportunista: un inadaptado sexual o un sádico, alguien tan enfermo que no le preocupa se la víctima está viva o muerta. Es él, no Harteveld, el que limpia los cuerpos.
– Limpieza de artículos de segunda mano -murmuró Essex.
– Quinn no encontró ese tipo de jabón en casa de Harteveld.
– Maddox abrió un pequeño envase de leche. ¿Cuál era?
– Wrights Coal Tar.
– Mmm -gruñó, quedándose en silencio por unos instantes. Se puso la leche en el café y miró pensativamente a su detective.
Vamos, Jack, sigue. -Tiró el envase a la papelera y se acomodó en la silla. Convéncenos.
A eso iba. ¿Recordáis que no podíamos entender cómo cojones se las arreglaba Harteveld para elegir a víctimas que no se daban por desaparecidas? Pues bien, Logan le enseñó a Géminis una foto de Harteveld y ni se inmutó. La camarera tampoco. Como si nunca hubiera estado en el pub. Géminis llevaba a las chicas a Croom’s Hill para una cita previamente concertada. Así pues, creo que era este segundo criminal el que hacía los preparativos. Buscando a las chicas, averiguando cuáles no serían dadas por desaparecidas, cerrando los tratos. Por eso nunca vieron a Harteveld en el pub: alguien les seleccionaba las víctimas.
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