Muerte de un zorro
Ayer se informó que Fox Evil, el principal sospechoso de una de las mayores investigaciones de homicidios llevadas a cabo en los últimos diez años, falleció en un hospital de Londres a causa de un tumor cerebral no operable. Había ingresado diez días antes, proveniente del área sanitaria de la Real Prisión de Belmarsh, donde aguardaba recluido a la espera de juicio.
Brian Wells, alias Liam Sullivan, alias Fox Evil , siguió siendo un enigma hasta el final. Su negativa a cooperar con la investigación dio lugar a una búsqueda de personas desaparecidas que implicó a veintitrés departamentos de policía. Descrito por unos como una persona encantadora y por otros como un horrible depredador nocturno, la detención de Wells el pasado año se consideró de interés público cuando la policía reveló que se sospechaba era el responsable del asesinato de tres mujeres y siete niños, cuyos cuerpos aún no han sido recuperados.
«Creemos que sus víctimas eran nómadas u okupas -dijo un portavoz de la policía-. Quizá madres solteras o madres a las que convenció para que abandonaran a sus parejas. Lo triste es que se trataba de personas cuyas familias apenas conocían sus movimientos, por lo que no se denunciaron sus desapariciones.»
Las sospechas de la policía surgieron después de que Wells fuera detenido el 26 de diciembre del pasado año. Vivía en un campamento con otros nómadas, en tierras sin dueño de la pequeña villa de Shenstead en Dorset, y fue acusado de atacar con un martillo a Nancy Smith, de veintiocho años, oficial del ejército, y del asesinato de Robert Dawson, de setenta y dos años, jardinero. En su vehículo hallaron armas de fuego y objetos robados y la policía comenzó a investigar sus contactos con los bajos fondos.
El rango de la investigación se amplió cuando un testigo declaró haber visto a Wells asesinar a una mujer y un niño. A las pocas horas se halló ropa ensangrentada, perteneciente a siete niños de corta edad y tres mujeres en un compartimiento oculto bajo el suelo del autocar. La policía temió haber hallado los «trofeos» de un asesino demente.
A principios de año llegó la confirmación de que dos de las víctimas, una mujer y su hijo de seis años, habían sido identificadas. Los nombres que se dieron fueron «Vixen» y «el Cachorro», para proteger a los miembros supervivientes de la familia. Se cree que las pruebas de ADN efectuadas a los parientes de la mujer han mostrado lazos genéticos con la sangre encontrada en un vestido de mujer y en una camiseta de niño. La policía se negó a proporcionar más información, limitándose a decir que la investigación avanzaba y que los nómadas no debían tener miedo de presentarse a declarar.
«Toda la información será tratada con reserva -se expresó en este sentido una detective-. Entendemos que algunas personas no quieran dar su verdadero nombre, pero les pedimos que confíen en nosotros. Nuestro único interés radica en identificar a aquellos que han desaparecido.»
El horror, en particular el brutal asesinato de siete niños inocentes, conmocionaron a la opinión pública. Como enfatizaron los titulares de los periódicos, ¿a quién le importa volver a ver a un nómada? «En mi patio trasero, no», gritó uno. «Ojos que no ven, corazón que no siente», dijo otro. «La tribu invisible.» Fue un horrible recordatorio de la vulnerabilidad de las personas que viven marginadas.
El propio Wells podía ser considerado un hombre marginado. Nacido en la pobreza en el sureste de Londres, fue el único hijo de una madre soltera adicta a las drogas. Descrito por los maestros de su escuela primaria como «dotado» y «de carácter dulce», se creyó destinado a tener un futuro más allá de la zona de perdición donde creció. Cuando llegó a secundaria, todo había cambiado. Conocido por la policía como un adolescente fuera de control, recibió una serie de advertencias por hurto, consumo de drogas y venta de estupefacientes.
Uno de sus maestros culpa de su personalidad alterada a una fractura de cráneo a los doce años. «Su madre se lió con varios nómadas. Ella dijo que el autocar había sufrido un accidente. Brian se volvió hosco.» Otros lo atribuyen a su elevado coeficiente de inteligencia, que le permitía dominar a los que le rodeaban.
Sea cual sea la verdad, su reputación de ser un hombre con el que era peligroso cruzarse creció de año en año. «Todo el mundo le temía -dijo una antigua amiga suya-. Cualquier nimiedad le hacía perder los estribos.» Entre los dieciocho y los treinta y siete años, Wells pasó un total de doce entre rejas. Tras su puesta en libertad en 1994, después de cumplir cinco años por posesión ilegal de arma de fuego y agresión, aseguró a sus compañeros de prisión que nunca más volvería a la cárcel.
«Dijo que la única manera de desaparecer de la circulación era mantenerse en movimiento -explicó un amigo de esa época-. Y así fue, porque nunca más lo volvimos a ver. Los oficiales de la condicional y la policía se echan mutuamente la culpa de perder su rastro, pero en aquel momento se alegraron de librarse de él. Estaba lleno de odio.»
Rastrear los movimientos de Wells entre 1994 y su último arresto, el año pasado, ha resultado ser una ardua tarea. A pesar de haber entrevistado a cientos de nómadas, la policía no ha sido capaz de establecer dónde estuvo durante largos períodos en aquella época. Su modus operandi consistía en ocupar propiedades deshabitadas y aprovechar todas las posibilidades que encontraba a su paso.
«Hemos podido vincularlo con tres ocupaciones de inmuebles -dijo un detective de Scotland Yard en julio-. En dos ocasiones aceptó dinero para echar a sus compañeros okupas. Un propietario recuerda a una mujer y tres niños. No hemos hallado el menor rastro de ellos y no conocemos sus nombres.»
Según algunos sujetos que compartieron el campamento de Wells en Shenstead, el hombre era camaleónico. «Podía imitar voces -dijo Bella Preston, de treinta y seis años-. La mayor parte del tiempo hablaba como si hubiera ido a una escuela privada. Me sorprendió saber que venía del sur de Londres.» Zadie Farrel, de treinta y dos años: «Podía estar a dos metros de distancia y no nos enterábamos de que estaba allí. Creo que disfrutaba vigilando a la gente para saber cuáles eran sus movimientos».
Las dos mujeres recuerdan todavía a Fox Evil con horror. «Fuimos unos ingenuos -dijo Bella-. Nunca se nos ocurrió que entre nosotros hubiera una mala persona.» «No dejaba que los extraños le vieran el rostro -dijo Zadie-. Fue horrible cuando la policía halló armas de fuego en su autocar. Soy consciente de que podía habernos matado a todos y nadie hubiera sabido quién lo hizo.»
El arresto de Wells siguió a un intento infructuoso de robo en una granja de Shenstead. La esposa del granjero, la señora Prue Weldon, detectó a un intruso en su patio y alertó a la policía local. Un registro rutinario en las casas adyacentes obstaculizó la agresión de Wells a la capitana Nancy Smith en los terrenos de la mansión Shenstead. Nieta del propietario, el coronel Lockyer-Fox, luchó con su atacante y sufrió la fractura de un brazo y varias costillas. La policía la elogió por su valentía.
Los motivos de Wells para asesinar a Robert Dawson y atacar a Nancy Smith siguen siendo tan misteriosos como el propio criminal. Se sabe que ocupó un chalé perteneciente al propietario de la mansión durante tres meses en 1997, junto a una mujer y dos niños pequeños. También se sabe que obtuvo bienes de forma fraudulenta haciéndose pasar por Leo Lockyer-Fox, hijo del propietario, con quien se dice guardaba cierta semejanza. La policía ha especulado con que la presencia de Dawson y Smith en los terrenos de la mansión durante el Boxing Day hizo infructuoso el intento de Wells de desvalijar la casa y que eso originó los ataques.
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