Christopher Isherwood - Adiós A Berlín

Здесь есть возможность читать онлайн «Christopher Isherwood - Adiós A Berlín» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Adiós A Berlín: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Adiós A Berlín»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Adiós a Berlín combina la realidad con la ficción, y el Christopher Isherwood de la novela, aun siendo el narrador, no es necesariamente el autor. Personajes marginales, a menudo cómicos, viven vidas desordenadas, hasta torpes, como exiliados en Berlín, bajo la amenaza del horror que se avecina.La novela perdura como un documento acerca de una ciudad harapienta y corrupta -como lo eran en los años treinta el estado y el pueblo alemanes-, y la claudicación ante el nazismo en ciernes y el egoísmo de un generalizado sálvese quien pueda. El consumado oficio de Isherwood convierte el documento en literatura.

Adiós A Berlín — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Adiós A Berlín», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Acabé y me preguntó:

– ¿Y cuándo estará lista?

Había decidido hacerse cargo de mi novela, como de todos mis otros asuntos. Le dije que no sabía. Que era muy perezoso.

– ¿Es usted perezoso?-Natalia abrió con burla los ojos-. ¿De verdad? Pues lo siento. No puedo hacer nada por usted.

Le dije que tenía que irme. Me acompañó hasta la puerta.

– Y tráigame pronto su novela -insistió.

– Sí.

– Cuándo?

– La semana que viene -prometí débilmente.

Dos semanas después volví a ver a los Landauer. Después de cenar Frau Landauer salió del cuarto. Natalia me participó que iríamos al cine juntos.

– Nos invita mi madre.

Antes de salir cogió de pronto dos manzanas y una naranja del aparador y me las puso en el bolsillo. Había llegado a la convicción de que estaba desnutrido. Protesté débilmente.

– Si dice algo más, me enfado -advirtió-. ¿La ha traído?-me preguntó al salir.

Sabía perfectamente que se refería a la novela. Hablé con el tono más inocente que pude.

– ¿Traer… qué?

– Ya sabe. Lo que prometió.

– No recuerdo haberle prometido nada.

– ¿Que no se acuerda ?-Natalia rió sarcásticamente.-Pues lo siento mucho. No puedo hacer nada por usted.

Acabó perdonándome antes de llegar al cine. La película larga era una de Pat y Patachon. Natalia comentó incisivamente:

– Supongo que no le gustará esta clase de películas… No deben ser bastante inteligentes para usted.

Negué que sólo me gustaran las películas «inteligentes», pero no pude vencer su escepticismo.

– Bueno. Ya veremos.

Durante toda la película no dejó de observarme a hurtadillas para ver si me estaba riendo. Al principio, me reí exageradamente. Luego, me pareció excesivo y dejé de reír por completo. Hacia el final llegó incluso a pegarme codazos en los momentos en que tenía que reírme. Apenas se habían encendido las luces dejó caer:

– ¿Lo ve? Tenía razón yo. No le ha gustado, ¿verdad?

– Me ha gustado muchísimo.

– Ah, sí, de acuerdo… Pero, ahora, dígamelo de verdad.

– Ya se lo he dicho. Me ha gustado mucho.

– Pero si no se ha reído. Estaba usted sentado todo el tiempo con una cara tan… -Natalia intentó imitar mi expresión-, y no se ha reído ni una sola vez.

– Nunca me río cuando me divierto -dije.

– Ah, ya, tal vez… ¿Qué es? ¿Una costumbre inglesa?

– Ningún inglés se ríe cuando se divierte.

– ¿Quiere que me lo crea? Pues déjeme que le diga que están ustedes locos.

– Es una observación muy poco original.

– Señor mío, ¿es que mis observaciones tienen que ser siempre originales?

– Cuando esté usted conmigo, sí.

– Imbécil.

Nos sentamos un rato en un café cerca del Zoo a tomar helados. Eran grumosos y tenían un ligero sabor a patata. Natalia me hablaba de sus padres:

– No entiendo esos libros de ahora que dicen que los padres siempre discuten con los hijos. ¿Sabe? Es imposible que yo llegue a pelearme con mis padres. Imposible.

Natalia me miró con fijeza para ver si la creía. Asentí.

– Completamente imposible -repitió gravemente-. Porque sé que me quieren. Y desean lo mejor para mí, incluso olvidándose de sí mismos. Ya sabe que mi madre no está muy bien. A veces tiene unos dolores de cabeza terribles. Naturalmente, no puedo dejarla sola. A veces tengo ganas de ir al cine o a un concierto y aunque ella no diga nada, veo que no se encuentra bien y digo no, he cambiado de idea. No voy. Pero lo que es ella, no se queja nunca. Nunca.

(La siguiente vez que fui a visitar a los Landauer me gasté dos marcos y medio en rosas para la madre de Natalia. Valía la pena. Nunca volvió a tener dolor de cabeza las veces que yo propuse acompañar a Natalia).

– Mi padre siempre desea lo mejor para mí -continuó Natalia-. Mi padre quiere que diga siempre: Tengo unos padres ricos. No tengo que preocuparme por el dinero -Natalia suspiró-. Pero yo soy distinta. Siempre espero lo peor. No hay más que ver cómo están las cosas en Alemania, hoy en día. Y mi padre puede perderlo todo en un segundo. ¿Sabía usted que ya nos ha pasado una vez? Antes de la guerra mi padre tenía una gran fábrica en Posen. Viene la guerra y mi padre tuvo que irse. Mañana puede ocurrir lo mismo aquí. Pero mi padre tiene un carácter que le da lo mismo. Puede empezar con un pfennig y trabajar hasta recuperarlo todo. Por eso -siguió Natalia-, quiero dejar los estudios y empezar a aprender algo útil que me permita ganarme el pan. No sé cuánto tiempo les va a durar el dinero a mis padres. Mi padre quiere que haga la reválida para que pueda ingresar en la universidad. Pero quisiera hablarle y pedirle que me deje ir a París a estudiar Arte. Con lo que sé de dibujo y pintura tal vez pueda ganarme la vida. También puedo aprender a guisar. ¿Sabe que no sé freír ni un huevo?

– Yo tampoco.

– En un hombre no importa tanto. Pero una chica debe estar preparada para todo. Si quiero -añadió Natalia con suficiencia-, me escaparé algún día con el hombre que ame y me iré a vivir con él. Aunque no nos casemos, no me importa. Por eso debo estar preparada para hacerlo todo por mí misma, ¿comprende? No basta con decir: he pasado la reválida, me he doctorado en la universidad… Ese hombre me preguntará: «¿Dónde está la cena?»

Nos quedamos callados.

– ¿No se habrá escandalizado por eso que he dicho -dijo de repente-, de que podría vivir con un hombre aunque no estuviésemos casados?

– Claro que no.

– No me entienda mal, por favor. Yo no admiro a las mujeres que siempre van de un hombre a otro. Me parece tan… -Natalia hizo un gesto de asco-, tan degenerado.

– ¿No cree que una mujer puede cambiar de sentimientos?

– No sé. No entiendo de esas cosas. Pero es degenerado.

La acompañé hasta su casa. Natalia repetía siempre el mismo juego: le dejaba subir a uno hasta la puerta y después, con una rapidez extraordinaria, le estrechaba la mano, entraba y le daba con la puerta en las narices.

– ¿Me llama?¿La semana que viene?¿Sí?

Todavía me parece oír su voz. Cerró dando un portazo y sin esperar respuesta.

Natalia evitaba toda clase de contactos, tanto directos como indirectos. De la misma forma que nunca se permitía charlar conmigo en la puerta, me di cuenta de que prefería interponer una mesa entre nosotros cuando nos sentábamos. Detestaba que la ayudara a ponerse el abrigo.

– Señor mío, todavía no tengo sesenta años.

Si antes de salir de un café o de un restaurante me sorprendía mirando hacia la percha en donde estaba colgado su abrigo, se abalanzaba, lo cogía y se lo llevaba a un rincón, como un animal que defiende su comida.

Una noche entramos en un café y pedirnos dos tazas de chocolate. Al servirnos, la camarera se olvidó de traer una cucharilla para Natalia. Yo había bebido de mi taza antes de removerla con la cucharilla. Lo más natural era ofrecérsela a Natalia. La sorpresa que me llevé al ver que la rechazaba con un gesto de asco me dejó bastante mohíno. Evitaba hasta ese contacto tan indirecto con mi boca.

Un día compró unas entradas para un concierto de Mozart. La velada no fue un éxito. La austera sala de estilo corintio estaba helada. El fulgor de la luz eléctrica me escocía en los ojos. Las relucientes sillas de madera eran duras e incómodas. El público asistía al concierto como si se tratara de una ceremonia religiosa. Su entusiasmo, tenso y lleno de fervor, me oprimía como un dolor de cabeza. Ni por un momento me pude sustraer a la idea de aquellas cabezas ciegas, ceñudas, escuchando. A pesar de Mozart no dejaba de pensar que aquélla era una manera absurda de perder la noche.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Adiós A Berlín»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Adiós A Berlín» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Adiós A Berlín»

Обсуждение, отзывы о книге «Adiós A Berlín» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x