Daniel Silva - Octubre

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Durante los primeros años de incertidumbre del proceso de paz en Irlanda del Norte, tres ataques terroristas simultáneos en Belfast, Dublin y Londes rompen la esperanza de que el baño de sangre por fin se haya acabado. Los responsables son un nuevo grupo terrorista denominado la Brigada por la Libertad del Ulster. Y tienen un único objetivo: destruir el proceso de paz. Michael Osbourne, el héroe de La Marca del Asesino, ha abandonado la CIA, amargado y desilusionado. Pero cuando el Presidente de los EEUU escoge a su suegro para ser el próximo embajador en Gran Bretaña, Osbourne es arrastrado a la batalla contra algunos de los más implacables y violentos terroristas.

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– Cuando la delegación abandone la ciudad, dejaremos el asunto en manos de Cynthia, y tú volverás a encargarte de la sección de Oriente Próximo.

– La única constante de la Agencia es el cambio -constató Michael-. Pero me gustaría saber por qué Monica ha decidido barajar las cartas y apartarme del caso Octubre.

– Por lo que a ella respecta, el expediente Octubre está cerrado. Cree que aun cuando Octubre siga vivo y trabaje, no representa ninguna amenaza para los Estados Unidos ni sus intereses, y por tanto no aparece en la pantalla del radar del Centro.

– ¿Y estás de acuerdo?

– Claro que no, y se lo he dicho. Pero la directora es ella, y en última instancia la decisión es suya.

– En tu lugar, un hombre de verdad dimitiría.

– Algunos de nosotros carecemos de la flexibilidad económica necesaria para tomar decisiones morales, Michael.

Elizabeth apareció junto a la puerta ventana.

– ¿Os importaría entrar? Como si nunca tuvierais oportunidad de hablar.

– Ahora vamos -prometió Michael.

– Otra cosa -dijo Adrian en cuanto Elizabeth se fue-. Me he enterado de tu pequeña sesión de dibujo con Morton Dunne en el centro de servicios técnicos. ¿Quieres explicarme de qué narices va todo eso?

– Un cirujano plástico llamado Maurice Leroux fue asesinado en París hace un par de semanas.

– ¿Y…?

– Estaba pensando que quizás Octubre se ha operado.

– ¿Y luego ha matado al médico en cuestión?

– Es una idea que se me ocurrió.

– Mira, Michael, Monica te ha retirado del caso. No quiero que sigas actuando por tu cuenta. Nada de revisar expedientes ni remover el asunto. Por lo que a ti respecta, Octubre ha muerto.

– No estarás amenazándome, Adrian.

– Pues la verdad es que sí.

Delaroche se quitó los auriculares y encendió un cigarrillo. El estruendo de la fiesta era excesivo para el micrófono, así que lo único que oía era un zumbido constante, interrumpido por retazos ininteligibles de conversación y carcajadas ocasionales.

Apagó la grabadora y sacó la Beretta nueve milímetros de su estuche de acero inoxidable. Desmontó el arma y procedió a limpiar meticulosamente cada pieza con un paño suave mientras decidía cómo matar al embajador y a Michael Osbourne.

37

Washington

– Feliz día de San Patricio -saludó el presidente James Beckwith al subir al podio en el Jardín de rosas.

El presidente estaba flanqueado por el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, y el ministro de asuntos exteriores británico, Robin Cook. A su espalda estaban los máximos dirigentes de los partidos nacionalista y unionista de la provincia, incluyendo a Gerry Adams, del Sinn Fein, y David Trimble, del Partido Unionista del Ulster, que en la actualidad era el primer ministro efectivo de Irlanda del Norte.

– Hoy no nos hemos reunido aquí en medio de una crisis, sino para celebrar algo -prosiguió Beckwith-. Celebramos el legado común que nos une a todos, y renovaremos el compromiso de instaurar el cambio pacífico en Irlanda del Norte.

Douglas Cannon se sentaba algo apartado con un grupo de personalidades de la Casa Blanca y el Departamento de Estado que participarían en la conferencia, y en aquel momento se unió a la ovación cortés que acogió las palabras del presidente.

– El mes pasado, un grupo de criminales lealistas, la llamada Brigada de Liberación del Ulster, intentó asesinar al embajador estadounidense en Gran Bretaña, mi viejo amigo y colega Douglas Cannon. Fue sin duda el último aliento de los que desean resolver los problemas de Irlanda del Norte por la fuerza en lugar del compromiso. Si alguien duda de nuestro compromiso con la paz, le ruego que considere una cosa. El embajador Douglas está aquí hoy, mientras que la Brigada de Liberación del Ulster no es más que un mal recuerdo.

Beckwith se volvió hacia Douglas con una sonrisa y empezó a aplaudir. Gerry Adams, David Trimble, Bertie Ahern y Robin Cook siguieron su ejemplo, al igual que el resto de la concurrencia.

– Y ahora, si nos disculpan, tenemos mucho trabajo -terminó Beckwith.

Y sin añadir nada más, bajó del podio y extendió los brazos para indicar a los políticos que entraran en el Despacho Oval, haciendo caso omiso de las preguntas que formulaban a gritos los periodistas acreditados en la Casa Blanca.

A última hora de la tarde, cuando Douglas regresó a la casa de la calle N, Michael y Elizabeth lo esperaban.

– ¿Cómo ha ido? -inquirió Michael.

– Mejor de lo que esperaba. Ahora que la Brigada de Liberación del Ulster ha desaparecido del mapa, Gerry Adams cree que el IRA considerará seriamente el decomiso.

– ¿Qué significa «decomiso»? -preguntó Elizabeth.

– Significa deponer las armas y desmantelar los comandos terroristas.

– La CIA calcula que sólo el IRA tiene acumuladas cien toneladas de rifles y dos toneladas y media de Semtex -explicó Michael-. Y luego están las bandas protestantes. Por eso es tan importante que el proceso de paz siga avanzando en la dirección correcta.

– Los protestantes y los católicos han hecho progresos notables en poco tiempo, pero el proceso de paz podría irse el garete en cualquier momento, y creo que eso podría desatar una violencia sin precedentes. -Douglas miró el reloj-. Ahora empieza lo bueno. La recepción del Sinn Fein en el Mayflower, la recepción de los unionistas del Ulster en el Four Seasons y la recepción británica en la embajada.

– ¿Qué narices es esto? -exclamó Elizabeth cuando se cambiaban de ropa para las recepciones.

– Una Browning automática con cargador de quince balas.

Michael metió el arma en la sobaquera y se puso la americana.

– ¿Por qué vas armado?

– Porque me hace sentir mejor.

– Papá tendrá un agente del SSD protegiéndolo toda la noche.

– Más vale prevenir.

– ¿Me ocultas algo?

– No, es sólo que me sentiré mucho más tranquilo cuando tu padre esté de vuelta en Londres rodeado de un montón de marines y detectives del Cuerpo Especial capaces de disparar a un asesino entre las cejas a cien pasos de distancia.

Se alisó la americana.

– ¿Qué tal estoy?

– Guapísimo.

Elizabeth se puso el vestido y le dio la espalda.

– Súbeme la cremallera. Vamos con retraso.

En el hotel Embassy Row, Delaroche se quitó los auriculares, desmontó los monitores y los receptores y los guardó en la bolsa de lona. Luego deslizó la Beretta nueve milímetros en una sobaquera y se miró al espejo para verificar su aspecto. Llevaba traje gris de diseño estadounidense, camisa blanca y corbata a rayas. Fijado a la oreja derecha llevaba el cable de plástico transparente que usaban los agentes de seguridad de todo el mundo. Estudió su rostro y se miró a los ojos.

– Seguridad Diplomática, señora -recitó-. Tenemos una emergencia.

Pronunció la frase con el acento estadounidense del actor de las cintas de aprendizaje de inglés que había estudiado durante la travesía. Repitió la frase varias veces más, hasta sentirse totalmente cómodo.

Rebecca salió del baño. Llevaba traje chaqueta y medias negras. Delaroche le alargó una Beretta cargada y dos cargadores adicionales, que Rebecca se guardó en un bolso negro.

Había dejado el Volvo aparcado en la Veintidós, junto a Massachusetts Avenue. Le habían puesto una multa. Delaroche tiró la denuncia al suelo y se sentó al volante.

La limusina se detuvo ante el hotel Mayflower, en Connecticut Avenue. Un portero uniformado abrió la portezuela, y Douglas, Michael, Elizabeth y un agente del SSD se apearon. Entraron en el hotel y cruzaron el ornamentado vestíbulo hasta el salón de baile. Gerry Adams vio a Douglas y se zafó de las felicitaciones de un grupo de aduladores estadounidenses-irlandeses.

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