Traducción de Bettina Blanch Tyroller
Octubre es una obra de ficción, aunque incidentalmente se base en acontecimientos reales. Por consiguiente, todos los personajes y lugares son fruto de la imaginación del autor, o bien se han usado de forma ficticia. Cualquier parecido con personas vivas o muertas es mera coincidencia.
Título original: THE MARCHING SEASON
© 1999, Daniel Silva
Para Ion Trewin por su amistad y confianza
en mí, así como para mi mujer, Janne,
y mis hijos Lily y Nicholas
Si bien Octubre es una obra de ficción, es evidente que trata acontecimientos reales acaecidos en Irlanda del Norte en el pasado y el presente. Puesto que el conflicto implica a ingleses e irlandeses, existe gran cantidad de literatura sobre el tema de la que echar mano. Durante la preparación de este manuscrito consulté docenas de obras de referencia. Los excelentes trabajos de Martin Dillon, entre ellos The Shankill Butchers y The Dirty War, me resultaron de especial ayuda, al igual que clásicos como The Troubles, de Tim Pat Coogan, y The Provisional IRA, de Patrick Bishop y Eamonn Mallie. Intentar sorprender a la historia con las manos en la masa puede ser peliagudo, pero la World Wide Web y el fenómeno del periodismo online me facilitó el trabajo en gran medida. Tuve ocasión de consultar periódicos de Londres, Belfast y Dublín para averiguar qué estaba sucediendo en la Provincia. Quiero felicitar desde aquí a Martin Fletcher, de The Times, y a todo el equipo de la BBC en Irlanda del Norte por su magnífica cobertura de un año excepcional.
Entrevisté a varios agentes y ex agentes de la CIA durante el proceso de creación de este libro y su predecesor, La marca del asesino. Deseo expresar mi más sincero agradecimiento a los extraordinarios agentes del Centro de Antiterrorismo de la CIA y el equipo de Irlanda del Norte por responder con infinita paciencia todas las preguntas que pudieron y por proporcionarme valiosísimos datos acerca del trabajo que realizan.
Ion Trewin, de Weidenfeld & Nicolson, en Londres, fue mi compañero de viaje en el Ulster y además me permitió instalarme en su estudio de Highgate. Asimismo me hizo sugerencias inestimables para mejorar el manuscrito, al igual que su ayudante, Rachel Leyshon.
Como siempre, gracias de todo corazón a todos los amigos de ICM, Heather Schroder, Sloan Harris y Jack Horner, al excelente equipo de Random House, Jeanne Tift, Tom Perry, Carol Schneider, Sybil Pincus, Sarah French, Andy Carpenter, Caroline Cunningham, Amy Edelman, Deborah Aiges y Sheryl Stebbins; así como al de Ballantine, Linda Grey, Leona Nevler, Kimberly Hovey, Woody Tracy, Tip Tharp, Jean Fenton, Jenny Smith, Jocelyn Schmidt y George Fisher.
Y un agradecimiento muy especial a Wanda Chappell por su ayuda y apoyo. La echaremos mucho de menos.
Y por último, decir que nada de todo esto habría sido posible sin la amistad, el respaldo y el entusiasmo de tres personas extraordinarias: mi agente, Esther Newberg, el brillante autor de esta edición, Daniel Menaker, y mi editora, Ann Godoff. Sois los mejores.
El reciente período de violencia en Irlanda del Norte, conocido por The Troubles, estalló en agosto de 1969. A grandes rasgos, se trata de un conflicto entre los republicanos, predominantemente católicos, que desean ver el norte unido a la República de Irlanda, y los unionistas o lealistas, predominantemente protestantes, que desean conservar la unión entre el Ulster y el Reino Unido. Ambos bandos han generado una auténtica sopa de letras de grupos paramilitares y organizaciones terroristas, el más famoso de los cuales es, por supuesto, el IRA, el Ejército Republicano Irlandés. Esta facción ha perpetrado centenares de asesinatos y atentados con bomba en Irlanda del Norte y en Gran Bretaña. En 1984 estuvo a punto de asesinar a la primera ministra Thatcher y su gobierno al colocar una bomba en el hotel de Brighton donde se alojaban. En 1991 disparó un proyectil de mortero contra Downing Street, la sede del poder británico. Los lealistas también tienen grupos terroristas, tales como la UVF, la UDA y la UFF, por mencionar sólo algunos, y también ellos han cometido atentados terroristas espeluznantes. De hecho, de las tres mil quinientas personas muertas desde el inicio de The Troubles, la mayoría era católica.
Sin embargo, la violencia no empezó en 1969. Católicos y protestantes llevan siglos, no décadas, matándose en Irlanda del Norte. Puede resultar difícil determinar con exactitud el momento histórico, pero los protestantes consideran 1690 la fecha inicial de su ascendencia en el norte. Este año Guillermo de Orange derrotó al rey Jacobo II, un católico romano, en la batalla del Boyne. Aún en la actualidad, los protestantes celebran la victoria de Guillermo sobre los católicos con una serie de desfiles estruendosos y en ocasiones conflictivos que en Irlanda del Norte se conocen por el nombre de «la temporada de los desfiles».
El 22 de mayo de 1998, el pueblo de Irlanda del Norte aprobó en referéndum el acuerdo de paz de Viernes Santo, cuyo meollo reside en el poder compartido entre católicos y protestantes. Pero la memoria perdura en el Ulster, y ninguna de las dos partes se ha mostrado dispuesta a declarar concluida la guerra civil. De hecho, desde el referéndum se han producido actos terroristas sobrecogedores, entre ellos el atentado de Omagh, en el que resultaron muertas veintiocho personas (la acción más sangrienta de la historia de The Troubles) y el incendio provocado de Ballymoney, en el que tres niños católicos murieron devorados por el fuego. A todas luces, hay hombres violentos a ambos lados de la divisoria sectaria de Irlanda del Norte, tanto católicos como protestantes, tanto republicanos como unionistas, que no pueden olvidar y no están dispuestos a perdonar. Algunos de ellos traman de forma activa el sabotaje del acuerdo de paz.
Podría suceder algo así…
Belfast – Dublín – Londres
Eamonn Dillon, del Sinn Fein, fue el primero en morir, y murió porque decidió parar a tomarse una pinta de cerveza en el Celtic Bar antes de enfilar Falls Road para acudir a una reunión en Andersontown. Veinte minutos antes de la muerte de Dillon, un poco más al este, su asesino recorría presuroso las calles del centro de Belfast bajo una lluvia gélida. Llevaba un chubasquero verde oscuro con cuello de pana marrón; su nombre en clave era Oveja Negra.
El aire olía a mar y un poco a los astilleros mohosos del Belfast Lough. Eran apenas las cuatro de la tarde, pero ya había anochecido. En invierno, la noche cae temprano en Belfast, y el alba despunta despacio. El centro de la ciudad estaba bañado en la luz amarillenta de las farolas, pero Oveja Negra sabía que la zona oeste, adonde se dirigía, estaría sumida en la oscuridad más absoluta.
Continuó hacia el norte por Great Victoria Street, dejando atrás la peculiar mezcolanza de edificios nuevos y antiguos que configura el centro de Belfast y recuerda las innumerables ocasiones en que estas manzanas han sido destruidas y reconstruidas. Pasó por delante de la reluciente fachada del Europa, infame por ser el hotel más bombardeado del planeta, y por delante de la nueva ópera, preguntándose por qué querría nadie en Belfast escuchar la música de tragedias ajenas. Pasó por delante de una espantosa franquicia estadounidense de rosquillas atestada de risueños colegiales protestantes con americanas de uniforme escolar. Lo hago por vosotros, se dijo. Lo hago para que no tengáis que vivir en un Ulster dominado por los putos católicos.
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