Arnaldur Indriðason - La voz

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Gulli, el viejo portero de uno de los más conocidos hoteles de Reykjavik, aparece desnudo y acuchillado hasta morir en su miserable habitación en el sótano. Pero Gulli es mucho más que un simple portero que se disfrazaba de Papa Noel todas las navidades, es un completo misterio. Veinte años en el hotel y nadie le conoce realmente. Erlendur Sveinsson decide alojarse en el mismo hotel en busca de la asesina, que, también de eso cree estar convencido, aún debe permanecer muy cerca, pese a que las vacaciones de Navidad están ya encima y el hotel completo. Mientras que al director tan sólo le importa que el asesinato permanezca oculto y su reputación intacta. Erlendur, sin embargo, recibe la visita de su hija, que de nuevo se adentra entre las brumas de la droga y el alcohol, dejando al inspector al borde de la desesperación y la impotencia.

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Ösp no respondió. Estaba concentrada en cambiar las sábanas. Erlendur la observó. No era capaz de saber en qué estaba pensando. Hacía como si él no estuviera en la habitación. Como si se lo pudiera quitar de encima simplemente haciendo como si no existiera.

– Por ejemplo, no me dijiste que tenías un hermano -dijo Erlendur.

– ¿Por qué iba a decírtelo?

– Porque tiene un problema.

– No tiene ningún problema.

– No conmigo -dijo Erlendur-. Yo no le he causado ningún problema. Pero tiene un problema y a veces acude a su hermana, cuando necesita ayuda.

– No tengo ni idea de adonde quieres ir a parar -dijo Ösp.

– Te lo voy a decir. Ha estado en prisión dos veces, no mucho tiempo, por asalto y robo. Algunas cosas se saben, otras no, naturalmente, como siempre. Es un caso típico de pequeño delincuente que actúa cuando necesita dinero. Un caso típico de drogadicto que roba cuando se le acumulan las deudas. Consume las drogas más caras y nunca tiene suficiente dinero. Pero los traficantes no se andan con chiquitas. Le han pegado más de una paliza. Una vez le amenazaron con romperle la rodilla a mazazos. Así que tiene que hacer otras cosillas, además de robar para conseguir la droga. Para pagar sus deudas.

Ösp dejó la ropa de cama.

– Utiliza diversos métodos para cubrir sus necesidades -dijo Erlendur-. Probablemente ya lo sabes. Como hacen todos esos chicos. Los chicos que son yonquis sin remedio.

Ösp no respondió.

– ¿Comprendes lo que te estoy diciendo?

– ¿Fue Stína quien te contó todo eso? -dijo Ösp-. La vi ayer en el hotel. La he visto muchas veces por aquí, y si aquí hay una puta, es ella.

– Ella no me contó nada de esto -dijo Erlendur, que no estaba dispuesto a permitir que Ösp cambiara de tema-. No hace mucho tiempo que tu hermano estuvo en el pasillo del sótano donde vivía Gudlaugur. Incluso es posible que haya estado allí después del crimen. En lo más profundo del pasillo reina la oscuridad y allí no va nadie. Es posible que haya estado allí hace poquísimo tiempo. Aún queda el olor que dejó, un olor que reconocen los que entienden de eso. Los que entienden de fumar hachís, tomar speed y pincharse heroína.

Ösp se quedó mirándolo. Erlendur no tenía muchos elementos cuando fue a verla. Solo que aquel rincón del pasillo había sido fregado con mucho esmero, pero en el rostro de la joven vio que lo que le había dicho no andaba muy desencaminado. Se preguntaba si debería arriesgarse un poco más. Estuvo un momento sin saber qué hacer hasta que se decidió a intentarlo.

– También encontramos tabaco de mascar del suyo -dijo Erlendur-. ¿Hace mucho que lo toma?

Ösp volvió a clavar los ojos en él sin decir ni una palabra. Finalmente bajó la vista hacia la cama y la sábana que tenía en las manos. Miró un largo rato la sábana, luego pareció rendirse y la dejó caer sobre la cama.

– Desde los quince años -dijo en voz tan baja que Erlendur apenas la oyó.

Erlendur esperó a que continuara, pero la joven no dijo nada más y los dos se quedaron uno frente al otro en la habitación del hotel, y Erlendur dejó que el silencio viviera un rato. Finalmente, Ösp dejó escapar un profundo suspiro y se sentó en la cama.

– Siempre está sin blanca -dijo en voz baja-. Debe dinero a todo el mundo. Siempre. Y lo amenazan y le pegan, pero él sigue y sigue acumulando más deudas. A veces consigue algo de dinero y puede pagar una parte. Mis padres están ya hartos de él. Le echaron de casa cuando tenía diecisiete años. Le enviaban a hacer curas de desintoxicación pero él se fugaba. Se pasaba quizá una semana sin venir por casa y ellos ponían anuncios en los periódicos para encontrarlo. A él le importaba todo una mierda. Desde entonces anda perdido por ahí. Yo soy la única de la familia que mantiene algún contacto con él. A veces lo dejo entrar en el sótano en invierno. Duerme allí, en ese rincón, cuando tiene que esconderse. Le he prohibido tener drogas allí, pero no me hace ningún caso. No le hace caso a nadie.

– ¿Le das dinero para pagar a esos hombres?

– A veces, pero nunca es suficiente. Han ido a casa de mis padres y los han amenazado, y han roto el coche de mi padre. Mis padres intentan pagar para librarse de ellos, pero la cantidad es enorme. Además hacen aumentar esas sumas con unos intereses desorbitados, y cuando mis padres acuden a la policía, a tipos como tú, se limitan a decirles que no pueden hacer nada porque se trata de simples amenazas, y al parecer no hay nada malo en amenazar a la gente.

Miró a Erlendur.

– Si matan a papá, quizás os pongáis a investigar el caso.

– ¿Tu hermano conocía a Gudlaugur? Deben de haberse enterado de la presencia del otro ahí en el pasillo.

– Se conocían -dijo Ösp en un hondo suspiro.

– ¿Cómo?

– Gulli le pagaba por… -Ösp calló.

– ¿Por qué?

– Por servicios que le hacía.

– ¿Servicios sexuales?

– Sí, servicios sexuales.

– ¿Cómo lo sabes?

– Mi hermano me lo dijo.

– ¿Estuvo con Gudlaugur esa tarde?

– No lo sé. Hace muchos días que no lo veo, y desde luego no desde… -calló-. No lo he visto desde que apuñalaron a Gudlaugur -prosiguió-. No hemos tenido ningún contacto.

– Creo que es posible que estuviera en el pasillo no hace mucho. Después del asesinato de Gudlaugur.

– Yo no lo he visto.

– ¿Crees que pudo ser él quien agredió a Gudlaugur?

– No lo sé -dijo Ösp-. Lo único que sé es que nunca ha agredido a nadie. Está siempre huyendo, y ahora estará huyendo también, seguro, aunque no haya hecho nada. Nunca le ha hecho nada a nadie.

– ¿Y no sabes dónde puede estar ahora?

– No. No he tenido noticias suyas.

– ¿Sabes si conocía al inglés ese del que te hablé, Henry Wapshott? El de la pornografía infantil.

– No, no le conocía. Creo que no. ¿Por qué lo preguntas?

– ¿Tu hermano es homosexual?

Ösp lo miró.

– Sé que hace de todo por dinero -respondió-. Pero no creo que sea gay.

– ¿Querrías decirle que quiero hablar con él? Si notó algo raro en el sótano, tengo que interrogarlo. También tengo que preguntarle sobre su relación con Gudlaugur. Necesito saber si estuvo con él el día que le mataron. ¿Me harás ese favor? Dile que tengo que hablar con él.

– ¿Crees que fue él quien lo hizo? ¿Que fue él quien mató a Gudlaugur?

– No lo sé -dijo Erlendur-. Si no tengo noticias de él enseguida, tendré que ordenar su busca y captura.

Ösp no mostró reacción alguna.

– ¿Sabías que Gudlaugur era gay? -preguntó Erlendur.

Ösp levantó los ojos.

– A juzgar por lo que decía mi hermano, parece que lo era. Y a juzgar por lo que le pagaba a mi hermano por estar con él…

Ösp calló.

– ¿Sabías que Gudlaugur estaba muerto cuando te pidieron que fueras a buscarlo? -preguntó Erlendur.

La muchacha lo miró.

– No, no lo sabía. No intentes cargarme eso. ¿Es Jo que intentas hacer? ¿Crees que fui yo quien lo mató?

– No me hablaste de la presencia de tu hermano en el sótano.

– Él está siempre metido en problemas, pero sé que él no lo hizo. Sé que no podría hacer una cosa así. Jamás.

– Supongo que tenéis una buena relación, ya que te preocupas tanto por él.

– Siempre nos hemos llevado bien -dijo Ösp, poniéndose en pie-. Hablaré con él si se pone en contacto conmigo. Le diré que tienes que verlo por si sabe algo sobre lo que sucedió.

Erlendur asintió con la cabeza y le dijo que seguiría en el hotel hasta esa tarde, y que estaría localizable en cualquier momento.

– Tiene que ser enseguida, Ösp -dijo finalmente.

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