Robert Crais - Los Ángeles requiem

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Crais - Los Ángeles requiem» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Ángeles requiem: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Ángeles requiem»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A Joe Pike le parece imposible empezar de cero en la ciudad de Los Ángeles, donde los fantasmas del pasado se ocultan tras las luces de neón. Sus días como policía siguen ensombreciendo su presente e influyendo en su actividad como investigador privado. Su única relación estable es la que mantiene con su socio, Elvis Cole, un perspicaz detective con su propio pasado oscuro. Cuando una antigua amante de Pike aparece asesinada en las colinas de Hollywood, Joe y Elvis inician, a instancias del padre de la victima, una investigación paralela a la policía, lo que levantará las suspicacias de los antiguos compañeros de Pike y acabará por enturbiar el asunto hasta límites insospechados.

Los Ángeles requiem — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Ángeles requiem», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– De momento lo que ves aquí. Las relaciones. Hay que ir a por él y apretarle las tuercas. Tenéis más que suficiente para conseguir órdenes de registro para su casa y su coche.

Williams seguía mirando la lista.

– Joder, al tío éste le veo cada día -dijo-. Hace un rato hemos hablado de la nueva de Bruce Willis.

Krantz apretó las mandíbulas. No le hacía la más mínima gracia reconocer que Dolan o yo hubiéramos hecho algo bien, pero se daba cuenta de lo que pensaba Bishop.

– Bien, capitán, vamos a buscar a Sobek o a Wood o como coño se llame y a traerle aquí. Puede conseguir la orden de registro por teléfono y que vayan allí mientras hablamos con él.

Bishop descolgó el auricular. Todo el mundo permaneció en silencio mientras hablaba, pero Stan Watts encontró la mirada de Dolan y le guiñó un ojo. Ella le contestó con una sonrisa. Un par de minutos después, Bishop escribió algo y colgó.

– Wood no ha venido a trabajar hoy. Ni ayer ni anteayer.

– Espero que no hayáis hecho nada que le haya espantado -dijo Krantz mirando a Dolan.

– Ni nos hemos acercado a él, Harvey, y nadie puede haberle dicho nada. Hace tan sólo veinte minutos que hemos visto a su madre, y ella no sabe cómo ponerse en contacto con él.

– Venga, Harve, no acusemos, ¿vale? -medió Bishop-. Yo creo que Sam ha hecho un buen trabajo.

Krantz sonrió, suave como una seda y encantado de seguir lamiéndole el culo a Bishop.

– No estaba acusándote, Samantha. Has hecho un buen trabajo. De verdad -aseguró, y dirigiéndose a Bishop añadió-: Claro que ahora hay que hacer las cosas poco a poco. Si esto se confirma, y yo creo que se confirmará, Samantha, estamos ante un trabajador civil del Departamento de Policía de Los Ángeles. Ha asesinado a gente mientras trabajaba aquí y ha utilizado nuestras fuentes de información para conseguirlo. Si no tenemos cuidado, nos puede caer encima otra tormenta de mala prensa. Tenemos que comprobar sus huellas. Tenemos que conseguir alguna prueba, quizá cotejar las horas de los asesinatos diurnos con los días que tenía fiesta o que no vino a trabajar, cosas así. Y cruzar los dedos para encontrar algo cuando registremos su casa.

Miró a Dolan y después a los demás, como si estuviera intentando dejar las cosas muy claras, como si llevara las riendas y lo controlara todo.

– Si no está aquí, tenemos que encontrarlo, y eso puede llevar su tiempo -añadió-. Quiero que actuemos con rapidez, pero sin arriesgarnos a perderle por no haber conseguido todas las firmas que necesitábamos, y no quiero que se entere de lo que sabemos por una filtración.

Al decir eso último miró a Dolan, que se puso roja de rabia.

Bishop entrecruzó los dedos y asintió.

– Vale. ¿Cómo quieres hacerlo, Harvey?

– Vamos a ir con calma hasta que sepamos a qué nos enfrentamos. Sólo nosotros, y quizás un par de coches patrulla, pero no vamos a montar un espectáculo con los SWAT. Si algo sale mal, la prensa se nos echará encima. Hasta que esté detenido, no quiero que sepa que vamos detrás de él. Si le perdemos, la prensa lo divulgará a los cuatro vientos y podría escapársenos de las manos.

– Vale, Harvey, me parece bien. Organízalo como te parezca y ponló en marcha.

Krantz le dio una palmada en el hombro a Stan Watts y se fue hacia la puerta. Parecía Errol Flynn partiendo en misión en La escuadrilla del amanecer.

– Yo quiero participar -dijo Dolan.

Todo el mundo se quedó callado y la miró.

– Capitán, me he ganado mi puesto a pulso. Quiero estar allí cuando echemos el guante a ese hijo de puta.

Krantz apretó las mandíbulas. Tenía tantas ganas de decirle que no que le entraban calambres, pero estaba pendiente de Bishop.

Éste tamborileó con los dedos en la mesa durante unos instantes y después se reclinó en la silla.

– Samantha, el que lleva el grupo operativo es Harvey -dijo-. Yo nunca obligo a un jefe a aceptar a alguien si no quiere. -Krantz asintió y volvió a apretar las mandíbulas-. Pero creo que te mereces una segunda oportunidad. ¿Tú qué dices, Harvey? ¿Te parece que puedes hacerle un sitio a Dolan?

Era evidente lo que quería Bishop, y aunque Krantz estaba rabioso, asintió animosamente.

– Nos vemos en el aparcamiento, Dolan. Si quieres venir, adelante.

Todo el mundo empezó a marcharse y a felicitarla a la salida. Stan Watts y los demás, incluido Williams, le dieron palmadas en la espalda y le estrecharon la mano. Ella aceptó los cumplidos con una sonrisa amplia y alegre, un brillo en la mirada y un arrebato de emoción sobrecogedor. Samantha Dolan estaba muy guapa.

No volvería a verla tan contenta.

Capítulo 35

Cuando llegamos a su coche, Dolan sacó un chaleco antibalas del maletero y me lo lanzó.

– Ten. Te irá pequeño, pero puedes ajustar las correas.

Lo sostuve delante del pecho y volví a meterlo en el maletero.

– Este color me sienta fatal.

– Allá tú.

Dolan se quitó la camisa allí mismo en el aparcamiento y se quedó sólo en sujetador. Luego se puso encima el otro chaleco antibalas. Podía verla todo el que pasaba por Los Ángeles Street, lo mismo que los policías que salían de Parker Center, pero no parecía importarle.

Se dio cuenta de que la miraba y me sonrió con malicia.

– Si ves algo que te gusta, es todo tuyo.

La esperé en el coche.

Una vez vestida, se sentó al volante.

– He estado dándole vueltas, guapito, y he decidido ponerte en la sala de espera. No voy a tirar por la borda mis esperanzas -anunció. Me giré hacia ella-. No voy a perder la oportunidad sólo porque tengas a tu belleza sureña. Me gustas mucho y siempre consigo lo que me gusta. A lo mejor también meto a Escarlata O'Hara en la salita de espera. Tengo previsto apartarte de ella. -Me puse a mirar por la ventanilla-. Sería la mejor experiencia de tu vida -añadió.

– Dolan, vamonos de aquí, haz el favor.

Su voz y su mirada perdieron dureza.

– Ya sé que la quieres. Lo que tengo que conseguir es que me quieras más a mí.

Entonces apartó la vista, y yo también.

Después de aquello nos quedamos en silencio con el aire acondicionado puesto hasta que Krantz y Watts salieron en su coche del aparcamiento cubierto, con Williams y Bruly pisándoles los talones.

– Estoy lista -les informó Dolan a través de una radio negra pequeñita.

– Entendido -contestó Watts.

– Adelante -dijo Williams.

Nos pusimos en fila tras ellos y salimos del aparcamiento.

– Oye, Dolan.

– Dime.

Clavé la vista en ella hasta que giró la cabeza.

– Me gustas mucho. Y quiero decir mucho, ¿vale?

Sonrió con ternura y se le iluminaron los ojos, pero no contestó.

El plan era sencillo: íbamos a ir directamente a casa de Sobek, reconocer la zona y después retirarnos para decidir qué hacer mientras esperábamos la llegada de los dos coches patrulla del distrito de Rampart que iban a actuar de refuerzos.

A dos calles de la casa, Krantz redujo la velocidad al pasar ante un supermercado AMPM y nos llamó por radio.

– Nos reunimos en este supermercado después del reconocimiento.

– Recibido -contestaron desde los otros dos coches.

– Dolan, tú entra por este lado y nosotros te seguimos dentro de un par de minutos. Williams, da un rodeo por arriba y baja desde el norte. Que no parezca esto un desfile.

Dolan apretó dos veces el botón de la radio para aceptar la orden y me dijo:

– Es la primera cosa inteligente que ha dicho ese idiota.

– Debe de haber sido idea de Watts.

Dolan se rió.

Williams subió por la calle lateral mientras Dolan y yo seguíamos solos.

Laurence Sobek, también conocido como Curtís Wood, vivía en un apartamento que en realidad era un garaje reformado en una zona residencial deprimida que estaba a sólo un kilómetro de Parker Center. Cerca de la calle había una casa más pequeña de lo normal que parecía una cajita cuadrada adosada, con un caminito por el lado que iba hasta una casita más pequeña aún situada en la parte trasera del terreno y que era precisamente el apartamento de Sobek. En el jardín de la casa de al lado había una mujer hispana rechoncha y tres niños pequeños que jugaban con una manguera. El barrio no era muy diferente al de su madre: filas de casitas estucadas y edificios de pisos antiguos, en su mayoría ocupados por inmigrantes de México o Centroamérica. El garaje de Sobek tenía aspecto de abandono y se hallaba en un estado lamentable.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Ángeles requiem»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Ángeles requiem» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Crais - L.A. Requiem
Robert Crais
Robert Crais - Free Fall
Robert Crais
Robert Crais - The sentry
Robert Crais
Robert Crais - The Watchman
Robert Crais
Robert Crais - El último detective
Robert Crais
Robert Crais - Sunset Express
Robert Crais
Robert Crais - Voodoo River
Robert Crais
Отзывы о книге «Los Ángeles requiem»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Ángeles requiem» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x