– Tampoco lo cambias con la política.
– Si quieres que te diga la verdad, el PP no era diferente. Era como trabajar para una gran empresa: evita riesgos, sigue la línea del partido, que nada se desvíe del guión, no hay manera de abrirse a nuevos horizontes ni de cambiar la manera de pensar y vivir de la gente.
– ¿Y quién quiere cambiar? -dijo Falcón-. Casi todo el mundo odia tanto los cambios que tiene que haber guerras o revoluciones para que ocurran.
– Pero míranos ahora, Javier, hablando así en un bar -dijo Ángel-. ¿Por qué? Porque estamos en crisis. Nuestro modo de vida está amenazado.
– Tú mismo lo has dicho, Ángel. Casi nadie es capaz de afrontarlo, así pues, ¿de qué hablan?
– Tienes razón. Es Esteban Calderón el que está en boca de todos -dijo Ángel-. Pero al menos no se trata de un asunto trivial. Es una tragedia. Es el orgullo desmedido derribando al gran hombre.
– Entonces, ¿qué le dirías al comisario Elvira que haga ahora? -preguntó Falcón.
– ¡Aja! ¿Así que por eso querías verme? -dijo Ángel, con una sonrisa de complicidad-. Me has traído hasta aquí para que aconseje gratis a tu jefe.
– Quiero la visión del relaciones públicas.
– Tenéis que concentraros, y tenéis que concentraros en las certezas. Debido a la naturaleza del atentado, os ha sido difícil, pero ahora que habéis entrado en la mezquita ha llegado la hora de que contéis algo más y seáis concretos. Las evacuaciones de las escuelas y la facultad, ¿a qué han venido? La gente necesita algo a lo que hincarle el diente; la incertidumbre crea rumores, y eso no sirve para sofocar el pánico. El error del juez Del Rey fue que no le había tomado el pulso a la ciudad, de modo que cuando comenzó a propagar más incertidumbres…
– Fue la pregunta del entrevistador lo que propagó la incertidumbre -dijo Falcón.
– No fue eso lo que vieron los espectadores.
– Sólo después Del Rey se enteró de que alguien había filtrado el contenido del texto en árabe.
– Del Rey nunca debería haber presentado la verdad de la situación: que sigue sin estar nada claro lo que ocurrió en la mezquita. Debería haber sacado provecho de las certezas. Si resulta que al final la verdad es otra, entonces simplemente cambiáis la historia. La investigación perdió mucha credibilidad cuando detuvieron a vuestro portavoz por asesinato. La única posibilidad de recuperar la credibilidad consiste en confirmar las sospechas de la opinión pública. El entrevistador sabía que la opinión pública no estaría de humor para oír que en esta trama terrorista podía haber elementos autóctonos.
– A Elvira le cuesta decidir qué verdad utilizar en cada momento para que la investigación se centre en averiguar qué pasó realmente -dijo Falcón.
– La política es un gran entrenamiento para eso -dijo Ángel.
– ¿Así que crees que Jesús Alarcón tiene lo que se necesita?
– Ha empezado bien, pero es muy pronto para decirlo -dijo Ángel-. Lo importante es lo que pase en los próximos seis o siete meses. En este momento está sobre la gran ola de la emoción popular, pero incluso las olas más grandes acaban rompiendo en la orilla.
– Si no le va bien siempre puede volver al Banco Omni.
– No le querrían -dijo Ángel-. Nadie deja el Banco Omni así como así. Una vez te dan trabajo, te otorgan su confianza. Si te marchas dejas de ser uno de ellos, y ya nunca más vuelves a serlo.
– Así que Jesús ha jugado fuerte.
– Tampoco es eso. Cuenta con un buen respaldo de mi amigo, que lo tiene en muy alta consideración. Si todo esto acabara en nada ya le encontraría otra cosa.
– ¿Conozco a ese misterioso amigo tuyo?
– ¿Lucrecio Arenas? No lo sé. Manuela lo conoce. Ahora que está jubilado ya no es tan misterioso.
– ¿Quieres decir que antes lo era?
– El Banco Omni es un banco privado. Se encarga de una parte sustanciosa de las finanzas de la Iglesia Católica. Es una organización muy discreta. Nunca verás ninguna foto de los ejecutivos del Banco Omni. Yo les hice un trabajo concreto de relaciones públicas, pero sólo porque conocía a Lucrecio. No averigüé nada de la organización, aparte de lo que necesitaba saber para llevar a cabo mi tarea. ¿Por qué estamos hablando del Banco Omni?
– Porque Jesús Alarcón es el hombre del momento -dijo Falcón-. Después de Esteban Calderón.
– Ah sí. Todavía no me has dicho por qué querías verme -dijo Ángel.
– Te estoy sondeando -dijo Falcón, encogiéndose de hombros-. Le hablé a Elvira de nuestra conversación de esta mañana, cuando te ofreciste a ayudarnos, pero se mostró cauto. Quiero volver a hablar con él y hacer que se sienta más tranquilo al utilizar tu talento. Necesita un empujoncito, eso es todo.
– Estoy dispuesto a ayudar en un momento de crisis -dijo Ángel-. Pero no busco un empleo permanente.
– El problema de Elvira es que te considera un periodista, y por tanto un enemigo -dijo Falcón-. Si puedo hablarle de tu actividad como relaciones públicas y de la clase de gente a la que has representado, eso le dará una perspectiva distinta.
– Te aconsejaré, pero no quiero trabajar para vosotros -dijo Ángel-. Alguien podría considerar que existe un conflicto de intereses.
– Sólo dime nombres de otras empresas para las que has trabajado -dijo Falcón-. ¿A quién representabas en su cuarenta aniversario?
– A Horizonte. La empresa inmobiliaria se llamaba Mejorvista, y el grupo de seguros Vigilancia -dijo Ángel-. No me promociones demasiado, Javier. Tengo suficiente con guiar a Fuerza Andalucía por el laberinto de los medios de comunicación.
– Lo que pasa es que el concepto de relaciones públicas es difícil de vender. Los recortes de prensa de otros no significan nada. Si pudiera mostrarle a Elvira con quién has trabajado, eso podría servir de ayuda. ¿Tienes fotos de la gente de Horizonte, o del Banco Omni, o algo de las celebraciones del cuarenta aniversario de Horizonte? Ya sabes, fotos de Ángel Zarrías con altos ejecutivos. A Elvira le gustan las cosas tangibles.
– Claro, Javier, lo que quieras. Pero tampoco me pongas demasiado por las nubes.
– Estamos en crisis -dijo Falcón-. Nuestros dos jueces de instrucción han quedado desacreditados. Tenemos que reconstruir nuestra imagen antes de que sea demasiado tarde. Elvira es un buen policía, y no quiero ver cómo fracasa tan sólo porque no sabe cómo manejarse con los medios de comunicación.
Subieron al apartamento. Manuela no estaba. Era un piso enorme, de cuatro habitaciones, de las que utilizaban dos como despacho. Ángel se acercó a una pared de su estudio y le enseñó una foto que había colgada.
– Esta es la que buscas -dijo, dando unos golpecitos a una foto enmarcada que estaba en medio de la pared-. Es una de las pocas fotos que hay de todos los ejecutivos de Horizonte y Banco Omni juntos. La hicieron en la celebración del cuarenta aniversario. Tengo otra copia en alguna parte.
Ángel se sentó a su escritorio, abrió un cajón y sacó un montón de fotos. Falcón buscó en la foto a alguien que se pareciera al retrato robot de la policía del anciano que habían visto en compañía de Ricardo Gamero.
– ¿Cuál de estos es Lucrecio Arenas? -preguntó Falcón-. No reconozco a nadie. Si le hubiera conocido, ¿dónde habría sido?
– Tiene una casa en Sevilla, aunque sólo vive aquí seis meses al año -dijo Ángel-. Su mujer no soporta el calor, de modo que se van a una villa palaciega que les construyó Mejorvista, cerca de Marbella. ¿Recuerdas aquella gran cena que di en el Restaurante La Judería en octubre pasado? Él asistió.
– Yo estaba dando clases en un curso de la academia de policía.
Ángel le entregó la foto y señaló a Lucrecio Arenas, que estaba en el centro, mientras que Ángel quedaba muy en la periferia de las dos hileras de ejecutivos. Arenas era de la misma edad que el hombre del retrato robot de la policía, pero no se podía decir de manera concluyente que fueran el mismo.
Читать дальше