El ruido de las labores de demolición volvió a dejarse oír en el aula después de que el comisario Elvira acabara de leer el informe. El inspector jefe Falcón y el juez Calderón estaban sentados en sendos pupitres, los brazos doblados, los tobillos cruzados y mirando al suelo, que ya estaba limpio de cristales. Los plásticos que se extendían sobre las ventanas sin cristales revelaban un mundo exterior indefinido que se hinchaba y daba sacudidas siguiendo la cálida brisa del sur.
– Parece que han tomado una decisión, ¿verdad? -dijo Calderón-. Después de habernos dicho que no nos centráramos en un solo camino, es lo que han hecho ellos. No se menciona ni la página VOMIT ni ningún grupo antimusulmán.
– Con lo que han encontrado en el piso de Hammad y Saoudi -dijo Elvira-, y el depósito de hexógeno en la parte de atrás de la Peugeot Partner y la parafernalia islámica de delante, ¿quién puede culparles?
– Por el momento no tiene buena pinta para los radicales islámicos -dijo Falcón-. Pero los artificieros aún no han llegado al epicentro de la explosión. La policía científica todavía tiene que proporcionarnos información vital. También le he dicho a la policía científica que repase la Peugeot Partner, y hasta ahora todo lo que han encontrado es un neumático nuevo que habían colocado en la rueda trasera del conductor y una rueda pinchada donde va la de recambio.
»Lo que han encontrado en el piso de Madrid y la existencia de la casa aislada podría interpretarse como actividad terrorista o como actividad de inmigración ilegal. Nos han dicho que Hammad y Saoudi tenían antecedentes en labores logísticas, pero ¿qué significa eso? Si los hubieran pillado con algo, lo sabríamos. Si son otros quienes los han denunciado, eso es ya información dudosa.
– Lo que yo leo en este documento -dijo Elvira, agitando despectivamente el papel delante de él- es que ha sido escrito para los políticos, para que puedan parecer informados y firmes en un día de crisis. El CNI y el CGI se han atenido a los hechos conocidos. Han mencionado «anomalías», pero no dan detalles. No se menciona a VOMIT ni a otros grupos porque no hay pruebas de su implicación. Tampoco aparece el MILA, a pesar de que lo mencionen en las noticias. Eso es porque no tienen información de ninguno de los dos.
– ¿Se nos permite hablar del CGI? -dijo Falcón, con deliberada falta de sinceridad.
El detector de secretos de Calderón se puso en marcha en un instante. Elvira levantó las manos al cielo.
– No hay ni que decir -dijo Elvira- que esto no debe salir de aquí, pero en vista de que usted es el juez instructor que controla esta investigación, debe saber que la habilidad de la rama sevillana del CGI está en entredicho. Los de arriba aún no han decidido si les dejan participar de forma plena en la batalla. Sus agentes han estado en contacto con su red de confidentes y han redactado informes, pero aún no hemos visto ninguno. Se les ha negado el acceso a nuestros informes y no están al corriente de algunas pruebas, como el ejemplar profusamente anotado del Corán, cuya existencia, que yo sepa, no se ha divulgado a la prensa.
– Eso es un duro golpe a la investigación -dijo Calderón-. ¿No deberíamos haberlo sabido antes?
– Ni siquiera tengo autorización para decírselo a usted -dijo Elvira.
– ¿Qué pasa con ese ejemplar anotado del Corán que es tan importante? -preguntó Calderón.
– No lo sé, pero el CNI se ha interesado muchísimo por él -dijo Elvira-. De todos modos, eso ahora no nos concierne. ¿A qué hora habló por última vez con su brigada? -le preguntó a Falcón.
– No hace mucho. Me han dicho que tenemos una secuencia bastante clara de lo ocurrido aquí en las últimas cuarenta y ocho horas, y algunas cosas guardan relación con lo que sucedió la semana antes de la explosión.
Falcón tenía ahora dos testigos de cada uno de los hechos importantes que habían precedido a la explosión. Hammad y Saoudi habían sido vistos por primera vez en la mezquita el martes 30 de mayo a las 12:00. Llegaron a pie y estuvieron hablando con el imán hasta la 1:30. Los otros dos hechos importantes de esa semana eran la visita de los inspectores del ayuntamiento a las 10:00 de la mañana del viernes 2 de junio y el corte de suministro eléctrico del sábado 3 de junio, cuando el imán estaba solo en la mezquita.
Por eso, el lunes 5 de junio, a las 8:30 de la mañana, apareció un electricista para evaluar la avería y los trabajos de reparación. Regresó con dos empleados a las 10:30 para reparar la caja de fusibles fundida y para instalar una toma de corriente en la despensa que había al lado del despacho del imán.
La segunda visita del electricista coincidió con la llegada de Hammed y Saoudi en la Peugeot Partner y la descarga de dos grandes bolsas de polipropileno, que se cree que contenían cuscús. Se quedaron más o menos una hora. Los electricistas se marcharon a eso de las 2:30 de la tarde, y Hammad y Saoudi regresaron a las 5:45 con cuatro pesadas cajas de cartón que se cree que contenían azúcar y bolsas de menta, todo lo cual se metió en la despensa. Seguían allí a las siete de la tarde, y hasta el momento, nadie los ha visto salir.
– ¿Y qué es lo que le preocupa de todo eso?
– Tenemos testigos de las llegadas y salidas de toda esa gente -dijo Falcón-. Pero aún no hemos podido contactar con el electricista. A fin de hacerlo lo más rápidamente posible, les he pedido a los miembros de mi brigada, que ya tienen mucho trabajo interrogando a la gente de la zona, que se coordinen con la policía local y que estos visiten a todos los electricistas o tiendas de electricidad de un radio de un kilómetro alrededor de la explosión. Hasta ahora no hemos encontrado nada. Todo lo que sabemos es que llegaron tres hombres en una furgoneta de carga azul, sin distintivo alguno, y que nadie se fijó en el número de matrícula.
– ¿Quiere que saquemos un anuncio en los medios de comunicación? -preguntó Elvira.
– Todavía no. Antes quiero investigar más.
– ¿Alguna otra cosa?
– Tengo a otros miembros de mi grupo interrogando a los vendedores de Informaticalidad. Ninguno me ha comunicado nada importante, pero aún he de hablar con ellos y enterarme de qué pasó allí.
– ¿Ya está?
– Lo que más me preocupa en este momento, aparte del electricista que no hemos encontrado, es que el ayuntamiento no tiene constancia de que enviaran a ningún inspector a la mezquita, ni a ninguna otra parte del edificio, ni siquiera a este barrio, el viernes 2 de junio, ni ese día ni ningún otro en los últimos tres meses.
Sevilla. Martes, 6 de junio de 2006, 19:55 horas
Antes de que los tres hombres abandonaran la zona del atentado, Calderón les dio datos actualizados del número de muertos y heridos. Cuatro niños habían fallecido de heridas en la cabeza y hemorragia interna en la guardería. Siete niños habían sido heridos de gravedad: desde la pérdida de una pierna por debajo de la rodilla hasta graves desgarros faciales. Dieciocho niños habían recibido heridas superficiales, sobre todo por cristales que habían salido despedidos. Dos hombres y una mujer que pasaban junto al edificio de la calle Los Romeros habían muerto, por los fragmentos que salieron despedidos o por el derrumbe. Una anciana había muerto de un ataque al corazón en un piso de enfrente. Había 32 personas gravemente heridas, que estaban dentro o en los alrededores de los edificios cercanos al bloque derrumbado, y 343 heridos leves. Hasta ese momento, de los escombros habían sacado a los hombres y dos mujeres, fallecidos, y a la pequeña Lourdes Alanis, aún con vida. La lista de desaparecidos en la mezquita, incluyendo el imán, llegaba a trece. Aparte de ellos, eso daba un total de 12 muertos, 39 heridos graves y 361 heridos leves.
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