– ¿Pero dónde se rodó la secuencia de los hombres con las chicas? ¿Hay alguna fecha?
– No lo sé -dijo Pablo-. Tú tienes los discos originales en la Jefatura.
– ¿Fue antes del atentado de Sevilla? -preguntó Falcón-. Eso podría ser significativo. ¿Estaban juntos Yuri Donstov y Leonid Revnik en el mismo grupo, antes de que Donstov se escindiese, cuando se destapó la Operación Avispa de 2005?
– Según lo que me han dicho, no.
– No tienes fotografías recientes de Yuri Donstov, lo que probablemente significa que no sabes exactamente qué ha estado haciendo -dijo Falcón-. ¿Es significativo que Donstov se asentase en Sevilla, donde se produjo el atentado? ¿Con quién se acostaban Lucrecio Arenas y César Benito, con Yuri Donstov o con Leonid Revnik?
– De acuerdo. Ya has dicho lo que querías decir -dijo Pablo-. Ahora tendrás que esperar a que digan algo los secuestradores. Harán alguna petición.
– Hay una complicación adicional, debido a las deserciones del grupo de Revnik que se han pasado al de Donstov -dijo Falcón-. Los responsables de los elementos implicados en el atentado de Sevilla, los que querían que Marisa guardase silencio, probablemente van a ser miembros de los dos grupos.
– Leonid Revnik debe de tener retenida a su hermana. Margarita aparece con el jefe de I4IT Europa, Juan Valverde, en el disco de Vasili Lukyanov.
– Vale, entonces habrá habido contacto entre Marisa y Leonid Revnik. ¿Y los que se pasaron al grupo de Donstov antes de Vasili Lukyanov? -dijo Falcón-. No sabemos si Lukyanov fue el primero. En vista del terror de Marisa y su oposición a hablar, no me extrañaría que estuviera presionada por los dos bandos.
– Habrá que encontrar a Margarita -dijo Pablo, encogiéndose de hombros.
Falcón lo observó, detectó un interés cada vez menor por sus problemas.
– De acuerdo, me has ayudado, Pablo -dijo Falcón-. Me has dado bastante información para seguir. ¿Para qué has venido a verme en realidad?
– Ayer me enviaron las notas de tu reunión con el MI5 y el SO15 -dijo Pablo-. Ya me había enterado del secuestro, así que lo he postergado hasta hoy.
– Muy considerado por tu parte -dijo Falcón.
– Veo que estás respaldando a Yacub, que es lo que te pedí. Lo que pasa es que lo estás haciendo a ciegas -dijo Pablo-. Lo único que sabes es lo que él te ha contado, que el GICM ha reclutado a su hijo.
– ¿Cómo iba a mentir en eso?
– También sabes que Yacub no haría nunca nada que provocase daños o la detención de un miembro de su familia -dijo Pablo-. Esto puede significar que quiere que le pierdas el rastro. Lo que podemos hacer es impedir eso, a través de la corroboración de la información y una perspectiva más amplia de lo que sabemos. Pero tú tienes que dar el primer paso. Tienes que decirnos lo que sabes sobre las acciones o intenciones de Yacub.
– Pero eso pondría en peligro a Yacub.
– Sólo por curiosidad -dijo Pablo-, ¿qué te contó Yacub sobre la parte de la información que estaba dispuesto a revelar, la identidad de Mustafá Barakat?
– Nada más que lo que les dije a los británicos -dijo Falcón-. Es amigo de la familia. Tiene un negocio de alfombras y tiendas turísticas en Fez.
– ¿Y eso fue lo que te dijo Yacub que dijeras?
– Es la información que me dio.
– Tú dijiste que había vivido toda su vida en Fez.
– Han pasado muchas cosas, Pablo. No lo recuerdo perfectamente.
– Probablemente no lo sabes, pero antes de volver al CNI en Madrid dirigí a los agentes en el Magreb durante más de diez años. Formo parte de una enorme comunidad de servicios secretos norte-africanos -dijo Pablo-. Si me das un nombre como Mustafá Barakat tengo acceso a todos los archivos de mis amigos, así como a los míos. Si les paso ese nombre a mis colegas marroquíes, no sólo buscan en sus expedientes, sino que, como entienden la compleja naturaleza de las familias de su país, trabajan también sobre el terreno. Introducen a sus informantes en el nido de termitas de la medina. Puedo echar mano de muchos recursos humanos.
– ¿Y qué han averiguado?
– Que hay muy estrechos vínculos entre las familias Barakat y Diuri. Desde 1940 ha habido treinta y seis matrimonios entre las dos familias, lo que ha engendrado ciento diecisiete hijos. Sesenta y cuatro de apellido Diuri y cincuenta y dos con el apellido Barakat. Ocho de los Barakat se llaman Mustafá. Dos de ellos son interesantes porque nacieron a finales de la década de los cincuenta. Los otros seis son demasiado mayores o demasiado jóvenes para ser el Barakat que está alojado en casa de Yacub.
»De los dos Mustafas restantes, uno entró en el negocio de las alfombras en la década de los setenta y nunca salió de Marruecos, pero el otro ha tenido una vida mucho más interesante. En 1979 fue a una madraza, una escuela religiosa, en Yedá, durante tres años. De allí se trasladó a Pakistán, donde no se supo nada más de él hasta que reapareció en Marruecos en 1991. En la calle se dice que parte de esos años los pasó en Afganistán. Aquí es donde hay algo de confusión, porque en 1992 Mustafá Barakat murió en accidente de coche en una carretera muy empinada de las montañas del Rif cuando regresaba de Chefchauen, donde la familia había abierto un pequeño hotel y una tienda turística. Fue una pena, porque acababa de asentarse de nuevo en su país y…
– ¿De qué Mustafá hablamos? -preguntó Falcón.
– Ahí es donde la cosa se vuelve confusa. Lo interesante es que, después del accidente en la carretera procedente de Chefchauen, el otro Mustafá Barakat seguía dirigiendo el negocio de las alfombras, las tiendas turísticas y los hoteles, pero, aunque nunca había salido del país, de pronto constituyó un negocio de importación y exportación. Volaba a Pakistán a comprar alfombras. Desde la guerra afgana, todas las alfombras de esa zona de Afganistán, Tayikistán, Uzbekistán, e incluso de la parte oriental de Irán, se envían a Pakistán y se exportan como alfombras pakistaníes. Esas alfombras, que él traía de Pakistán, se reexportaban después a países como Francia, Alemania, Holanda y el Reino Unido.
– ¿Crees que hubo un cambiazo?
– No hacen autopsias allá en el Rif.
– Presumiblemente el Mustafá Barakat que estudió en la madraza de Yedá también hizo el peregrinaje a la Meca y era al-hayy .
– Mustafá Barakat, que sólo había empezado a viajar en 1993, hizo el hayy ese mismo año -dijo Pablo-. Los detalles se nos dan bien en el servicio secreto. Así que, antes de que me lo preguntes, no hay registros dentales.
– ¿Algo más que nos pueda ayudar a identificar de qué Mustafá Barakat se trata?
– Sería bueno que los muyahidines tuviesen archivos militares y nos dejasen consultarlos. Mejor aún sería tener muestras de ADN.
Una oleada de paranoia recorrió a Falcón. Miró fijamente a Pablo a la cara, como un jugador de póquer en busca de tells . ¿Es esto cierto? ¿Es sólo un invento para volver a apartarme? ¿Por qué habría dado Yacub una información como ésa, si ponía en evidencia a un miembro de su familia?
– No prescindas de ese nivel de información -dijo Pablo-, sin al menos pensártelo bien.
* * *
Al final, Consuelo se había tomado las pastillas para dormir que le había dejado el médico. Vio pasar las horas del reloj hasta las seis de la mañana, con la mente incapaz de centrarse en ninguna línea de pensamiento lógico. Estaba sumida en un pensamiento triangular, oscilando entre Darío, Javier y ella misma, pero incapaz de concentrarse en ninguno de los tres.
A pesar de la presencia de su hermana y los otros dos hijos en la casa, sentía una soledad terrible. Entre los accesos de rabia que se apoderaban de ella periódicamente, a regañadientes reconocía la necesidad de la persona a la que había desterrado de su vista para siempre. En cuanto tomaba conciencia de ello, la corroía el odio a esa persona. Luego irrumpía la desesperación y sollozaba pensando en su niño perdido en la oscuridad, aterrorizado y solo. Era agotador, emocionalmente extenuante, pero la mente no se apagaba ni le dejaba conciliar el sueño. Así que se tomó las pastillas. Tres en vez de dos. Se despertó a las dos de la tarde con la cabeza y la boca llenas de algodón, con la sensación de que la habían embalsamado.
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