Laura Lippman - Lo que los muertos saben

Здесь есть возможность читать онлайн «Laura Lippman - Lo que los muertos saben» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Lo que los muertos saben: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lo que los muertos saben»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Hay preguntas que sólo los muertos podrían responder…
En 1975, dos hermanas, de once y quince años, desaparecieron en un centro comercial. Nunca fueron encontradas, y cientos de preguntas quedaron sin respuesta: ¿cómo pudieron secuestrar a dos niñas?, ¿quién o qué consiguió atraerlas fuera del centro sin dejar rastro? Treinta años después, una extraña mujer que se ha visto envuelta en un accidente de tráfico asegura ser una de las niñas. Pero su confesión y las posteriores evasivas con que responde a los investigadores sólo profundizan el misterio. ¿Dónde ha estado todos estos años?

Lo que los muertos saben — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lo que los muertos saben», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No pienso hacerlo. Jamás -dijo ella-. Ni siquiera ahora, casi veinticinco años después. No quiero volver a ver ese sitio jamás en la vida.

Eso sí se lo creyó Infante. El pánico que había asomado al rostro de la mujer era real, el temblor de los hombros resultaba perceptible incluso bajo el chal. Sólo de pensar en ese viaje le daban arcadas. El martes, cuando tuvo el accidente, no iba a Pennsylvania, seguro que no.

Pero ni siquiera eso significaba que fuese de verdad Heather Bethany.

Capítulo 20

En cuando cruzó el umbral de casa de los Forrest, Heather arrugó la nariz.

– Tengo alergia a los gatos -le dijo a Kay, como si Kay fuese una necia vendedora de casas-. Esto no va a funcionar.

– Vaya, pero si te lo he explicado la mar de bien. Te he contado que Seth, mi hijo, se gana un dinerito cuidando de las plantas y los animales domésticos de toda la familia.

– Vaya, será que me fijé sólo en lo de las plantas. Lo lamento, pero no puedo… -Giró la cabeza y estornudó, un estornudo gazmoño y seco. De hecho, como si fuese el estornudo de un gato-. En cuestión de minutos me voy a poner toda roja e hinchada. Es imposible, no puedo vivir aquí.

Pareció, en efecto, que sus mejillas empezaban a enrojecer y que los ojos le lagrimeaban. Salió al exterior seguida por Kay y se plantó en el porche de piedra. Pasaba por la calle una mujer negra con su hija. La niña montaba una bici con ruedecillas laterales, y la mujer vestía de manera ostentosamente elegante, una especie de delantal amarillo a juego con zapatos del mismo color, que combinaba con una blusa verde apio. Se volvió a mirar a las dos mujeres del porche, con evidente recelo. Era una vecina, le había explicado la señora Forrest, Cynthia no sé qué, la fisgona oficial del barrio, que ni siquiera se habría fijado en esa casa durante las vacaciones de Pascua si no hubiera sido por las plantas y por Félix, el gato. Kay la saludó con la mano, confiando en que la mujer se tranquilizara con el saludo, pero ella ni le devolvió el saludo ni sonrió siquiera, se limitó a entrecerrar los ojos y hacer un ademán como diciendo: «Os estoy viendo. Recordaré vuestros rostros por si pasa algo.»

– Pues ahora sí que estoy hecha un lío-dijo Kay-. No puedes quedarte aquí pero tampoco puedo llevarte de vuelta al hospital. Y si no vale ninguna de estas dos cosas…

– La cárcel no -dijo Heather con la voz tomada, medio afónica, aunque tal vez fuesen todavía los efectos de la presencia del gato en la casa-. Puedes imaginarte perfectamente, Kay, los motivos por los cuales una mujer que ha lanzado una acusación contra un policía jamás se sentirá segura en una cárcel. Ya es bastante tener que aguantar que me pongan a un agente vigilando la puerta, esté donde esté, sea donde sea. Y un refugio para mujeres maltratadas tampoco me vale -añadió, como si se anticipara a la siguiente idea de Kay-. No aguantaría vivir en un sitio así. Tienen demasiadas reglas. Soy fatal con eso de las reglas, no soporto que la gente me diga lo que tengo que hacer.

– Es cierto que en las casas para momentos de urgencia tienen reglas estrictas, son los sitios donde protegen a las mujeres durante las primeras noches solamente. Pero hay residencias de tipo más permanente que funcionan de otra manera. Tampoco hay muchas, pero he llamado…

– Conmigo no funcionaría. Estoy demasiado acostumbrada a vivir sola.

– ¿Nunca has vivido con nadie? Nunca, desde que…

– ¿Desde que me fui de la granja? Bueno, un par de veces me he ido a vivir con mi pareja. Pero no me va. -Sonrió con la mitad de la boca solamente-. Necesito muchísima intimidad, ya puedes imaginártelo.

– ¿Has hecho algo de terapia?

– Jamás -dijo con fiereza, sintiéndose insultada-. ¿Cómo se te ha ocurrido pensarlo?

– Supuse que… Por algunas cosas que has dicho. Además, habiendo soportado lo que tuviste que soportar… Me parecería…

Heather se sentó en el porche, y aunque hacía frío y había muchísima humedad, tanta que se notaba incluso a través de las suelas de los zapatos, Kay pensó que lo más apropiado era ponerse al mismo nivel que ella en lugar de manifestar cierta superioridad permaneciendo en pie.

– ¿Y qué habría podido contarle a un psiquiatra? ¿Y qué habría podido decirme un psiquiatra a mí? Me robaron la vida antes de iniciar la adolescencia. Mataron a mi hermana delante de mí. Considerando las circunstancias, me las he arreglado bastante bien. Hasta hace apenas setenta y dos horas.

– Con eso de «bastante bien» quieres decir que…

– Tenía un trabajo. Ni excepcional ni interesante, pero me ganaba la vida. Los fines de semana, si hacía buen tiempo, paseaba en bicicleta. Y si hacía mal tiempo cogía un libro de cocina, buscaba una receta difícil y trataba de hacer un plato complicado. Y solía tener tantos éxitos como fracasos, aunque eso forma parte del aprendizaje. Alquilaba películas. Leía libros. Era… Tú habrías dicho que era feliz. Hace muchísimo tiempo que yo no intento siquiera ser feliz.

– Pero ¿digamos que estabas contenta, satisfecha? -Kay pensó en lo mucho que se compadecía a sí misma tras el divorcio, lo fácil que le resultaba andar soltando palabras como infelicidad, tristeza, depresión.

– Eso se aproxima más. Al menos lograba no sentirme infeliz. A eso aspiraba.

– Qué pena.

– Estoy viva. Mi pobre hermana no lo está.

– ¿Y tus padres? ¿Pensaste alguna vez en lo que podían estar pensando, sufriendo?

Heather se llevó dos dedos a los labios sellados. No era la primera vez que Kay se fijaba en ese ademán de la mujer. Era como si la respuesta estuviese ya dentro de su boca, a punto de saltar afuera, pero que prefiriese pensar en las consecuencias de decir lo que fuera antes de pronunciar palabra.

– ¿Podemos guardar secretos?

– ¿Legalmente? Yo no soy quién…

– No quiero decir legalmente. Ya sé que ante un tribunal pueden obligarte a decir cosas, pero confío en no tener que entrar en ninguno. Dice Gloria que ni siquiera hará falta que hable ante un gran jurado. Me refería a si crees que, como seres humanos, tenemos derecho a guardar secretos.

– ¿Me estás preguntando si puedes confiar en mí?

– No pretendía llegar tan lejos. -Heather notó enseguida que sus palabras podían resultar poco amables, dañinas-. No confío en nadie, Kay, ¿crees que puedo hacerlo? En todo caso, por jodida que sea mi vida, es todo un éxito. Lo es que pueda levantarme cada día, que respire y coma y vaya a trabajar y cumpla con mi cometido y vuelva a casa y me encierre a ver la tele, y que al día siguiente me levante y haga todo eso otra vez. Y que nunca le haya hecho daño a nadie… -Al decirlo, comenzó a temblarle el labio-… Nunca le he hecho daño a nadie a propósito.

– El chico del accidente se recuperará. No hay daños cerebrales ni en la espina dorsal…

– ¿No hay daños cerebrales…? ¿Sólo se ha roto una pierna? ¡Dios mío!

– Y el padre es tan culpable como tú, de hecho lo es más incluso. Habrá padecido lo suyo.

– La verdad, eso sí que me cuesta aceptarlo. El dolor de los demás. Cuando estoy en la oficina y oigo a mis compañeros decir que tal o cual cosa que piensan les resulta dolorosa, difícil de aceptar, me parece que tengo ganas de reventar, como si quisiera que me saliera de las tripas una sustancia viscosa y horrible, igual que en una película de ciencia ficción. A la gente le parecen dolorosas cosas de muy poca monta. En cuanto al padre de ese niño, que se fustigue cuanto quiera por lo del accidente. Lo que hizo no fue más que reaccionar una vez que yo cometí el error…

– Un error provocado por las condiciones en que se encontraba el asfalto, y que no habías causado tú -le recordó Kay.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Lo que los muertos saben»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lo que los muertos saben» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Lo que los muertos saben»

Обсуждение, отзывы о книге «Lo que los muertos saben» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x