Javier Sierra - El ángel perdido

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Sierra - El ángel perdido» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El ángel perdido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El ángel perdido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Mientras trabaja en la restauración del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, Julia Álvarez recibe una noticia devastadora: su marido ha sido secuestrado en una región montañosa del noreste de Turquía. A partir de ese momento, Julia se verá envuelta sin quererlo en una ambiciosa carrera por controlar dos antiguas piedras que, al parecer, permiten el contacto con entidades sobrenaturales y por las que están interesados desde una misteriosa secta oriental hasta el presidente de los Estados Unidos.
Una obra que deja atrás todos los convencionalismos del género, reinventándolo y empujando al lector a una aventura que no olvidará.

El ángel perdido — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El ángel perdido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Martin -añadió- cree que tú eres una de ellas. Ya sabes, una vidente.

– ¿Yo?

El corazón me dio un vuelco. ¿Qué era aquello? ¿Una encerrona? Interrogué a Martin con la mirada. El sabía que llevaba años huyendo de ese tipo de cosas. ¿Cómo podía hacerme eso, justo el día antes de nuestra boda?

– Creo, Julia -dijo impertérrito-, que ha llegado el momento de que veas esas piedras y nos muestres lo que eres capaz de hacer con ellas.

Capítulo 16

– Es decir -me interrumpió el coronel Allen, que no podía ya contener su impaciencia-: usted se enamoró de un hombre que llegó a su pueblo haciendo el Camino de Santiago, la conquistó y descubrió casi en el acto su secreto mejor guardado. Su don de la visión. Pero hasta que fue a casarse con él, no descubrió que él también guardaba uno.

– Exacto -dije-. Las piedras de Dee.

– ¿Y cómo es que esa habilidad tan especial que usted tenía no la previno?

– ¡Yo no aceptaba ese don, y mucho menos lo practicaba! Trataba de esconderlo, ¿sabe? Llevaba años rezando por que un día desapareciese de mi vida y si por casualidad averiguaba algo gracias a esa especie de intuición, nunca lo tenía en cuenta. ¿Tan complicado es de entender? Hasta que llegó Martin a mi vida, sólo quería ser una persona normal. Una chica como las demás.

– Me resulta difícil de creer, señora.

– ¡Toda esta historia es difícil de creer! -protesté-. ¡También que usted haya llegado aquí y se haya liado a tiros con un desconocido que no me había hecho ningún daño!

– Iba a hacérselo. Eso es seguro.

El aplomo del coronel me obligó a dar marcha atrás.

– ¿Y cree que esto que le estoy contando ayudará a encontrar a Martin?

– Sin duda.

– Entonces, deje que termine. Lo que pasó aquel día con las adamantas fue sólo el principio. Creo que ése fue el momento en el que me congracié con mi don. Aunque nunca debí hacerlo…

– ¿En serio?

– Absolutamente.

– Continúe, se lo ruego.

Capítulo 17

El caso es que Sheila acudió hasta esa alacena que tanto me había intrigado, la abrió y sacó de su interior una caja de madera decorada con vistosos adornos en plata. Cuando la depositó junto al juego de té, pensé que se había equivocado. Si esperaba ver dos esmeraldas de buen tamaño, mi deseo se frustró en el acto. Sobre un forro de terciopelo rojo descansaban un par de piedras de aspecto anodino, negras, que parecían recién sacadas del lecho de un río. No daban la impresión de tener valor alguno. De hecho, tampoco eran joyas en el sentido que todos damos al término. Eran lisas, delgadas, sin pulir, del tamaño de una moneda y con un aspecto más bien tosco, que recordaba la silueta de un riñón.

– Toma la que quieras y acércala a la ventana, querida.

Hice lo que Sheila me pidió. Agarré la que parecía más grande y la acerqué hasta donde había dicho.

– Ahora, mírala al trasluz.

Obedecí. Ella siguió hablando:

– Algunas médiums aseguran que esta clase de piedras se activan cuando reciben la luz del Sol y son giradas en el sentido de las agujas del reloj. En ciertos momentos especiales, la radiación solar cambia su estructura molecular y pone en marcha algo en su interior.

– ¿De veras?

Escéptica, volteé la piedra entre los dedos sin notar nada especial. La que había elegido era opaca. Pesada. Y tan muerta como cualquier otra de su especie.

– Mírala mejor -insistió-. Trata de acompasar tu respiración y sigue girándola, querida.

Cuanto más la observaba más me convencía de que aquello era una simple roca y que los amigos de Martin eran unos malditos chiflados.

– Puede pasar una de estas tres cosas -anunció Sheila muy solemne-: que no sientas nada porque tu mente no está preparada para recibir este talismán; que al activarse, su fuerza nuble tu cerebro y trastorne temporalmente tu capacidad de comprensión…; o que te mate.

– ¿Esto puede… matarme?

Hice la pregunta por pura cortesía, con una estúpida sonrisa en los labios. Aunque la piedra era lo menos amenazador que había visto nunca, Sheila deslizó su comentario utilizando un tono de advertencia que me desconcertó:

– Seguro que conoces la historia de Uzza -dijo.

– ¿Uzza…?

– Según el Antiguo Testamento, Uzza fue uno de los porteadores del Arca de la Alianza. Por desgracia aquel esclavo no poseía la sabiduría de los levitas respecto a esa reliquia sagrada y aunque éstos le habían prevenido una y otra vez de que bajo ninguna circunstancia tocara el Arca, un día Uzza no pudo evitar hacerlo. Ocurrió en uno de sus numerosos traslados. El carro que la contenía trastabilló con una piedra y Uzza, por instinto, se apresuró a sujetarla para impedir que cayese al suelo.

– Lo recuerdo -apostillé sin levantar los ojos de la piedra-. Murió fulminado, ¿no es cierto?

– Sí. Pero no lo mató el Arca.

– ¿Ah, no?

– El Arca contenía las Tablas de la Ley. Los mandamientos de Dios grabados en piedra. Esas planchas inscritas eran del mismo material que el objeto que ahora tienes en tus manos. Por eso digo que puede matarte.

Amagué un escalofrío al escuchar aquello. De hecho, me disponía a devolver la reliquia a su caja cuando algo en la adamanta me sobresaltó. No sabría muy bien definir qué fue. Me pareció un destello fugaz, un brillo como el que emitiría un prisma al ser tocado por un rayo de Sol. Pero la piedra era opaca, sin vetas ni superficie brillante alguna que pudiera reflejar la luz. Sin decir nada, intrigada, me la llevé de nuevo a la altura de los ojos. Entonces descubrí algo más. La pieza, que conservaba intacto su aspecto tosco e inofensivo, poseía una singularidad que me había pasado inadvertida hasta ese preciso instante: si la luz le caía oblicuamente, un minúsculo sector de su superficie clareaba haciendo que su tono oscuro se tornara verdoso. Me pareció una locura, pero por un momento tuve la impresión de que la adamanta de Dee estaba recubierta por alguna clase de piel. Una membrana delgadísima que, según se la mirara, permitía vislumbrar la presencia de una forma en su interior. Algo parecido al hueso de un dátil.

– ¿Has visto algo, querida?

Asentí, atónita.

– ¿Vosotros no?

Hipnotizada por mi hallazgo, jugueteé un poco más con la piedra. La volteé para que el Sol la bañara desde diferentes ángulos, tratando de convencerme de que aquel efecto de trasparencia no podía ser real. No lo logré. Me daba cuenta de que, en una fracción de segundo, había dejado de considerarla un simple guijarro para admirarla como si fuera un diamante.

Sentados a mis espaldas, Daniel, Martin y Sheila me observaban satisfechos.

– Lo has visto, ¿verdad?

Asentí otra vez.

Martin no cabía en sí de emoción. Había dejado a un lado su taza de té mientras crujía uno tras otro sus nudillos, como hacía siempre que algo lo ponía nervioso.

– Os lo dije -sentenció al terminar-. Julia tiene el don.

– Parece que lo tiene, sí -asintió Sheila, sin dejar de observarme-. Felicidades.

Pero antes de que pudiera decir nada, ocurrió algo más. Fue breve y todavía más extraño si cabe. Algo que no supe calibrar entonces y que, sin saberlo, estaba llamado a cambiar mi vida para siempre: aquella piedra de corazón traslúcido se sacudió entre mis dedos como si estuviera viva. Fue una agitación brusca, como cuando el teléfono móvil pasa a modo vibración. Pude ver el rostro de asombro de Daniel. Y el de Martin. Aunque aquel movimiento en espiral apenas fue el preámbulo de otro fenómeno. La adamanta comenzó a ganar altura por encima de mis yemas y a irradiar una luz que inundó a relámpagos breves e intensos el salón, proyectando nuestras sombras contra la pared.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El ángel perdido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El ángel perdido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El ángel perdido»

Обсуждение, отзывы о книге «El ángel perdido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x