Cuatro crímenes más uno sumaban cinco. Stefán se despidió y suspiró muy teatralmente, ahora bien fuerte. De momento no podía irse a casa, eso estaba claro. Encendió la radio, pero la volvió a apagar porque no se oía música, sino solamente gritos y anuncios idiotas. Cuando Stefán había apagado la radio un rato antes, estaba sonando una canción que hablaba de sexo, aunque con palabras muy bonitas. Stefán confiaba en que siguiera todavía, porque de momento no podía esperar tener nada de eso en la realidad. Volvió a suspirar con fuerza y marcó el número de su casa.
Jueves, 19 de julio de 2007
Tras el más largo periodo de cielo despejado que recordaba Þóra, ahora se estaba cubriendo de oscuros nubarrones de tormenta. La luz constante, durante las veinticuatro horas del día, resultaba molesta y desagradable. Þóra se apretó contra el cuerpo la fina rebeca y se dio cuenta de que no se había vestido para el tiempo que hacía. Bastaban dos semanas de tiempo cálido para olvidar cómo puede ser un verano islandés. Þóra se sintió tan novata como los extranjeros que se enfrentaban a la lluvia horizontal con un paraguas como única arma. Aceleró el paso hasta llegar a la puerta de la comisaría, donde se encontraría con Markús, a quien habían llamado para otro interrogatorio más. Þóra había llamado a Stefán, el comisario, para saber de qué iban a hablar, pero se resistió a dar ninguna información. Þóra tuvo la sensación de que el caso se había vuelto más serio. Se sacudió el agua de lluvia que le había caído en el pelo y en la ropa. Vio que había llegado diez minutos antes de la hora. Aprovechó para arreglarse la cara en un lavabo. Es difícil respetar a una mujer que tiene el rímel todo corrido por la cara. Cuando por fin consiguió parecerse a lo quería ser, volvió a salir. Allí estaba Markús, con una gabardina azul oscura y elegantemente vestido de la cabeza a los pies, con un gesto de lo más irritado.
– Bueno -dijo Þóra acercándose a él-, ¿estás listo?
La única respuesta fue un gruñido.
Caminaron en silencio hacia la sala de interrogatorios. Þóra no se atrevía a hablar con él cuando le veía de tan mal humor, y además apenas tenía tiempo para intentar hacerse una idea de lo que podría preguntarle la policía. Habían llamado a Markús con solo media hora de antelación, a la hora del café. Antes de salir a toda velocidad en su coche, Þóra pudo meter las actuaciones del caso en una cartera. Cuando estuvieron ante la puerta en cuestión, Þóra esperó aún un momento para recomendar a Markús que actuara como ella le indicara, y que no debía decir nada más que lo que le preguntaran, al menos no sin consultarla a ella antes. Markús movió la cabeza en señal de asentimiento, sin despojarse de su gesto de enfado, y entraron. Þóra se recordó a sí misma que las personas reaccionan de modos muy distintos en una situación de tensión, algunas se ponen pura y simplemente fastidiosas, como sucedía con su cliente en aquella ocasión. ¿Tal vez lamentaba tanto la muerte de Alda? Todos coincidían en que había estado muy enamorado de ella. Claro que Alda no había correspondido nunca a sus sentimientos, pero de todos modos era posible que el fallecimiento de su amiga le hubiera dolido especialmente. Quizá no tenía los ojos hinchados de llorar, pero todo parecía indicar que se curaba de la pena a base de furia y malhumor. Þóra decidió mostrarse con él un poco más amable de lo habitual.
Stefán ya estaba en la sala de interrogatorios junto a otro policía, aunque este abandonó el lugar en cuanto aparecieron Þóra y Markús. El agente les saludó al salir con un gesto de desaprobación, y Þóra volvió a tener la sensación de que tenían afilados los cuchillos. Cruzó los dedos con la esperanza de que Markús no estuviera de camino a la prisión preventiva. Además del desagradable golpe que aquello representaría para Markús, también tendría consecuencias para ella, pues sería una carga más, un trabajo que le robaría más tiempo del que había previsto.
Stefán comenzó el interrogatorio anunciando que Markús seguía estando en situación de sospechoso, y que ahora estaban investigando el homicidio de Alda Þorgeirsdóttir además de los homicidios de cuatro varones desconocidos en el año 1973. Þóra intento no dejar traslucir su sorpresa, pero la pluma se le cayó al suelo. Markús no tenía tanto dominio de sí mismo, aunque al principio pareció tomar aquello con una calma increíble. Cuando Þóra se incorporó, Markús tenía ya la cara roja y respiraba pesadamente.
– ¿Me estás diciendo que soy sospechoso del asesinato de Alda? -dijo en voz baja y airada-. ¿Estás loco? ¿No se quitó la vida ella misma? ¿Pero qué está pasando aquí?
Þóra le puso una mano sobre el hombro.
– Dejemos hablar a Stefán. Es un malentendido que corregiremos con facilidad -miró a Stefán-. ¿Cómo es posible que Markús sea sospechoso del homicidio de Alda? ¿Y cuándo se descubrió que fue asesinada?
Stefán no parecía afectado por la reacción de Markús.
– Las conclusiones de los análisis toxicológicos de sangre y tejidos demostraron que no se trataba de un suicidio. Como la investigación está en marcha, no puedo dar más detalles en estos momentos. Tengo que hacer a Markús algunas preguntas relativas a su relación con la difunta, y le pido encarecidamente que las responda -el rostro de Stefán estaba impasible, no se podía leer absolutamente nada en él.
– En vista de que mi cliente es ahora sospechoso de un homicidio, debo insistir en que se me proporcionen los resultados analíticos mencionados -dijo Þóra-. Igual que el informe de la autopsia.
Stefán sonrió con ironía.
– En la comisaría de Heimaey, tal vez -se inclinó hacia delante-. Sé que Guðni te proporcionó los informes de la autopsia de los cadáveres del sótano. Eso no volverá a pasar. Si quieres más informes tendrás que solicitarlos por las vías legalmente establecidas -se irguió.
Þóra tuvo que explicar cómo se había producido aquel hecho. Markús no podía tener en contra a Stefán y sus colegas simplemente por aquella minucia…, ya bastaba con la presión de los medios y las autoridades policiales para que el caso estuviera solucionado lo antes posible.
– Es cierto que Guðni me proporcionó el informe sin haber realizado una solicitud formal, pero no hay que perder de vista el hecho de que ya había oído en la calle cosas sobre su contenido. No puede considerarse algo normal que las actuaciones de una investigación sean de conocimiento general para todo el mundo excepto para quienes han de velar por sus propios intereses.
Stefán miró a Þóra, pero no dijo nada. Luego se volvió hacia Markús.
– ¿Dónde estuviste la noche del domingo 8 de julio pasado? -ya habían establecido la hora de la muerte, y Þóra la anotó.
– No lo sé -respondió Markús, cortante-. ¿Cómo voy a saberlo?
– Yo que tú, intentaría hacer memoria. Anteriormente dijiste que ibas de camino a las Vestmann, y ciertamente estabas allí la mañana siguiente, como se ha podido determinar -Stefán hojeó unos papeles que tenía sobre la mesa-. Dijiste que saliste de Reikiavik hacia las siete y que hacia las ocho y media habías llegado a la residencia de verano que tienes a orillas del Ranga. Luego fuiste desde allí hasta el aeródromo de Bakki al día siguiente por la mañana temprano y volaste a la isla. ¿Es correcto?
Markús parecía furioso.
– Sí, claro, claro. Es solo que no había identificado la fecha. Si hubieras preguntado por la noche anterior a mi viaje a las islas, te habría contestado todo eso.
– ¿Pero mantienes lo reseñado en esa declaración? -preguntó Stefán.
– Naturalmente -respondió Markús con furia-. ¿Por qué no iba a mantenerlo? Fue todo así. Compruébalo en el aeropuerto de las Vestmann. Deben de tener algún registro.
Читать дальше