– Es una buena idea, Victoria -asentí yo-. Ten cuidado.
– Soy la Jefa de las…
– Cazadoras… -dijimos al unísono, y nos sonreímos la una a la otra.
– Te acompañaré -dijo Dougal.
– No. Yo cazo sola -respondió Victoria.
Sin embargo, al pasar por delante de Dougal, le acarició la mejilla suavemente, lo cual quitó la acritud a sus palabras.
Ágilmente, saltó desde la isla al agua, y se oyó un chapuzón. Sin embargo, pronto la espesura de la ciénaga absorbió todo el sonido de su paso.
Dougal suspiró y se colocó al borde de la isla, a contemplar cómo se alejaba Victoria.
ClanFintan cambió el peso al otro lado para poder apoyarse en el tronco de un ciprés. Dio unos golpecitos en el suelo, a su lado.
– Ven, quiero que estés a mi lado -me dijo.
Yo me senté en el lugar que me había indicado. Él me rodeó con un brazo y apoyó la barbilla sobre mi cabeza.
– ¿Estás seguro de que estás bien? -le pregunté, intentando echarle otro vistazo a sus heridas.
– Estate quieta. Como tú misma has dicho, necesito descansar.
– Oh, lo siento.
ClanFintan se rió suavemente y me besó la cabeza. Yo me acurruqué contra él, intentando tener cuidado con sus heridas. Necesitaba saber que estaba de verdad allí, vivo. ClanFintan debió de entender mi necesidad, porque entrelazó sus dedos con los míos y me estrechó contra sí.
– Tenía tanto miedo de que hubieras muerto…
– Deberías haber sabido que no era posible.
– No pongamos a prueba esta teoría, ¿de acuerdo?
Me apretó contra el pecho, y yo me sentí contenta al comprobar que tenía la fuerza suficiente como para sacarme todo el aire de los pulmones.
– Lo vi todo desde el techo del templo.
– No pudimos contenerlos. Eran demasiados -dijo ClanFintan. De repente, su voz sonaba hueca.
– Yo debería haber sabido que eran demasiados. Los vi venir. No me di cuenta.
– No hubiera importado que te dieras cuenta. Tampoco hubiera servido de nada que las fuerzas humanas se hubieran unido a nosotros. Eran demasiados.
Sentí un escalofrío. ¿Demasiados? ¿Incluso para el ejército conjunto? Entonces, ¿qué demonios íbamos a hacer?
La falta de luz de aquel día nublado dio paso con facilidad a la noche. Dougal y ClanFintan durmieron con inquietud, y yo me mantuve despierta, escuchando al millón de cigarras que vivían en aquella isla, y matando mosquitos. Y yo que pensaba que en Oklahoma había un problema con ellos. Aquel lugar debía de ser el Paraíso de los Insectos.
Y me estaba muriendo de hambre.
Además, se había puesto muy oscuro.
Intenté descansar sin quedarme dormida, porque no quería hacer otro de aquellos horribles viajes astrales. No podría soportar ver lo que estaba sucediendo en el Templo de la Musa.
«Descansa, Amada», resonó en mi mente.
Los párpados me pesaban, y mientras me quedaba dormida, recé para que se me permitiera permanecer en mi cuerpo… y el sueño se apoderó de mí.
Me desperté de repente, a causa del chapoteo de un cuerpo grande que atravesaba el agua. Me incorporé de golpe, preguntándome dónde estaba. El olor del pantano penetró en mi cerebro nebuloso.
– Es Victoria -dijo ClanFintan. Su voz grave retumbó contra mí.
Había muy poca luz. Parecía que el paisaje de la ciénaga absorbía la luz de la luna, pero el rubio platino del pelaje de la Cazadora brillaba etéreamente.
– Has tardado mucho -dije yo. Mi preocupación tomó una forma desagradable.
– Ha sido… -ella hizo una pausa, y yo me di cuenta de que tenía la respiración entrecortada-. Más difícil de lo que pensaba.
– Cuéntanoslo.
Mi marido me apartó con delicadeza a un lado, y se levantó rígidamente.
– Viajé hacia el este, intentando encontrar el río. Este lago continúa durante bastante distancia, y después, comienza un campo de hierba alta, afilada. Hay pozos de arenas movedizas en el terreno. Casi me quedé atrapada en uno.
Recordé el comentario de ClanFintan: «Los centauros evitan el terreno cenagoso». No era de extrañar.
– Cuando por fin termina esa zona, hay un bosque, parecido al que había al principio del lago, pero de unos veinte centauros de ancho. Entonces, comienza la orilla del río Geal.
Yo me alegré. Sólo teníamos que cruzar el río, y estaríamos muy cerca del Templo de Epona, donde podríamos reagruparnos y pasar al plan B.
Sin embargo, Victoria no había terminado.
– Los Fomorians han estacionado guardias por todo el perímetro del pantano, de modo que pueden atrapar a cualquiera que intente pasar del pantano al río.
– Me está buscando -dije. Ellos supieron que me refería a Nuada.
– Está buscándonos a todos -me aseguró ClanFintan.
– De acuerdo, pero ¿y si vamos hacia el lago Selkie en vez de hacia el río?
– El lago Selkie está incluso más lejos que el río. Y si Nuada tiene criaturas vigilando el pantano y el río, también las tendrá entre el lago y el río -razonó ClanFintan-. Sólo estaríamos seguros dentro del lago, o sobre su superficie. Además, es demasiado ancho como para atravesarlo nadando, eso sin mencionar que sus aguas están heladas.
– Malas noticias -dije.
– Exactamente -dijo Victoria.
Después de informarnos, sacó de su bolsa dos objetos afilados que comenzó a frotar, y de los que salieron chispas. Pronto había encendido una hoguera, y el fuego se reflejó en sus blanquísimos dientes cuando me sonrió.
– Los hombres nunca tienen pedernal. Si necesitas un buen fuego, llama a una Cazadora.
– Lo tendré en cuenta -dije. Me acerqué al calor de la hoguera, y mi estómago emitió uno de sus famosos gruñidos-. Ojalá tuviéramos algo que asar.
– ¿Qué te parece esto? -Victoria se movió de su lugar junto al fuego y se acercó a uno de los cipreses. De entre sus hojas sacó una cosa del tamaño de una pelota de golf, y volvió a acercarse a la hoguera.
– ¿Qué es?
– Un caracol manzana.
Sonrió, y buscó a su alrededor por el suelo. Tomó una ramita y la clavó en la cascara marrón. Pinchó y sacó una criatura de piel suave, que atravesó como si fuera un pincho moruno, y mantuvo la cosa retorciéndose sobre el fuego.
– ¿Sabe a pollo? -pregunté, tragando saliva.
– No, se parece más a las ostras.
Bueno, las ostras me parecían bien, así que superé mis escrúpulos y participé con los centauros en la gran caza y fritura posterior de los caracoles manzana. Afortunadamente, parecía que aquella islita era un lugar de vacaciones de los caracoles de aquella zona. Había miles y miles. Y Victoria tenía razón, si descontabas sus ojos y sus antenitas, se parecían mucho a las ostras. Eché de menos unos panecillos, el tabasco y una cerveza fría.
Más tarde, cuando estábamos quitándonos restos de caracol de entre los dientes y matando mosquitos, yo comencé a sentir sueño.
– Estarán buscando tres centauros y una humana -dijo ClanFintan de repente.
– Sí -dijo Victoria.
– Entonces, debemos separarnos. Tendremos más oportunidades de atravesar sus guardias.
– ¡Yo no me voy a separar de ti! -protesté. ClanFintan me pasó el brazo por los hombros y me estrechó contra sí.
– No, tú y yo no vamos a separarnos.
Dougal permaneció en silencio, mirando con tristeza a Victoria. La Cazadora miró al suelo y dijo:
– Dougal y yo también deberíamos permanecer juntos. Dos parejas tendrán más oportunidades de pasar su línea que un grupo de cuatro. Además, hay cocodrilos en este pantano, y hacen falta dos pares de ojos para vigilarlos.
Vi que Dougal se sonrojaba, feliz por aquella sorpresa. Cuando por fin Victoria alzó la mirada para encontrarse con la del centauro, yo pensé que detectaba una timidez poco habitual en ella.
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