– ¿Me está diciendo que todo es falso?
– Estoy diciendo que, probablemente, muchas de las cartas atribuidas a Colón son falsificaciones, parciales o totales.
– ¿Incluidas las cartas a los genoveses?
– Sí.
Moliarti sonrió.
– Entonces eso resuelve el problema que usted me planteó hace un momento, ¿no le parece? Si esas cartas son falsas, el hecho de que estén escritas en castellano no prueba nada. Son inventadas…
– Esas cartas prueban varias cosas, Nelson. Prueban que ni los falsificadores se atrevieron a escribir las cartas de Colón a genoveses en italiano, motivo más que suficiente para quitarles credibilidad. Prueban que los originales en que se basaron, cuando había originales, también estaban escritos en castellano. Y, finalmente, prueban que hubo, en efecto, una conspiración para hacer del descubridor de América un genovés.
– Qué disparate.
– No es un disparate, Nelson. Hubo muchos documentos falsificados donde se intercaló deliberadamente el nombre de Génova.
– ¿Quiere decir que los documentos notariales encontrados en los archivos de Savona y Génova fueron falsificados?
– No, ésos son probablemente verdaderos. El tejedor de seda Cristoforo Colombo existió realmente, sobre eso no caben iludas. Las falsificaciones afectan solamente a algunos documentos del navegante Cristóbal Colón y a todos los documentos que intentan ligar Colombo con Colón, como el Documento Assereto y estas cartas del Almirante enviadas a genoveses. No se olvide, Nelson, de que todo lo que sabemos sobre Colón fue escrito por italianos y españoles, en unos casos de forma inocente, en otros con premeditación.
– Bien, adelante -exclamó Moliarti impaciente, apuntando con un gesto la libreta de notas de su interlocutor-. ¿No hay ningún texto del que podamos decir que fue escrito por la mano de Colón?
– Sólo hay dos cosas en las que la certidumbre es absoluta. La primera son las cartas a su hijo Diogo, dado que las conservaron personas o instituciones debidamente identificadas a lo largo del tiempo y con un recorrido que es posible reconstruir con exactitud.
– ¿El recorrido que usted mencionó hace un momento?
– Sí, ése. La segunda son las anotaciones hechas en los márgenes de los libros que pertenecieron a Cristóbal Colón y que, donados por su hijo español, Hernando, se conservan en la Biblioteca Colombina, en Sevilla. Aunque sea posible que, en este caso, algunas de las anotaciones hayan sido hechas por el hermano de Cristóbal, Bartolomeo. Pero, de cualquier modo, hay algunas de las que tenemos la certidumbre de que fueron redactadas por el propio Almirante.
– ¿Y esas cartas y anotaciones en qué lengua están escritas?
– Sobre todo en castellano. Hay algunas en latín y dos en italiano, pero sólo una de las dos en italiano es seguramente de Cristóbal Colón.
– ¿Lo ve? Al final, siempre escribió en italiano y el resto fue en castellano y en latín. Por lo visto, no hay nada en portugués, ¿no? Así, pues, como Colón no era español y no escribía en portugués, sólo podía ser italiano.
Tomás mantuvo su mirada fija en Moliarti, al tiempo que sus labios esbozaban una leve sonrisa.
– Nelson.
El estadounidense contrajo los músculos de la cara, con un tic nervioso. Entendió de inmediato, por el tono de voz de Tomás y por su expresión facial, que había un detalle traicionero acechando en la sombra, dispuesto a echar abajo su razonamiento.
– ¿No es así?
– Nelson.
– Dígame…
– Todos estos textos, manuscritos por Colón, aunque estén en castellano, latín o italiano, están llenos de portuguesismos.
– ¿Perdón?
– Los textos escritos por Colón están llenos de portuguesismos. En realidad, no escribía en español, escribía en portuñol, escribía como escriben los portugueses que quieren expresarse en castellano. ¿Me entiende?
Moliarti se recostó en el banco, con los ojos perdidos en la alfombra verde que cubría el Lago da Saudade.
– ¡No puede ser! -exclamó, pronunciando pausadamente las palabras, y miró a Tomás con actitud interrogante-. ¿Qué quiere usted decir cuando habla de portuguesismos?
– Los portuguesismos son palabras o expresiones típicas de la lengua portuguesa, pero insertadas en otra lengua. Si yo llegase a Madrid y dijese, incluso imitando el acento castellano, «olha, hombre, quiero apañar un carro para ir al palacio», cualquier madrileño me miraría y se daría cuenta enseguida de que soy portugués; en castellano no se dice «olha» ni «carro», que son portuguesismos. Los españoles dicen «mira» y «coche».
– ¡Ah! -admitió-. ¿Y qué portuguesismos utilizó Colón?
Tomás soltó una carcajada de buen humor.
– Creo que ha formulado mal la pregunta, Nelson. La verdadera pregunta no es qué portuguesismos utilizó Colón, pues han sido tantos… La pregunta es: ¿cuándo no utilizó portuguesismos? -Le guiñó el ojo, con actitud bromista-. Los no portuguesismos son casi más raros, ¿entiende?
Moliarti no se rio.
– Sí, pero deme ejemplos de portuguesismos que haya utilizado.
El profesor hojeó sus anotaciones.
– Vamos a comenzar por la única incursión en el italiano que, con toda certeza, proviene de la mano del Almirante. Se trata de una nota escrita al margen del Libro de las profecías, al comienzo del salmo 2.2. Son en total veintiséis palabras, seis de las cuales son portuguesas del siglo xv o españolas. Por ejemplo, escribió «el» en vez de «il», «delli» en vez de «degli», en» y no «in», «simigliança» en vez de «somiglianza» y como» en vez de «come». En la Historia natural de Plinio se encuentran veintitrés anotaciones marginales. Veinte están en castellano, dos en latín y la última en italiano. Hay dudas sobre i esta anotación en italiano pertenece a Cristóbal o a otra persona, eventualmente su hermano Bartolomeo, pero es relevante destacar que se trata de un nuevo y risible intento de escribir en italiano, dado que su autor llenó el texto de palabras castellanas o portuguesas del siglo xv como «cierto», «tierra», «pieça», «como», «él», «y», «parda» y «negra».
– ¿Y las demás anotaciones?
– Están generalmente en castellano aportuguesado. -Volvió a las anotaciones-. Hasta tal punto que el investigador español Altolaguirre y Duval afirmó que «el dialectismo colombino es seguramente portugués», y otro español, el conocido historiador y filólogo Menéndez Pidal, llegó a la misma conclusión, reconociendo que «su vocalismo tiende al portugués» y que «el Almirante conserva ese lusismo inicial hasta el fin de su vida».
– Deme ejemplos.
– Mire, comienza por algo muy portugués, que es colocar el diptongo «ie» en palabras españolas. No sé si lo sabe, pero hay muchas palabras portuguesas y castellanas que son casi iguales, con la diferencia de que en español se escriben con «ie» y en portugués sólo con «e». En Colón ocurrían dos cosas que sólo hacen los portugueses cuando intentan hablar castellano. La primera es no poner «ie». Por ejemplo, el Almirante escribió «se intende» en lugar de «se entiende» y «quero» en vez de «quiero». La segunda es poner «ie» cuando en castellano no hay «ie». Es el caso de la palabra española «depende», que Colón escribió «depiende». Todos los españoles saben que sólo los portugueses, en su precipitado intento de hablar castellano, meten a veces «ie» donde no existe.
– ¿Y el vocabulario en general?
– Lo mismo. Por ejemplo, Colón escribía «algún» cuando en castellano correspondía «alguno» y en italiano «alcuno». Decía «ameagaban», mientras que los españoles dicen «amenazaban» y los italianos «minacciávano». Otra palabra es «arriscada», que en castellano se dice «arriesgada» y en italiano «rischiosa». Están también «boa» y «bon», mientras que los españoles dicen «buena» y «bueno», y los italianos «.buona» y « buono ». Colón usaba también «crime», que en castellano es «crimen» y en italiano «crimine». Utilizaba la palabra «despois», que para los españoles es «después» y para los italianos «dopo» o « poi ». Colón decía «dizer», mientras que el español usa «decir» y el italiano «diré». Por otro lado, escribía «falar», que en castellano es «hablar» y en italiano «parlare»; «perigo», frente al castellano «peligro» y el italiano « periculo ». Recurría a la palabra portuguesa «aberto», que los españoles dicen «abierto» y los…
Читать дальше