– Basta, basta. Enough. Listo. Ya he entendido.
– La lista de portuguesismos es interminable, Nelson. Interminable.
– Eso no prueba nada.
– ¿No prueba nada?
– Puede haber un sinfín de razones para que él no escribiese en italiano. Por ejemplo, el dialecto florentino, del que deriva el toscano, era en aquel tiempo la nueva lengua neolatina italiana, utilizada sólo por los dotti, los más instruidos. Colón no era instruido.
– ¿Ah, no? ¿Entonces cómo hacía para saber latín y cosmografía?
– Eh… habrá aprendido después.
Tomás se rio.
– Debe de haber sido en un curso por correspondencia. O si no navegando en Internet…
– No interesa -interrumpió Moliarti.
– … donde, en vez de descubrir América, se dio de narices con un site en latín y se puso a memorizar declinaciones.
– ¡Basta! -insistió el estadounidense, irritado por el sarcasmo-. Basta. -Respiró hondo-. Vamos a retomar la cuestión de la lengua, que me parece importante. -Afinó la voz-. Tiene que haber una explicación lógica para esas anomalías, para el hecho de que escribiese en ese…, en ese castellano…, pues… aportuguesado.
– ¿Una explicación lógica? ¿Qué explicación? -Se inclinó en la mesa-. ¿Sabe lo que me dijeron en el Archivio di Stato de Génova?
– ¿Qué?
– Me dijeron que, en aquel tiempo, los italianos que vivían en el extranjero usaban entre sí sobre todo el toscano como lengua franca.
– Es verdad -confirmó Moliarti.
– ¿Entonces por qué razón no escribió él las cartas en toscano para los otros italianos?
– Tal vez no sabía…
– Pero usted mismo, y también el Archivio di Stato de Génova, han reconocido que el toscano era la lengua franca utilizada en aquel tiempo por los italianos que vivían en el extranjero…
– Sí, pero tal vez él fuese una excepción, quién sabe. Pudiera ser que Colón sólo hablase el genovés. Como ese dialecto no se escribía, no lo podía usar para comunicarse con los demás genoveses, ¿no?
– Esa explicación, qué quiere que le diga, me parece muy rebuscada e imaginativa. De entrada ya es falsa la afirmación de que el dialecto genovés no se escribía. Comprobé con un profesor genovés de lenguas y me aseguró que el dialecto de Génova ya se escribía en la Edad Media. Hay registros de genovés en los poetas provenzales, por ejemplo, y en muchos poemas de la época, incluso rimas y versos inspirados en la Divina comedia de Dante. -Alzó el dedo índice y el del corazón-. Lo que nos plantea dos cuestiones: ¿Colón no sabía toscano porque no tenía instrucción, pero sabía latín, que sólo conocían los más cultos? ¿No escribía en genovés, hablado por todos los genoveses y escrito por los más educados, pero no se cansaba de redactar textos en un castellano aportuguesado? -Torció la nariz-. Hmm… Todo esto me huele a chamusquina, estimado amigo.
– Pero hay otra cosa que no ha tenido en cuenta -expuso Moliarti.
– ¿Qué?
– Las semejanzas entre el dialecto genovés y el portugués. Muchas de esas palabras escritas por Colón, que según usted son portuguesas, son probablemente genovesas.
– ¿Usted cree?
– Estoy casi seguro.
– Pues lo persigue la mala suerte. -Sonrió con malicia-. Ocurre que ya había escuchado ese argumento por boca de un defensor de la tesis genovesa y quise comprobarlo con el profesor genovés de lengua al que consulté. Le pedí la correspondencia entre las palabras portuguesas que le he citado, y que fueron usadas por Colón, y la respectiva traducción al genovés. -Tomás volvió a las anotaciones-. Ahora fíjese. «Algún» se dice «quarche», «arriscada» es « reiszegosa », «boa» y «bon» son «bónna» y «bon», «crime» es «corpa», «despois» da « doppó» y «dizer» es «di». Como ve, con excepción de «bon», que es semejante al portugués, ninguna de las otras expresiones usadas por Colón remite al genovés, sino exclusivamente al portugués. -Alzó el índice-. Lo que nos conduce a la cuestión esencial. Mi experiencia como criptoanalista me dice que, cuando estamos ante una explicación complicada y una explicación sencilla para un determinado enigma, la explicación sencilla tiende a ser la verdadera. ¿Por qué no concluir simplemente que, si Colón no escribía en ninguna lengua itálica, ni siquiera en genovés, que ya se escribía en aquel tiempo, se debía a la lógica razón de que él, en realidad, no las sabía hablar? Y, si no sabía lenguas itálicas, es fácil concluir que, probablemente, no era italiano.
– El era italiano, sobre eso no hay dudas. Era genovés. Tiene que haber alguna explicación para el hecho de que nunca escribiera en una lengua itálica. Probablemente ni sabía toscano…
– Usted es tozudo, ¿eh? Eso de que no sabía toscano, la lengua franca de los italianos en el extranjero, me parece una explicación bastante poco elaborada…
– Okay, admito que sí, tal vez supiera toscano, listo. Pero como Colón se fue muy joven de Génova, tal vez se olvidó.
– ¿Se olvidó del toscano? -El portugués soltó una carcajada-. ¡Nelson, francamente! Eso no se lo cree nadie. -Meneó la cabeza, con expresión divertida-. Mire, ¿se acuerda de que yo le dije, hace poco, que el historiador y filólogo español Menéndez Pidal observó que «ese lusismo inicial lo conserva el Almirante hasta el fin de su vida»? -Sí.
– Pues bien, aquí estamos frente a una situación insólita. Colón vivió veinticuatro años en Italia y, en un abrir y cerrar de ojos, se olvidó del toscano y de su genovés natal. Vivió solamente diez añitos en Portugal y, ¡zas! Nunca más se olvidó del portugués, lo mantuvo hasta el final de su vida. Es fantástico, ¿no? -Señaló al estadounidense-. ¿Usted quiere realmente convencerme de que él tenía mala memoria para todo lo que fuesen lenguas itálicas, que supuestamente eran las de su país natal, y una fantástica memoria para la lengua portuguesa que, a juzgar por ciertas opiniones, era para él extranjera? ¿Eh?
– Pues…, bien…, sí.
– Nelson, francamente, lo que usted está diciendo no tiene ningún sentido -exclamó Tomás, volviendo a menear la cabeza, ahora con un asomo de impaciencia-. Todas esas frases no son una explicación lógica, son una fantasía desesperada, no hay por dónde cogerlas. Escúcheme, vamos a ver si nos entendemos. El hombre, si creemos en las actas notariales genovesas, dejó Génova a los veinticuatro años de edad. Veinticuatro. En aquel tiempo, un hombre de veinticuatro años, para su información, ya no era joven. Si fuese hoy, esa edad sería equivalente a unos treinta y cinco años o más. Ahora, que yo sepa, nadie olvida su lengua a los veinticuatro años de edad. Nadie. Para colmo vivía con su hermano Bartolomeo, que supuestamente era también genovés, y, por tanto, tenía ocasión de practicar con él la lengua materna. Por otro lado, y como usted mismo ha acabado reconociendo, sabría muy probablemente toscano, dado que era la lengua franca utilizada por los italianos que se encontraban en el extranjero. Pero el único intento que, con seguridad, hizo Colón de escribir en italiano es de una inepcia apabullante. Y lo cierto es que, cuando estaba escribiendo en castellano y le faltaba una palabra, para sustituirla no recurría a italianismos, como sería natural y previsible en un italiano, sino a portuguesismos. Además, los únicos textos de Colón sin portuguesismos son aquellos que fueron copiados, porque, en esas situaciones, los copistas corrigieron las expresiones portuguesas rescribiéndolas en castellano.
– Pero, Tom, ¿no había realmente italianismos en sus textos en castellano?
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