– Sí… -dijo titubeante, inseguro en cuanto a lo que había allí.
– ¿Puede entender lo que está escrito?
– Bien…, pues… ni por asomo.
– Es natural -intervino sonriente Tomás-. Hay aquí una superposición de textos, el raspado y el que está encima. Fíjese en que el sobrepuesto se encuentra más oscuro. Dice «nbo y taiano». Pero usted debe concentrarse en las líneas grises, más claras. Mire.
Moliarti acercó los ojos a la cuarta línea, casi como si fuese miope.
– Sí -comprobó-. Hay algo ahí, sí.
– ¿Logra entenderlo?
– Sí…, pues… es una «n» y…, y una «a»…
– Bien. ¿Y después?
– Parece… ¿una «l»?
– Es una «d». ¿Y qué más?
– Y una «o».
– Exacto. ¿Entonces qué queda?
– «Nado.»-Muy bien. ¿Y las palabras siguientes?
– Bien…, pues…, parece haber ahí una «e» y una «n», ¿no?
– Sí.
– Lo que da «en».
– ¿Y lo que está por debajo del final de «ytaliano»? Preste atención, que es difícil…
– Bien -titubeó Moliarti-. Comienza por una «c» y después…, ¿después es una «n»?
– Una «u».
– Ah, sí. Una «c» y una «u». Y viene…, viene una «b». Es una «b», ¿no?
– Sí.
– Y una «a».
– Muy bien. Entonces lea toda la frase, por favor.
– «Nado en cuba.»Tomás observó al estadounidense con la sonrisa de quien posee el saber.
– ¿Ha entendido?
Moliarti releyó la frase, inseguro.
– No.
– Entonces vamos a la última palabra de la tercera línea -indicó Tomás, señalando el lugar-. Aquí está escrito «colo», que, en el texto raspado, permite obtener la frase «colo nbo y taliano».
– Sí…
– La palabra «colo» no fue raspada, según puede comprobar en los rayos X. Pero hay dos letras, originalmente añadidas a esa palabra, que fueron borradas y que los rayos X revelan. ¿Cuáles son?
El estadounidense se concentró en aquel fragmento.
– Son…, son una «n» y una «a».
– ¿Entonces cómo se debe leer?
– ¿«Na»?
– Sí. Pero ¿cómo se debe leer esa sílaba cuando se la añade a «colo»?
– ¿«Colona»?
El historiador esperó un instante, hasta que se hiciese la luz en la mente de Moliarti.
– Entonces dígame. ¿Cuál es la frase original?
– Pues…, no entiendo.
– Léame la frase tal como la escribió originalmente Ruy de Pina. Léamela.
– Bien… Queda «colona nado en cuba».
– ¿Ha entendido?
– No del todo.
Tomás se pasó la mano por el pelo, ya algo impaciente.
– Nelson, preste atención a lo que voy a decirle. Ruy de Pina, a principios del siglo xvi, escribió la Crónica de D. João II. Cuando llegó el momento de relatar el famoso encuentro entre Colón y el rey de Portugal a su regreso del viaje a América, el cronista pensó que la información confidencial ya se había vuelto obsoleta y reveló el secreto. Ese texto primordial fue entregado a un copista, que comenzó a transcribirlo en el manuscrito que hoy conocemos como Códice 632. Cuando el copista terminó, alguien que lo leyó, posiblemente el propio rey don Manuel, se quedó horrorizado por la revelación de la identidad de Colón y mandó alterar la información. Al final de la tercera línea, donde estaba escrito «colona», se borró el «na» final y quedó «colo». En la cuarta línea, donde se leía «nado en cuba», borraron el texto y escribieron «nbo ytaliano» por encima de la raspadura. Como esta última frase es ligeramente más pequeña que la original, el copista se vio forzado a estirar la palabra «ytaliano» y quedó «y taliano». Aun así, sobró espacio. El manuscrito original de Pina acabó destruido y las restantes copias, designadas Pergamino 9 y Códice Alcobacense, fueron hechas a partir del Códice 632. Fue así como, donde antes se leía «a Ribo a Restelo, en lixboa Xpova colona en cuba», pasó a leerse «a Ribo a Restelo, en lixboa Xpova colo nbo y taliano». -Hizo una pausa-. ¿Está claro?
– Sí -respondió Moliarti aún vacilante-. Pero dígame, ¿qué quiere decir «colona nado en cuba»? No lo entiendo.
– Comencemos por «nado en cuba». «Nado en» significa «nacido en». «Cuba» es el lugar donde él nació. «Nado en cuba.» Es decir, «nacido en Cuba».
– ¿Nacido en Cuba? Pero ¿cómo es eso posible? Cuando él nació, que yo sepa, Cuba aún no había sido descubierta…
Tomás se rio.
– Nelson, él no nació en la isla de Cuba.
– ¡Ah! ¿Entonces dónde nació?
– Nació en la villa de Cuba.
– ¿En la villa de Cuba? ¿Qué villa de Cuba?
– En el sur de Portugal hay una villa llamada Cuba. ¿Ha entendido ahora?
Moliarti abrió la boca, estupefacto. Había, por fin, comprendido.
– ¡Aaaahhh! -exclamó-. Colón nació en una villa llamada Cuba…
– Exacto -confirmó Tomás-. Es lo que realmente escribió Ruy de Pina en el manuscrito original. El navegante nació en Cuba. Esta información, además encaja con los vínculos familiares de Colón. ¿Se acuerda de que le dije que huyó a Castilla en 1484 para escapar del rey?
– Sí.
– ¿Por qué razón huía del rey?
– Por estar implicado en la conspiración para matar a don Juan II.
– ¿Y en 1484 quién dirigía esa conspiración?
– El duque de Viseu.
– Justamente. Era el hermano de la reina al que don Juan II acuchilló hasta matarlo ese mismo año. Ahora voy a darle una información adicional. El duque de Viseu era también duque de Beja. ¿Me entiende?
– Pues… no.
– Beja es una importante ciudad del sur de Portugal. Queda cerca de la villa de Cuba. El duque de Viseu y Beja tenía, como es natural, familiares y amigos en las regiones de Viseu y Beja. Colón, nacido en Cuba, cerca de Beja, era uno de ellos.
El estadounidense desorbitó los ojos, como si hubiese acabado de tener una idea.
– ¿Cree que…, cree que existe alguna relación entre Cuba, la isla, y…, y…?
– Ya me estaba dando cuenta de que usted no hacía la relación -interrumpió Tomás impaciente-. Es evidente que existe una relación entre los nombres de la isla de las Antillas y de la villa portuguesa donde nació Colón. -Miró a su interlocutor-. Oiga, cuando el Almirante llegó a aquella isla de las Antillas la llamó Juana. No obstante, poco tiempo después, decidió cambiarle el nombre y empezó a llamarla Cuba. Durante años se pensó que ello se debía a la forma en que algunos indígenas se referían a su tierra: Colba. Pero esa explicación, Nelson, es limitada. Por ejemplo, los indígenas de la gran isla vecina también tenían un nombre para su tierra y, no obstante, Colón mantuvo la designación que le había dado originalmente: La Española. Lo mismo ocurrió con muchas otras islas, donde, a pesar de que ya existían nombres indígenas, el Almirante optó siempre por mantener el nombre que les diera cuando las descubrió. La excepción fue Juana. -Tomás esbozó una expresión interrogativa-. ¿Por qué? ¿Por qué sólo le cambió el nombre a esta isla? ¿Qué tenía de especial? ¿Por qué no hizo lo mismo con las otras islas? Sólo hay una explicación. Al escuchar la palabra Colba en boca de los nativos, Colón, comprobando que había cierta semejanza entre esa designación y el nombre de su tierra natal en Portugal, decidió rebautizar la isla. Pero, en vez de llamarla Colba, como hacían los indígenas, la llamó Cuba. Cuba, la tierra donde él verdaderamente nació -dijo guiñando el ojo-. Fue, digámoslo así, un homenaje privado a sus raíces.
– He entendido -murmuró Moliarti-. ¿Y qué quiere decir «colona»?
– Era, por lo visto, el verdadero nombre cristiano del Almirante: Colona.
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