José Santos - El séptimo sello

Здесь есть возможность читать онлайн «José Santos - El séptimo sello» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El séptimo sello: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El séptimo sello»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El asesinato de un científico en la Antártida lleva a la Interpol a contactar con Tomás Noronha. Se inicia así una investigación de lo que más adelante se revelará como un enigma de más de mil años. Un secreto bíblico que arranca con una cifra que el criminal garabateó en una hoja que dejó junto al cadáver: el 666.
El misterio que rodea el número de La Bestia lanza a Noronha a una aventura que le llevará a enfrentarse al momento más temido por la humanidad: el Apocalipsis.
Desde Portugal a Siberia, desde la Antártida hasta Australia, El séptimo sello es un intenso relato que aborda las principales amenazas de la humanidad. Sobre la base de información científica actualizada, José Rodrigues dos Santos invita al lector una reflexión en torno al futuro de la humanidad y de nuestro planeta en esta emocionante novela.

El séptimo sello — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El séptimo sello», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tomás tragó saliva. Llegaba la hora de enfrentar a su madre con la realidad y necesitaba armarse de valor para hacerlo.

– Oiga, madre -comenzó diciendo-. Doña Mercedes me ha dicho que no puede ocuparse de usted por un tiempo.

– ¿Ah, no? Ayer mismo la he visto y no me ha dicho nada. ¿Qué le ocurre?

– Es un…, pues… un problema familiar que le ha surgido de repente.

– Debe de ser el marido. El pobre hombre sufre de gota, pobre, y doña Mercedes ha estado muy preocupada por eso. ¿Acaso él ha tenido otra crisis?

– Sí, debe de haber sido eso.

– Voy a telefonearle ya.¡Pobre mujer! Incluso el otro día me llegó a contar que…

– Madre, madre -interrumpió Tomás-. El problema es que usted va a estar un tiempo sin que nadie la atienda.

– ¿Y ?

– ¿Y? ¿Quién le hará las compras? ¿Quién le preparará la comida? ¿Quién le limpiará la casa?

– Ah, se lo pido a la vecina. Maria Clotilde es una joya de chica y ya me ha dicho que siempre que…

– Oiga, madre, sus vecinas se van todas de vacaciones durante un tiempo.

Doña Graça abrió mucho los ojos, incrédula.

– ¿Mis vecinas se van todas de vacaciones? ¿Adónde se van de vacaciones?

Tomás empezaba a transpirar.

– Qué sé yo, madre. Se van al Algarve o a Brasil, no lo sé ni me interesa.

– Todo eso me parece muy extraño. Mira: Maria Clotilde anda siempre angustiada, pobre, porque su marido está en el paro.¡De Dulce, la del segundo piso, mejor ni hablar! La pensión no le alcanza y no tiene dinero ni para pagar la comunidad. Mira, salvo que sea esa…, esa…, ¿cómo se llama esa mal encarada del primero izquierda, la que heredó de su tía? Graciete. Salvo que sea ella.

– Doña Graciete ya ha muerto, madre.

– ¿Graciete ha muerto?

– Hace cinco años.

– Debes de estar equivocado. Si ella hubiese muerto, tu padre y yo ya lo sabríamos.

Tomás se sentía a punto de estallar. Tenía que resolver el problema y tenía que hacerlo de inmediato.

– Madre, eso no importa -dijo encarándola, apoyándole las manos en los hombros-. Usted no puede ir a casa porque allí no hay nadie que la atienda. Tenga paciencia, va a tener que quedarse un tiempo aquí.

Doña Graça miró a su hijo, confundida.

– ¿Qué me estás diciendo?

– Que tiene que quedarse aquí, madre. Sólo por un tiempo, quédese tranquila.

Ella miró a su alrededor, cohibida.

– Pero…, pero ésta no es mi casa. Yo quiero ir a casa.

– No la puedo llevar a casa porque allí no hay nadie que la cuide. Tiene que quedarse aquí un tiempo. Sólo unas semanitas…

El labio inferior de doña Graça comenzó a temblar y un brillo húmedo le inundó los ojos verdes. El rostro se contrajo en una expresión desesperada de súplica, de pánico.

– Yo quiero ir a casa -lloriqueó angustiada-. Hazme el favor, llévame a casa.

Del cuero cabelludo del hijo brotaron más gotas de sudor que pronto se escurrieron por las sienes y finalmente por la cara. Esos momentos estaban siendo penosos. Consideró la posibilidad de volver atrás en la decisión que había tomado: ¿qué derecho tenía, al fin y al cabo, para obligar a su madre a hacer algo contra su propia voluntad? ¿No era ella una persona adulta? De pequeño siempre había sido su madre la que le daba órdenes: ¿cómo era posible que los papeles se hubiesen invertido? Incluso tal situación le parecía contra natura. Desde que se había hecho adulto, los padres respetaban su espacio, y él el de ellos, naturalmente. Podía ocurrir que Tomás diese un consejo a su padre o a su madre, pero jamás se había atrevido a darles una orden, eso sería impensable; ellos eran soberanos, dueños de su voluntad, y en cierto modo preservaban incluso una vaga autoridad sobre él. ¿Cómo podía forzar ahora a su madre a vivir donde ella manifiestamente no quería? ¿Con qué derecho la obligaba a salir de su propia casa? ¿No era ella dueña de su destino? ¿Cómo se atrevía a tratarla como a una niña?

En el instante en que decidió retroceder, sin embargo, evaluó las consecuencias que tendría hacerlo. Vio a su madre encerrada en casa, sola durante la noche, su estado degradándose; podía resbalar y golpearse la cabeza en algún sitio, podía dejar el gas encendido o la plancha enchufada sobre la ropa, podía salir a la calle y perderse nuevamente. No, definitivamente no. Ella no se encontraba en condiciones de quedarse sola, ni tenía cómo cuidar de sí misma. La realidad, la terrible realidad, es que aquél era un camino sin retorno y le correspondía a él asumir sus responsabilidades y decidir lo que nunca había imaginado que tendría que decidir.

No podía volver atrás.

– Yo quiero ir a casa.

Tomás miró a su madre y se quedó sin saber qué decirle. Tal vez fuese mejor no decirle nada. Eso es, concluyó: no decirle nada, renunciar a seguir hablando. Al fin y al cabo, jamás llegaría a convencerla, eso era evidente. Sin pronunciar una palabra más, salió de la habitación a paso rápido y desapareció por el pasillo.

Huyó.

Reapareció minutos más tarde con una maleta que doña Graça, entre la visión que las lágrimas enturbiaban, reconoció con sorpresa como suya. Su vieja maleta de viaje. Tomás había ido al coche a buscar el equipaje que había preparado a escondidas esa mañana, mientras su madre aún dormía. Al volver a entrar en la habitación, la encontró sentada en la silla enjugándose los ojos con un pañuelo, la directora al lado, acuclillada, intentando consolarla.

– Madre, aquí le he traído su ropa -dijo mostrándole la maleta-. Si necesita alguna cosa más, dígamelo. -Colocó la maleta sobre la cama y la abrió-. Puedo traerle sus libros, las fotos…, lo que quiera.

– Yo lo que quiero es volver a mi casa -se quejó ella con un trémulo hilo de voz.

Esforzándose por ignorar las lamentaciones, Tomás comenzó a colgar vestidos en el ropero y a guardar prendas en los cajones.

– Sólo se quedará aquí unas semanas, madre -dijo mientras colgaba un vestido de una percha-. Después ya veremos, ¿de acuerdo?

– ¿Dónde está tu padre? Cuando se entere, ya verás.

– Fue él quien me pidió que la alojase en una buena residencia.

– No lo creo. Tu padre nunca te pediría una cosa así.

– Pero me lo pidió. Me rogó que la protegiese.

Doña Graça alzó el dedo, temblando de furia, de rebeldía, de indignación.

– ¿Con qué derecho me haces esto? Tú…, tú…, mi propio hijo… ¿Con qué derecho?¡No me vas a abandonar aquí!

– Es sólo por unas semanas.

– Ni un día, ¿has oído?¡Ni un día!

– Madre, cálmese.

– Yo quiero ir a casa. Si tengo que morir, quiero morirme en casa. Llévame a casa, por favor.

– Ahora no puede ser -murmuró Tomás, aún atareado con las ropas, una forma de no tener que mirar a su madre-. Dentro de una semana, tal vez.

La vieja mujer se recostó en la silla, el saco de furia parecía haber estallado y se desinflaba, se vaciaba como un globo. Se sentía demasiado cansada, deshecha por dentro, le faltaban fuerzas hasta para indignarse.

– Yo quiero ir a casa -gimió.

La directora, aquella atractiva mujer de los ojos color chocolate que había conocido cuando había ido a visitar la residencia por primera vez, una tarjeta en el pecho con el nombre Maria Flor indicaba su nombre, se mantenía acuclillada junto a doña Graça y seguía la conversación en silencio. Viéndola desistir de luchar, se inclinó hacia delante, le murmuró algo al oído y se incorporó. Le hizo una seña a Tomás y se apartaron los dos yendo hacia la puerta.

– ¿Usted no le comunicó a su madre que venía aquí?

– No, no le dije nada. Nunca lo habría aceptado.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El séptimo sello»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El séptimo sello» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El séptimo sello»

Обсуждение, отзывы о книге «El séptimo sello» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x